Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Pesadillas ... Gustavo Marcelo Sala

 




 

Combustión – Lámina Fotográfica - Zdzisław Beksiński

 

 



Corsarios disputándose el botín. Las tripulaciones a las órdenes de cada filibustero aguardando por el momento del exterminio de los pueblos que coexisten, habitan, se desarrollan socioculturalmente y trabajan en esos vergeles de riquezas, no solo para adueñarse de sus fértiles edenes sino además para apropiarse de tesoros tangibles e intangibles, sus dotes, sus sabidurías y eliminar su historia, su cultura.

Son corsarios, filibusteros, bucaneros, contrabandistas, piratas, tratantes, forajidos, bandidos, por el momento son los vencedores del tercer milenio, tienen el poder de conquista y de daño, tienen los medios materiales e inmateriales para armar un Estado paralelo, una offshore con impunidad para el desahucio, incluso detentan las herramientas psíquicas para seducir y someter al sojuzgado. Tal vez la única esperanza de liberación que poseemos es aprovechar inteligentemente sus disputas, porque es sabido que está en la naturaleza del corsario el monopolio del egoísmo ilegítimo, de manera que más temprano que tarde ellos mismos nos facilitarán bastante la tarea, pues algunos quedarán en el camino junto a sus tripulaciones y otros se habrán debilitado en las contiendas. Pero es necesario seguir manteniendo la llama de la rebelión por sobre la idea de la resistencia, a pesar de los tropiezos y las derrotas, organizadamente y de manera planificada, para que en el momento indicado podamos dar el zarpazo final y extirparlos de una buena vez y para siempre, sin concesiones, sin lamentos, sin remordimientos, sin temblores, como hicieron y hacen ellos momento tras momento en cada invasión. Me despierto exaltado, por la ventila ingresa la armonía de Troilo junto al poema de Cátulo Castillo. Es la radio de la vecina que recién llega de su guardia nocturna en el Hospital. "NO VEZ QUE VENGO DE UN PAÍS QUE ESTÁ DE OLVIDO SIEMPRE GRIS"

Intento ordenar mis pesadillas, es absurdo, no obstante insisto.... El egocentrismo, la ostentación, la arrogancia y el marketing son los cuatro cardinales que gobiernan la modernidad. Sus antónimos, la alteridad, la austeridad, la sencillez y el altruismo son solo accesorias útiles para argumentar pretextos; nunca gobernarán, jamás serán conductas, a lo sumo oficiarán como subterfugios dialécticos, comodines electorales en caso de ser necesarios como rima demagógica... La ficción y la realidad se hacen tantas concesiones que llegan a parecerse. Nada mejorará para la especie de no ser aniquilados aquellos jinetes del apocalipsis que antes mencionamos. Debido a este triunfo parcial del cuarteto, en la sociedad de la falacia el mentiroso es el sabio, la verdad es un delito y quien la dice es condenado. Aun así lo indomesticable que tenemos es lo bueno escribió Porchia promediando el pasado siglo, acaso por eso el establishment todavía no ha logrado domesticarnos universalmente, y seguimos vivos, enteros, dando pelea con las fuerzas que nos quedan, foquistas voluntariosos de lo bueno y poderoso que tenemos como valor humano e intelectual. Tal vez en el presente no seamos la cantidad de almas que quisiéramos ser, seguramente no somos mayoría, la plutocracia ha sabido adquirir a muy bajo costo lo malo que las masas atesoran en sus corazones, ha sabido captar lo peor de ellas, y estas mayorías lo han vendido ignorando la presencia cardinal que tienen dentro de una comunidad la conciencia social, la alteridad y la solidaridad.

En el medio de la siguiente pesadilla se convoca a una Jornada de protesta y paro general ante la ignominia plutocrática. Me hallo deambulando por el Pago. Noto que la ausencia de conciencia social por el dolor ajeno entumece mis deseos de seguir siendo ciudadano de esta ciudad. Me encuentro absolutamente angustiado y entristecido. La ruralidad surcada por la isoyeta de interés dolarizador, la urbanidad aspiracional gira en torno a su fascismo circular, ambos haciendo caso omiso a su significado sociopolítico, entre góndolas remarcadas, gerontes gorilas y carneros "degollados", trabajadores estatales que aún no se han dado cuenta que sus cabezas están agarradas con alfileres oxidados. 

