Nos Disparan desde el Campanario Edición Especial.. LA MEMORIA Y LA VERDAD DE LA CONADEP A 40 AÑOS DE LA ENTREGA DEL NUNCA MAS… por Eduardo Schiel. Incluye el PDF del Libro NUNCA MÁS NI NUNCA MENOS, con prólogo de Víctor Hugo Morales

 

 

 

 

En el día, en los meses, años,  en el siglo de la Memoria, este 20 de setiembre se cumple el  40° aniversario  de la entrega del Informe NUNCA MÁS  de la CONADEP.


Voy a comenzar por el final, diciendo que el mismo fue verdaderamente un hito muy importante en la larga marcha del Pueblo Argentino para lograr la Verdad, la Memoria  y la tan necesaria Justicia.

Ello de ninguna manera fue un pacífico sendero de rosas. El resultado y producto resumido en el NUNCA MÁS  fue muy impactante para toda la sociedad, incluido por supuesto para los que trabajamos en ello. En ningún pronóstico  existía la cantidad de CCD ( campos de concentración ) que se lograron identificar, tampoco la variedad  de sistemas  de tortura y de exterminio, ni la magnitud de inversión del aparato estatal   en recursos materiales, humanos,  económicos e institucionales, incluidos estamentos principalísimos de las estructuras judiciales, eclesiásticas, empresariales,  políticas , y mediáticas para producir el terror y la muerte.

Se pudo probar que las peores aberraciones y dantescos procedimientos de la maquinaria de la muerte no se debió  a “errores y excesos”  sino a una planificación sistemática del genocidio. Fue una poderosa herramienta probatoria como soporte de la tramitación judicial.

Aunque a esa altura recién surgía el método siniestro e innovador de “los vuelos de la muerte”,  eufemísticamente llamados “traslados”, que junto a la figura del “desaparecido” nos hizo tristemente famosos en el mundo, todavía no se conocía la masividad de ese  crimen contra la humanidad.

Desde la publicación del  NUNCA MAS  se derrotó  a  los  negacionistas que fingían -o no- un desconocimiento  inaceptable con lo ocurrido, con los apologistas del terror que propagandizaban  las mil teorías de banalización de la masacre y complicidad con sus autores.

La CONADEP fue creada para investigar y denunciar las violaciones de DD.HH. del accionar criminal del aparato estatal. Todo ello se logró gracias a una acción colectiva de un  heterogéneo grupo de personas NO NOTABLES  con diversas formaciones profesionales y políticas, de algo  más de ciento veinte personas,  que durante 5 días a la semana en 9 meses  realizamos toda la tarea de campo, bajo la supervisión  de la  Comisión  de nueve personalidades NOTABLES elegidas por el Poder Ejecutivo Nacional  y tres diputados nacionales del  oficialismo. El mismo  consistió en recibir miles de denuncias de víctimas y familiares, que en forma directa o “colateral” fueron agredidos, torturados, secuestrados, asesinados, exterminados y desaparecidos por fuerzas armadas y de seguridad, oficiales o clandestinas, bajo el amparo de funcionarios judiciales y en beneficio de un sistema económico social empresario, regresivo y confiscatorio de las clases populares, de sus patrimonios y derechos.  

Antes de iniciar la tarea –que en verdad  pocos sabíamos de antemano en qué consistiría- tuve una gran desconfianza en el resultado final,  en su posible desenlace y en su utilización política. Idénticos resquemores, sospechas y prevenciones que exhibían  algunos de los actores principales que habían protagonizado el grueso de la lucha y las denuncias de las violaciones de los DD.HH. durante toda la dictadura,   entre ellos el CELS y su presidente Emilio Mignone, el Serpaj y el premio Nobel de la Paz, las Madres de Plaza de Mayo, y parte de la oposición política y legislativa del peronismo, entre otros.

Muy por el contrario se pretendió reclutar e incorporar a dicha tarea preferentemente a personas  alejadas de esos Organismos, habiendo iniciado la misma con empleados del Ministerio del Interior que a poco de andar renunciaron masivamente, por resultarles insostenible el sacrificio de convivir con el drama de la tortura y de la muerte.

Luego ingresaron adherentes a los Organismos, incluso a título personal de los que orgánicamente negaron su participación. También algunos militantes políticos. No obstante, la pretensión era mantener una cierta imagen de “neutralidad”, de “objetividad”,  incorporar a “inocentes” para defender “a  los inocentes”.  Creo que se excluyó prolijamente a víctimas directas, salvo algunos exiliados y madres de detenidos desaparecidos,  en muy pequeño número,  pero sin la representación de esos colectivos, ellos movidos por la necesidad  visceral de buscar y/o conocer el destino de sus seres queridos.

