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Página web El Tábano Economista
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Pasar
de la parálisis al movimiento tiene efectos inmediatos y evidentes tanto en
física como en economía. Esta actividad puede traer consigo la ilusión aparente
de un espejismo de recuperación económica más pretendido que real.
La absurda
idea neoliberal de modelar costo-beneficio entre ganancias por distender la
cuarentena y el quebranto económico por imposición de distanciamiento,
eliminando del algoritmo la constante, las defunciones, puede
guiarnos a soluciones incorrectas.
Los
medios están llenos de oráculos poco conectados con teorías económicas y muy
interesados en dioses tendenciosos. Ellos apuntan a materializar las
dimensiones del daño de la pandemia forzando una representación optimista de la
economía: ¡La recuperación futura tendrá la misma vitalidad que su
perjuicio pasado! Aunque el asimétrico desarrollo del virus,
expandiéndose en algunos países y retrocediendo en otros, no permite siquiera
proyectar su final, menos aún los beneficios de su extinción.
Como
bien dice Mónica
Peralta Ramos, “a lo largo del tiempo, múltiples
problemas han amenazado la integridad de la vida en sociedad. Entre estos se
destacan la pérdida de legitimidad del orden social
imperante”. Seguramente la “nueva normalidad” será otro de estos
dilemas socioeconómicos que desafíen la imaginación colectiva, sobre todo
cuando alguien determine su significado preciso.
La
sensación es que el trasfondo de la lucha del establishment actual está más
emparentada con el mito de Sísifo. El rey era un hombre de gran astucia,
manipulador y avaro. Logró engañar entre otros a la muerte, aunque sería
finalmente castigado por Zeus. Su condena fue tener que subir una piedra por la
ladera de una montaña hasta la cima. Sin embargo, al llegar allí caería hacia
el otro lado de la montaña, con lo que tendría que hacerlo de nuevo empujada
hasta la cima, algo que se repetiría en un ciclo eterno.
El
castigo es muy parecido al de los pueblos latinos y la perpetua austeridad,
cargando siempre el peso de la avaricia de quienes creen haber sido burlados
porque se puede hacer un esfuerzo más, para que ellos obtengan más. Cuando
alguna mínima señal promete reducir el peso de la carga, que el esfuerzo aunque
desigual, injusto e inmoral, el sacrificio aparenta estar dando frutos, la
piedra caerá hasta el piso de la montaña, para obligarlos a recomenzar el
esfuerzo de recuperarse.
La
pelea por reestablecer el eje de los valores no es algo menor, preservar el
orden que estructura la vida social para conservar la disposición económica
actual no da cabida a ideas mitológicas ni “malos salvataje” al estilo
darwiniano, que proponen los economistas del establishment, de selección
natural, que se contagien y mueran quienes lo tiene que hacer, para preservar
la economía en funcionamiento y sus beneficios.
La
lógica de selección natural no ha dado resultado en ninguno de los países en
los que fue ejecutada, teniendo el más ensordecedor fracaso en Suecia, su
caballito de batalla. Ni lo tuvo hace más de un siglo, cuando, en medio de
la la gripe española, se abrieron las ciudades, como Pittsburgh,
lo que la la convirtió en la urbe con mayor tasa de letalidad del país por
cada 100.000 habitantes.
Dentro
de sus particularidades, según el estudio realzado por la Universidad
de Pensilvania, no solo se encontraba ser una de las
metrópolis más contaminadas por su actividad carbonífera, sino por tener el
mayor lobby de empresarios del sector. Estos volcaron su influencia para
conseguir que las autoridades locales no siguieran el dictado de las
autoridades estatales y levantasen las restricciones antes de lo estipulado,
para reanudar la actividad economía local (¿les suena?). Lo consiguieron. Los
festejos del final de la Primera Guerra Mundial concentraron multitudes. La
respuesta del virus fue letal, con lo que aumentó el macabro ranking de muertes,
que obligó a la ciudad a aislarse nuevamente y detuvo el repunte económico.
Cien
años después, la lógica, los medios y el razonamiento son similares, y no es
anecdótico. Tratar de afianzar la jerarquía de poder para tomar decisiones,
sobre todo manteniendo una estructura de dominación que llevó al fracaso
económico, parecería no tener lógica. De todas maneras, este absurdo ha
dirigido el debate tratando de demostrar que la protección de la vida trae
como consecuencia la destrucción de la economía.
¿Por
qué mantener la jerarquía? De acuerdo con el esquema elaborado por el filósofo
francés André Comte-Sponville, la estructura social debería tener un orden
ético, moral, político y económico, con esa jerarquía desde el punto de vista
de los valores. El orden ético se guía por el amor, el moral por el deber ser,
el político por el poder y el económico por la ganancia.