El campo sobre el cual pulsiona la batalla cultural está ocupado mansamente por el saqueador luego de haber disparado un par de tiros y sonreír ante nuestro turbado desbande, lo patético es que muchos de los nuestros pastorean en dichos predios, felices, entre ribs de cerdo con barbacoa, hog dogs, bacon y palomitas, peaje mediante, incluso adoptaron hasta el modo en el cual construyen conceptos y relaciones, y en consecuencia conclusiones, guardando la misma cosmética en tono de sentido común. En el presente leo espacios en donde no me reconozco un par, me siento extranjero, sitios en donde el sujeto, el verbo y el predicado es extremadamente pequeño y burgués: “empático, emprendedor, individualista, egocéntrico, influencer”, lugares en donde el héroe dejó de ser colectivo, dejó de ser altero, dejó de ser compañero, en donde una selfie vale más que un texto crítico de mil palabras, incluso más que una acción concreta y hasta más que una osadía. El enemigo urgente está allí, disfrutando su malicia, ejecutando un nuevo zarpazo en cada cartera ejecutiva en la cual se divide la administración pública, con el poder de daño intacto, y esa es la única realidad tangible. Muchos de nuestros pensadores partieron, observo en sus rostros la herida del desconsuelo, hombres que dejaron en el camino lecturas que es necesario retomar y repasar. Horacio González, José Pablo Feinmann, nuestros Mariano Liébana y Antonio Diez. Temo que ese pastoreo banal nos ha engordado la soberbia de la comodidad y esas diferencias conceptuales en lo cultural, en lo social, en lo económico y en lo político que nos enfrentaba a los déspotas hoy son más difusas, menos determinantes, tal vez se han acuarelizado para mimetizarse. Vivir en una sociedad que escoge como formato tener una relación de dependencia con los poderes fácticos, sean ellos externos, a través de las multinacionales y los organismos económicos, o internos, correveidiles de aquellos o vulgares patrones de capitales o de estancia, no solo es penoso, sino además tenebroso, es de las peor pesadilla. 

El neoliberalismo y la pandemia han profundizado el sentido común y las frases hechas, males socio-culturales muy complejos de revertir en el corto plazo. Hace muchos años opté por dejar de interactuar con adherentes a las teorías individualistas neoliberales, considero que no hay retorno en esos cerebros ni corazones, son predadores, lo menos peores entre ellos son los culposos, justamente por su ausencia de profundidad humanística a la hora de analizar los fenómenos sociales, económicos y culturales, desdeñando por completo a la ciencia en todos sus incisos, desde la historia hasta la psicología, pasando por la antropología, la sociología, la filosofía y las artes entre otras. A la par, desde hace un buen tiempo, noto que aquel discurso expulsivo e intolerante, estúpidamente burgués y reaccionario, también ha tomado cuerpo en renglones que supuestamente provienen de cerebros y corazones alistados dentro del progresismo y en algún caso dentro del campo nacional y popular. Mi desazón aumenta día tras día, párrafo tras párrafo, desde luego que por el momento no son mayoría dentro del colectivo soberanista, pero es notable como ha tomado velocidad dicha inercia vulgar, banal y simplista. Al neoliberalismo vernáculo la muerte le sienta bien, la disfruta, no se negocia con él, se lo combate. 

