La
miseria espiritual de nuestra clase media mayoritaria le impulsa comportamientos
de vodevil que a los buenos da vergüenza detectar y reconocer.
El
marco físico y más o menos de concepto es el siguiente: LA CLASE MEDIA NO PUEDE
TOMAR DECISIONES RELEVANTES SOBRE SÍ MISMA.
O más bien: las clases dominantes toman decisiones por ella y con respecto a ella. La clase media sólo puede “decidir” dentro del cerco de prohibición que le tienden esas clases “desde afuera”, sin que le sea permitido traspasarlo.
O más bien: las clases dominantes toman decisiones por ella y con respecto a ella. La clase media sólo puede “decidir” dentro del cerco de prohibición que le tienden esas clases “desde afuera”, sin que le sea permitido traspasarlo.
Por
poner algunos pocos ejemplos, la clase media participa muy esporádicamente -y
tan sólo a través de opiniones- en el establecimiento de la ley; y NUNCA en la
institución de los mecanismos de su sanción. No gravita en la formación de los
precios del mercado (elabore, vegete, consuma, compre o no compre), ni modifica
el hecho de que el salario sea un precio más del mercado (no importa cuántos
hijos vuelque en la bolsa de trabajo general o cuánto se queje puertas
adentro), ni puede realizar actividades comerciales sin permiso (ni muchas
otras), ni puede actuar frente al Estado sin cubrir los requisitos
administrativos que otros le imponen y que las clases dominantes saltean o
cumplen sólo como ritual de pertenencia. En su mayor parte, tampoco puede
tomarse vacaciones cuando quiere, ni comprar toda la divisa extranjera que
pueda con su sueldo o su ingreso. Sólo puede defenderse de la manera que le
dicen que se defienda. Hay muchos otros.
Cuando
la clase media dice “libertad”, refiere a un patio del medio en el que se la
deja retozar, en tanto continúe siendo funcional a los intereses de las clases
dominantes, por más revolucionario que uno quiera ser o crea que es.
Con los siglos, y quizás racionalizando, la clase media mayoritaria ha identificado ese redil con una totalidad, más allá de la cual se ubican sus metas imaginarias a las cuales aspira: vivir alguna vez como los miembros de la clase dominante.
Con los siglos, y quizás racionalizando, la clase media mayoritaria ha identificado ese redil con una totalidad, más allá de la cual se ubican sus metas imaginarias a las cuales aspira: vivir alguna vez como los miembros de la clase dominante.
Mientras
tanto, desarrolla sus generaciones movida por el deseo fundamental de otros
-que son los que más pueden- y deseando ser aquellos que le determinan el ser.
“La clase media”, dice José Pablo Feinmann, “es lo que es; y quiere ser lo que
NUNCA será”.
Ello
–y las consecuencias económicas de su estar en el capitalismo- le genera cierta
práctica de precariedad que opera de fuerza viva en esa determinación que le
imponen las clases altas: en su vida reina el “por ahora”, a la espera de algún
golpe de esfuerzo o más bien de suerte que la eyecte de su destino. Igual de
larga e improbable que la esperanza del pobre, porque nada de lo que pueda
hacer para lograr ese fin es idóneo o suficiente.
Mal
que me pese, le doy la derecha ( ) al hoy inatendible Juan José
Sebreli cuando releva "lo provisorio" como conducta de alienación de
la clase media. Ya a mediados de los '60s, advertía algunas diferencias de
"solidez" que se extendían a lo cotidiano: mientras las clases
dominantes reflejan su patrón de asentamiento en construcciones contundentes,
muebles pesados, estatuas, elementos fijados a las gruesas paredes y al piso
revestido en materiales de porte; la clase media tiende a ubicar lo que compra
“por un tiempo”, en algún rincón, en estanterías removibles, en alacenas que
piensa algún día desmantelar, bajo el velo del progreso. Incluso, cuando puede,
también practica alguna construcción provisoria, algún “entretecho”, como
emergencia conductual dentro del corral que le autorizan.
En
esa viscosidad que nunca termina de definirse (o que sólo se define en ese
intermedio que se golpea los pies y la cabeza), algunos padecen y resisten;
pero el mediopelo aspiracional chapotea sonriendo.
