Nos Disparan desde el Campanario El gigante en crisis: el futuro incierto y la disputa por la decadencia… por Alejandro Marcó del pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de Origen:
Nacimos aquí, donde las masas idolatran a los idiotas
y los convierten en héroes ricos
(Charles Bukowski)
Estados Unidos mantiene su hegemonía
mundial sustentado en tres poderes clave: su capacidad atómica, el dólar como
pilar de su dominio financiero y, a mi entender, el más decisivo, Hollywood.
Sin este bastión de la industria del entretenimiento, la manipulación y la
fabricación de noticias, sería difícil concebir la promoción de una figura que,
tras no alcanzar siquiera el 1% en las elecciones primarias de 2020, se
convirtiera en una contendiente destacada por la presidencia en 2024.
Resulta igual de improbable que un
presidente en funciones, cuyas apariciones públicas han generado dudas y
burlas, junto a una vicepresidenta de bajo perfil, haya logrado mantener una
administración prácticamente invisible durante tres años y medio. Esto plantea
una pregunta inevitable: ¿Quién gobernó realmente Estados Unidos de 2021 a
enero de 2025?
Aunque no es el tema central de este
artículo, es problemático que esta pregunta no tenga una respuesta clara. Lo
que sí parece evidente es que Hollywood jugó un papel crucial en la
preservación de la imagen de la administración Biden, ocultando las posibles
limitaciones cognitivas del presidente, la irrelevancia de la vicepresidenta, y
enseñando, de forma alarmante, el supuesto «peligro» del regreso de Trump para
la democracia estadounidense.
Esta misma democracia, hoy en crisis
y encabezada por la administración demócrata, se ha destacado por decisiones
tan polémicas como el financiamiento a la guerra en Ucrania, la brutal ofensiva
en Gaza y una política económica cada vez más proteccionista, profundizando los
aranceles impuestos durante la presidencia de Trump.
Para los medios, Trump representa una
amenaza “existencial” para la república, lo que refleja el deterioro político y
social que atraviesa el país. Las elecciones realmente reflejaron el
enfrentamiento entre una figura vacía de propuestas concretas y otra con un
historial de iniciativas demenciales. Es cierto que un segundo mandato de Trump
probablemente conllevaría riesgos más serios que el primero, que terminó con
más de un millón de muertes por COVID-19 y un motín en el Capitolio.
Aun así, la reciente victoria
electoral del expresidente abre un período de desafíos sin precedentes. Entre
ellos se cuentan las dos guerras activas que ha prometido finalizar, aunque aún
no ha presentado un plan concreto. Además, su postura se enfoca en una nueva
guerra comercial con China, el escepticismo profundo hacia el multilateralismo,
la protección arancelaria para sectores económicos poco competitivos y un
supuesto repliegue de Estados Unidos en su rol de “gendarme global.” Sin
embargo, es importante señalar que esta posible reclusión no se extenderá a
América Latina, su tradicional «patio trasero,» que continuará bajo la atención
de Washington.
La guerra en Ucrania y sus posibles
desenlaces
La guerra en Ucrania plantea
escenarios complejos. Un tema recurrente ha sido la sugerencia de Trump sobre
finalizar el conflicto en tan solo 24 horas. Sin la ayuda estadounidense, el
futuro militar de Ucrania está sentenciado. Esto también afectará directamente
a la OTAN, sus aliados europeos e incluso a la propia Unión Europea.
En cuanto a una posible negociación
de paz, Trump no ha detallado cómo planea lograr un «acuerdo justo.» La
retirada de Ucrania en varios puntos del frente sugiere que, en caso de
negociaciones, Rusia podría tener una posición dominante para imponer
condiciones. Para avanzar, es probable que ciertos puntos sean obligatorios: ningún
gobierno antirruso podrá participar en el proceso de paz ni en futuros
gobiernos ucranianos; los territorios anexionados quedarán bajo control ruso; y
la constitución ucraniana debe prohibir la entrada a la OTAN y cualquier
ejército propio, consolidando a Ucrania como un estado neutral, similar a
Finlandia durante la Guerra Fría.
Una vez aceptados estos puntos, la
negociación real abordará el Tratado de Seguridad Colectiva, cuya violación fue
el motivo que disparó la “operación militar especial a Ucrania”. Este nuevo
acuerdo de seguridad excluiría a la OTAN y a la Unión Europea en la
configuración de los límites defensivos, reservando la negociación únicamente a
Rusia y EE. UU. Dado que una zona de desmilitarización sin Ucrania y los
últimos miembros de la OTAN (Macedonia del Norte, Finlandia y Suecia) debería
extenderse hasta la frontera alemana, la OTAN y sus aliados se verían
debilitados.
