Nos Disparan desde el Campanario El renacer de un viejo biotipo político… por Gustavo Marcelo Sala

 

 

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Si de manera global tomamos en cuenta los últimos comicios desde un lustro a esta parte, sumando la totalidad de los resultados, en victoria o en derrota, notamos que aquel concepto “Estado de Bienestar”, dominante desde la crisis del treinta del siglo pasado y que hasta logró entidad de manifiesto ligado a un progreso social ascendente y humanista ha sido pulverizado en tanto sus paradigmas, sus teorías y sus praxis. Más allá de que siempre existieron connatos reaccionarios, totalitarios y fascistas muy poderosos, aquellos ideales, inclusivos y distributivos, no eran puestos en tela de juicio justamente por sus características íntegras y morales. En nuestra contemporaneidad esos connatos reaccionarios y fascistas aislados y criticables del pasado han logrado, a partir de la biopolítica y la psicopolítica, poseer no solo entidad ecuménica sino que además se constituyeron como absolutos paradigmas culturales, económicos y sociales. La simplista y antojadiza justificación historicista que centraliza taxativamente como causas y efectos las decisiones políticas colectivas de los pueblos desconoce la incidencia que poseen los factores endógenos y exógenos que inciden y en algún caso intimidan, directa e indirectamente, a favor o en contra de esas decisiones. De este modo la pendulización actúa efectivamente siendo el reaccionarismo  (y no el racionalismo) el más beneficiado.

El período del Imperio Romano denominado el Siglo de los Santos transcurrió durante la segunda centuria de nuestra era, y tal segmento, el más brillante de su historia, fue conducido por la estirpe de los Antoninos. Esta época fue calificada como la era de la Pax Romana por la prosperidad y el intento civilizador, terminando con las guerras intestinas, promoviendo la adhesión pacífica, clemente y autogestionada de los pueblos linderos. Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio se sucedieron en el poder, y con mayor o menor éxito, lograron sus premisas políticas. Una de las bases de este programa fue abolir la elección del sucesor por simples cuestiones heráldicas optando que las estructuras políticas, por caso el Senado, escogieran del menú posible al hombre más probo y adecuado por su sabiduría, honorabilidad y bonhomía.  Marco Aurelio, filósofo estoico y hombre de paz trastoca en algún punto ese contrato social bajo el argumento que su hijo Cómodo poseía las mismas virtudes que sostenían a la estirpe. Las instituciones políticas lo siguieron en su razonamiento y a su muerte finalmente Cómodo, a los veinte años de edad, accedió al sagrario imperial en soledad, pues había cogobernado conjuntamente con su padre, ya de frágil salud, durante los últimos años. Gobernó casi una década hasta su asesinato, y es bien significativa su incidencia cultural debido a que en pocos años derribó por completo los paradigmas humanistas y sociales derivadas de las políticas virtuosas y progresistas que lo antecedieron, modelo de sociedad que todo el pueblo romano ostentaba con patriótico orgullo identitario. Los dos primeros años de su gobierno fueron similares al tenor del de sus antecesores, por tanto no había razones para sospechar del devenir, pero “pasaron cosas” y la espiritualidad humanista de Cómodo, como primer ciudadano romano, permitió que durante casi ocho años modificara con sus desmadres institucionales los hábitos, costumbres y paradigmas sociales. Algunos ponen énfasis en ciertas infecciones venéreas sufridas por el emperador que trastocaron su psiquis transformándolo en un hombre perverso, sin remordimientos y sumamente sanguinario. Lo cierto es que sus vicios derramaron al resto de la sociedad romana, ya acomodada a ese nuevo formato, y una vez derrocado esa sociedad no regresó a aquellos valores Antoninos, todo lo contrario, el imperio comenzó una etapa muy oscura, mercantilista, en donde hasta el trono se adquiría a modo de subasta cayendo en manos de personas tanto o más nefastas que el propio Cómodo. Es decir, tampoco la sociedad romana estaba bien dispuesta para regresar a sus mejores tiempos. Este ejemplo histórico, vaya paradoja, nos exhibe que la historicidad no siempre posee una rigurosidad causa y efecto con relación a las decisiones colectivas de los pueblos pues los paradigmas sociales y culturales dominantes, sean nuevos o viejos, pueden modificar la ética y la moral, para bien o para mal.