Cuando
puede juega, erguida sobre la silla, a ver la clase alta y a creer repetir sus
movimientos. Le salen monigotadas: fotos con vasos de jugo coronados con
paragüitas y medias naranjas, anteojos de sol aun luego de caída la tarde,
bermudas con Adidas, rituales de supermercado, regateos en Brasil, sobrepedidos
de cualquier cosa en los “all inclusive” (o, por el contrario, fingimientos de
mesura) y otros tantos.
Las
clases dominantes, en cambio, no transgreden; porque, por definición, marcan el
curso de la norma. ¿Alguien ha visto PRESO a algún patricio?
Se
ha visto hasta acá que no soy sociólogo y que todo lo digo fundado en algo tan
etéreo como mi opinión; y así también me parece que el único comportamiento de
verdadera consciencia de clase de la clase media mayoritaria es el de
TRANSGREDIR.
Voltear ese cerco de permisión que le edifican las clases dominantes y pisar algunos centímetros fronterizos. A partir de aquellos juegos “Cancún”; pero también con actitudes rabiosas como la de hoy, en que decenas de miles de los del mediopelo salieron sugestionados a la calle a dañarse y a dañar.
Voltear ese cerco de permisión que le edifican las clases dominantes y pisar algunos centímetros fronterizos. A partir de aquellos juegos “Cancún”; pero también con actitudes rabiosas como la de hoy, en que decenas de miles de los del mediopelo salieron sugestionados a la calle a dañarse y a dañar.
La
clase media vociferadora fue arreada, por un rato, al ámbito de deseo inmediato
de las clases dominantes.
Entonces,
la vimos no cumplir la ley, delinquir. Amenazar, violar las normas impuestas por
la autoridad sanitaria. Golpear, tentar la lesión a través del arrojo de
objetos. Injuriar, postular que la ley “irrazonable” no debe cumplirse, como
cuando los que les fijan el salario dicen que 1.000 dólares por mes no es
razonable para un oficinista “promedio”.
¿El
resultado? Cincuenta mil monos pisando el único cacho de bananas que se les
prodigó para sobrevivir. La intención de destruir un Estado (actual) garante de
que las clases dominantes no los fagociten. Gritos pelados de rabia ignorante y
a veces enciclopédica, abrazos a consignas tan vacías como las posibilidades de
conocer con certeza el contenido de su verdadera aspiración nominal: la vida de
las clases altas.
Todo
esto se traduce en frases inconexas, desarrapadas, cuyo vínculo con realidades
palpables o pensamientos sistematizados se halla quebrado por el sobreprecio de
las sensaciones.
Abundan, entonces, los silencios frente a las interpelaciones de la coherencia, la cabeza machacada por el chancleteo de los martillazos domésticos en el que sacrifican un presupuesto importante de su vajilla de cocina.
Abundan, entonces, los silencios frente a las interpelaciones de la coherencia, la cabeza machacada por el chancleteo de los martillazos domésticos en el que sacrifican un presupuesto importante de su vajilla de cocina.
La
clase media neoliberal, como vaca que baja del camión a una querencia
diferente, retoza, salta, muge, agita el cencerro, direccionada por sus
hacedores, que son sus victimarios.
Deslenguada
y desorientada, corretea en el nuevo espacio que le habilitan para que juegue a
la libertad.
Desahogada
y vacía, el final de la fantasía y su propio berretín de pertenencia les hacen
oler el camino de la manga, donde los verdaderos libres la vuelven a vacunar
para, otra vez, terminar masticándoles entre risas de precio regalado la carne
y los sueños.
*Eddie W. Hooper, Abogado
Es muy fuerte leer la apología del Dióxido de Cloro en un cartel.. Je suis CLO2
ResponderEliminarMuy lúcido y necesario tu análisis, gracias!!
ResponderEliminarPara una excelente Antologia a la altura del gran maestro Jauretche;
ResponderEliminar"La clase media neoliberal, como vaca que baja del camión a una querencia diferente, retoza, salta, muge, agita el cencerro, direccionada por sus hacedores, que son sus victimarios.
Deslenguada y desorientada, corretea en el nuevo espacio que le habilitan para que juegue a la libertad.
Desahogada y vacía, el final de la fantasía y su propio berretín de pertenencia les hacen oler el camino de la manga, donde los verdaderos libres la vuelven a vacunar"