Nos Disparan desde el Campanario Siervos de la IA o el Retorno de Robespierre... por Alejandro Marcó del pont
Fuente: El Tábano Economista
Link de origen: https://eltabanoeconomista.wordpress.com/2024/10/20/siervos-de-la-ia-o-el-retorno-de-robespierre/
La gran red algorítmica que se esconde en la nube
guía nuestro comportamiento de una forma
magníficamente
lucrativa para su propietario
Con la inteligencia artificial (IA)
han surgido varios desafíos, entre ellos la transformación de los paradigmas
laborales, económicos y sociales. Uno de los debates más relevantes en este
sentido es cómo un ingreso universal podría reemplazar el salario tradicional,
así como las implicaciones de su financiamiento y la redistribución del
ingreso.
Estas decisiones no son simples y
están rodeadas de intereses. El eje central de esta disputa de poder es, como
siempre, el Estado. Si el Estado es fuerte, puede actuar como mediador y
corregir las desigualdades económicas que surgirán si la automatización
beneficia únicamente a los dueños de la IA. Si el control de la IA recae en el
sector privado, podríamos ver un modelo económico donde la automatización
beneficiará solo a las élites, sin generar empleo ni estimular el consumo,
debilitando así al Estado.
Los dueños de la IA, las grandes
empresas tecnológicas, se convertirían en los principales receptores de las
ganancias al explotar los beneficios derivados del uso de IA sin necesidad de
pagar salarios tradicionales. El Ingreso Universal se propone como una
alternativa al salario tradicional, ofreciendo a los ciudadanos un ingreso fijo
para cubrir sus necesidades básicas, independientemente de si trabajan o no. Sin
embargo, sin un sistema de redistribución adecuado, esta medida podría no
solucionar las desigualdades económicas provocadas por la automatización, sino
agravarlas.
Como ya exploramos en nuestro
artículo anterior, titulado “IA,
la última batalla del cerebro entre explotadores y veneradores del mercado”,
esta idea se alinea con el análisis que Karl Polanyi hace en “La gran
transformación”, una obra fundamental para entender el desarrollo del
capitalismo moderno y su impacto en la sociedad. Con la aparición del
capitalismo moderno, la economía se independizó de la sociedad, dando lugar a
lo que Polanyi llama una «sociedad de mercado», un mercado autorregulado
inventado por el Estado.
El alambramiento de los bienes
comunales en Inglaterra durante los siglos XVIII y XIX, conocido como
“enclosures”, privatizó tierras comunes y expulsó a los campesinos, creando una
mano de obra asalariada dependiente. De manera análoga, en la actualidad, el
control de las infraestructuras digitales —como datos, algoritmos y
plataformas— está reemplazando a los medios de producción tradicionales. Así,
los gigantes tecnológicos han acumulado un poder similar al de los
terratenientes de antaño.
En su libro “El tecnofeudalismo”,
Yanis Varoufakis expone la transformación del capitalismo en una nueva fase,
analizando cómo las grandes plataformas digitales, como Google, Amazon, Apple y
Facebook, han alterado las reglas del juego económico tradicional y cómo el
capital ya no está en manos de los productores o las fábricas, sino que se ha
desplazado hacia el «capital en la nube». Aquí, la nube representa las
infraestructuras digitales, los algoritmos y las bases de datos que dominan la
economía actual. Estos son los nuevos «señores feudales», que controlan los
flujos de información y comercio globales y los usuarios son esencialmente
«vasallos» que producen valor para las plataformas sin recibir compensación
directa.
Durante la Edad Media, la Iglesia
jugaba un papel central en la vida cotidiana, incluidas las cuestiones
relacionadas con el registro de personas. Los nacimientos, matrimonios y
defunciones eran registrados por la Iglesia. Estos registros eclesiásticos
actuaban como una forma de control social y, al mismo tiempo, como una manera
de certificar los momentos clave en la vida de las personas. El cambio hacia el
control estatal sobre el registro civil se dio de manera gradual, vinculado a
la consolidación del Estado moderno y al proceso de secularización. Así, el
Estado paso a tener el monopolio de los poderosos símbolos que nos legitiman
como ciudadanos con derechos: pasaportes, certificados de nacimiento o el
documento nacional de identidad.