Un dato más reciente que evidencia a las claras lo relatado. A pesar del sangriento fracaso socieconómico neoliberal que sufrimos en la década de los noventa, y aún con la sangre caliente de los mártires en el pavimento del que se vayan todos, la idea neoliberal es ampliamente triunfadora en los comicios 2003. Entre la propuesta neoliberal peronista que encabezaba Menem y la propuesta neoliberal radical encabezada por López Murphy obtienen el concurso de casi el 43% de electorado. Una circunstancia anómala y fortuita hizo que se filtre en el medio el kirchnerismo. De manera que no es razón cardinal responsabilizar al pasado por las decisiones colectivas que toman los pueblos. En ese entonces el pueblo escogió mayoritariamente a las mismas ideas neoliberales que había expulsado un año antes mediante una asonada popular. Una pequeña circunstancia anómala (el descrédito social de Menem) en términos electorales provocó que el error no se reitere, pero el neoliberalismo con sus fundamentos económicos y culturales fueron los dominantes de la voluntad popular. 

Por ventura tuve la maravillosa experiencia de vivir en un paisaje semi-rural de llanura durante casi dos décadas y media, lo que me posibilitó la observación privilegiada de ciertos comportamientos en tiempo real. Muchos, por estos días, se exhiben absortos y sorprendidos por uno de los temas centrales que determinaron los resultados en los comicios estadounidenses: el dilema migratorio. La pregunta que se hacen es: ¿cómo es posible que un migrante vote un programa político anti-inmigratorio? Tras cartón aparece el banal mote “desclasado”. Pido permiso por citar a Enrique Dussel, pero es quien mejor lo explica. El excluido una vez incluido ya no escruta al sistema, de hecho antes tampoco aspiraba a que ese sistema cambie, una vez tácito en él comienza a hablar con su lenguaje y pensar con su lógica. Y aquí mi experiencia de campo. Durante esas más de dos décadas tuve la ocasión de mantener relación con personas que buscando una mejor calidad de vida migraron desde los grandes y hostiles centros urbanos a localidades más bucólicas con paisajes encantadores. Debo mencionar en mi caso testigo a Monte Hermoso, Tandil y la comarca de Sierra de la Ventana. Tres de los sitios que multiplicaron su población exponencialmente durante la “década ganada” y se configuraron con el tiempo, entre las 135 localidades bonaerenses, como tres de las de mayor y mejor calidad de vida. Es decir, los migrantes hallaron en esos sitios el edén soñado. Debido a sus apetencias y deseos no tuvieron en ese entonces reparos ante la modificación ambiental, me refiero a la invasión de biotas marinas, desmontes de bosques ancestrales y autóctonos a favor de parcelas susceptibles para ser loteadas, amputaciones de sierras vírgenes de modo establecer parajes paradisíacos, sea para la construcción de viviendas o emprendimientos turísticos, violentar las costas con complejos edilicios que no solo pudieran ensombrecer las playas tempranamente sino que además se pudieran constituir en factores contaminantes, en varios incisos, de la natural y buscada rusticidad del lugar. Pues bien, recuerdo que aquel movimiento migratorio tuvo su resistencia en los nativos de las localidades mencionadas, ciudadanos, en algunos casos fundacionales, que vivían con preocupación el arribo de la horda porteño-conurbana exiliada de la crisis. Esto trajo aparejado la obligación distrital de aumentar y mejorar los servicios y como consecuencia revalorizar las cargas impositivas y las tasas municipales en función de su nueva revalorización fiscal. Un lote de 20 metros de frente por 30 metros de fondo que en Villa Ventana, paraje cercano a Sierra, cotizaba dos mil dólares en el año 2002 (por muchos años conservé el folleto del loteo para recordar mi indecisión y mi falta de visión en tanto inversiones futuras), veinte años después sobrepasaba los cuarenta mil. En la actualidad, curiosamente, quien lleva la avanzada restrictiva a una posible nueva ola migratoria son aquellos que arribaron hace veinte años, estos son los colectivos vecinales que se oponen a que una nueva masa porteño-conurbana escoja dichos sitios como sus edenes soñados, y esto ocurre porque ya incluidos adoptaron aquella misma lógica y aquel mismo lenguaje del que nos hablaba Dussel. Y protestan contra una posible invasión de su espacio natural "soñado", contra una apertura migratoria, y si tal cosa ocurre que sea calificada y cualificada, útil a sus intereses, y lo hacen con el doble o el triple de la virulencia sufrida en ese entonces. Por tanto no es necesario recorrer ocho mil kilómetros en avión para entender las razones por las cuales un cubano, un portorriqueño, un mejicano o un panameño pueden hoy votar a un tipo como Trump.