Desde el advenimiento neoliberal de la segunda década infame, declarados sus principios a comienzos de los noventa, vengo escuchando recurrentemente de voces plutocráticas (algunos de forma tácita, otros de forma implícita y los más osados de manera explícita) que en Argentina sobran 20 millones de habitantes pues debíamos dedicarnos solo a la exportación de materias primas dejando una mínima capacidad industrial local para el consumo interno de aquellos incluidos dentro de ese modelo y que desde luego le sean útiles, omitiendo todo tipo de programa que incluya sustituir importaciones que impulse valor agregado, procurando darle combustión al sector servicios y sobre todo al sector financiero liberalizando (los más fanatizados desean offshorizarlo), todo tipo de restricciones macroeconómicas desechando las políticas promotoras de desarrollo interno (Tecnología, ciencia, cultura – recordemos que por entonces se mandaron a lavar los platos a los científicos). Para desarrollar este plan se necesita una organización política fuerte, militarizada y decidida a darle cobertura, mediática, jurídica y legislativa a ese programa, vale decir un Estado político compuesto por una clase política cuyos integrantes posean intereses individuales concretos o representativos de ese paradigma. Por ese entonces éramos 35 millones, y como gobernaba el peronismo aquel programa tuvo que afrontar sus discusiones y refutaciones internas de manera que por suerte no arribó a su cenit extremo, aunque bien cerca estuvo, cuestión que ocurrió con la Alianza dos años después de su arribo dejando un tendal de pauperización (sin pandemia) por todos conocido, eso sí, sin inflación, con muchas baratijas importadas en los cajones, flexibilización de derechos adquiridos, 60% de pobreza, un 25% de desocupación y 39 asesinados en las calles, sangre de la aún nadie se hizo cargo, tan solo la historia. Hoy somos 48 millones, por lo escuchado y leído sospecho que aquel deseo plutocrático se mantiene vigente y habrá aumentado producto de la tasa ciudadana de crecimiento natural. Manteniendo las proporciones hoy estaríamos sobrando unos 27 millones de ciudadanos. Para esta gente solo somos una cuestión de costo-beneficio, asientos contables y una planilla de Excel. No me cabe la menor duda que el presente programa socioeconómico y cultural va en esa dirección y aceleradamente pues ha contado con el aval democrático del 55 % de ciudadanos que emitieron su voto, conjunto que por el momento no cuenta con serias contradicciones intelectuales, ni políticas, ni internas, y ninguna fuerza política organizada parece salir a discutirle sus atropellos institucionales y constitucionales con decisión operativa de frenarlo, más allá de las ocasionales y formales declaraciones mediáticas. Aquel susurro de solo 24 horas ante la ignominia (herramienta política de protesta y defensa para mi gusto desgastada por haber sido utilizada banalmente con el solo objetivo de posicionar a dirigentes sindicales más que para defender a los trabajadores) visibilizó banalmente, sin rebote ni continuidad la situación. La plutocracia, como tantas veces repitió en nuestra historia, supo licuar la manifestación con acciones distractivas de manera correr el eje de la discusión, y para ello contó con la inestimable ayuda de los medios de comunicación socios del establishment, hegemónicos por cierto, de manera que tal lo presagiado resultó una medida escasa, de poco volumen político, que solo se vio potenciada por sus efectos negativos y que se queda a menos de un cuarto de camino habida cuenta que el perverso programa político al cual nos enfrentamos posee las defensas fácticas intactas. A esta gente hay que pararle el país indeterminadamente hasta que abandonen definitivamente su intento totalitario, autocrático y oligárquico…

