Fecha estimada: 1495-1498
Dónde verlo: Convento
de Santa María delle Grazie (Milán)
Técnica. Mural – Fresco sobre yeso
Formato. 880 x 460 cm (8,80
metros x 4,60 metros de altura)
Ludovico Sforza fue quien
pidió a Leonardo pintar La última cena
de Jesucristo y los doce apóstoles.
El duque de Milán quiso
convertir el Convento de Santa María delle Grazie en mausoleo familiar y honrar
a sus caídos a través del arte. Sin embargo, este encargo no se produjo en 1497,
tras la muerte de su esposa Beatriz de Este, sino algunos años antes. Según los
estudios de historiadores y manuscritos de personajes de la época, el artista
comenzaría a pintar el 'fresco' en 1495. También hay discordancia en la fecha
en la que terminó la obra, para algunos estaba inacabada en 1499 con la toma de Milán por los franceses; las
fuentes expertas es que habría finalizado en 1498, bajo el gobierno de El
Moro.
La única pintura mural que se
conserva de da Vinci está en el refectorio de la iglesia de Milán. Una
espectacular pintura que fue la iniciación del pintor en el arte del fresco.
Leonardo no lo había aprendido
ni trabajado antes, algo que, tal vez asustó, pero no frenó al genio. En su constante
afán de crear y experimentar métodos nuevos, el artista decidió no usar la
técnica del fresco tradicional, sino una original, inventada por él mismo, que
le permitiera elaborarla con más detenimiento y realizar una obra prefecta.
Creó un tipo especial de temple, más
grasiento, obtenido al mezclar los pigmentos con yema de huevo.
Este se aplicó sobre diferentes capas de yeso seco, enlucidas
previamente para alisar la superficie. Esto permitió que el artista y sus
aprendices trabajaran con más tiempo, así como lograr tonos más intensos. Además, al no aplicarse
directamente sobre el yeso húmedo, los colores no eran absorbidos
y el equipo pudo hacer correcciones en el diseño y pintar
simultáneamente diferentes partes. La pintura al temple el agua disuelve al
pigmento y el aglutinante o temple es alguna grasa animal, o yema de huevo como
en este caso, etc. En
contraposición, la técnica elegida por da Vinci dificulta la conservación de la
imagen, ya que el óleo se queda en una capa superficial de la pared. Eso, unido
a las condiciones climatológicas y bombardeos durante la II Guerra Mundial, ha
provocado el deterioro del Cenacolo, que es el título original de la obra. A pesar de los
esfuerzos de los expertos y arduas tareas de restauración, la pintura que
podemos apreciar hoy en día dista mucho de la de la obra maestra de finales del
siglo XV.
Se revelan dos aspectos
importantes que preocupaban al artista: la perspectiva y el alma de los
personajes. Leonardo creó una perspectiva en punto de fuga o lineal, que da una
sensación de amplitud del refectorio: genera una ilusión óptica que hace que
las paredes del mural parezcan una extensión de las de la propia sala. Esto lo
consigue gracias a las medidísimas proporciones de los ventanales del fondo,
los casetones del techo o los tapices de las paredes, así como reproducir la
misma entrada de luz que en la estancia real. De esta forma, el espectador
siente que está en el mismo espacio que Jesús y sus discípulos.
Otra cuestión en la que se detuvo Leonardo fue en los gestos, emociones y psicología humana para dotar de una
personalidad distinta a cada uno de los trece comensales. Es la
representación - como él mismo denominó en sus escritos- los "movimientos del alma". Ésta es una máxima
que el artista aplicó a lo largo de toda su trayectoria, ya que -a diferencia
de otros coetáneos- él nunca pintó dos veces el mismo
rostro. Si examinamos las expresiones de los apóstoles
y Jesús podemos descubrir tantos sentimientos como figuras humanas:
sorpresa, estupefacción, temor, engaño, compasión o traición.
Leonardo da Vinci decidió retratar el instante del Evangelio de San Juan en el que Jesús
anuncia a sus discípulos que iba a ser traicionado por uno de
ellos. Y no reparó en detalles. Así, situando a Jesucristo en el centro, los
apóstoles se unen en cuatro grupos simétricos,
reflejando el revuelo que se habría formado en la mesa ante tal revelación.
Esta agrupación de tres en tres representaría
la filosofía (Verdad,
Bondad y Belleza, de la triada platónica), la humanidad (Cuerpo, Mente y Alma) y la religión (Padre, Hijo y Espíritu
Santo).
El único que se queda solo es Judas Iscariote, como se puede apreciar en una de las
figuras del segundo trío. Al lado de él, Pedro y Juan parece que están elucubrando sobre la identidad del felón.
Teorías modernas, como la que incluye Dan Brown en la novela El código Da Vinci (2003),
apuntan que la persona que está a la derecha de Jesús no es Juan, sino María Magdalena, basándose en los rasgos femeninos de
la figura. Esta afirmación ha
sido rechazada por expertos por falta de rigor histórico y artístico. Además,
da Vinci dibujó a Juan Apóstol de forma similar en otros retratos.
En Los cuadernos de
Leonardo da Vinci se identifican los personajes, que aparecen agrupados en
tríos a excepción de Jesús. De izquierda a derecha son:
·
Primer grupo: Bartolomeo, Santiago el Menor y Andrés.
·
Segundo grupo: Judas Iscariote, Pedro y Juan, llamado "el
imberbe".
·
Personaje central: Jesús.
·
Tercer grupo: Tomás, Santiago el Mayor indignado y Felipe.
·
Cuarto grupo: Mateo, Judas Tadeo y Simón.
Lo que
entendía Leonardo como “los movimientos del alma” pueden describirse para el
instante que Jesús habla de esa traición, y provocan toda una serie de
reacciones por parte de los apóstoles que gracias al ingenio que Leonardo
consigue, se encuentran plasmadas en el muro, y producen todo el impacto del
momento como una especie de acústica óptica y dinámica capaz de trascender la
materia y emitir emoción.
Si prestamos
atención a los gestos de los personajes, la escena se intensifica. Los
apóstoles se miran unos a otros sin saber a quién se refiere Jesús. Sus gestos
son de estupor y asombro. Está quién se alza ante la incredulidad de las
palabras de Cristo, quien se acerca, quien se horroriza o quien se retrae como
Judas, sintiéndose en evidencia.
Esta secuencia
de gestos y expresiones confieren acción y vida a la escena, cuya vehemencia
aumenta con la expresión de un Jesús que aparece dolido, lleno de piedad y
resignación.
En una sola
escena, Leonardo condensa una variedad de actitudes, movimientos, expresiones y
significados.
La
representación de las figuras en grupos de tres no es el único elemento de una
trama que enlaza una gran variedad de contenidos. Cada grupo de apóstoles es un
«micro-relato».
En 1943, en
el contexto de la Segunda Guerra Mundial, los aliados bombardearon Milán y una
bomba cayó directamente sobre Santa María delle Grazie. La iglesia quedó casi
completamente destrozada, el claustro se derrumbó, y la mayoría de las paredes
y una gran parte del techo del refectorio quedaron aplastados. Cuando los
trabajadores retiraron los escombros, para su sorpresa, La Última Cena estaba
casi intacta. Esta suerte de milagro, fue posible debido a que, ante la
inminencia del bombardeo, muchos se ocuparon de reforzar y proteger con
andamios y bolsas de arena esta parte de la iglesia.
Sea como
fuere, gracias a ellos podemos aún ser testigos de una de las obras de belleza
atemporal con más aura mistérica y maestría de la historia del arte.
*Guillermo F. Sala. Arquitecto
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