Gráfica: cinereverso
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https://cinereverso.org/involucion-emocional-del-ser-humano-por-veronica-gutierrez-portillo/
Si de manera global tomamos en cuenta
los últimos comicios desde un lustro a esta parte, sumando la totalidad de
los resultados, en victoria o en derrota, notamos que aquel concepto “Estado de
Bienestar”, dominante desde la crisis del treinta del siglo pasado y que hasta
logró entidad de manifiesto ligado a un progreso social ascendente y humanista ha
sido pulverizado en tanto sus paradigmas, sus teorías y sus praxis. Más allá de
que siempre existieron connatos reaccionarios, totalitarios y fascistas muy
poderosos, aquellos ideales, inclusivos y distributivos, no eran puestos en
tela de juicio justamente por sus características íntegras y morales. En nuestra
contemporaneidad esos connatos reaccionarios y fascistas aislados y criticables
del pasado han logrado, a partir de la biopolítica y la psicopolítica, poseer
no solo entidad ecuménica sino que además se constituyeron como absolutos
paradigmas culturales, económicos y sociales. La simplista y antojadiza justificación historicista que centraliza
taxativamente como causas y efectos las decisiones políticas colectivas de los
pueblos desconoce la incidencia que poseen los factores endógenos y exógenos que
inciden y en algún caso intimidan, directa e indirectamente, a favor o en
contra de esas decisiones. De este modo la pendulización actúa efectivamente siendo
el reaccionarismo (y no el racionalismo)
el más beneficiado.
El período del Imperio Romano
denominado el Siglo de los Santos transcurrió durante la segunda centuria de
nuestra era, y tal segmento, el más brillante de su historia, fue conducido por
la estirpe de los Antoninos. Esta época fue calificada como la era de la Pax
Romana por la prosperidad y el intento civilizador, terminando con las guerras
intestinas, promoviendo la adhesión pacífica, clemente y autogestionada de los
pueblos linderos. Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio se sucedieron
en el poder, y con mayor o menor éxito, lograron sus premisas políticas. Una de
las bases de este programa fue abolir la elección del sucesor por simples
cuestiones heráldicas optando que las estructuras políticas, por caso el
Senado, escogieran del menú posible al hombre más probo y adecuado por su
sabiduría, honorabilidad y bonhomía. Marco
Aurelio, filósofo estoico y hombre de paz trastoca en algún punto ese contrato social
bajo el argumento que su hijo Cómodo poseía las mismas virtudes que sostenían a
la estirpe. Las instituciones políticas lo siguieron en su razonamiento y a su
muerte finalmente Cómodo, a los veinte años de edad, accedió al sagrario imperial
en soledad, pues había cogobernado conjuntamente con su padre, ya de frágil
salud, durante los últimos años. Gobernó casi una década hasta su
asesinato, y es bien significativa su incidencia cultural debido a que en pocos
años derribó por completo los paradigmas humanistas y sociales derivadas de las políticas virtuosas y progresistas que lo antecedieron, modelo de sociedad que todo el pueblo
romano ostentaba con patriótico orgullo identitario. Los dos primeros años de
su gobierno fueron similares al tenor del de sus antecesores, por tanto no
había razones para sospechar del devenir, pero “pasaron cosas” y la
espiritualidad humanista de Cómodo, como primer ciudadano romano, permitió que
durante casi ocho años modificara con sus desmadres institucionales los
hábitos, costumbres y paradigmas sociales. Algunos ponen énfasis en ciertas
infecciones venéreas sufridas por el emperador que trastocaron su psiquis
transformándolo en un hombre perverso, sin remordimientos y sumamente
sanguinario. Lo cierto es que sus vicios derramaron al resto de la sociedad
romana, ya acomodada a ese nuevo formato, y una vez derrocado esa sociedad no
regresó a aquellos valores Antoninos, todo lo contrario, el imperio comenzó una
etapa muy oscura, mercantilista, en donde hasta el trono se adquiría a modo de
subasta cayendo en manos de personas tanto o más nefastas que el propio Cómodo.
Es decir, tampoco la sociedad romana estaba bien dispuesta para regresar a sus
mejores tiempos. Este ejemplo histórico, vaya paradoja, nos exhibe que la historicidad no
siempre posee una rigurosidad causa y efecto con relación a las decisiones
colectivas de los pueblos pues los paradigmas sociales y culturales dominantes,
sean nuevos o viejos, pueden modificar la ética y la moral, para bien o para
mal.