En la actualidad el Estado está
perdiendo, dentro de otras, esa potestad. Resulta increíble que nuestra
identidad digital no sea nuestra ni del Estado. «Dispersada por innumerables
mundos digitales de propiedad privada, tiene muchos dueños, ninguno de los cuales
somos nosotros: un banco privado posee tus códigos de identificación y todo tu
historial de compras. Facebook está íntimamente familiarizado con quién —y qué—
te gusta. X recuerda cada pequeña idea que ha llamado tu atención. Apple y
Google saben mejor que tú lo que ves, lees, compras, con quién te reúnes,
cuándo y dónde. «Algún gran conglomerado fintech te ayudará a verificar tu
identidad o, lo que es lo mismo, a comprobar que tú eres… quién eres».
Si la IA reemplaza a una parte
significativa del trabajo humano, surge un problema: ¿quién consumirá los
bienes y servicios que produce la IA si la mayoría de los trabajadores humanos
han sido desplazados y no tienen ingresos suficientes para consumir? ¿Quién
pagará impuestos? El hecho de que la IA no consuma no significa que los
ingresos no existan; simplemente quiere decir que los beneficios de los
productos o servicios que genera son apropiados directamente por los dueños de
la tecnología. Aquí es donde el Ingreso Universal Básico podría entrar en juego
y permitiría seguir participando como consumidores en la economía.
Para los dueños de las IA, apropiarse
del Estado es central porque el rol de este último es clave para garantizar que
los ciudadanos tengan acceso a los recursos necesarios para vivir. Es decir,
recaudar ingresos para financiar un ingreso universal. Esto podría incluir
impuestos progresivos sobre la riqueza, los ingresos derivados del uso de la
IA, y sobre las ganancias corporativas, especialmente en sectores altamente
automatizados.
Para la propiedad de la IA se podrían
establecer marcos regulatorios que aseguren que los beneficios derivados de
ella no queden solo en manos de las grandes corporaciones, sino que se
redistribuyan de manera justa entre la población, ya sea a través de impuestos,
derechos de uso o propiedad pública de ciertas tecnologías. O implementar
mecanismos de asignación de ingresos, donde el Estado distribuiría directamente
el Ingreso Universal Básico a cada ciudadano, garantizando una base económica
mínima, independientemente de su participación en el mercado laboral. Este
ingreso podría reemplazar parcialmente los sistemas tradicionales de bienestar
social, que actualmente están vinculados al empleo.
Aunque el rol del Estado es
fundamental, este enfoque también enfrenta varios desafíos, el primero es que
el ingreso universal es apoyado y pretendido tanto por el progresismo de
izquierda como por Silicon Valley, lo que lo vuelve ampliamente discutible. Uno
de los mayores retos, con la regulación de la IA es la sostenibilidad fiscal
que requeriría una planificación cuidadosa para asegurar que el Estado pueda
mantener su sostenibilidad fiscal a largo plazo de manera que no se debilite su
capacidad para distribuir ingresos de manera efectiva.
En una economía donde la IA reemplaza
el trabajo humano, sus dueños se convertirían en los principales generadores de
ingresos y, por lo tanto, en los principales sujetos de tributación. El Estado
tendría que implementar nuevos impuestos sobre la propiedad de la IA, como
impuestos sobre datos y gravámenes sobre el capital y las grandes corporaciones
tecnológicas, para asegurar una redistribución equitativa de la renta.
En resumen, el futuro del trabajo y
la economía en la era de la IA dependerá del papel que asuma el Estado. Si opta
por una política redistributiva y reguladora, podríamos evitar un
tecnofeudalismo que concentre el poder en las élites tecnológicas. Aunque el
Ingreso Universal es controversial, podría ser una solución viable si se
implementa de manera que no comprometa la capacidad fiscal del Estado.
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*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la
UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano
Economista, columnista radial, analista
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