Revista Nos Disparan desde el Campanario Año III Nro. 52... La traición y la deslealtad ni siquiera están bien vistas por aquellos que la atizan… Editorial

 

Prólogo y editoral del número 52

 

Una de las traiciones más notorias de nuestra historia nos está pasando por delante y parece que no nos hemos dado cuenta. 

El falló que condenará falsaria e injustamente a Cristina dará cuenta de su tenor, más allá que en términos procesales y tiempos judiciales normales les será muy difícil llegar a la proscripción, y menos a la detención efectiva, aunque sabemos que en Argentina la manipulación temporal de causas es norma política corriente dentro de la InJusticia Federal y la Corte Suprema de InJusticia.

Me refiero a la traición de la dirigencia peronista con Alberto Fernández y Sergio Massa a la cabeza, hombres puestos allí por decisión política de la propia Cristina, a pesar de los ruines antecedentes de ambos, para derrotar al neoliberalismo, propuesta que fue respondida y acatada con lealtad por la militancia a la hora de votar confianzas, más allá de las dudas que esta gente nos despertaba. Pues esas desconfianzas y dudas tristemente tuvieron su justificada razón.

Ya han quedado en la historia como ejemplo. Se los recordará por su deslealtad, por su falsedad ideológica, no como delito público penalmente condenable, sino algo bastante peor, como fraude a la confianza popular recibida: El mantenimiento del estatus quo judicial, sus prebendas y asociaciones delictivas con la mafia plutocrática, la batería de omisiones al momento de tener que implementar políticas acorde a los compromisos programáticos asumidos, sus silencios cómplices cuando de la palabra justa y el compromiso terminante con el pueblo profundo y urgido se trató. 

Cuando el término traición caiga de casualidad sobre las mesas de los debates futuros estarán sus nombres y el de muchos otros peronistas que seguramente durante un buen tiempo contarán con la gracia del establishment por haber liquidado al kirchnerismo y a su líder natural como idea fuerza, únicos escollos soberanos, humanistas y distributivos que aún quedaban en la Patria. Seguramente ninguno de aquellos visitará los pasillos judiciales.

El pueblo traicionado, sospecho, vamos a hacer lo que podamos, nos manifestaremos hasta que decante, impediremos lo que podamos impedir, seguramente ni lo que debamos ni lo que anhelamos impedir, y no porque no queramos llegar hasta el hueso, tal vez no nos alcance, porque en definitiva también deberemos sobrevivir, y tristemente vamos envejeciendo en un país cada vez más injusto y concentrado, pero nadie va a poder sentenciar en el futuro que no tuvimos la hermosa posibilidad de tener una Nación libre, justa y soberana, tal cual las 20 verdades escritas de puño y letra por Perón y borradas por los codos infames los traidores…

La Roma republicana nunca pagaba a los traidores, la deslealtad ni siquiera estaba bien vista por aquellos que la atizaban…   

 

*Editorial


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