De hecho,  sin premeditarlo ni encubrirlo, fui la única persona  miembro  de la CONADEP que estuvo  detenido – desaparecido.

Esa falta de cercanía de muchos de los trabajadores con la profundidad de la temática,  agregado  al nivel de improvisación  de  las directivas, la falta de protocolos  de actuación y de preparación  técnica, dificultó al principio el resultado. Muchas denuncias resultaban inservibles por falta de datos imprescindibles o ininteligibles por  su redacción. La precariedad y modestia  de recursos materiales -no había computadoras porque no existían, pero tampoco había máquinas de escribir- por falta de decisión política o directamente por obstaculización en la cadena institucional que conectaba  al Presidente  a través  del ministro Tróccoli y sus  secretarios y asesores. Ello sólo fue superado por el nivel de compromiso y la tenacidad invertida por todos los integrantes --que en general no nos conocíamos al inicio- pero que pusimos una extraordinaria fuerza de voluntad para superar los obstáculos. Hoy pienso que frente a  los intereses  externos que apostaban al fracaso de “la Comisión” ese nivel de voluntarismo creciente derrotó el intento.

Existían ostensibles  mecanismos de control  de todo lo que circulaba y acontecía en el segundo piso del Teatro San Martín,  donde funcionó la Conadep. Hubo casos de seguimientos, algunos de amenazas, de declarantes que luego se comprobó eran miembros de las fuerzas represivas enviados a “sembrar carne podrida”, control de personas y  episodios de todo lo que ocurría   dentro y fuera de las instalaciones. Los relevamientos y pericias oculares   a  los CCD o a guarniciones militares se hacían en falcon verdes con ignotos choferes. En mi caso personal desaparecieron manuscritos originales que integraban la redacción del  NUNCA MÁS  -entre otros el capítulo de la ESMA- guardados en la caja fuerte de la pequeña oficinita donde se encontraba el material seleccionado para  la redacción del  Informe.

En  casi la totalidad de nosotros  la tarea significó altos grados de stress laboral y angustia, sufrimiento, tortura sicológica, descendiendo en forma virtual o real a los socavones del infierno donde se encontraban las verdaderas víctimas del terror y la muerte. Todo ello se multiplicaba en los que pasamos por esa  experiencia terminal,  como era mi caso.

Durante los nueve meses “de parto” del NUNCA MÁS, la mayoría nos refugiábamos en actitudes de introspección, sin tener ni querer compartir los terribles cuadros que escuchábamos  o  veíamos. Fue un tiempo donde quedaron congelados otros trabajos, ocupaciones, estudios, amistades, parejas, y familias.

El hecho disruptivo  que produjo un antes y un después fue a mitad del desarrollo de la tarea, antes de una prórroga del tiempo original asignado, cuando  se realizó un programa especial para la televisión pública para dar a la ciudadanía el primer y único  anticipo de lo que estábamos realizando. Concurrimos unos 15 a 20 de nosotros con un grupo de “los notables” con el testimonio de algunas víctimas más conocidas; Chicha Mariani, Estela de Carlotto, Calvo de Laborde, Enrique Fernández Meijide, etc.. El programa se grabó y se pasó en diferido  dos días después y la sorpresa  inaudita estuvo dada por un discurso del ministro Antonio Tróccoli que ignorábamos  -que integró la trasmisión- poniendo como responsables  del terrorismo de estado y el genocidio a las propias víctimas,  con unas perversas  teorías de  “gentes con ideologías foráneas” que “desembarcaban  de lejanas playas  a sembrar el terror…“ sin ningún contexto histórico, ni reseña de la violencia en la Argentina, de golpes de estado , dictaduras, proscripciones  y persecusiones, supresión de derechos y libertades, fusilamientos,  represiones y bombardeos a la población civil, asesinatos. Daba la impronta tempranamente   colocando  el sello  a la “teoría de los dos demonios” y al “enemigo interno”.  La misma estaría  expresamente reflejada en el famoso prólogo del <Nunca Más>, aunque personalmente  no me consta que haya sido redactado por Ernesto Sábato  -el presidente de la Conadep-  que para el 20 de setiembre de 1984 hacía un par de meses que no concurría a las reuniones de los días martes, único momento donde se desarrollaban las reuniones con el pleno de la Comisión, donde claramente había sido desplazado por algún motivo que no se hizo público.

A partir de  ese momento  comenzaron a ocurrir varios hechos que significaban un freno de contención a la investigación. Hubo una fuerte resistencia a realizar el allanamiento a Campo de Mayo, que se había sumado a la lista desconocida de CCD. Sólo con una presión  fuerte a través de una  asamblea interna se logró llevar a cabo esa primera pericia ocular a la principal guarnición militar del país.