Un dato más reciente que evidencia
a las claras lo relatado. A pesar del sangriento fracaso socieconómico neoliberal
que sufrimos en la década de los noventa, y aún con la sangre caliente de los
mártires en el pavimento del que se vayan todos, la idea neoliberal es
ampliamente triunfadora en los comicios 2003. Entre la propuesta neoliberal
peronista que encabezaba Menem y la propuesta neoliberal radical encabezada por
López Murphy obtienen el concurso de casi el 43% de electorado. Una
circunstancia anómala y fortuita hizo que se filtre en el medio el
kirchnerismo. De manera que no es razón cardinal responsabilizar al pasado por
las decisiones colectivas que toman los pueblos. En ese entonces el pueblo escogió
mayoritariamente a las mismas ideas neoliberales que había expulsado un año
antes mediante una asonada popular. Una pequeña circunstancia anómala (el
descrédito social de Menem) en términos electorales provocó que el error no se
reitere, pero el neoliberalismo con sus fundamentos económicos y culturales fueron
los dominantes de la voluntad popular.
Por ventura tuve la maravillosa experiencia de vivir en un paisaje semi-rural de llanura durante casi dos décadas y media, lo que me posibilitó la observación privilegiada de ciertos comportamientos en tiempo real. Muchos, por estos días, se exhiben absortos y sorprendidos por uno de los temas centrales que determinaron los resultados en los comicios estadounidenses: el dilema migratorio. La pregunta que se hacen es: ¿cómo es posible que un migrante vote un programa político anti-inmigratorio? Tras cartón aparece el banal mote “desclasado”. Pido permiso por citar a Enrique Dussel, pero es quien mejor lo explica. El excluido una vez incluido ya no escruta al sistema, de hecho antes tampoco aspiraba a que ese sistema cambie, una vez tácito en él comienza a hablar con su lenguaje y pensar con su lógica. Y aquí mi experiencia de campo. Durante esas más de dos décadas tuve la ocasión de mantener relación con personas que buscando una mejor calidad de vida migraron desde los grandes y hostiles centros urbanos a localidades más bucólicas con paisajes encantadores. Debo mencionar en mi caso testigo a Monte Hermoso, Tandil y la comarca de Sierra de la Ventana. Tres de los sitios que multiplicaron su población exponencialmente durante la “década ganada” y se configuraron con el tiempo, entre las 135 localidades bonaerenses, como tres de las de mayor y mejor calidad de vida. Es decir, los migrantes hallaron en esos sitios el edén soñado. Debido a sus apetencias y deseos no tuvieron en ese entonces reparos ante la modificación ambiental, me refiero a la invasión de biotas marinas, desmontes de bosques ancestrales y autóctonos a favor de parcelas susceptibles para ser loteadas, amputaciones de sierras vírgenes de modo establecer parajes paradisíacos, sea para la construcción de viviendas o emprendimientos turísticos, violentar las costas con complejos edilicios que no solo pudieran ensombrecer las playas tempranamente sino que además se pudieran constituir en factores contaminantes, en varios incisos, de la natural y buscada rusticidad del lugar. Pues bien, recuerdo que aquel movimiento migratorio tuvo su resistencia en los nativos de las localidades mencionadas, ciudadanos, en algunos casos fundacionales, que vivían con preocupación el arribo de la horda porteño-conurbana exiliada de la crisis. Esto trajo aparejado la obligación distrital de aumentar y mejorar los servicios y como consecuencia revalorizar las cargas impositivas y las tasas municipales en función de su nueva revalorización fiscal. Un lote de 20 metros de frente por 30 metros de fondo que en Villa Ventana, paraje cercano a Sierra, cotizaba dos mil dólares en el año 2002 (por muchos años conservé el folleto del loteo para recordar mi indecisión y mi falta de visión en tanto inversiones futuras), veinte años después sobrepasaba los cuarenta mil. En la actualidad, curiosamente, quien lleva la avanzada restrictiva a una posible nueva ola migratoria son aquellos que arribaron hace veinte años, estos son los colectivos vecinales que se oponen a que una nueva masa porteño-conurbana escoja dichos sitios como sus edenes soñados, y esto ocurre porque ya incluidos adoptaron aquella misma lógica y aquel mismo lenguaje del que nos hablaba Dussel. Y protestan contra una posible invasión de su espacio natural "soñado", contra una apertura migratoria, y si tal cosa ocurre que sea calificada y cualificada, útil a sus intereses, y lo hacen con el doble o el triple de la virulencia sufrida en ese entonces. Por tanto no es necesario recorrer ocho mil kilómetros en avión para entender las razones por las cuales un cubano, un portorriqueño, un mejicano o un panameño pueden hoy votar a un tipo como Trump.