Somos sincrónicos a las palabras que utilizamos, a nuestros lenguajes, a los gestos que hacemos, a las actitudes que tomamos, a los libros que leemos, a la música que escuchamos, a las ideas que defendemos, a la memoria que tenemos, a las pesadillas que soñamos, a los dolores que lloramos, y temo que nos fuimos debilitando absorbiendo una dialéctica que nos simplificó, que aburguesó nuestro paso y en consecuencia debilitó la fortaleza de nuestros paradigmas. Por caso el “Homo Emprendedor” tristemente se ha transformado en dogma, acaso el monstruo más presente en mis pesadillas. Cada vez se habla más del emprendedor como un hallazgo valioso del sistema, y se lo instaló en un decil superior al del trabajador, al del artista, al del profesional, al del técnico, al del obrero, al del jornalero, o al del artesano, más allá que el término en sí propio mimetice sus puntuales talentos, y esto se debe a que el vocablo impone a la individualidad del SER egocéntrico como objeto económico y condicionante hacia un supuesto éxito meritocrático en pos de la supervivencia. El que se auto-define ufanamente como “emprendedor” no alcanza a comprender que se explota a sí mismo y está absolutamente convencido de sus audacias por un sistema que a poco de andar actúa como cuello de botella mercantil de lo que él ilusamente emprende. Recuerdo cuando a mediados de la primera década de este siglo se lanzaron (no dudo que con buena intención pero escasamente planificado) algunos programas productivos rurales de “emprendedor” tenor los cuales fracasaron rápidamente, porque no alcanza con el voluntarismo individual, es necesario una cadena colectiva, socioeconómica, articulada y logística que le dé a esa actividad sentido fecundo dentro de un círculo virtuoso. Así pues, conejos, corderos, aves de corral, chinchillas componían una batería de posibilidades prolíficas que muchas familia adoptaron como emprendedora alternativa laboral e ingreso extra encontrando solo la resultante de un fracaso preanunciado. Una plaga, la especulación en la cotización del producto a la hora de su comercialización, la ausencia de formación e información, una sistema logístico desorganizado, factores todos relacionados con una ingeniería colectiva en donde la acción individualidad se inserta en ella, pero que no la crea en tanto su libre albedrío sino que depende de incisos que escapan al voluntarismo. Esos otros términos ligados al conjunto, a lo colectivo, a la solidaridad social, a la sindicalización, a la comunión de voluntades relacionadas entre sí en función de un objetivo común o cooperativo, según a entender del establishment es la causa del “fracaso” de los últimos 80 años, (como si antes de ese corte caprichoso y gorila hubiera sido exitoso) periodo en el cual, justamente, el poder real monopolizó al Estado para su beneficios absoluto, a la propiedad de los medios de producción, a la explotación económica de los recursos naturales y las rentas devenidas, procurando invertir lo mínimo indispensable en el país y a la par fugando divisas a sus cuentas personales en el exterior. De hecho ellos se ponen de ejemplo como modelos exitosos de emprendedores fundacionales a quienes nadie les regaló nada., va de suyo, nos lo robaron todo so color honestista. 

El sistema, culturalmente, ha convencido al individuo que para vivir bien dentro del capitalismo es mejor hacerlo en solitario, disperso, a puertas cerradas, excepto cuando el mercado convoca y necesita mano de obra barata. Y parece que la sociedad compró el concepto, y lo compró justamente porque el individuo se considera socio indiviso con “especiales” intereses particulares, no universales, en una sociedad que lucha por pertenecer y que a la vez, como caníbal, se lo está ingiriendo, tal como nos adelantó en uno de sus segmentos H. G. Wells en su maravillosa novela distópica titulada The Time Machine en donde un imaginario hombre del futuro (Los Eloi), acobardado y subsumiso, espera por su atroz destino inexorable en manos del SER poderoso y dominante, habitante de los sótanos y las oscuridades, y lo hace sin resistencia alguna, aceptando hasta con merecida vergüenza su rol social alimentario. Tristemente este término ha calado profundamente dentro del campo popular, en la actualidad se suele leer y escuchar con mucha frecuencia en plumas o en boca de dirigentes y adherentes autoproclamados como populares exponer las bondades del emprendedurismo incluso dentro de la comunicación. Un término cuyo anclaje cultural ha logrado debilitar notablemente la fuerza que posee la unidad de los sectores más postergados para luchar contras los abusos, las injusticias y la ignominia de la plutocracia. Tener presente aquel viejo ejemplo comparativo de los fósforos con el poder de la sindicalización nos ahorraría, como en este caso, varios renglones de mala literatura. Pero habida cuenta del éxito por reiteración e insistencia que ha tenido el término, asumido social y culturalmente sin debate, debemos entender que es uno más de los que se han sedimentado sin protesto dentro de una sociedad que suelen amigarse con palabras y conductas por vulgares imposiciones, reiteración o modismos, hábitos y expresiones que se consideran nocivas tardíamente, es decir cuando el daño realizado no tiene retorno.

