Revista Nos Disparan desde el Campanario Año II Nro. 39 MODELO: DEUDA + (DEUDA)2 = (EXPORTAR)2 por Alejandro Marcó del Pont
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Sitio El Tábano Economista
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de Origen: AQUÍ
Cada deuda, por pequeña que sea,
es el eslabón de un grillete
En
el artículo anterior vimos cómo las vacunas juegan un papel central en el
condicionamiento de los gobiernos que pretenden mantenerse en el poder. La
única forma de revertir las secuelas de las espantosas políticas económicas
neoliberales, más las consecuencias de la pandemia, se simplificaron en:
mantenimiento de la oferta y suplicar e implorar por vacunas.
El
caso que nos convoca, la formación de la matriz productiva generada con
posterioridad y como consecuencia de las políticas de la dictadura militar, así
como la pérdida y el extravío progresista en la batalla cultural en democracia.
Esta última contienda permitió que se instalara en el imaginario social de
América Latina, y en especial en Argentina, que este era un continente sediento
y carente de dólares, cuya único roll en el concierto internacional es
implementar un modelo exportador de materias primas que generen las divisas
necesarias para pagar deuda. La salida exportadora tantas veces aludida por
establishment, donde el 70% de la población queda fuera, es consecuencia de las
políticas de endeudamiento, no de la creación de un modelo de crecimiento y
producción como se le suele demandar a las autoridades.
Lo
interesante del relato exportador, como de tantos otros, la deuda que veremos,
por ejemplo, es que forma parte de un conjunto de descripciones que se
presentan de manera fragmentaria, incompleta, de forma tal que la novela nunca
tiene lo que se llama estructura narrativa (prólogo, desarrollo y conclusión).
Es decir, los elementos y la idea del relato queda parcialmente descrito. En
realidad, de eso se trata, de mostrar la parte conveniente de la exposición, no
toda en su conjunto, ya que podría hasta contradecir la idea a presentar. Por
eso cuando la ex presidenta argentina declara en tribunales, se convierte en un
búmeran para los medios que inventaron relatos parciales. Teniendo tiempo, se
encarga de contar metódicamente la historia, es decir, con estructura
narrativa, convirtiendo una acusación en hipocresía o en un fraudulento relato
que deja mal parado al sistema judicial, y sorprendida a la población.
Pongamos
un rápido ejemplo de los relatos o de la sutileza de los encabezados. El ahora
benévolo FMI asigno U$S 650.000 millones para distribuir entre los países
miembros más vulnerables que están luchando contra los estragos de la crisis
provocada por la COVID-19. Lo que para su titular, Kristalina Georgieva, “Esta
es una decisión histórica: la mayor asignación de DEG en la historia del
FMI y una inyección de ánimo para la economía mundial en medio de una crisis sin
precedentes”. Todo parece digno de un cuento de hadas económico.
El
economista Julio
Gambina, en su blog detectó que siete países de los
184 que componen el FMI, sobre la base de las cuotas de cada país miembro del
Fondo, se quedaría con “el 45,16% del total, casi 300.000 millones de dólares
de la emisión irán a fortalecer las reservas de EE.UU., con el 16,5% del
paquete de cuotas en el FMI, o a China (6,15%), Japón (6,09%), Alemania
(5,32%), Francia (4,03%), Gran Bretaña (4,03%) e Italia (3,02%)”. Por
cierto, para la Argentina la asignación es de U$S 4.350 millones, que no se
utilizarán para luchar contra los estragos del Covid-19, sino para cancelar vencimientos
que operan desde septiembre del 2021 hasta fin de año por 3.822 millones de
dólares, e incluso vencimientos del 2022. Así expuesto, la decisión
histórica del FMI se convierte en un exquisito auxilio para el propio FMI.
