La belleza que atesora la complejidad por Gustavo M. Sala


Sospecho que los funcionarios de Cultura (ruego se me permita la doble ironía) que ostentaban cargos en Marzo de 1977 prestaron muy poca atención desde lo artístico al considerado, por los notables de la literatura continental, el ensayo contemporáneo más significativo y que con el tiempo resultara un hito insoslayable dentro del género. Nos estamos refiriendo a La Carta Abierta a la Junta Militar al cumplirse un año del golpe de estado, cuyo autor fue el periodista y novelista rionegrino, oriundo de Choele – Choel, Rodolfo Walsh. Sabido es que dicha obra fue la que determinó la sentencia definitiva, luego de su clandestina difusión, a la vida del eximió autor de Operación Masacre y de Quién Mató a Rosendo. Al mismo tiempo mientras miles de obras de artistas de probado talento eran enviadas a mazmorras plagadas de olvido y humedad cientos de mediocres poetas, ensayistas y escritores eran puestos en vidrieras y escaparates repletos de publicitada pompa y suntuoso orlado. Por fuera de la situación opresiva y opresora, de censura y auto-censura, que se vivía políticamente en Argentina (tal vez resulte exagerado ejemplificar tomando un período histórico tan irregular) poco han cambiado, dentro del ámbito artístico/cultural, aquellas relaciones y conductas despóticas de entonces. En la actualidad cierto formato de clandestinidad se ve reflejado en la web en donde miles de artistas e intelectuales, desplazados de los circuitos económicos y políticos, exponen lo que hacen realimentando un perímetro cultural paralelo, despegado de todas las asechanzas y manipulaciones  burocráticas existentes. Es probable que la democracia no permita determinados comportamientos absolutistas tan extremos, pero no es menos cierto que la visibilización o invisibilización de artistas, (no sólo en las letras sucede, recordemos el cine de entonces, el que vimos, pero sobre todo el que no pudimos ver), sigue dependiendo de factores que poco tienen que ver con el talento para quedar encuadradas en el marco de determinadas relaciones políticas y económicas que faciliten la difusión de sus obras.  
No creamos que la existencia de artistas del establishment y artistas “desterrados” sea una cuestión privativa de nuestro Pago Chico. Si bien, en el marco de un sistema liberal, es imposible que en las grandes urbes tal cosa se implemente taxativamente, debido a que siempre se hallarán salvoconductos y atajos para desarrollar y exhibir la actividad artística, en casos como el nuestro, cuanto más pequeña y cerrada es una sociedad menos chances existen para exponer contenidos quedando la cosa ceñida a un grupo de amigos, conocidos, familiares o como antes mencioné la red de redes. Los medios de comunicación, cooptados por la pauta municipal, se encargan de tapar lo inconveniente y revulsivo, y de brindar lustre a aquello que guarda obediente sintonía ejecutiva. Hemos sido y somos testigos de paupérrimas y limitadas demostraciones artísticas autóctonas y foráneas, muy bien publicitadas por cierto en desmedro de decenas de artistas que nunca estarán incluidos en la consideración oficial. No nos debemos llamar a engaño, si lo hacemos estaríamos pecando de deshonestidad intelectual. Todos los gobiernos, en sus variadas competencias y a lo largo de la historia, han presentado sus listas locales de favorecidos y pordioseros, de recordados y olvidados. Sus prioridades contractuales siempre estarán sujetas a simpatías extracurriculares amén que puntuales nombres, por peso propio, puedan asegurar prestigio en la gestión o una buena renta económica.
El Físico italiano Strato afirmó que sin pensamiento nos es imposible percibir la belleza que atesora la complejidad. Estando de acuerdo con la cita se puede afirmar que cuanto más fronterizo es el menú artístico a percibir menos necesidad de elaboración inteligente requiere. Si yo, como funcionario de cultura, priorizo en mi grilla anual artistas de notoria mediocridad el nivel de exigencia popular no se verá comprometido, en consecuencia, la comodidad en la gestión encontrará su clímax y beneficio. Así, Los mediocres hallarán en nuestro distrito aguas cálidas en donde remojar sus escasos talentos mientras que el “Es lo que Hay” sigue formando parte del acervo cultural dorreguense. En Coronel Dorrego, luego de casi 20 años de tenacidad política de la UCR, praxis y dialéctica a la baja, triunfó el eficiente y domesticador concepto antropológico de que la cultura, aunque sus funcionarios ignoren de qué se trata la cosa. En consecuencia si afinar o no afinar, estudiar o no estudiar, tener talento o no tenerlo, ser creativo o copiar, dan igual, para qué intentar proponer complejidad si no hemos propiciado un público con los sentidos aguzados que recepte y elabore dicha complejidad artística; lo dicho aquí los medios de comunicación cumplen un rol cardinal a favor de dicho amesetamiento. Cuestiones de pertenencia política y cuestiones de resignación artística hacen a la problemática cultural. Ambas conspiran contra la posibilidad de educar y formar al soberano, de elevar el tenor conceptual, de familiarizarse con la hermosa desmesura de la complejidad, por encima de conformarse con la vulgaridad rutinaria que nos ofrece la seguridad de lo probadamente digerible. Como amantes de las bellas artes en todas sus facetas y disciplinas, algunos dorreguenses nos sentimos parias, como diabéticos en dulcería, mal aceptando que nuestro distrito mantiene como contrato social un formato liso y llano, más cercano a lo mercantil y mediático, muy alejado de lo que puede llegar a conmover al espíritu y a la inteligencia.

*Gustavo Marcelo Sala.  -  Editor  -







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