Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V ¿EN QUÉ PIENSAN LOS QUE NO PIENSAN? y TAMBIÉN ES VALIENTE QUIEN RESISTE EN SOLEDAD... por Eddy W. Hopper

 


I

En la maraña de libros está también este, ¿En Qué Creen Los Que No Creen? que por molicie no quiero ir a buscar para fotografiar y que preferí ilustrar a través de una imagen de la red.

Es un libro muy "noventas", de "intelectualidad aspiracional al alcance de la mano"; pero sí muy interesante, escrito en el estilo "yo te envío una carta, tú me envías otra que refuta; yo te contesto dando una vuelta de rosca, y tú me respondes diciendo que hay muchísimas más tuercas e infinitas varillas torneadas en distintos calibres para que cada una encaje o no; entonces tú me dices que es imposible y hasta inútil que la Tuerquedad se deba en esencia a una única Rosquedad, por lo que la cuestión finalmente es arbitraria; y así es que digo que, a fuerza de verdad, el modelo "tuerca-rosca" es uno de los innumerables posibles, y que dejemos abierto el tema, para que otras generaciones creen nuevos paradigmas sobre el que sostener nuestra vocación de vida, agobiada desde la primera tuerca por aferrarnos a modelos como el de rosca-tuerca, en la convicción de que son los únicos".

En los 90s, los libros de este tipo -no recuerdo si éste es el caso- incluían en el prólogo o en el epílogo menciones a que finalmente los contendientes epistolares se encontraban y compartían amablemente un "café crème" en alguna plaza europea, al aura de las palomas sin cesar demandantes de migas de croissant en el empedrado medieval; y que terminaron hablando de la última victoria de tal equipo sobre tal otro (y uno de los autores era del equipo tal y justo el otro era de ese tal otro); se despidieron y mientras uno fue a abocarse a la corrección de su próxima edición para Plaza & Plazolette, el otro llegaba tarde al vuelo a Görggheithöitzen, adonde debía dar un ciclo de conferencias para un grupo de jóvenes educadores en próxima misión a África Centrooccidental.

Así es que yo, sin ánimo alguno de iniciar NINGÚN ida y vuelta de comunicación entre debatidores de ninguna especie, me di por pesquisar una cuestión que me rasga el entendimiento incluso desde mi infancia:

¿EN QUÉ PIENSAN LOS QUE NO PIENSAN?

Creo que la incógnita tiene una actualidad trágica, precisamente por estos días de puesta en valor de la demencia y la ignorancia.

Desde ya, descarto respuestas de otro ámbito tales como "en comer", "en dejar de ser abusado", "en mejorar lo que sucede dentro de los muros de su barrio", "en cómo hará para pagar el micro escolar de sus hijos después del día 5 del mes, cuando ya se gastó todos sus ingresos", "en que cada vez que sale a la calle corre riesgos de abuso institucional", "en que tiene que hacer la diaria", "en que no se tiene que enfermar" y otras respuestas TERRIBLES que, en nuestro contexto, sólo tendrán solución una vez que exista un proceso de re-educación que llevará al menos dos generaciones, y que deberá centrar sus esfuerzos en la adopción de un sistema de virtud socrática que nos asegure un ciclo interminable de crecimiento en Lo Humano.

Me refiero al tipo que en general no piensa. El que "no se enrosca", como aquellas tuercas del libro imaginario que invoqué más arriba. El "simple"; el que, pudiendo elegir entre opciones de mayor complejidad, escoge -libremente y sin estar apaleado por condicionamientos- las simplezas anteriores a esa complejidad; el que vive con no más de 100 palabras.

¿En qué piensa esa gente?

Por favor, no responder "yo soy uno de esos y me siento orgulloso de bla bla bla"; porque si llegó a leer hasta acá, decididamente NO ES uno de esos.

El enemigo SÍ se preocupó por averiguar qué pensamos nosotros, y viene venciendo desde hace largo rato.

Y sí, es odioso TODO en esta crónica. LA REALIDAD es odiosa.


II


También es valiente quien resiste en soledad

 


"LA MACROECONOMÍA LA ESTÁ MANEJANDO BIEN", dice una señora con chaleco de plástico color “vino tinto” muy usado, una polera arrugada, el cabello sin peinar y los anteojos gastados, asegurados al cuello por una cadenita de apenas metal. Lo dice mientras camina por el centro de la ciudad; y asegura que los supermercados han abierto; que sí, que "están trabajando como cualquier día". Apoya que "trabajen". Habla igual de mal que los relatores de fútbol, que eligen construir frases del tipo "la pelota la lleva Gutiérrez"; ella dice “la macroeconomía la está manejando bien”.

