Nos Disparan desde el Campanario Galardón económico por la peor investigación… por Alejandro Marcó del Pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen:
https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/10/27/galardon-economico-por-la-peor-investigacion/
La combinación correcta de tecnología,
humanos y Estado impulsarán la prosperidad
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James
A. Robinson recibieron el Premio de Ciencias Económicas del Banco de Suecia en
Memoria de Alfred Nobel, comúnmente, aunque incorrectamente, llamado “Nobel de
Economía”, por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo
afectan a la prosperidad.
El economista Michael Roberts, quien
ha escrito numerosos artículos sobre varios galardonados, cree que generalmente
se otorga el premio por su peor investigación, es decir, aquella que confirma
la visión dominante del mundo económico.
Esto es lo que los jueces del
premio Nobel dicen que fue la razón para otorgarlo:
«Hoy en día, el 20% más rico de los
países son alrededor de 30 veces más ricos que el 20% más pobre. Las brechas de
ingresos entre países han sido muy persistentes en los últimos 75 años. Los
datos disponibles también muestran que las disparidades de ingresos entre
países han aumentado en los últimos 200 años. ¿Por qué las diferencias de
ingresos entre los países son tan grandes y persistentes?
“Los laureados de este año han sido
pioneros en un nuevo enfoque para proporcionar respuestas creíbles y
cuantitativas a esta pregunta crucial para la humanidad. Su investigación
se centra en la idea de que las instituciones políticas dan forma fundamental a
la riqueza de las naciones. Pero, ¿qué da forma a estas instituciones?”
El trabajo por el que fueron
premiados sugiere que los países que han alcanzado la prosperidad y han
erradicado la pobreza lo han hecho adoptando instituciones democráticas. Por el
contrario, las sociedades controladas por élites sin responsabilidad
democrática tienden a ser “extractivas”, es decir, extraen recursos sin
respetar la propiedad ni los derechos, lo que impide su desarrollo y
prosperidad.
Dos puntos se deducen de esto. En
primer lugar, se considera que el crecimiento y la prosperidad van de la mano
con la «democracia», sobre todo occidental, a pesar que los jueces del premio
Nobel dicen las disparidades de ingresos entre países han aumentado en los
últimos 200 años, lo que implica que la diferencia no está en entredicho.
La segunda es que, si consideramos
que países como China tienen élites “extractivas” y antidemocráticas, ¿cómo
explican los ganadores del Nobel su éxito económico indudable? Sería correcto
decir que las revoluciones o reformas políticas son necesarias para situar las
cosas camino a la prosperidad. Puede haber algo de verdad en eso:
¿estaría Rusia a principios del siglo XX donde está hoy sin
la revolución de 1917 o China estaría donde está en 2024 sin la revolución de
1949? Pero nuestros «nobelistas» no nos presentan esos ejemplos: los suyos se
refieren a la extensión del sufragio en Gran Bretaña en
el siglo XIX o la independencia de las colonias americanas en la
década de 1770.
Pero lo que nos interesa es que dos
de los tres laureados, Daron Acemoglu y Simon Johnson, tienen un libro, “Poder y progreso: una lucha de mil
años por la tecnología y la prosperidad”, que presenta un relato histórico exhaustivo de cómo la
tecnología ha hecho avanzar a la humanidad en términos de niveles de vida, pero
a menudo ha creado miseria, pobreza y mayor desigualdad, como mostramos en los
dos artículos anteriores con los dueños de la IA (aquí y aquí).
Resulta que “la Edad Dorada de
finales del siglo XIX fue un período de rápido cambio tecnológico y
desigualdades alarmantes en Estados Unidos, como hoy. Aunque los salarios
reales aumentaron a medida que la economía se expandía, la desigualdad se
disparó y las condiciones de trabajo eran abismales para millones de personas
que no tenían protección contra sus jefes económica y políticamente poderosos.
Los barones ladrones, como se conocía a los más famosos e inescrupulosos de
estos magnates, hicieron enormes fortunas no solo por su ingenio para
introducir nuevas tecnologías, sino también por la consolidación con empresas
rivales. Las conexiones políticas también fueron importantes en la búsqueda de
dominar sus sectores”.
Fuente: El Tábano Economista
El poder político y la prosperidad
económica muestran cómo la tecnología ha moldeado el bienestar humano a lo
largo de la historia y cómo las dinámicas de poder determinan si sus beneficios
se distribuyen equitativamente o se concentran en manos de unos pocos. Los
autores destacan que el progreso tecnológico no garantiza un aumento en la
prosperidad general.
A lo largo de la historia, las élites
han controlado la dirección y los beneficios del avance tecnológico para
consolidar su poder y riqueza. Acemoglu y Johnson muestran cómo, en muchos
casos, la tecnología ha sido utilizada para mantener la desigualdad, en lugar
de fomentar un crecimiento inclusivo. Para ellos, el progreso no es neutral:
está siempre mediado por quienes tienen el poder y los recursos para
aprovecharlo.
Uno de los casos más emblemáticos es
la Revolución industrial. Si bien trajo grandes innovaciones, también condujo a
una concentración del poder económico y político. Las máquinas reemplazaron el
trabajo humano, pero en lugar de mejorar las condiciones de vida de los
trabajadores, desembocaron la explotación laboral y el empobrecimiento de
grandes sectores de la población. Los avances tecnológicos no se tradujeron
automáticamente en bienestar generalizado, sino que dependieron de la forma en
que se distribuyeron los beneficios.
El papel del Estadoy las
instituciones políticas juegan un papel crucial en determinar si los beneficios
del progreso tecnológico se distribuyen equitativamente. En sociedades donde
las instituciones son inclusivas y democráticas, es más probable que el
progreso tecnológico genere prosperidad para la mayoría. Sin embargo, en
contextos donde las instituciones están controladas por élites extractivas, la
tecnología tiende a concentrar el poder y la riqueza en un grupo reducido.
Algunos de los temas centrales del
libro son el impacto actual y futuro de la inteligencia artificial (IA) y la
automatización. Acemoglu y Johnson advierten que estos avances tecnológicos
tienen el potencial de agravar la desigualdad si no se gestionan de manera
adecuada. Señalan que, así como ocurrió durante la Revolución industrial, la IA
puede ser utilizada para reemplazar el trabajo humano en lugar de
complementarlo, lo que podría llevar a la precarización del empleo y a un
aumento de la concentración de riqueza en las manos de los dueños de estas
tecnologías.
Para los autores, el progreso no
puede medirse únicamente en términos de avances tecnológicos o crecimiento
económico, sino que debe evaluarse en función de cómo estos beneficios se
distribuyen entre la población. Si no se toman medidas para democratizar el
acceso y los beneficios de la tecnología, y apuntalar al Estado, corremos el
riesgo de repetir los errores del pasado, donde el progreso fue acaparado por
unos pocos a expensas de muchos. Lo mismo que está pasando en la actualidad.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y
editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista,
columnista radial, analista
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