Revista Nos Disparan desde el Campanario Año V Los illuminati del can Cerbero…. Gustavo Marcelo Sala

 

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Este grupo de psicópatas que gobierna la Argentina está convencido que es el  “elegido” para una gesta, por lo tanto además asume en su soberbia que es hereditario legítimo de ciertas potestades universales, y que el beatífico saqueó olímpico incluye en su praxis justicia divina, honor y coraje épico. 

Desde luego detrás de ellos se encuentran alineados, como es habitual desde que la especie logró por primera vez organizarse socialmente, los fines e intereses determinados, los que en definitiva suelen mover los verdaderos resortes de la historia. No obstante se leen como heroicos salvadores de una sociedad que hasta su llegada, según ellos, estaba desquiciada. Son los griegos de la novela Homérica saqueando la hermosa y próspera Troya luego de tenerla sitiada durante nueve años so color de absurdos pretextos angelados, son los cruzados papales que saquearon Constantinopla en el 1204 para purificarla de los díscolos o son los que exterminaron a los Cátaros, desde el 1209 en adelante, por ser infieles al profesar una doctrina cristiana, a la cual consideraron hereje, opuesta a la dominante (otra lectura, otra idea). La muerte y la destrucción están en su ADN como pragmatismo operativo justificado e inquisitorio, en algún caso inevitable y curativo. Por lo tanto no busquen en esta gente que gobierna y sus adherentes a este programa de exterminio elementos penitentes, racionales, humanísticos, filosóficamente lógicos, concientizados, escrupulosos, compungidos, pues la atrocidad en marcha potenciará sus crueldades por venir, estando marcadas sus intensidades por un designo heráldico sospechosamente divino.

Para nosotros va de suyo que todo resulta inimaginable e inesperado porque nuestra formación política y humanista nos impide tamaña ficción malévola, por eso cada acto que cometen los saqueadores nos descolocan, sus arrebatos depravados nos toman desprevenidos, desnudos y a la intemperie sus violaciones colectivas. Acaso sorprendidos en ocasiones nos planteamos “con qué necesidad hacen tal o cual cosa si ya tienen lo que deseaban, por qué tamaña ignominia”, pues allí está la diferencia, nosotros no tenemos esa necesidad de hacer daño para poder sobrevivir, urgencia endémica que ellos si tienen cual hado divino independientemente de lo importante de la acción, lo que buscan en cada acto es una ratificación dogmática de sus perversos valores entre los propios, eso que los une, los identifica, lo que hace que se sientan illuminati como si tal cosa fuera una meritoria redención de los titanes del pasado, al igual que en los cómics de Marvel, heroicos súper-humanos que arriban para reformular la viscosa moral de la humanidad. Por eso la festiva dicha luego del saqueo, la felicidad por los despidos, el goce orgiástico ante la desaparición de los emblemas populares más significativos y sensibles, la satisfacción al pervertir la historia, el disfrute ante el abrazo genocida y la caricia Triple A de Yofre, la algazara ante la morbidez sanitaria y la rémora educativa, y sobre todo el militante placer tanático cuando quienes nos encontramos en sus antípodas caemos definitivamente en los tártaros, donde Hades, el invisible, junto a su can Cerbero nos encarcela al inframundo por toda la eternidad.     


"Son otra cosa" nos decía hace algunos años el sociólogo Pablo Martínez Sameck… No son la rancia aristocracia del XIX; no son las fieras fascistas del treinta. Se parecen a los de la Revolución Libertadora (los antiperonistas se parecen, cualquiera sea la filiación política o ideológica). Pero estos de ahora son definitivamente otra cosa. Varias, no una, pero lo que más son es mostrarse y ser eficientes (por eso mismo son patoteros). En la política son de genealogía corta, de fines de los años setenta y comienzos de los ochenta: finanzas y era digital. O sea, máquinas de producción y resultado. Ni Roca, ni Agustín P. Justo, ni Frondizi. Ni Onganía, ni De la Sota, ni Cobos. Eso es carne vieja. Los de ahora son buitres de carroña actual. No son de derecha: no es ese el rango que los mide. Son otra cosa, neo-empresarios, de bicicleta, aire libre y viernes casual. No tienen país de origen, no les importa la Argentina. Pueden vivir aquí o en cualquier lado. No son conservadores ni ilustrados. Son gentes a pura eficiencia y con muchos recursos técnicos. No tienen cultura, apenas aquella necesaria para el desplazamiento. En general son iletrados, de bostezo fácil frente a un libro. Tienen preocupación por las formas, porque es parte del mismo asunto. Formas superficiales, de packaging de felicidad y armonía, de cartel en el subte que dice: Si alguien se siente mal, ayudémoslo. Lo obvio se convierte en slogan. Este marketing de vida sana y comprensión es la exudación de la economía política que sostienen. Son corporaciones que negocian. Ni fábricas fordistas ni empresa familiar. Estas corporaciones no tienen dueño, los excede. Son más grandes las acciones que la voluntad individual de un dueño. Por eso no importa si es Macri, Milei o quién sea. Ambos son muy buenos exponentes, sí, pero el asunto es más amplio, de inscripción internacional, de lazos más complicados, de intereses cruzados. Tienen entrenamiento en el exterior, todos bajo el ala de las finanzas; son eficaces, muy eficaces para lo que quieren. Insisto: no son la derecha ni son conservadores. Son neo. Pura demolición a fuerza de anticipación financiera. Neo, no es ambición sino procedimiento: es la forma de operación sobre los otros. La eficacia no admite caras, ni parentescos, ni pertenencia grupal. Cuando hablan de equipo es porque los vínculos responden a esquemas funcionales. Son cuerpos de abrazo rígido, de compromiso con la tarea y nada de comunión. Es un equipo gélido. Por eso se abrazan como repeliéndose. La forma de operar sobre los otros es bajo una apariencia (amenaza) de modernización permanente. El Ministerio de modernización es la institucionalización del dominio financiero por encima de cualquier otra razón. No son humanistas. No dudan. Retroceden, a veces, pero no dudan. Saben a dónde van y no necesitan que haya alguna mediación (superan en esto a Martínez de Hoz o a Cavallo).  No tienen un proyecto de país. No les importa. Son lo más agudo del capitalismo, su bisturí más impiadoso. No es un nombre. Son otra cosa: una raza política nueva que casi no conocemos.

 



*Gustavo Marcelo Sala. Editor


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