Pasa también un señor jubilado con su aparente esposa: no quiere hablar; pero luego cambia de idea y, sin dejar de caminar, postula a medio grito que "el paro es una m.3rda", que "hay que trabajar". Dos o tres “manteros” se alegran, porque "gracias al paro hoy vendí más", quién sabe por aplicación de qué lógica.

Sólo una de cada cuatro o cinco personas que atienden comercios reconoce que el paro la afectó. Casi todos manifiestan que “el año pasado” estaban “peor” y que “por lo menos a mí no me va mal”, pues “este negocio siempre vende”. Una casi adolescente, que confiesa haber gastado una cantidad de dinero desproporcionada para ir a trabajar el día de la huelga general en remise o en parataxi, declaró sonriendo que “desde que asumió Milei, a este negocio le va muy bien”.

La mayoría ve el micrófono de C5N y apura el paso, para que “no lo enganchen”. Antes la clase media hacía eso únicamente cuando sospechaba que había algún “procedimiento policial”, para “que no lo llamen de testigo”. Ahora asusta el micrófono de aquel que habla más o menos en contra de casi todos los micrófonos.

“La calle” mayoritaria está tan patologizada como cada uno de los individuos que la componen. Es odioso decir y reconocer esto.

A todos nos gustaría que se esté gestando el “Huevo de la Serpiente Inverso”; es decir, la Hora de la Consciencia y el proyecto de felicidad inclusiva, la vigencia de la idea activa de “bienestar general” que se propone la Constitución Nacional desde hace más de 170 años, y que aún su texto no ha logrado.

No lo ha logrado, porque no hay material humano suficiente para desarrollar ese proyecto. Para “jugar a la Constitución” hay que por lo menos ser lúcido. No hay tantos lúcidos; y esto no es una subestimación. La ignorancia obnubila; las decisiones decadentes, también.

Podemos militar, podemos difundir, podemos morir bajo la crueldad clandestina o a cielo abierto de una Argentina –el mejor país del mundo- que ya nos ha torturado y asesinado muchas veces. Podemos dar la vida por un Otro que, en la hipótesis de máxima, no será desleal. Sabemos, de todos modos, que las hipótesis de máxima muy pocas veces se concretan; por lo que, muy probablemente, daremos la vida por quien finalmente SÍ será desleal.

Podemos morir, empobrecernos, caer en la ruina patrimonial, renunciar a aquello a lo que ni siquiera nuestros representantes o referentes renuncian; todo, por una sociedad mejor, por la ínfima posibilidad de consagración de una idea.

Lo que no podremos hacer es revertir la patología de nuestras mayorías; no, al menos, sin un proceso de reeducación en valores, que demandará un mínimo de dos generaciones y cuyos resultados no veremos.

Por primera vez en la Historia, gente que ha sido iluminada en el conocimiento de sus derechos -de “lo que vale, lo que puede y lo que se le debe”, al decir de Mariano Moreno- elige voluntariamente desechar la defensa de lo que vale, lo que puede y lo que se le debe como seres humanos íntegros.

Arreadas por el odio voluntario, la ignorancia voluntaria, la demencia voluntaria y la infatigable decisión personal de ser manipulada desde los medios –que fogonean los antivalores transmitidos de generación en generación-, nuestras mayorías optan libremente y con entera convicción por robustecer el abismo de su decadencia.

Para quienes conozcan la Alegoría de la Caverna, estamos viviendo el momento en que los oscuros que desean permanecer encadenados MATAN a quien vio el Sol, la Naturaleza, respiró el aire puro y viene a proponer que todos se desencadenen y salgan. Con un agravante: “nuestros” encadenados ya han visto el Sol, la Naturaleza y respiraron aire puro; y aun así prefieren la caverna, la oscuridad y las mentiras hechas sombra.

Dos generaciones de reeducación. No veremos los resultados. Abnegación patriótica; y lo peor: desesperanza, pues nadie sabe si el material que hay es susceptible de ser moldeado favorablemente, de regresar a sus posibilidades de virtud individual y colectiva.

Como dijeron los antiguos: “también es valiente quien resiste en soledad”. Yo lo estoy aprendiendo.

 

 

 



*Eddy W. Hopper. Abogado

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Comentarios

  1. Leí el intercambio epistolar entre Eco y Martini allá por los finales del los noventas, quedé con el sabor de un intenso juicio sin fallo. Lo que aquí desarrolla el autor tiene mas gusto a Erich Fromm en su libro "El Miedo A La Libertad".

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