Nada nuevo bajo el sol, simplemente la ola egocentrista e individualista natural en el ser humano hoy ha logrado consenso y poder, como en otros tantos períodos de la historia y en otras tantas latitudes, en consecuencia ejecuta de acuerdo a sus apetencias, gula inagotable y perpetua que durará hasta el fin de los tiempos, corriente que pervivirá hasta que coyunturalmente implosione, pero que nunca se extinguirá, pues está en la naturaleza del hombre el eterno retorno a su brutal brutalidad.
El “Estado de Bienestar” mutó hacia
el “estado de mi bienestar”. Ese plan socioeconómico solidario y comunal de
inspiración keynessiana, una suerte de acuerdo mundial, reconstructor de países
demolidos por las guerras y las hambrunas está totalmente devaluado, y no por
su inoperancia u obsolescencia, sino porque su eficiencia conspira en contra de
los interés económicos globales y concentrados, razón por la cual se lo ha limitado y cercado. Existen algunas pocas naciones
que aún se permiten cierta resistencia en tanto su administración
socioeconómica interna, acaso algunos de los países escandinavos, pero no más
(los cuales poseen por escándalo los mejores registros Gini). Sociedades que
acordaron sistemas en donde algunas cuestiones resultan insustituibles e indiscutibles pues se
transformaron en políticas de Estado (de Bienestar), más allá del matiz
ideológico del gobernante, como lo son los derechos individuales, los derechos
colectivos, los beneficios laborales, el camino hacia la equidad, la eliminación
de la pobreza estructural, el cuidado del medio ambiente, la educación en todos sus niveles, la salud y sus
complejidades, el deporte y la cultura en todas sus actividades, profesionales,
amateurs y vocacionales, las cuales funcionan como motores asociativos y vasos
comunicantes comunitarios.
Reitero que resulta muy simplista
analíticamente responsabilizar a los errores o dificultades de los bienintencionados por el
arribo de los malintencionados. Esa fórmula crítica no solo está ligada al
sentido común, sino que favorece el argumento banal de aquellos que buscan potenciar
lo peor que tiene el ser humano, portador de miserias naturales que poco
necesitan para ser liberadas. El odio, la bronca, la frustración, la
victimización, la ignorancia, la comodidad y un pretexto conveniente a
estigmatizar alcanzan y sobran para tales objetivos. Los
genocidios son la resultante más trágica de ese orden establecido.
Marco Aurelio, luego de un siglo de
prosperidad Antonina, no fue el responsable político de la locura en la que
luego aterrizó Cómodo, más allá de que lo haya escogido, como las República del
Weirmar o la Española no son las responsables del arribo de los fascismos,
siempre los pueblos poseen opciones para escoger, sucede que, y hete aquí el
verdadero dilema, está en la sabiduría de ese pueblo para evitar los
programas despóticos que se presentan como remedio catártico de una sociedad
cuyas defensas débiles y subsumisas son proclives al “querer creer” y no tanto
a las evidencias.
La democracia helénica poseía un
reaseguro institucional protector establecido para funcionarios y ciudadanos de
influencia de manera intentar limitar los personalismos, herramienta popular
(solo tenía validez si superaba los 6000 sufragios) que permitía la remoción
inmediata de aquel ciudadano cuyo poder, probada ineptitud o moralmente
inescrupuloso superaba ciertos rangos que ponían en jaque el funcionamiento de
la república, más allá de haber cometido un delito o no. Se trataba del ostracismo,
destierro preventivo cuya penalidad poseía una escala temporal. Los ciudadanos
votaban mediante la porción de una ostra o concha que introducían en una
tinaja, señalizadas por sí o por no, si el ciudadano cuestionado debía ser
desterrado. El propio héroe de la segunda guerra médica fue ostraquizado de sus
responsabilidades públicas en el año 471 AC, me refiero a Temistocles. El
ostracismo funcionaba a modo de suspensión y su decil jurídico estaba de
acuerdo a la gravedad del comportamiento del ciudadano cuestionado. Podía ser
un mes, varios meses, años o de por vida. Para evitar posibles fraudes o
manipulación se hacían dos asambleas en el término de dos meses. Este mecanismo
se utilizó exclusivamente para los nobles y los hombres de influencia, para el
resto de la sociedad oficiaba la justicia ordinaria. Aquel espíritu fue
reemplazado en las democracias modernas por el juicio político, pero
lamentablemente no es el pueblo directamente quien participa, sino el poder
legislativo, en donde las negociaciones y roscas laboran como orden del día.
Lectura muy recomendada:
Involución Emocional del Ser Humano…
por Verónica Gutiérrez Portillo
Link directo:
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*Gustavo Marcelo Sala. Editor
Gustavo Marcelo Sala
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