Hay
una frase que dice “la libertad se toma, no se conquista”
Manuel
ya de preadolescente sintió atracción por las actividades técnicas, de hecho
entre su secundario y prácticas por su cuenta fue delineando su oficio, hasta
llegar a ser un muy buen metalmecánico. Un don de la prolijidad acompaña las
terminaciones de sus diversos trabajos lo que le da un sello distintivo. Su
primer empleo fue en una fábrica de plantas de silos, donde además de seguir
perfeccionando su técnica, empezó a conocer la convivencia con otros obreros,
encontró un variopinto de caracteres, que iban desde el típico alcahuete hasta
el más sumiso de los trabajadores. Por diversos factores que no interesan para
esta ocasión, en la fábrica empezó a menguar el trabajo, quincenas que se
estiraban para el cobro y que nunca eran completas, aportes que habían dejado
de ser tributados más el lógico enrarecimiento del clima laboral, llevó a Manuel
a buscar otros destinos. Una importante fábrica de tanques para combustibles
vinculada a transnacionales lo empleó para ejercer su oficio específico. De
carácter muy amable, muy correcto en el trato con compañeros y superiores,
Manuel no tardo en granjearse la simpatía del patrón. Éste, hombre que en sus
inicios también ejerció la actividad, rápidamente se dio cuenta de las virtudes
de Manuel, obviamente sin dejar de aplicar el criterio de patrón. Llegó el día
en que lo convocó para que le hiciera un trabajo en unos de los campos de su
propiedad. El mismo no resulto ser lo que dominaba Manuel, sino, era reparar
una lancha que este señor usaba en una gran laguna existente en el lugar.
Movilidad laboral, así se denomina correctamente este actuar.
Y
así, del arreglo de la lancha, a la reparación de un galpón fueron sucediéndose
labores para las cuales Manuel no había sido empleado. Pero si, las loas era
diarias para él, y eran su único beneficio.
Como
toda fabrica atada a contratos internacionales, estos también algunas veces no se cumplen o se caen y la cosa se pone fea,
y entonces sí, se llama al esfuerzo para que la fábrica no decaiga y así
repartir pérdidas. Jamás cuentan cuando el contrato es jugoso.
UN
BENDITO DIA, Manuel tuvo de parte de un vecino un pedido para hacer una reja.
La misma quedo impecablemente terminada y pintada e incluso colocada. Un
billete para engrosar la caja familiar, y que su compañera y sus dos hijos
estuvieran con un poco más asistidos. Después apareció un pariente del vecino
para pedirle presupuesto por otro trabajo, en este caso un portón, y después de
un tiempo no muy lejano un amigo de su vecino le pidió que le hiciera una
parrilla. Manuel trabajaba en su garaje después de hora ya asociado con otro
compañero y la cosa tuvo continuidad y un óbolo extra a las flacas quincenas.
Y
SE REPITIO EL BENDITO DIA. Manuel no escuchó el despertador y se durmió!!! Llegó tarde a la fábrica, la reprimenda de uno
de los hijos del patrón no se hizo esperar, obviamente acompañada con el
respectivo descuento por haber afectado el rendimiento en la producción.
Chicaneros y tramposos desde la cuna. Manuel estaba imbuido de una férrea
tranquilidad no obstante lo sucedido. Lo bueno de esto es que a la otra semana
volvió a repetirse el no escuchar el despertador y seguir de largo. Pero acá la
cosa cambio. No fue a trabajar. Abrió el garaje y se dedicó a terminar tranquilamente
un trabajo ya iniciado. Se siguió quedando dormido un par de veces más, lo que
le mereció que lo echaran del trabajo, Manuel se dio cuenta que su espíritu de
libertad era el que se había despertado. Hoy sigue trabajando rodeado de sus
dos pequeños hijos y su perro. Animalito que se le agregó a la casa, y usando
jocosamente lo que el lunfardo policial denomina NATALIO NATALIO, cuando se
refieren a un NN masculino, le puso ese nombre, dándole identidad al can. Todo
un mensaje. También hoy se da el lujo que cuando es convocado por otras
fábricas, no tiene empacho en decirle al jefe de persona que de acuerdo a lo
que paguen puede o no trabajar con ellos. “No vivo de sus quincenas” frase
contundente que a la patronal, privada de ejercer dominación los deja
fulminados. Esta historia es real y está pasando en nuestros días. No
imaginemos a un Manuel dueño de una pequeña fábrica, simplemente es un pequeño
taller en el garaje de su casa que le permite satisfacer sus necesidades básicas
para vivir tranquilamente. Muchas veces sucede que lo que parece simple viene
adornado de otros costos que posibilitan estos gritos de libertad. No es el
caso. Es una vivencia al mejor estilo del relato del gran Pepe Mujica. Vivir la
vida militando otras cosas que no sea el gran consumo.
*Horacio Pili Instructor de Formación Profesional, Sub jefe de área Centro de Formación Laboral N° 401 Tres Arroyos.
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