TRANSGRESIÓN ASPIRACIONAL Y GROTESCO EN LA CLASE MEDIA "ANTICUARENTENA" por Eddie W. Hooper


Fuente de Origen:


La miseria espiritual de nuestra clase media mayoritaria le impulsa comportamientos de vodevil que a los buenos da vergüenza detectar y reconocer.
El marco físico y más o menos de concepto es el siguiente: LA CLASE MEDIA NO PUEDE TOMAR DECISIONES RELEVANTES SOBRE SÍ MISMA.
O más bien: las clases dominantes toman decisiones por ella y con respecto a ella. La clase media sólo puede “decidir” dentro del cerco de prohibición que le tienden esas clases “desde afuera”, sin que le sea permitido traspasarlo.
Por poner algunos pocos ejemplos, la clase media participa muy esporádicamente -y tan sólo a través de opiniones- en el establecimiento de la ley; y NUNCA en la institución de los mecanismos de su sanción. No gravita en la formación de los precios del mercado (elabore, vegete, consuma, compre o no compre), ni modifica el hecho de que el salario sea un precio más del mercado (no importa cuántos hijos vuelque en la bolsa de trabajo general o cuánto se queje puertas adentro), ni puede realizar actividades comerciales sin permiso (ni muchas otras), ni puede actuar frente al Estado sin cubrir los requisitos administrativos que otros le imponen y que las clases dominantes saltean o cumplen sólo como ritual de pertenencia. En su mayor parte, tampoco puede tomarse vacaciones cuando quiere, ni comprar toda la divisa extranjera que pueda con su sueldo o su ingreso. Sólo puede defenderse de la manera que le dicen que se defienda. Hay muchos otros.
Cuando la clase media dice “libertad”, refiere a un patio del medio en el que se la deja retozar, en tanto continúe siendo funcional a los intereses de las clases dominantes, por más revolucionario que uno quiera ser o crea que es.
Con los siglos, y quizás racionalizando, la clase media mayoritaria ha identificado ese redil con una totalidad, más allá de la cual se ubican sus metas imaginarias a las cuales aspira: vivir alguna vez como los miembros de la clase dominante.
Mientras tanto, desarrolla sus generaciones movida por el deseo fundamental de otros -que son los que más pueden- y deseando ser aquellos que le determinan el ser. “La clase media”, dice José Pablo Feinmann, “es lo que es; y quiere ser lo que NUNCA será”.
Ello –y las consecuencias económicas de su estar en el capitalismo- le genera cierta práctica de precariedad que opera de fuerza viva en esa determinación que le imponen las clases altas: en su vida reina el “por ahora”, a la espera de algún golpe de esfuerzo o más bien de suerte que la eyecte de su destino. Igual de larga e improbable que la esperanza del pobre, porque nada de lo que pueda hacer para lograr ese fin es idóneo o suficiente.
Mal que me pese, le doy la derecha (  ) al hoy inatendible Juan José Sebreli cuando releva "lo provisorio" como conducta de alienación de la clase media. Ya a mediados de los '60s, advertía algunas diferencias de "solidez" que se extendían a lo cotidiano: mientras las clases dominantes reflejan su patrón de asentamiento en construcciones contundentes, muebles pesados, estatuas, elementos fijados a las gruesas paredes y al piso revestido en materiales de porte; la clase media tiende a ubicar lo que compra “por un tiempo”, en algún rincón, en estanterías removibles, en alacenas que piensa algún día desmantelar, bajo el velo del progreso. Incluso, cuando puede, también practica alguna construcción provisoria, algún “entretecho”, como emergencia conductual dentro del corral que le autorizan.
En esa viscosidad que nunca termina de definirse (o que sólo se define en ese intermedio que se golpea los pies y la cabeza), algunos padecen y resisten; pero el mediopelo aspiracional chapotea sonriendo.
Cuando puede juega, erguida sobre la silla, a ver la clase alta y a creer repetir sus movimientos. Le salen monigotadas: fotos con vasos de jugo coronados con paragüitas y medias naranjas, anteojos de sol aun luego de caída la tarde, bermudas con Adidas, rituales de supermercado, regateos en Brasil, sobrepedidos de cualquier cosa en los “all inclusive” (o, por el contrario, fingimientos de mesura) y otros tantos.
Las clases dominantes, en cambio, no transgreden; porque, por definición, marcan el curso de la norma. ¿Alguien ha visto PRESO a algún patricio?
Se ha visto hasta acá que no soy sociólogo y que todo lo digo fundado en algo tan etéreo como mi opinión; y así también me parece que el único comportamiento de verdadera consciencia de clase de la clase media mayoritaria es el de TRANSGREDIR.
Voltear ese cerco de permisión que le edifican las clases dominantes y pisar algunos centímetros fronterizos. A partir de aquellos juegos “Cancún”; pero también con actitudes rabiosas como la de hoy, en que decenas de miles de los del mediopelo salieron sugestionados a la calle a dañarse y a dañar.
La clase media vociferadora fue arreada, por un rato, al ámbito de deseo inmediato de las clases dominantes.
Entonces, la vimos no cumplir la ley, delinquir. Amenazar, violar las normas impuestas por la autoridad sanitaria. Golpear, tentar la lesión a través del arrojo de objetos. Injuriar, postular que la ley “irrazonable” no debe cumplirse, como cuando los que les fijan el salario dicen que 1.000 dólares por mes no es razonable para un oficinista “promedio”.
¿El resultado? Cincuenta mil monos pisando el único cacho de bananas que se les prodigó para sobrevivir. La intención de destruir un Estado (actual) garante de que las clases dominantes no los fagociten. Gritos pelados de rabia ignorante y a veces enciclopédica, abrazos a consignas tan vacías como las posibilidades de conocer con certeza el contenido de su verdadera aspiración nominal: la vida de las clases altas.
Todo esto se traduce en frases inconexas, desarrapadas, cuyo vínculo con realidades palpables o pensamientos sistematizados se halla quebrado por el sobreprecio de las sensaciones.
Abundan, entonces, los silencios frente a las interpelaciones de la coherencia, la cabeza machacada por el chancleteo de los martillazos domésticos en el que sacrifican un presupuesto importante de su vajilla de cocina.
La clase media neoliberal, como vaca que baja del camión a una querencia diferente, retoza, salta, muge, agita el cencerro, direccionada por sus hacedores, que son sus victimarios.
Deslenguada y desorientada, corretea en el nuevo espacio que le habilitan para que juegue a la libertad.
Desahogada y vacía, el final de la fantasía y su propio berretín de pertenencia les hacen oler el camino de la manga, donde los verdaderos libres la vuelven a vacunar para, otra vez, terminar masticándoles entre risas de precio regalado la carne y los sueños.


*Eddie W. Hooper, Abogado



Comentarios

  1. Es muy fuerte leer la apología del Dióxido de Cloro en un cartel.. Je suis CLO2

    ResponderEliminar
  2. Muy lúcido y necesario tu análisis, gracias!!

    ResponderEliminar
  3. Para una excelente Antologia a la altura del gran maestro Jauretche;
    "La clase media neoliberal, como vaca que baja del camión a una querencia diferente, retoza, salta, muge, agita el cencerro, direccionada por sus hacedores, que son sus victimarios.
    Deslenguada y desorientada, corretea en el nuevo espacio que le habilitan para que juegue a la libertad.
    Desahogada y vacía, el final de la fantasía y su propio berretín de pertenencia les hacen oler el camino de la manga, donde los verdaderos libres la vuelven a vacunar"

    ResponderEliminar

Publicar un comentario