Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 44 No es lo que parece.. por Alejandro Marcó del Pont
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Sitio El Tábano Economista
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de Origen: AQUÍ
Si
piensas que a nadie le importa si estás vivo, trata de saltear por un par
de meses el pago de una deuda (John Belushi)
Crear
fantasías no es el objetivo de toda medida económica; más allá de las
consecuencias que pueden oscilar entre credibilidad y confiabilidad o su
reverso, ocultar sus efectos (la idea depende del objetivo que se quiera
lograr). El establishment, con su enorme poder mediático, ha vuelto el
ilusionismo económico un tema recurrente en occidente. En Argentina las medidas
económicas implementadas por los dueños del país son como los cuadros del
griego Zeuxis, quien podía pintar uvas de manera tan convincente que los
pájaros intentaban comérselas.
Las
Letras del Banco Central (Lebac) son un instrumento de esterilización
monetaria creado en el 2002 con unos pocos millones que llegó a tener
($1.4 billones) y que generó intereses durante 2016
y 2017 por U$S 21.000 millones, periodo que coincidió con el Régimen de
Sinceramiento Fiscal (Régimen de Sinceramiento Fiscal blanqueo de capitales del
macrismo). Algunos expusieron este robo, que, por cierto, persiste en la
actualidad (por eso este escrito), como una política económica amigable para la
inversión, tan amistosa que arregló con los fondos buitres, eliminó el cepo, realizó
el blanqueo antes dicho y engaño a la sociedad afirmando que muchos argentinos
se ilusionaron con volver a traer el dinero al país.
El Banco
Central, conducido por Federico Sturzenegger, se encontró con un
dilema: con el Régimen de Sinceramiento Fiscal ingresaron muchos dólares al
país para hacer negocios, en su mayoría fondos de inversión, empresas líderes
conocidas por la fuga de capitales, así como amigos y parientes del presidente.
Mientras esperaban el tiempo burocrático para que leyes y proceso
administrativos dieran el marco legal a los fondos para realizar negocios, se
les ocurrió generar ganancias, y no tuvieron mejor idea que la expansión
monetaria forjada por cambiar dólares por pesos se convirtiera en un monumental
beneficio.
Así,
se echaron a andar estas letras (Lebac) que tenían distintos plazos, pudiendo
ser mecanismo de inversión para los ahorristas en general. Esto le
permitía al Banco Central absorber el dinero en pesos excedente por haberlo
canjeado por dólares. Con tasas de interés sideral y
un dólar planchado, generaba interesantes rendimientos en moneda
dura, lo que invitaba a invertir en la bicicleta financiera. Esto
significaba cambiar dólares por pesos, invertir en Lebac, y en algún
tiempo volver al dólar.
Este
mecanismo pasó de tener un stock de unos 350.000 millones en 2016 a unos 1.4
billones en junio del 2018. Las altas tasas incentivaron las operaciones
de carry-trade y mantuvieron elevados rendimientos en moneda local.
Veamos un ejemplo: suponiendo un escenario en el cual un inversor externo
hubiera invertido en enero de 2016 un monto equivalente a USD 1.000 millones en
LEBACs y reinvertido los intereses, Y hubiera cerrado su posición en abril de
2018, lo habría hecho por USD 1.400 millones, según “La flexibilidad
de un instrumento de política monetaria: El caso de las LEBAC en Argentina”
En
diciembre de 2016 el dólar estaba en $15.85, en diciembre de 2017 ya
alcanzaba en $18.77, y cuando comenzaron los problemas, en diciembre del
2018, llegaba a $37.81. El tiempo de volver al dólar para tomar
las ganancias y fugar los capitales llegó, pero sin reservas. La solución fue
que el gobierno de Macri comenzó a negociar un préstamo con el FMI por unos US$
50.000 millones para poner a resguardo en el exterior las ganancias realizadas
con las Lebacs.
Al
final, el Fondo Monetario Internacional (FMI) desembolsó un préstamo
récord de U$S 44.500 millones, lo que aceleró la salida de capitales que, a
partir de mayo de 2018, alcanzaría los US$
45.100, según el informe del BCRA. No todos los fondos pudieron salir
y otros decidieron quedarse a seguir realizando negocios, son los que ahora
están etiquetados con el trágico título de “atrapados en pesos”.
Ahora
bien, cuando todo estalló por los aires, las Lebac se convierten el Letras de
Liquidez Bancaria (Leliq). Una Letra del Banco Central es como un préstamo que
toma el Banco Central con los bancos por una semana. A diferencia de
las Lebac, que las podían adquirir cualquier persona, las Leliq tienen
menor plazo, más interés y solo están disponibles para las entidades bancarias.
En decir, negocio pura y exclusivamente financiero.
Vemos
cómo todas las decisiones que rodearon este robo, y lo mantienen, siempre son
erróneas resoluciones que aumentan los beneficios de los bancos privados. Para
entender esto, primero hay que conocer cómo trabajan las Leliq. En abril del
2019, la tasa que se le pagaba a los bancos comerciales por invertir en Leliq
era del 68% anual. Mientras que los bancos pagaban a sus clientes por un plazo
fijo, que luego invertirían en Leliq, una tasa anual de apenas el 40%. La
abultada diferencia entre la tasa pagada por el BCRA a los bancos y la que
estos les pagan a sus clientes, hacen que el sistema no tenga la más mínima
intención de prestar dinero al público, eso que se llama crédito. De hecho,
ganaban un 28% de interés con el dinero que la gente les depositaba. Un negocio
redondo, con cero riegos.
