Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 46 Un vagón de monos aulladores, por Eddy W. Hopper

 


El mediopelo antiperonista desconoce. Cree que "sentir" es superior a "conocer". Entonces se entera de que Cristina y su familia fueron “sobreseídos sin juicio”, y pone el grito en el cielo, porque “siente” que “no es honesto”.


Al respecto, hay que decir que entre los muchos agujeros que pueblan la ignorancia voluntaria de esta gente, está la diferencia entre sobreseimiento y absolución.

Me dan ganas de hablar mucho sobre esto, pero no tiene NINGÚN valor nada de lo que pueda decir.

No sé, igual inútilmente voy a hacerlo, a ver si se entiende la ENORME capacidad del poder real para sacar provecho de aquellos que se dejaron imbecilizar por miseria espiritual.

El sobreseimiento, desde que los códigos procesales son códigos procesales (y aun desde mucho antes), es una desvinculación de la causa por imperio jurisdiccional PREVIA al juicio; es decir, previa al debate; es decir, previa a lo que todos conocen como "juicio oral".

La absolución, en cambio, es la declaración de no culpabilidad luego de sustanciado el juicio. Cuando se absuelve es porque el órgano acusador no ha logrado construir, a lo largo del proceso, el estado de culpabilidad de quien –porque así lo dice nuestra Constitución desde 1853- detentaba un estado de inocencia.

El sobreseimiento procede siempre antes del debate, porque es una figura que te indica que ES INÚTIL SEGUIR HACIENDO EL JUICIO, YA QUE DE LAS PRUEBAS QUE HAY SURGE CLARAMENTE QUE, AUNQUE SE HAGA EL JUICIO, NO TE VAN A CONDENAR.

Fijate cuándo el código te dice que es inútil continuar el juicio y que "te larguen", porque no tiene sentido seguir:

1.- Cuando de las pruebas recolectadas en la instrucción surge que el hecho que te imputaron no se cometió, no existió. Ejemplo: te imputan lavado de dinero, pero nadie lavó un peso.

2.- Cuando te imputaron algo que no es delito. Reíte, pero pasa. Pasó con Cristina, también: le imputaron “asociación ilícita” por tener ministros.

3.- Cuando vos no tuviste nada que ver en eso que te imputaron. O sea, surge de las pruebas que lo que te acusaron que hiciste, en realidad lo hizo otra persona.

4.- Y después, por cuestiones técnicas: Si tu conducta está justificada por alguna norma, o no se te puede reprochar (esto es difícil, pero igual no tiene nada que ver con el caso); o si de la investigación surge que no se te puede seguir acusando (no hay ni habrá pruebas, como cuando Macri mandó incendiar los archivos de Iron Mountain que lo incriminaban); o si pasó tanto tiempo entre el hecho y el juicio que la causa prescribió, o por otras cosas ya súper técnicas que no vienen a cuento, cosas que evitan el juicio como la conciliación o si no vale la pena el juzgamiento porque el delito es insignificante (cuánta toalla de mano, cuánto jaboncito robado de los hoteles, cuanto vuelto de más que no devolviste ¿eh, clase media?).




Fíjense que, en casi todos estos casos, HACER UN JUICIO QUE EN DEFINITIVA VA A TERMINAR EN UNA ABSOLUCIÓN, SIGNIFICA ÚNICAMENTE GASTAR TIEMPO Y PLATA, porque ya sabemos que el imputado no fue o que el hecho no existió, o que no es un delito, o todo eso que puse arriba.

Así que el sobreseimiento SIEMPRE implica que NO SE VA A HACER EL JUICIO. En el 506 y en el 2000 también. Siempre. Lo sabe un estudiante de primer año de Derecho; pero también lo sabe un tipo que mira muchas películas policiales y cualquier Sherlock Holmes de entrecasa.

Igual, el sobreseimiento se puede apelar (para que lo revoquen y SÍ SE TERMINE HACIENDO el juicio); pero es algo tan fuerte (porque es TAN evidente que no hubo delito o que vos no fuiste o que no existió nada de lo que te acusan), que las únicas causas para apelarlo son:

1.- Que la resolución que te sobreseyó no tenga fundamento (en el caso del sobreseimiento de Cristina por Hotesur, esa resolución tiene 375 páginas… difícil que carezca de motivación); y

2.- Por haberse dictado ese sobreseimiento sin aplicar la ley, o valorando la prueba de manera arbitraria (te diría que esta es cuasi-imposible; pero a veces pasa).

Claro, todo esto es MUCHÍSIMO para los imbecilizados por los medios de comunicación. Es complejísimo para el 90 % de la clase media, por ejemplo: la clase media que encontró en el macrismo un espacio de legitimación de su ignorancia, un espacio donde lo que ellos “sienten” vale como si supieran.

Entonces los medios, el poder real, le agitan la emoción a don Atanasio Globerto y a doña María Indignada viuda de Culo; a los papis y mamis de dos soles, a los pibes que están más desorientados que oficinista sin delivery de yogur.

Y se enriquecen bebiendo de sus sulfuraciones, de sus poquedades, de su nada, de la nada dañina que son.

Lo peor de esta tragedia es que puede suceder únicamente con un pueblo profundamente ignorante. Con una Nación poblada por gente virtuosa y pensante, esto es imposible. Y no me vengan con las condiciones de posibilidad de la educación, porque no hablamos de personas con necesidades básicas insatisfechas, a las que nada puede reprocharse: nuestra peor y más moralmente degradada parte de la población es la clase media tilinga panzallena secundario completo y eventualmente terciario o universitario sin terminar, estilo Suplemento Ñ de Clarín.

Por eso cada vez estoy más convencido de que la sociedad se tiene que operar de esa lacra, no sé cómo. De la oligarquía todavía no, yo qué sé, el más fuerte siempre se impuso; veremos qué se hace. En definitiva, con la oligarquía es la eterna lucha del Bien contra el Mal y las armas posibles son dos: fuerza o inteligencia. Con alguna de las dos se puede ganar: por lo único que hay que preocuparse es por el “cómo”, por la estrategia.

Pero la mediocridad es peor que el Mal, porque al mediocre no hay por dónde entrarle. Y vaya que le joroba la vida a los demás: elecciones 2015 y compañía, clarísimos ejemplos.

“Sobreseimiento sin juicio”. Y sí, qué querés que te diga. Desierto sin agua, gato sin alas, Infierno sin esperanza, mediopelo sin remedio.

NADA, te digo; porque si te lo explico como te lo tengo que explicar, me decís que hablo mucho. Y si no te digo nada, hablás vos, que es peor.

Pero dejá, hablá vos, yo para qué, si no le sirve a nadie. A mí dejame irme a otro lado, a reprocharme hasta el final este destino horrible que me tocó de ser lúcido en el vagón de los monos aulladores.

 



Eddy W. Hopper. Abogado

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