Existe otro término instalado y utilizado con nefasta intención, monstruo predecesor del recién mencionado y que ya logró entidad ilustrativa a tal punto que sirve como base de discursos, debates, pulseadas, crítica y hasta de pretexto. Me refiero al vocablo Gestión como idea en sí propia dentro del campo de la política. Si antes nos referíamos al debilitamiento que incide en el campo laboral utilizando el término Emprendedor dentro del mundo de la producción y el trabajo lo mismo sucede cuando la Gestión reemplaza como valor a la Política. La idea de que una Nación es una suerte de condominio ausente de pulsiones y su orden debe ser administrado mediante un gestionalista teórico ha tenido hasta la gracia de los sectores más progresistas del pensamiento. Obviamente, para el poder real y conservador, nada mejor que recurrir a un recurso que solamente se aboque a administrar esa estructura, y no que aparezca algún re-constructor innovador para hacer modificaciones que favorezca la vida en ese condominio, a saber una anomalía como lo fue Néstor Kirchner. Para ello el alfonsinista Teorema de Baglini y su imposibilismo práctico le han otorgado carnet sin vencimiento al concepto, siendo en la actualidad el mejor pretexto a favor de la pauperización social existente. El “no se puede hacer” gestionalista tiene mayor valor y entidad que “el se debe hacer” político, otorgándole a dicho mandamiento entidad taxativa e inescrutable. De ese modo se van a acumulando legajos de pendientes necesarios y urgentes, toneladas de “no se puede hacer” a la sazón del condimento gestionalista. (Por caso, en nuestro distrito, el agua potable corriente o el pobre sistema de salud). En ese sentido el gestionalismo ha sido muy benévolo con la plutocracia y sus adláteres, dejando de lado el sofisma de la relación de fuerzas, dándole licencia a todos sus requerimos, posibles e imposibles, cosa que choca de frente con las demandas y angustias del pueblo profundo. Al mismo tiempo que se debilita la política se fortalecen y se profundizan la injusticia y la desigualdad. Nada bello es posible de intuir, ni siquiera sospechar, sucede aquí, en Coronel Dorrego. Todo tiempo futuro será peor, lo que no implica que todo tiempo pasado haya sido bueno o digno de repetir. En la era de la decadencia vamos sedimentando perversiones con suma naturalidad, malevolencias que van cimentando conductas, incluso dándoles rango legal, a tal punto que las transformamos en hábitos y costumbres. Con relación al Pago y sobre el dolor de una reciente pérdida personal por ausencia de políticas sanitarias deseo evocar a Oliverio Girondo y algunos párrafos de su prosa centenaria.  “Hasta las personalidades más insignificantes se dan aires de trasatlántico. ( ) La vida aquí resulta así una preñez de posibilidades que no se realizan nunca, una explosión de fuerzas encontradas que se entrechocan y se destruyen mutuamente. El hecho de tomar la menor determinación cuesta un tal cúmulo de dificultades que prefiero renunciar a cualquier cosa y esperar que se extenúen discutiendo lo que han de hacer con mi persona, para tener, al menos, la satisfacción de mandarlas a todas juntas a la mierda. (Es probable que esta haya sido la opción que escogió mi esposa)

Hace pocos días fuimos testigos en el HCD de Coronel Dorrego como un par de fachotubbies, acompañados por el resto de la “famiglia” radical, deliberante y ejecutiva, defendían con uñas y dientes el DNU y La Ley Ómnibus del desquiciado ejecutivo nacional, a tal punto de armar un stand up mediático levantándose del recinto como suelen hacer los conventilleros influencers en los programas de chimentos. Por estos días leemos que el Intendente, un profesional de la praxis fascista, en líneas generales está de acuerdo con “las transformaciones” que está realizando el psicópata primer mandatario, pero que por cierto difiere en puntuales metodologías. Raro que difiera éticamente en esto último un hombre que no tuvo empachos es haber formado parte activa de un fraude electoral en los comicios locales del año 2003, en operar con falsa información en el año 2015 sobre eventos que nunca sucedieron y de haber sido cuadro ejecutivo formal del miserable y corrupto gobierno de Vidal en la Provincia de Buenos Aires. Hombre siniestro el cual nos quiere hacer creer que de golpe la luz evangelizadora local de las bienaventuranzas pascuales lo iluminó moral y humanamente. Como mencionó un reconocido y progre valijero “galerita”, secuaz operativo en aquella gloriosa jornada militante que favoreciera con un acto intrusivo y violatorio del sistema democrático al ex intendente de la UCR Crego: “Nadie se merece más el reconocimiento partidario que el Contador Chalde”De todas maneras y transcurridos los días, y a propósito de la convocatoria general realizada por la CGT y demás fuerzas políticas, para ratificar su praxis mencionada, se pudo ver a pelandrunes núcleo duro gorila merodeando por los alrededores de la asamblea, celular en mano, no se sabe si para sacar fotos o para informar online. Entre ellos se pudo visibilizar operando a un mercader, hoy empleado municipal de planta en el HCD, al cual se lo distinguió porque llevaba en su panza un salvavidas náutico con formato de patito, único logro que por el momento se le conoce en vida, cuestión risiblemente atendida por los agentes oficiales de la pauta local, esos mercenarios que afirman que tenemos un hospital y un sistema de salud de lujo. Veo a mi esposa, a través de mis pesadillas, sonriendo con una mueca de dolor, pues salvado el tesón y el compromiso de las enfermeras y auxiliares nada bello es posible construir con las decisiones políticas encaradas desde hace 25 años.