Nuevamente ante el cúmulo inesperado de información recabada, otro hecho  paralizante donde “se bajaba la directiva” que no se publicarían nombres y datos de los denunciados como torturadores, asesinos y violadores de DDHH.

De esa pretendida manera el NUNCA MÁS  sólo sería un resumen –parcial-  para conocimiento público, una numeración  y encuadernación   de información dispersa hasta ese momento, de todas las aberrantes prácticas de lesa humanidad que  perfectamente conocían y padecían  las víctimas y sus familiares.  Pero nada se diría de los ejecutores, autores y responsables de las mismas. Ello constituía claramente una estafa a la opinión pública, una burla a las víctimas y una traición al Pueblo,  sobre todo a los denunciantes que quedaban expuestos con sus nombres y domicilios a posibles represalias de un aparato criminal clandestino que se encontraba intacto. Uno de los pocos genocidas presos que hoy quedan en Ezeiza -Guglielminetti- era la  custodia personal de Alfonsín, sólo por mencionar un ejemplo.

Nuevamente  otra urgente y masiva asamblea interna donde airadamente se reaccionaba a esa maniobra de impunidad. Después de varios argumentos inconsistentes y pueriles que desnaturalizaban el sentido de una comisión investigadora  donde lo que se hacía con las víctimas era numerarlas y contabilizarlas prolijamente y nada se hacía con los victimarios. Frente a duras y acaloradas discusiones, con amenazas de salir a denunciar la maniobra a la opinión pública y eventualmente  presentar y agitar una  renuncia masiva a la Conadep, como fue mi caso, se optó por una propuesta conciliadora.

A esa altura existían unos 1300/1350 represores identificados  y se exigía que cada uno estuviera  denunciado por lo menos por tres testimonios válidos, fiables y concordantes, sin saber cómo ni por quien  -no existían medios materiales para determinarlo en ese instante- se establecía  que existían unos seiscientos (600) casos en esas condiciones y que ése sería el número  que se autorizaría para su  difusión. Con ese argumento  se  aplacaron los ánimos y  se levantó la asamblea para seguir con nuestro trabajo. Claramente era  una manera de bajar a la mitad la cantidad de represores identificados.

A poco de andar, cuando el frenesí  por  correr contra el tiempo  y avanzar todo lo posible, surgió otra “directiva”,  con una explicación pretendidamente jurídica,  se volvía para atrás y no se publicarían los nombres en el Informe  sino en un “anexo” donde aparecerían con una referencia de tres números de legajos de los denunciantes que los involucraban. Con esta decisión se consagraba el primer ocultamiento de  genocidas.

Finalmente el “Anexo” sólo se publicó con la primera edición y no se lo volvió a hacer porque resultó algo totalmente desprolijo, incompleto  y no confiable, donde aparecían indistintos y mezclados nombres de víctimas con victimarios… Los únicos y pocos nombres e identificaciones de  represores y violadores de DDHH. publicados en el Informe son sólo circunstanciales, genéricos según su escalafón  o lugar en la estructura  represiva. Sólo unos pocos violando esas “directivas” aparecen  encriptados en algunos testimonios reseñados en el Informe.

Se mantuvo canallescamente durante cuatro décadas hasta el actual  gobierno semi-dictatorial, reivindicador de genocidas, el cínico debate sobre la cantidad de desaparecidos, cuando de lo que se trataba -por ser ése el objeto de investigación-  era conocer el número, nombres, escalafones y domicilios de los victimarios, secuestradores, asesinos de mujeres, hombres, jóvenes y viejos, adolescentes y niños,  ladrones de bebes y de identidades. Seguimos sin saber  quiénes son. QUEREMOS SABER CUANTOS SON.

El Nunca Más  fue una base probatoria fundamental para realizar el juicio a las “juntas militares” lo cual  constituyó un hito universal en el juzgamiento  de los crímenes contra la humanidad. Ello se llevó a cabo  con las leyes y tribunales existentes, aquí no hubo ahorcamientos ni fusilamientos, con los jueces y fiscales existentes, muchos nombrados y ascendidos durante la propia dictadura, todo ello  con sus pro y sus desventajas. Aquí no hubo tribunal de Nuremberg.

