Revista Nro. 12… Mes de Junio de 1912 por Antonio Diez (El Mayolero)


Alberdi, había soñado con una inmigración de industriosos europeos, y en ese sentido, la Ley 817 de la época de Avellaneda (el del hambre y la sed…) abrió la posibilidad legal del afincamiento de los inmigrantes, dándoles inclusive la equiparación en derechos con los nativos (menos algunos, a saber: los indios y los gauchos). Repartida que había sido la tierra, había que poner manos a la obra. Los nuevos propietarios, en su absoluta mayoría comerciantes, especuladores, comisionistas, acomodados y demás, de trabajar ni “áca” como dicen los cordobeses. Las vacas seguían por ahí, ahora con dueño y marca, pero así no servían más que para charque, que ya no era el negocio. Había un problema técnico. Los pastos naturales de la Pampa en vías de Humidificación eran muy duros y poco nutritivos para el engorde y más de las razas europeas que se iban introduciendo, por lo que había que eliminarles los pajonales, sembrarles pastos más palatables y nutritivos. Para eso había solo un procedimiento (que sigue vigente). Hacer tres años de agricultura y en el último sembrar trigo consociado con alfalfa u otra pastura apta. Para eso había que trabajar, ¡y fuera de broma, trabajar en serio! Y había que invertir. Ambas cosas hacían correr un frío por la espalda a aquellos esforzados especuladores. ¿Justo a ellos le había tocado semejante desgracia? Pedirles que hicieran exactamente las dos cosas que ni querían ni sabían hacer. Entonces, vieron que en la vieja Europa sobraba gente. No los rubios, nórdicos, industriosos que soñara Alberdi, sino otros, más curtidos, necesitados y hambreados. Por consecuencia menos exigentes y más dóciles. El Sur de Italia y España proveyeron el grueso. Se crearon agencias de colonización en la que a los aspirantes a inmigrar se les fue dibujando una esperanza de un País con abundancia de tierras, de vacas y sembrados. Hay que entender que prácticamente zonas muy grandes de Europa estaban saliendo del Medioevo o poco menos. Que las tierras cultivables estaban en manos de Señores que poco habían aggiornado su comportamiento desde el feudalismo.

Bueno, así fue que llegaron gringos y gallegos, rusos y polacos, alemanes suizos y austriacos (así con acento en la á que es como les dicen en la zona de Salto y Pergamino) que en realidad eran croatas. Los franceses de Pihué, los sufridos descendientes de los fenicios (sirios y libaneses, que como llegaban con pasaporte expedido por el Imperio Otomano les quedó turcos) que como buenos fenicios ¿qué otra cosa más que comerciar podían hacer? Holandeses virtualmente tirados a la mano de Dios en los pagos de Micaela Cascallares. En fin, todos los desheredados de la tierra afluyeron. Los gobiernos europeos se cuidaron muy bien de promover que sus trabajadores, artesanos y demás gentes con oficios y conocimientos dejaran sus países de origen. Uno, que tuvo la suerte de escuchar unas cuantas historias de primera mano, llega inevitablemente a la conclusión de que solo promovieron la emigración de la población que les sobraba, y que de quedarse allá les iba a complicar el precario equilibrio social devenido de la Revolución Industrial.

Pero nadie les avisó a los inmigrantes que la tierra YA tenía dueño. Y que su papel era en general la de colonos (mano de obra) en tierra ajena. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires y Sur de Santa Fe y Córdoba, (Entre Ríos tuvo en general otros criterios en la colonización). Ya entonces, el concepto de los economistas modernos de que un porcentaje de desocupación es bueno (para los economistas) para tirar a la baja el costo laboral, se conocía, así que los de la Escuela de Chicago solo copiaron…

La mayoría llegaron engañados por una publicidad trucha y se encontraron en condiciones que muy poco mejoraban aquello que habían dejado atrás con esperanza de un futuro mejor. Las condiciones eran más o menos así. Las estancias no loteaban y alquilaban, sino que arrendaban un lote grande (2000 has. por ejemplo) a la Casa de Ramos Generales (Vicentin, p.e.) que acopiaba para los grandes exportadores (Dreyfus, Bunge y Born etc.) que actuaban en calidad de garantes del arrendamiento. El Ramos Generales sub-arrendaba a los colonos. Como el colono no tenía más capital que sus brazos, el “Ramero General” (así lo llamaban los editoriales de “La Tierra”, órgano de la FAA) le facilitaba herramientas y algunos caballos, le obligaba a contratar los seguros y la trilla con las trilladoras del Ramero etc. No se le permitía tener animales que no fueran los destinados a la explotación agrícola (no vaca lechera, no gallinas, no chanchos, ni otro animal de consumo). El tercer año debía sembrar trigo con alfalfa (semilla de alfalfa que debía comprar al “ramero”) y desalojar para ir a trabajar otro lote. Allí entonces el Estanciero comenzaba la explotación ganadera, ya por su cuenta. Esta era más o menos la situación de los colonos de Alcorta y otros lugares de Santa Fe a la altura del Centenario. Y que se manifestara en la huelga de 1912 llamada “Grito de Alcorta” que diera lugar a la formación de la Federación Agraria Argentina.

Pero, bueno, vinieron y acá estamos. Algunos hombres (y mujeres como María Robotti, la que pateó la olla) fueron moldeando el argentino de hoy, y somos lo que somos por ellos.

Y lo de María Robotti lo dejamos para la próxima, pero el hecho fundamental es que ahi nació lo que hoy es la Federación Agraria Argentina, un día como hoy de Junio de 1912, 108 años atrás.




*Antonio Diez (El Mayolero), Periodista, Escritor, Ensayista, columnista del programa Voces Cooperativas, autor del libro Formación y Transformación del Sujeto Agrario, ex candidato a Intendente de Tres Arroyos por el Partido Intransigente


Comentarios

  1. Digo y respondo a este artículo con la consiguiente comprensión y tolerancia del autor, que por cierto, lo aprecio hasta la gran siete,en fin,aquí va:

    El truco, es un juego de naipes o barajas o cartas, proveniente de España arraigado en Argentina y otros lugares del sur de Latinoamérica, es un juego que exige mucha habilidad de mentir, los ladinos, como dicen, tienen las “cartas marcadas” para ganar siempre a partir de las mentiras y las reglas que la sostienen. Cualquier similitud con la realidad de la deuda externa de los pueblos, es un misterio a develar.

    Orlando Vera Cruz, cantautor argentino, más precisamente santafesino, al que hemos recurrido en varias ocasiones para precisar con exactitud y elegancia cuanto queríamos transmitir, hoy, nuevamente lo tenemos. “Cayendo” se denomina el cantar que lleva las palabras que hemos adoptado para titular nuestro Enfoque: “Como pa ganar al truco con un juego de ese modo”, que lo parió, karajo!!!!

    “Asesino y criminal resulta el que no se dobla. ¡Pa´ las gallinas desgranan los maíces de la paciencia! Pa´ cuidar a los paisanos debe ser la policía, pa´ hacer respetar sus cosas, su dignidad, sus vaquitas. Después dicen que los criollos de haraganes pierden todo. ¡Cómo pa´ ganar al truco con un juego de ese modo!”

    Abrazos cooperativos,desde Formosa!!!

    José Yorg

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