Habida cuenta de los posteriores sucesos inconstitucionales, antidemocráticos e ilícitos acontecidos en estas últimas horas en el Congreso, a la par de las amenazas ejecutivas de mandar a la miseria a las provincias de no aprobarse esta ley nociva, bajo las faldas de quién se esconderán el radicalismo local y sus agentes de prensa para que olvidemos sus descaros, sus perversiones, sus psicopatías a la hora de militar profundizando nuestras angustias y carencias ejercitando la política del modo más ruin, ciencia que estos criminales desgajan a diario sin solución de continuidad. Hasta resulta casi natural que esto sea así con solo observar quiénes son sus dirigentes formadores.

Pero volvamos a las pesadillas culturales. Los términos y sus incidencias nos condicionan, es la puerta de bienvenida a la banalidad, es nuestro alfabeto contemporáneo. Para el sistema dominante son tan importantes los vocablos de moda como aquellos que logró extinguir, ambos tienen una razón de ser para ocupar el rol que les toca: De este modo soberanía, independencia, liberación, revolución, equidad, distribución, trabajador, alteridad, humanismo, igualdad, solidaridad, conciencia, comunidad, sindicato, camarada, compañero, ciudadano, son términos nacionales y populares que el progre-gestionalismo “racional” neoliberal ha eliminado del vademécum de la política siendo reemplazados por: Sensatez, consenso, evolución, gestión, seguridad, emprendedor, costo, beneficio, ajuste, discontinuidad, sinceramiento, resiliencia, cordura, incertidumbre, instinto, empatía, particularidad, ONG, disparidad, vecino, soltar… Así las cosas. 

Acuarelizar el lenguaje, acuareliza nuestras vidas nos hace más permeables a la sumisión. Complicada elección existencial: Intentar ser vela o candelabro, ser la fuente de luz o quien sostiene erguida su luminiscencia. Los que sostienen y militan las ideas son tan importantes como las ideas en sí. Sin uno el otro resulta obsoleto, la vela no iluminaría y sin ella los candelabros irían a parar al último arcón de la casa. La Roca de la Imbecilidad sigue siendo inexpugnable, afirmó Gustave Flaubert pues todo el que choca contra ella se despedaza, se desvanece, muere. Y eso es lo que nos está ocurriendo en la coyuntura. Esa roca tiene varios minerales asociados y luego de un tiempo ha logrado una metamorfosis regresiva que nos conduce invariablemente a los avernos más oscuros. Apuntalando a esta psicópata roca gobernante vemos a los medios de comunicación, a las corporaciones globales, a los intereses geopolíticos del norte dominante, a los servicios de inteligencia internos y externos y sus propias competencias, a buena parte de la oposición política famélica y subsumida a favor de esos poderes concentrados y excluyentes, a una casta jurídica conservadora y omnipresente dominando el poder judicial, son los componentes químicos de esa roca inexpugnable, por eso la rebeldía es el único refugio digno de la inteligencia frente a la imbecilidad, tal cual sentenciara el escritor español Arturo Pérez Reverte. Esta roca inexpugnable tiene la enorme capacidad de no dejarse contaminar por el campo de las ideas y el pensamiento crítico, cosa que el oficialismo y sus aliados exhiben sin solución de continuidad y sin pudor alguno, gestores que laboran dentro de esa roca como cristales necesarios, elementos indispensables en la fusión, aunque perfectamente reemplazables entre sí; la cuestión es ser funcionales a dicha “inexpugnabilidad” y que la misma se lleve a cabo desde la legalidad bajo el sofisma que propone una lectura ciertamente falaz del sistema democrático. Durante doce años nos estuvimos chocando con esa roca que intentó restaurar el orden conservador en Argentina, aun estando nosotros muy lejos de finalizar la tarea, lo lograron. La 125, la ley de medios, la reforma judicial, el nombramiento de fiscales probos, independientes y honestos, son claras muestras que el poder real de esa roca inexpugnable superó largamente cualquier intención reformista colectiva, aun teniendo legítimas mayorías. 