No obstante, la condena  en la Causa 13/84 -que tuve la fortuna de ser uno de los  testigos de la acusación- de  los máximos responsables  del  genocidio condenados a perpetuidad,  Videla y Massera,  dejó absueltos  grosera y vergonzantemente a otros de los peores jefes criminales  como  Galtieri, dueño de la vida y de la muerte en toda la Mesopotamia;  Graffigna y Lami Dozo  que tenían responsabilidad en la “disposición final” de los detenidos -desaparecidos ;  o Anaya, al frente de la ESMA y toda la estructura genocida de la marina, que seguía operando en ese momento, a quien jamás le quitaron su grado ni su jugosa jubilación; o la condena  de Agosti, de la primera junta  golpista, a  4 años y 6 meses de prisión , similar a la de un accidente doloso  de tránsito o al  ladrón de un kiosko. Tampoco se dijo nunca el motivo por el cual  se excluyó de juzgamiento a la última junta militar encabezada por Bignone que dictó un bando llamado  “ley de amnistía”  ¡¿cuál fue la negociación previa para su impunidad que le transfirió toda la responsabilidad penal a sus antecesores!?

El juzgamiento a “las juntas”  robustecía  el tan imperioso  deseo social  de Justicia. Sin embargo,  no bien iniciados los juicios, el gobierno de Alfonsín logró aprobar la “ley de Punto Final” en diciembre (24) de 1986, como regalo de navidad,  por la cual se producía la caducidad de la acción penal por los delitos de lesa humanidad que no se iniciaran ¡¡¡dentro de los 60 días!!!  Una  verdadera burla, una afrenta al sentido común, a la ética y al más amplio concepto democrático  de justicia.

Nuevamente para completar el combo, el establishment, sus socios y cómplices movieron las piezas de ese siniestro ajedrez terrorífico y sacaron a los seis meses (08/06/87) la llamada “ley de Obediencia Debida”, abriendo el portón  de la impunidad. Dejaban de ser punibles las acciones realizadas por personal militar por debajo del grado de coronel -o su equivalente en las otras armas- impidiendo su juzgamiento y desprocesando  a gran parte de los grupos de tareas, las patotas asesinas, los civiles y organizaciones fascistas como la CNU y la Triple A, las fuerzas operativas, los subalternos que estaban en las mesas de tortura, en los socavones, los pozos y los CCD. Todo ello terminó de configurar la estafa que tempranamente ya intuíamos cuando no apareció ningún nombre ni listado en el NUNCA MÁS.  Otro sablazo en contra  de la Memoria, la Verdad  y  la Justicia quedando fuera de la persecución el grueso del aparato represivo dictatorial. Esto fue la consagración de la estafa electoral, política y social que  cerraba el proceso de impunidad  que se había iniciado el 10 de diciembre de 1983, todo dentro de un solo período presidencial, investigación- acusación-juicio -condena -absolución e impunidad.

Luego para los condenados llegó el indulto y la amnistía durante el gobierno de Carlos Menem, allí se cerró la perversa y repugnante maniobra, quedó consumada la infamia, y los videlas y masseras volvieron al calor de sus domicilios.

Durante más de 17 AÑOS los asesinos y dictadores gozaron de una vida plena, tranquila y una ancianidad protegida. A muchos les facilitó el olvido, la fuga y la muerte impune.

Por más de una década reinó el escepticismo  en el movimiento de DDHH y el total de las organizaciones populares. Hasta que justamente desde esos  colectivos, con una larga lucha -en un marco de cierta soledad- surgió la alternativa de denuncias y  movilizaciones, algunas muy masivas como en 1996, acompañando la lucha de la Plaza, que las Madres y Abuelas jamás abandonaron, primero con los Juicios por la Verdad, luego la anulación de esas perversas leyes, promovida por la diputada Patricia Walsh con el acompañamiento del Parlamento, con  la llegada de Néstor Carlos Kirchner,  a partir de 2003  convirtió  a los derechos humanos en una política de estado, derogando “las leyes del perdón” y logrando la renovación de la Corte Suprema de Justicia, para  terminar con el tiempo de impunidad y  complicidad.

Tanto la CONADEP  como el NUNCA MÁS adquirieron su verdadera dimensión, sin lo cual sería sólo un doloroso y frustrado intento popular de recuperar la MEMORIA para conocer la VERDAD y conquistar la reparadora JUSTICIA.

El reconocimiento de la CONADEP y su importante esfuerzo artesanal, digno, valiente, de un poco más de cien hombres y mujeres NO NOTABLES que hicieron su trabajo – tal vez incompleto o imperfecto - luego el NUNCA MÁS,  fue en perspectiva  exclusivamente mérito y patrimonio del Pueblo Argentino, en particular de los organismos de DDHH en representación de miles de víctimas, entre ellos especialmente, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, con el acompañamiento de organizaciones libres del pueblo, sindicatos, partidos políticos o partes de ellos, agrupaciones y movimientos sociales y políticos. Son los que permiten inscribir ambos sucesos históricos en la lucha grande de la defensa de la vida, de una humanidad mejor, más justa  e igualitaria.