Ahora
comencemos con lo nuestro. Desde 1980 a 2020, según el INDEC,
el superávit comercial argentino arrojó la friolera
de U$S 181.162 millones, es decir, las exportaciones superaron a las
importaciones en casi la mitad de PBI. Entonces, ¿cómo fue posible que en 1980
la deuda argentina era de U$S
27.200 millones y que finalizara, con el gobierno de
Mauricio Macri, en U$S
323.065 millones, o sea, en 39 años creció en más de
1180 veces. Además, hay unos U$S 485.000 millones en cuentas del exterior y
desde diciembre de 2015 a 2018, según el BCRA, en su informe Mercado
de cambio, deuda y formación de activos fijos, 2015-2019,
“A lo largo de todo el período, la formación de activos externos (FAE) de los
residentes (coloquialmente llamada “fuga de capitales”) se triplicó, superando
los USD 86.000 millones”. Es decir, comienza a tomar color la necesidad de
superávit externos para mantener esta inmensa filtración.
El
gobierno del doctor Alfonsín reconoció una deuda ilegítima que había pasado de
U$S 9.000 millones a casi U$S 46.000 millones, lo que provocó que se ingresara
en lo que se denominó “la década perdida”. Un periodo de ajuste fiscal
interminable que nunca logró solucionar el problema de la deuda. De hecho, se
agudizó con el default mexicano en 1982. Lo que sí logro fue condicionar un
perfil exportador para pagar los préstamos de los bancos privados, sobre todo
americanos, que al no poder provisionar por ley la totalidad de sus deudas
incobrables afectando las utilidades, necesitaban tiempo, y asientos contables
ficticios. Aún en esta década perdida, de
1980 a 1989, se pagaron U$S 50.000 millones, y de todas
maneras la deuda alcanzó U$S 64.500 millones.
Lo
que parece gracioso, es que, en medio de este camino naturalmente perfilado a
las exportaciones, sucedieron algunos hechos inéditos. Un país hambriento de
dólares, se daba el lujo de dejar que los exportadores no liquiden sus divisas
en el país, “por sobreoferta de moneda extranjera”. O sea, en el gobierno de
Macri, con la misma lógica que aplicó el gobierno de Carlos Menen en año 1991,
favoreció a los mismos grupos que se habían endeudado en dólares y el gobierno
les estatizó la deuda. Ahora les permitía no liquidar en mercado de cambio las
divisas que ingresan al país producto de las exportaciones de bienes y
servicios y materias primas. Esto fue a través del decreto
893/2017 que derogó el artículo 1 del decreto N°2581/64,
que disponía la obligación de ingresar a la Argentina “el contravalor en
divisas de la exportación de productos nacionales”. Al parecer, la necesidad,
urgencia o escasez de dólares es pendular.
La
deuda y la fuga de capitales digitaron el perfil exportador, la misma y
desdichada teoría que hundió a Alemania en la miseria y la hiperinflación con
posterioridad a la primera guerra. Donde, en el caso de las reparaciones de la
guerra, la pregunta que se hacía Keynes era cómo Alemania conseguiría el oro monetario
para transferir a los Aliados los montos establecidos en el tratado de
Versalles. En el caso latino, los dólares.
Alemania
podía obtener un superávit fiscal, extraer todo el jugo de su población, pero
el problema radicaba en que ese ahorro estaba en marcos, y se necesitaba oro
para pagar. Este se conseguía solamente con el superávit comercial y si las
potencias vencedoras no compraban más a Alemania esta no podría pagar. El
problema de la transferencia fue tan sonado en su época como rara vez recordado
con posterioridad, a pesar que dicho problema organiza el perfil y el ajuste de
los países de América Latina desde hace cuatro décadas. Se digitó el mismo
formato con un agregado, en el caso latinoamericano, el comercio exterior y los
dólares que ingresan son de multinacionales y monopolios, no del país.
Desde
la década perdida, las exportaciones latinoamericanas son en su totalidad de
productos básicos (productos alimenticios, materias primas agrícolas y
minerales y metales) distribuido
desde los ochenta en 70, 10 y 20%, respectivamente,
según CEPAL. América Latina sufrió la caída de los precios de sus productos de
exportación y de sus términos de intercambio a lo largo de años, lo cual afectó
su crecimiento y su balanza de pagos. Cuando los precios aumentan generan
efectos positivos. Pero la mejora en los términos del intercambio no se produce
por el avance en la sustitución de importaciones debida a la industrialización
de las economías, sino por el cambio de tendencia de los precios
internacionales de los productos de exportación tradicionales de la región. En
otras palabras, la mejor situación de los precios de exportación estimuló una
primarización de las exportaciones por necesidad de divisas.