La sobresimplificación es la forma más común de la estupidez decía el filósofo hansista José Luis Córdoba, y cuánto de ella hay en nuestro actual vértigo político. Y esa simplificación, esa generalización coloca al sentido común en medio del escenario, nada más funcional a los fines del poder dominante. Desde hace varios años estamos asistiendo a mutaciones sorprendentes, pero no solo en el ámbito de la política, los medios, la cultura, el sindicalismo, las organizaciones intermedias, entre las más visibles, sino que en el diario andar observamos actitudes que so pretexto del pragmatismo arriban a conclusiones egoístas, enfermizas, casi psicopáticas debido a que múltiples varas sociales de las cuales estábamos orgullosos, o por lo menos creíamos estarlo de manera consensuada, han descendido su altura abruptamente desde lo institucional, y en consecuencia como plataforma de ordenamiento e integración. Y me refiero a la vara de la solidaridad, a la vara de la inclusión, a la vara de la pluralidad, a la vara de la libertad, a la vara de la sensibilidad social, a la vara de la lealtad, a la vara de los derechos humanos, individuales y colectivos, a la vara humanista. En definitiva el neoliberalismo no solo es un proyecto político depredador desde lo económico, es una filosofía de vida que pone a las personas en medio de encrucijadas en donde el costo beneficio es el dilema presente, aún en el marco de las relaciones personales. “El neoliberalismo es una pesadilla que no se acaba nunca ya que es una nueva forma histórica para un nuevo ser humano que, bajo el imperativo individual del rendimiento y la ley de la competencia, se apropia incluso de la vida íntima” afirmó Laval. Este totalitarismo necesita del auxilio del homo canalla, cosa que viví personalmente en el marco de este trance tan doloroso, y dicho auxilio debe tener la eficiencia de la adaptación. Ni convencimiento individual, ni cooptación compulsiva, es una suerte de mandato social que incluso genera nuevas patologías a medida que va corriendo los límites desde el ser social en dirección unívoca hacia el ser individual. Resistir al embeleco canalla es la tarea. El homo canalla goza con el dolor del otro.

A poco de las derrotas, injusta y dolorosamente viudo, desocupado desde hace años y por ende a mi edad, herido de manera terminal por el sistema, pervivo en estado de pesadilla, sin saber si podré jubilarme pues aún me falta algún tiempo para los 65 a pesar de tener los años aportados exigidos, afianzado ya el despiadado y criminal neoliberalismo como formato cultural comandado por sus peores, y cuando la alteridad y la dignidad debían lucir indemnes sus mejores y más valerosas galas ideológicas, tuve la desdicha de enterarme, excepto el caso de puntuales compañeros, que estaba mayormente rodeado de cómodos, de quebrados, de traidores y de manolargas. Aún ellos y sus esfuerzos librecambistas por sacar provecho, las ideas no se marchan ni se pervierten, acaso para eso estamos, ese es nuestro humilde rol social y político. Acaso mi error cardinal es militar por aquello que no existe. Aunque pensándolo bien, y planteada la sociedad tal como es, lo que no existe vale más la pena que lo fáctico tangible. 

Me duele la Patria, es un dolor muy fuerte que no tiene nombre sentenció Leopoldo Marechal, no la reconozco como propia, la siento ajena, tomada por una clase (no solo política) la cual considera, solo por ahora, que la mitad sobramos, plan que ejecutan de múltiples formas, una de las recortando recursos sanitarios o desahuciando pacientes anticipadamente por una cuestión costos. 

