Nos Disparan desde el Campanario Minoritarias minorías… por Gustavo Marcelo Sala

 

 


Obra de Zdzisław Beksiński






Ya naturalizada, la perversión goza y desfila con brillante esplendor en todos los ámbitos sociopolíticos, judiciales y mediáticos globales. Quien es ajeno a ella, sea en praxis o dialéctica, resulta un paria el cual no tiene cabida en la mesa de la contemporaneidad. Para ser aceptado o en todo caso para tener la aspiración de ser escuchado deberá exhibir probanzas irrefutables, cual currículum vitae, de maldades superiores, dignas de imitarse las cuales presenten el riguroso desafío de ser perfeccionadas. Ya no basta solicitarles a los pueblos, entre argucias sofísticas e indulgencias fraudulentas, sangre, sudor y lágrimas, es menester que las tres provoquen la total deshidratación de los tejidos sociales y que dicha supresión excite la embriaguez y el goce escénico de los que nunca serán heridos, de los que nunca transpirarán y menos aún llorarán.

Hace poco tiempo Pepe Sacristán, apelando a una suerte de melancolía optimista afirmó que indefectiblemente moriremos rodeados de hijos de puta y de cabrones, pero cargando, los supuestos sensibles, el aplomo de librar la batalla hasta el último día. Como toda frase tomada sin el contexto estructural, es decir, fuera de toda cohesión puede resultar tentadora para definir una cierta percepción lícita sobre la realidad. Empero y profundizando en su diagnóstico global me permito no tener su mismo optimismo melancólico, pues a mi entender arribamos a este punto de la humanidad por medio de un proceso evolutivo y paulatino, vale decir, el SER perverso está en la propia naturaleza del humano. Por lo tanto, la presente, es una fase más dentro de su desarrollo biológico e intelectual. El ser humano es malo por naturaleza afirmó Hobbes, pues es egoísta y actúa en función de su supervivencia y apetitos, por lo que es dable inferir que cualquier ventaja racional que tengamos con relación a las demás especies siempre estará sujeta a nuestros instintos más básicos y brutales, pero acaso con la sofisticación que nos provee el intelecto, lo cual nos hace prevalecer por sobre ellos, cuestión que nos expone mucho más perversos, pues es maldad con el agregado de valor que le otorga el pensamiento y la planificación.

Desde finales de la segunda gran guerra mundial el ser humano creyó haber racionalizado la sangrienta experiencia para no volver a repetirla, dando comienzo a los pocos años a la presente tercera gran guerra, menos cruenta en tanto impacto, más solapada, más extendida en el tiempo, hasta obsequiándose recreos, creando focos dispersos, pero el definitiva enormemente más efectiva. Desde entonces hasta ahora no solo han muerto bajo instancias bélicas y de explotación la misma cantidad de personas sino que además el mundo es mucho más injusto, desigual, excluyente y saturado de polución, de manera que nada de aquella supuesta racionalidad le puso freno a la naturaleza extraviada del humano. La potenció. Los genocidios continuaron y continuarán hasta el exterminio final, el fascismo mutó de la idea nefasta forzada hacia un formato cultural asequible, como decía Semprún; un conjunto de “instintos oscuros y pulsiones insondables”, muchas veces disfrazadas bajo traje de civil, mientras la helénica democracia imperfecta ha logrado la peligrosa perfección de sus contraindicaciones anulándose democraticamente quitándole a los pueblos toda posibilidad de elección, permitiéndole acceder y optar solamente por un menú con un par de platos indigestos, elaborados con los mismos ingredientes. En el presente, como dice Sacristán, estamos rodeados de hijos de puta y cabrones, pero me atrevo agregar,  naturales, aceptados, y en consecuencia dominantes, que no escapan a la generales de una especie en permanente evolución hacia la maldad, que como el escorpión nada puede impedir que sea lo que es, perfeccionando sus perversiones, aunque tal cosa nos pese en la conciencia de las minorías minoritarias que aún perviven con ella.

“Pertenecer a minorías minoritarias implica que si eres independiente vives y mueres solo”, así comienza el protagonista de la multipremiada película española del año 1987, Asignatura Aprobada, dirigida por José Luis Garcí, con su apología sobre vivir fugando hacia adelante, no enfrentar la vida, cederle el paso, rindiéndose ante el nihilismo, sin saber jamás si uno se va o es que simplemente lo echan.

 

 *Gustavo Marcelo Sala. Editor

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