Nada nuevo bajo el sol, simplemente la ola egocentrista e individualista natural en el ser humano hoy ha logrado consenso y poder, como en otros tantos períodos de la historia y en otras tantas latitudes, en consecuencia ejecuta de acuerdo a sus apetencias, gula inagotable y perpetua que durará hasta el fin de los tiempos, corriente que pervivirá hasta que coyunturalmente implosione, pero que nunca se extinguirá, pues está en la naturaleza del hombre el eterno retorno a su brutal brutalidad. 

El “Estado de Bienestar” mutó hacia el “estado de mi bienestar”. Ese plan socioeconómico solidario y comunal de inspiración keynessiana, una suerte de acuerdo mundial, reconstructor de países demolidos por las guerras y las hambrunas está totalmente devaluado, y no por su inoperancia u obsolescencia, sino porque su eficiencia conspira en contra de los interés económicos globales y concentrados, razón por la cual se lo ha limitado y cercado. Existen algunas pocas naciones que aún se permiten cierta resistencia en tanto su administración socioeconómica interna, acaso algunos de los países escandinavos, pero no más (los cuales poseen por escándalo los mejores registros Gini). Sociedades que acordaron sistemas en donde algunas cuestiones resultan insustituibles e indiscutibles pues se transformaron en políticas de Estado (de Bienestar), más allá del matiz ideológico del gobernante, como lo son los derechos individuales, los derechos colectivos, los beneficios laborales, el camino hacia la equidad, la eliminación de la pobreza estructural, el cuidado del medio ambiente, la educación en todos sus niveles, la salud y sus complejidades, el deporte y la cultura en todas sus actividades, profesionales, amateurs y vocacionales, las cuales funcionan como motores asociativos y vasos comunicantes comunitarios.    

Reitero que resulta muy simplista analíticamente responsabilizar a los errores o dificultades de los bienintencionados por el arribo de los malintencionados. Esa fórmula crítica no solo está ligada al sentido común, sino que favorece el argumento banal de aquellos que buscan potenciar lo peor que tiene el ser humano, portador de miserias naturales que poco necesitan para ser liberadas. El odio, la bronca, la frustración, la victimización, la ignorancia, la comodidad y un pretexto conveniente a estigmatizar alcanzan y sobran para tales objetivos. Los genocidios son la resultante más trágica de ese orden establecido.

Marco Aurelio, luego de un siglo de prosperidad Antonina, no fue el responsable político de la locura en la que luego aterrizó Cómodo, más allá de que lo haya escogido, como las República del Weirmar o la Española no son las responsables del arribo de los fascismos, siempre los pueblos poseen opciones para escoger, sucede que, y hete aquí el verdadero dilema, está en la sabiduría de ese pueblo para evitar los programas despóticos que se presentan como remedio catártico de una sociedad cuyas defensas débiles y subsumisas son proclives al “querer creer” y no tanto a las evidencias.

La democracia helénica poseía un reaseguro institucional protector establecido para funcionarios y ciudadanos de influencia de manera intentar limitar los personalismos, herramienta popular (solo tenía validez si superaba los 6000 sufragios) que permitía la remoción inmediata de aquel ciudadano cuyo poder, probada ineptitud o moralmente inescrupuloso superaba ciertos rangos que ponían en jaque el funcionamiento de la república, más allá de haber cometido un delito o no. Se trataba del ostracismo, destierro preventivo cuya penalidad poseía una escala temporal. Los ciudadanos votaban mediante la porción de una ostra o concha que introducían en una tinaja, señalizadas por sí o por no, si el ciudadano cuestionado debía ser desterrado. El propio héroe de la segunda guerra médica fue ostraquizado de sus responsabilidades públicas en el año 471 AC, me refiero a Temistocles. El ostracismo funcionaba a modo de suspensión y su decil jurídico estaba de acuerdo a la gravedad del comportamiento del ciudadano cuestionado. Podía ser un mes, varios meses, años o de por vida. Para evitar posibles fraudes o manipulación se hacían dos asambleas en el término de dos meses. Este mecanismo se utilizó exclusivamente para los nobles y los hombres de influencia, para el resto de la sociedad oficiaba la justicia ordinaria. Aquel espíritu fue reemplazado en las democracias modernas por el juicio político, pero lamentablemente no es el pueblo directamente quien participa, sino el poder legislativo, en donde las negociaciones y roscas laboran como orden del día.

 

Lectura muy recomendada:

Involución Emocional del Ser Humano… por Verónica Gutiérrez Portillo

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https://cinereverso.org/involucion-emocional-del-ser-humano-por-veronica-gutierrez-portillo/

 

 

*Gustavo Marcelo Sala. Editor


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