Cada
uno de estos órdenes tiene su lógica de funcionamiento y no reconoce límites
internos. Es decir, todo lo que se pueda hacer para mantener las ganancias
económicas será hecho. Sin embargo, para que el mundo sea habitable, el orden
superior debe imponer límites a los órdenes inferiores, es decir, que el orden
político respete los derechos humanos o que la economía no envíe a la miseria,
como lo ha hecho, a la mayoría de la humanidad.
Las
catástrofes de la historia, según el filósofo francés, se producen cuando un
nivel inferior sobrepasa a los niveles superiores. Como es el caso que ocurre
desde hace varias décadas y que pretende mantenerse, donde el orden económico
domina al ético, moral y político. Nadie puede permitir, justificar y aceptar
la pobreza, pero si es éticamente aceptable, moralmente admisible y
políticamente correcto, por qué no. No importa la muerte si los beneficios
funcionan.
La
vieja normalidad es la nueva normalidad solapada. Relajar la cuarentena
tipo Pittsburgh con los mismos resultados probados que la ciudad
americana, basa su lógica en la jerarquización de la economía por encima de la
moral y la ética, donde la muerte tiene menos valor que los beneficios y, por
sobre todo, que la política, última en la jerarquía, evite que, en este caso el
gobierno de la ciudad, no pague el costo, y obligue a que se desentienda el
gobierno nacional.
La
misma lucha de la nueva normalidad, reforzando jerarquías de poder, se lleva a
cabo con la exportadora Vicentin. Evasora, deudora, y delictiva empresa, para
la que el gobierno dispuso su intervención y cuyo relato mitológico habla de
una expropiación que, al parecer, sufre algún retraso por el embotellamiento
camino al Congreso, al igual que el impuesto a las grandes fortunas. Antes que
pueda arribar al recinto, recibió el fallo sin precedentes de un juez en lo
civil y comercial de la ciudad de Reconquista (primera instancia) que repone a
los miembros del directorio de la empresa y convierte a los interventores en
veedores. Misma lógica macrista, quienes llevaron a la bancarrota la empresa,
son los que la tienen que dirigir.
El
establishment, los mayores exportadores, los bancos y fondos de inversión,
todos están en el mismo juego, no solo en negar la intervención de una empresa
estatal en el concentrado comercio exterior argentino, cuya participación
causaría un daño inimaginable a los grados de libertad que maneja dicho sector,
sino también con la deuda.
La
razonabilidad o sustentabilidad del pago de la deuda externa, ambos términos
poco afortunados, siguen la misma lógica de “nueva normalidad”. ¿Afrontar qué
montos sería razonable cuando la economía mundial, el comercio exterior, las
finanzas, la reactivación, la cadena de suministros, el empleo, desconocen su
futuro? Si bien nadie tiene certezas, algún visionario con dotes quirománticas
puede imaginar acuerdos con parámetros del FMI, nunca pasándose de sus
mandamientos, para que el organismo no tenga problemas para cobrar su parte,
sin quita alguna, cuando tenga que… negociar.
El
COVID-19 nos dio la esperanza de rearmar en un mundo vacío, descompuesto,
dispar y profundamente escarpado para cargar la roca a la cima. La idea era que
la nueva normalidad, si tiene una definición, fuera algo diferente, que si los
dueños del poder siguieran manteniendo una parte de él, no se les permitiera
hacer lo que la vieja normalidad y la jerarquía les permitía. O, por lo menos,
bajar un escalón a la economía para que no fuera la jerarquía tan similar a la
anterior.
*Alejandro Marcó del Pont,
Licenciado en Economía
Cuando una industria quimica baja los standars de trabajo o materiales baja los costos pero si tiene un derrame o accidente ecologico y daña una reserva ecologica un bosque o a una poblacion el costo puede alcanzar varios millones de dolares. Por lo tanto no seria rentable bajar los recaudos a menos de que esta compania se borre o no pague el daño o pague una multita de 1000$ . Son costos escondidos en analisis incompletos. Si la economia se hace cargo de los enfermos, los dias perdidos de trabajo , la recuperacion (no el final o dada de alta) total de los miles de afectados etc etc el costo supera al costo de la cuarentena pero si dejo que la gente se muera en la calle el costo no esta' incorporado a la ecuacion. Excelente nota Alejandro .
ResponderEliminarExcelente desarrollo del tema como todo el artículo . El establisment tan afecto a todo lo importado debería prestarle atención al análisis de un filósofo frances, aunque el aroma de su perfume seguramente no es el de su agrado
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