La recreación de la MEMORIA y de la VERDAD es poner de manifiesto, blanco sobre negro, los distintos intentos y procesos, avances y retrocesos a lo largo de estas décadas. Las rupturas y continuidades en las luchas por la defensa de los derechos humanos, las distintas etapas con idénticos o nuevos y variados actores en sostener la resistencia y la búsqueda de Justicia. Como así también la lucha para evitar clausurar la historia, banalizar o negar su análisis y consecuencias -hoy nuevamente en serio peligro-  intentando tenazmente impedir la integración de estas venas abiertas a un literario  archivo historiográfico  funcional a los intereses del poder dominante.




*Eduardo Schiel,  ex dirigente sindical de la seguridad social, detenido desaparecido  y preso político entre 1976-1981. Testigo en el “Juicio a las Juntas Militares”, Causa 13/84. Integró la CONADEP y fue redactor del informe NUNCA MÁS. Abogado laboralista en varios sindicatos, ex docente universitario en derecho constitucional  en la UBA y  UNLZ.  Integró distintos Organismos de DD.HH. Querellante en causas de lesa  humanidad, apoderado de Abuelas de Plaza de Mayo en el Juicio por la Verdad de Mar del Plata (2000). Autor del libro “NUNCA MÁS NI NUNCA MENOS”

 

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( Es una prensa militante que  pretende generar el debate en estos tiempos oscuros de retroceso popular)


* Nota de Redacción: 

Eduardo Schiel, es abogado, militante político de las causas populares desde su juventud e integrante como miembro especialista contratado en la CONADEP, comisión que trabajó en los albores de la democracia en procura de la memoria, la verdad y la justicia, paradigmas que en estos años no han sido debidamente leídos por la sociedad y sus representantes con la misma firmeza y compromiso que el dilema político, humanístico e existencial tiene.  

Como autor del libro Nunca Más Ni Nunca Menos, nos acerca sus experiencias y percepciones tabuladas por las circunstancias de un tiempo que lo parió primero como víctima y luego como jurista, internalizando en ambos incisos un desgarrador dolor continente y contenido, sangrado que aun hoy funde su cauce en las cicatrices de aquellas heridas que nunca cerraron.

Los buenos libros socio-políticos e históricos molestan al establishment y no siempre cuentan con la consideración editorial de los estamentos culturales, sean privados o públicos, y esto sucede por mezquindades irrelevantes, de ese modo estupendos trabajos literarios quedan a la vera del camino a por mejores tiempos, incluso el caso del presente ensayo tuvo la mala fortuna de ser lanzado en las vísperas de la pandemia razón por la cual su derrotero ilustrativo y conceptual quedó trunco, por caso en la feria del libro de Buenos Aires, para luego iniciar su camino allende de nuestras fronteras en foros latinoamericanos. Bueno es tener presente que no siempre las cohortes son justas con sus creadores, investigadores e intelectuales contemporáneos. Acaso de manera inconsciente algunos de ellos escriben para generaciones futuras sin saberlo. Pensemos solamente en Schopenhauer el cual se vio en la obligación de rematar como desecho la primera edición de El Mundo como Voluntad y Representación por ausencia de interés, acaso su obra filosófica capital, obra que recién 33 años después fue ingresada al templo comercial y luego al panteón académico. Pensemos en el derrotero de La Conjura de los Necios y el triste final de su autor, John Kennedy Toole, premio Pulitzer 1981, obra publicada recién en 1980, once años después de la inmolación del genial escritor norteamericano, y tantas otras desde La Metamorfosis de Kafka, Un mundo feliz  de Aldous Huxley, Lolita de Nabokov o El ruido y la Furia de William Faulkner. Sin pecar en falsas comparaciones, cuestión que lejos está como argumentación pues no se trata de recorrer dicho camino, para quien ha tenido la fortuna de leer el ensayo me atrevo a considerar que la sociedad se está perdiendo un testimonio histórico muy valioso de primera mano y sobre todo esclarecedor con relación a nuestra tragedia, los testimonios, el derrotero de las causas y los quiebres socio-jurídicos que ha tenido nuestra sociedad en estos 40 años en donde mayoritariamente la impunidad fáctica ha sido la protagonista de la historia.

Gustavo Marcelo Sala. Editor

 

 

 

La obra es de acceso libre y gratuito. Edición renovada con Prólogo de Víctor Hugo Morales

 


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