Para
que los bancos renueven la tenencia de Leliq se les paga interés. Con el fin de
retirar el dinero emitido por pagar esos intereses, se sube la tasa de interés
para seducir a los inversores a que inviertan o mantengan sus letras y se pueda
rescatar el dinero emitido. Nuevamente, cuando el plazo vence, se tiene que
emitir más dinero y pagar los intereses devengados, y volver a subir el interés
para limpiar la emisión del mercado por mayores tasas de interés, un hermoso
círculo virtuoso para el beneficio bancario. Lo que los diarios llaman la
horrorosa emisión que genera inflación, que viene de arrastre del macrismo es,
en realidad, para mantener un gran negocio del sistema financiero.
En
agosto del 2019, el economista Jorge
Carrera escribía un artículo en que demuestra que cuando había Lebac
era un negocio de los ahorristas en general y ahora es un negocio exclusivo del
sistema financiero, con los depósitos de los ahorristas. En el momento de dicho
artículo, el BCRA pagó intereses de 10 meses con una tasa del 87% con
capitalización mensual para esterilizar con Leliq un determinado volumen de
pesos. El monto de intereses pagado fue de U$S 10.732 millones. Haciendo una
cuenta muy simplificada estima que si se hubiera mantenido el sistema de Lebac
el gasto hubiera sido de U$S 8.758 millones, US$ 1.974 millones menos en solo
10 meses y restan cuatro meses más de esta política de tasa altas.
Pasar
de una bicicleta financiera pública a una de bancos privados le acarreó al
Estado un costo mayor, al de por si desmesurado, de casi U$S 2.000 millones
más, según Carrera. Los cálculos del 2019 no han cambiado, y por si no lo
notaron los pagos anuales rondando entre un 2.5% y 3% del PBI, algo así como la
pelea por el dolor de cabeza del déficit fiscal.
El
aumento de la base monetaria desde fines de septiembre 2018 hasta la actualidad
denota que los intereses pagados por los instrumentos de regulación monetaria
del BCRA, fundamentalmente Leliq y pases, son el principal factor que explica
el aumento de emisión. Al 12 de octubre, los intereses acumulados de Leliq y
pases alcanza los $
990.945 millones o U$S 9.566 millones. Hace dos años atrás, el
entonces candidato a presidente Alberto Fernández prometió que si era
electo incrementaría las jubilaciones un 20%, y este costo lo cubriría con los
fondos destinados al pago los intereses de Leliq, nada descabellado, más bien
una idea magnifica. La pandemia y el negocio financiero eliminaron la
iniciativa.
El
presupuesto 2022 asigna transferencias, según ASAP, para el
sector energético por un monto de $873.397 millones (1,5% del PIB), que el
gobierno prevé avanzar en el descongelamiento de las tarifas de energía
eléctrica y de gas, lo que implicará una mayor cobertura de las mencionadas
tarifas por parte de los usuarios. También prevé asignaciones corrientes al
sector transporte por $272.392 millones (0,5% del PIB). En total, ambas
transferencias alcanzarían lo pagado por los intereses a los bancos.
Los
desequilibrios provocados por la espantosa situación económica dejada por el
gobierno anterior y la pandemia, que profundizó la crisis económica,
recortaron los ingresos tributarios y obligaron a una asistencia monetaria
récord del déficit fiscal, lo que esforzó al Banco Central para cubrir el
rojo de las finanzas públicas.
El
Banco Central aspira a desarmar el creciente stock de letras, ya no 1.4
billones, como las Lebac, sino 2 billones o 4 billones con pases, y
transformarlos en bonos de la deuda pública. Los bancos de parabienes, suponen
que pueden obtener una mejor retribución de su dinero aspirando a que los
títulos públicos les rendirán por encima de las tasas de la Leliq o se les dé
una salida al dólar, para los que quedaron atrapados en pesos (flexibilizar el
corralito). La expansión de esa bola de nieve de las letras había sido una de
las marcas registradas de la gestión de Cambiemos, como parte de un modelo que
estimulaba el ingreso de capitales de corto plazo, la famosa bicicleta
financiera, pero se supone que no del gobierno actual.
De
haberse cumplido aquella promesa de campaña de Alberto Fernández, se le
podría haber pagado a cada jubilado y pensionado un 39% más que el haber
presente. La masa de pesos por los intereses de Leliq y Pases podría haber
aportado unos $11.250 extra por mes para cada jubilado y
pensionado en los últimos 20 meses, según
un artículo de Infobae. Aun y cuando el número no sea del todo real, la
pelea por lo que viene con posterioridad a las elecciones y el acuerdo con el
FMI reflejado en el presupuesto 2020 deja demasiadas interrogantes sobre
quiénes son los beneficiados en el país.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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