El futuro de la OTAN y la Unión
Europea
Si la OTAN no participa de este
acuerdo y la Unión Europea tampoco, para qué sirve la OTAN y ni qué hablar de
sus nuevos adherentes, Finlandia y Suecia. Por lo tanto, si se aceptara esta
hipótesis, la OTAN perdería su validez, al igual que sus socios europeos. Es
posible que esta iniciativa tenga una decidida y paradójica oposición de los
atlantistas de Bruselas. Si esto fuera así, obligaría al gobierno
estadounidense a retirase de la guerra, dejarla en manos europeas, las
negociaciones, financiación y su terminación.
En cualquiera de los casos la Unión
Europea pierde y enfrentará entonces una nueva configuración institucional.
Algunos líderes, como Mario Draghi, han propuesto que los ciudadanos europeos
financien la recuperación mediante un nuevo fondo de deuda de 800 mil millones
de euros anuales. Sin embargo, el nacionalismo conservador ha ganado terreno en
varios países europeos, dificultando la cooperación unificada.
El ejemplo actual es Alemania. El
divorcio de la coalición de gobierno ante la inminente perdida del gobierno es
un síntoma, podrá ganar la democracia cristiana, pero a quien hay que detener
es a Alternativa por Alemania (AfD). Hoy, aunque con una mezcla de
nacionalistas y derechistas radicales, la derecha cuenta con 127 escaños en un
parlamento de 705. Teniendo en cuenta la intención de voto a estos partidos,
hay ocho países que se sitúan por encima de la media europea (que es del
16,9%): Francia (33,1%), Austria (27%), Italia (23,6%), Países Bajos (23,4%),
República Checa (22,7%), Bélgica (21,5%) y Polonia (18,7%) que serán los que
reconfiguren la Unión, pero con Trump esta vez.
Si bien el tema de Ucrania podría
parecer en principio uno de los más sencillo de abordar, por no tener personal
militar Estados Unidos, como en Irak o Afganistán, no lo es, si no va de la
mano de Medio Oriente. El presidente Vladimir Putin propuso la creación de un
nuevo sistema de garantías de seguridad colectiva en Eurasia ante el fracaso
del modelo euroatlántico.
O sea, se trata ante todo de la Unión
Estatal (de Rusia y Bielorrusia), la Organización del Tratado de Seguridad
Colectiva (OTSC), la Comunidad de Estados Independientes (CEI), la Organización
de Cooperación de Shanghái (OSC) y, por si no se dieron cuenta, Rusia, China e
Irán están entrelazadas. El control del Medio Oriente por parte de Estados
Unidos, bajo su alianza estratégica con Israel, enfrenta importantes desafíos
en el contexto actual.
Queda un solo tema de especulación,
más allá de la inmigración, la salud, la educación, la guerra comercial con
China, los aranceles, entre muchos otros, que quedaran para venideros análisis.
Pero el hipotético repliegue de Estados Unidos como “gendarme global”, aunque
no de América Latina, su «patio trasero”, merece un párrafo, sobre todo para
Brasil y Venezuela.
Brasil entre Estados Unidos y los
BRICS
Brasil dio una explicación poco feliz
de su veto a Caracas en la incorporación a los BRICS. Según el gobierno obedece
a que el presidente Nicolás Maduro abusó de la confianza de Lula tras las
elecciones presidenciales al incumplir la promesa de presentar las
actas oficiales de los resultados de las elecciones a presidente.
Venezuela es la mayor reserva mundial
de petróleo, por lo que incorporarlo del lado de los BRICS era un objetivo
estratégico para los mismos, lo que molestó a sus integrantes. ¿Qué autoridad
tiene Brasil para exigir explicaciones sobre una acción soberana de otro país?
Incluso como mediador en América del Sur, este gesto parece hostil e
“inexplicable e inmoral”.
La “autonomía pragmática” de Brasil
busca un equilibrio en un contexto internacional complicado, marcado por las
guerras en Ucrania y Gaza. Sin embargo, esta postura parece poco favorable para
mantener una verdadera neutralidad. Aun así, y tratando de ganar terreno en
ambos lados de la cancha, como Turquía, el veto a Venezuela de su ingreso a los
BRICS parece más una ejecución de Maduro y favorecer el juego de Trump, que una
medida de autonomía moral.
En conclusión, Estados Unidos sigue
enfrentando desafíos monumentales en su rol de potencia global. Desde su manejo
de las guerras en Ucrania y Medio Oriente hasta su influencia en América
Latina, su política exterior parece dividirse entre la continuidad y un
repliegue estratégico. Sin embargo, la reconfiguración de alianzas globales y
regionales, como los BRICS y la OTAN, refleja que el mundo está tendiendo a
estabilizarse en un nuevo orden multipolar.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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