Según Nueva
Sociedad, en su artículo América Latina y el mandato exportador,
la nueva orientación exportadora se forjó no para sostener los niveles internos
de consumo ni el desmanejo fiscal, sino para pagar deuda. Con matices, la
región se consolidó como exportadora de materias primas, sobre todo de
productos agropecuarios, piscícolas, forestales, metalíferos y mineros, así
como su procesamiento básico. Sobre todo, se profundizó el modelo con cada
crisis de deuda y fuga de capitales. Coincidentemente, cada crisis, devaluación
y fuga de capitales, era provocada por los mismos grupos que generan los
dólares para afrontar los compromisos externos.
En
la Argentina hay tres complejos exportadores que se llevan el 51% de las
exportaciones (oleaginoso, cerealero y petroquímico). O sea, para el año 2019
sin pandemia, del total exportado de U$S 65.115 millones, casi U$S 19.000
millones se lo llevó oleaginosas, unos U$S 10.000 millones el complejo
cerealero y uno U$S 5.000 millones petróleo y gas.
En
base a las Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior de granos, legumbres,
harinas y aceites vegetales que reporta el Ministerio de Agricultura, Ganadería
y Pesca, para la campaña 2019 de soja pueden observarse los primeros diez
exportadores. 1) COFCO, China National Cereals, Oil & Foodstuffs,
lideró el ranking de exportadores agroindustriales, le siguen 2) Cargill (USA),
3) Archer Daniels Midland (ADM, USA), 4) Bunge (USA), 5) Aceitera General
Deheza (Argentina), 6) Vicentín (Argentina, quebrada), 7) Oleaginosa Moreno
(Glencore, Suiza), 8) Louis Dreyfus Company (Francia), 9) Asociación de
Cooperativas Argentinas (Argentina), 10) Molinos Agro (Grupo Pérez Companc,
Argentina). Estos son los dueños de los dólares argentinos.
Como
salta a luz, las diez empresas, de las cuales la mayoría son extranjeras,
manejan el ingreso de los dólares al país, por lo tanto, controlan las
expectativas devaluatorias a su beneficio. En el artículo Los
cien de Macri, en referencia a las empresas y
personas físicas que fugaron divisas desde décadas atrás, no solo para el
periodo investigado por el BCRA (periodo de Mauricio Macri, citado
anteriormente) que nunca develó los nombres, el artículo del Cohete a la Luna,
no solo ventiló sino que demostró que la mayoría eran veteranos en estas artes.
Desde
hace tiempo, Horacio Rovelli, en sus múltiples artículos insiste en la relación
que existe entre los grandes exportadores y los multimillonarios fondos de
pensiones sobre la tenencia de títulos de deuda, dólares de exportación, que
condicionan al gobierno con la lógica de la deuda. Los brazos financieros
son BlackRock, Fidelity, PIMCO, Franklin Templeton,
Vanguard, entre otros, pero también tienen títulos de deuda en ADM, Bunge,
Dreyfus, Glencore, etc, los propios exportadores.
Entre
brazos financieros, comercio exterior, liquidación de dólares, puertos propios
donde nadie sabe que sale, todo este paquete forma el tan mentado modelo
exportador, que recircula, con devaluación, exportaciones, deuda y fuga. Si
esta lógica, cuyo punto nodal y determinante, es el pago de la deuda, que como
dominó arrastra lo demás y no se detiene, no hay forma de desarrollar un país,
generar igualdad y tener una moneda propia.
*Alejandro Marcó del Pont, Licenciado en Economía de la UNLP. Autor y editor del sitio especializado en temas económicos El Tábano Economista, columnista radial, analista.
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