Los malandras y sus negocios son más importantes que el sufrimiento de aquellos que cada día son expulsados hacia el dolor, la pobreza y la miseria. Los que se quedan sin trabajo, sin salud, sin educación, sin algunas de sus comidas diarias, acaso todas, sin consuelos, son el cotillón burlesco que causa gracia a los déspotas y que todavía se encuentran a la espera de ser visibilizados por una sociedad que está muy entretenida tirándose con sus peores, jugando una pulseada de intereses, violencia y corrupción, futboleramente patética. No lo puedo evitar, estoy superado, a mi entender la malevolencia le ha ganado la batalla cultural a la política. Escuchar o ver a tipos como Macri o a Milei decidiendo la suerte de millones es estar delante de Chance y de su clon, aquel vulgar personaje de Sellers en Desde el Jardín, amante de las celebridades. Tipos plagados de sentido común mediático, emergentes de buena parte del absurdo construido durante la dictadura y los noventa, inercia friki que se engulló como fiambre a los políticos de los ochenta de un solo bocado, la contracultura cultural antipolítica que aún pervive en nuestra sociedad, un alegato de los pobres tiempos que se avecinan. La miserabilidad y el egoísmo como paradigmas.

El Médico Psiquiatra Jesús de la Gándara afirma en su sitio Hipérbole que la relación entre estupidez y vanidad se ha descrito como el efecto Dunning-Kruger, según el cual las personas con escaso nivel intelectual y cultural tienden sistemáticamente a pensar que saben más de lo que saben y a considerarse más inteligentes de lo que son. El fenómeno fue rigurosamente estudiado por Justin Krugger y David Dunning, psicólogos de la Universidad de Cornell en Nueva York, y publicado en 1999 en “The Journal of Personality and Social Psychology”. Se basa en los siguientes principios:

1º. Los individuos incompetentes tienden a sobrestimar sus propias habilidades.

2º. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

Antes de que estos estudiosos lo evidenciasen científicamente, Charles Darwin ya había sentenciado que “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”, y los que tenemos la manía de reflexionar, que es lo mismo que mirarse al espejo, ya sospechábamos que la mayoría tendemos a valorarnos a nosotros mismos por encima de la media, cosa que, lógicamente, es estadísticamente imposible. El avance de Krugger y Dunning fue simplemente demostrarlo en un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes y pedirles una auto-evaluación posterior. Los resultados fueron sorprendentes y reveladores: Los más brillantes estimaban que estaban por debajo de la media; los mediocres se consideraban por encima de la media, y los menos dotados y más inútiles estaban convencidos de estar entre los mejores (somos estéticamente superiores aseguró Milei, y su seguidores lo aclamaron). Estas observaciones, además de curiosas me parecen preocupantes, pues según ellas los más incompetentes no sólo tienden a llegar a conclusiones erróneas y tomar decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello. Cuando las resultante no son las esperadas la responsabilidad siempre la tiene otro. Pues bien, en la actualidad estos parámetros vienen al pelo para catalogar e interpretar muchas de las decisiones y desaciertos de tantos pretendidos “expertos” en economía, sociedad y política, que nos han llevado a donde estamos. No estoy aludiendo a ningún personaje concreto, ni a ninguna opción política, sino simplemente me atrevo a proponer el modelo para diagnosticar a tantos líderes, peritos, charlatanes, sacamantecas y desatinados que pululan por doquier y padecen este “Síndrome de Dunning-Kruger”, y de paso recomendarles que, como diría un catalán, se lo hagan mirar ya que ellos solos, por si mismos, son incapaces de reconocer que lo padecen. Y el resto mejor no dárnoslas de sabios en nada, no sea que también estemos afectados. Dicho esto no me cabe la menor duda que el “Síndrome de Dunning-Kruger” es acaso el más visible de una larga lista de psicopatías que el gobierno nacional y sus aliados, entre ellos nuestros gobierno local, están sistematizando y naturalizando de modo darle rango institucional a la perversión y a la barbarie.

 

*Gustavo M,. Sala. Editor


Comentarios

  1. Tremenda crónica compañero. Aún con el dolor a cuestas por la irreparable pérdida sigue tratando de dar luz ante tanto desconcierto. Le mando un abrazo fraternal. Como alguna vez usted aseguró el escritor debe escribir en estado de beligerancia, pero además debe seguir manteniendo la mente clara para no caer en el rencor y en el prejuicio. Es un placer leerlo, es un texto extenso, no usual en las redes, que sale de las entrañas. Mi pésame

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