La derecha como sociedad cultural nunca fue derrotada, por eso regresó victoriosa y apabullante.. Dibujos de Alfonso Rodriguez Castelao



El dolor no se cura con resignación



La derecha nunca es democrática y menos republicana. Simple, porque excluye, determina, limita y condena a una gran porción de los ciudadanos, incluso discrimina utilizando perversas tablas de antojadizas calidades. Por caso la herencia y la no herencia. Que arribe vía elecciones es un tema que amerita explicaciones socio-antropológicas y políticas más complejas. Si una sociedad, plebiscito mediante, ha optado en un 80%, en comicios libres y transparentes, eliminar al 20% restante mediante políticas excluyentes o discriminatorias podemos concluir que un mecanismo, que una herramienta democrática y lícita, utilizada perversamente, pierde toda valorización natural, eficacia y eticidad. Lo que es importante analizar es si a nuestra sociedad le interesa tener un ordenamiento democrático, republicano y humanístico que incluye el variopinto de necesidades individuales y colectivas que figuran en todos los vademécum de los discursos electorales. Plantear si esta es una derecha democrática o no es un absurdo que moviliza a la carcajada. Es cotillón neoprogretonto subsidiado que intenta blanquear (moda de los tiempos) las aberraciones e ignominias más fragrantes que puede vivir, con las cuales DEBE convivir por imposición del sistema, una sociedad en donde la extrema y ridícula posverdad ya ha jugado en la mano del relato monopolizado sus barajas más valiosas... Pero mejor pongamos atención a lo que desarrollaba Nocolás Casullo hace 11 años, poco antes de su fallecimiento, en el diario Página 12…



 En el fondo del mar



“La derecha en Occidente constituye un armado modernizante desde una opinión pública mediática expandida diariamente.
Configura el reacomodamiento de un tardo capitalismo, camino hacia otro estado de masas, incluidos amplios segmentos progresistas conservadurizados. Operatoria que busca plantear el fin de las ideologías, el fin de las disputas de clase, el fin de las derechas y las izquierdas, precisamente como premisas disolventes de todo sentido de conciencia sobre lo que realmente sucede con la historia que se pisa. No azarosamente, crece desde que el dominio económico tuvo que endurecer y dividir el planeta, desde los ’80, entre perdedores y ganadores netos.

Lo mediático es hoy su gran operador: el espíritu de época encarnado, diría Hegel. Derecha como Sociedad Cultural que nos cuenta el itinerario de los procesos. Que coloca los referentes y las figuras, y decide cómo encuadrar lo que se tiene que ver y lo que no se tiene que ver. La derecha, desde esta operatividad cultural, es la disolvencia de lugares y memorias. Es un relato estrábico, como política despolitizadora a golpes de primeros planos y títulos sobreimpresos.
Un vaudeville bajo lógica mediática que precisamente suele alcanzar lo que se propone: trasmitir “una realidad nacional” en capítulos, indiferenciada, incorporable a la experiencia plateística donde “todo es posible de darse”. Donde nada es definido ni reconocible, ni da cuenta de algún sentido mayor. Un armado de situaciones a componer y recomponer bajo matriz teleteatral, cuyo objetivo es construir protagonistas esporádicos (como presencias “legalizadas por la cámara”) de corte contrainstitucional y antiinstitucional. Pulverizar desde pantalla –entre comicio y comicio nacional– toda posibilidad de “calidad institucional”, de representación institucional dada, a partir de intereses afectados en alianza con medios de masas primos hermanos.
Si visión de la historia será siempre, por sobre todo, el hallazgo individual. El caso. Los antípodas de las masas como historia. La pobreza: una latente amenaza delictiva, un paisaje de miseria inalterable como tipología geográfica de “lo malo” en la ciudad. La cultura ajena al espectador. El hambre: algo que ya no tendría ideología ni biografía social, un ícono suelto en la vidriera para cualquier retórica del espinel político.

Lo policial: lo que debería incorporarse idealmente, como ortopedia, al núcleo familiar protegido. Un policía al lado mío. El Estado regulador, interventor, recaudador: un espacio ineficiente (ilegitimado), que “gasta mi dinero” y corrupto (por político). La política: un descrédito en manos de zánganos que podría existir como no existir para lo que hace falta. La nota policial: en tanto amedrentación y reclamo de seguridad, pasa a ser el verdadero estado social de la vieja política a cancelar. Lo que escapa a la “Ley y concordia” del mercado. Lo comunitario: una utopía solitaria entre yo, el negocio y “mi bolsillo” (tenga 100 pesos o mil hectáreas adentro). Lo nacional: un espacio a-histórico, siempre al borde del caos que sólo victimiza. Con habitantes nunca representados por nadie, solo por el foco de la cámara, y donde la única noticia es que la política ya ha fallado, siempre, antes de empezar. La nueva comunidad pos-solidaria es ahora una sociedad en tanto arquitectura de servicios que “me debe servir” con la eficiencia modélica de lo privado selecto. Ya no soy parte de la memoria de lo público, de los hospitales sociales y universidades políticas hoy en crisis, sino que me trasvestí en un cliente exigente del otro lado del mostrador. La libertad: el simple pasaje desde el “libre consumidor” al “libre sufragista” sin identidad, alabado por sin partido, por vaciado en cada elección, a punto de comprar algo “genuinamente” entrando al escaparate del cuarto oscuro. La gente: un “yo” sublimado, absuelto en tanto construcción narrativa. Una unidad personal “auténtica”, que representa un muchos en tanto estos muchos no se constituyan en otro tipo de “yo” (como sujeto político identificado), y permanezca como infinita clase media de “empleados” por el capitalismo, en una competitiva y ansiada igualdad de explotados. Lo sindical, lo popular, los desocupados: una realidad indiscernible de hombres de a “grupos”. Algo que debe vivir a distancia de mi vida y que “el Estado no atiende”. Seres organizados para algo que nunca se sabe. Imagen mítica en pantalla con palos y pasamontañas. No blancos, peligrosos en conjunto, dirigidos por vagos, punteros, jefes de barriadas y líderes pagados. Un otro cultural y existencial que como nunca, en la Argentina de la plenitud informativa y formativa, ha alcanzado casi el apogeo de una lucha cultural de clases de lo gorila sobre lo peronista, como un racismo no disimulado sobre lo popular, gremial y piquetero: universo de la negatividad política, del voto subnormal y de politizados a propinas.

La última lección del maestro



Sobre este tablero mediático hegemónico, la nueva derecha, hoy como semilla de república agroconservadora, juega siempre de local. El trabajo del sentido común, de ver el mundo, le viene ya dado. Y desde ahí aspira ahora a convertirse en bloque social histórico, desde sus núcleos de neorrentistas, nuevos arrendatarios y bisoños inversionistas especuladores que le amplían sin duda el campo cultural de ciudadanía”.

Supervivientes




Biografía de Alfonso Rodriguez Castelao




Comentarios

  1. Impecable. Que preciso es este texto, Gustavo. Molesto por su verdad, pero para coleccionar. Cada oración de Casullo me irrita por su densidad y correspondencia irrefutable.
    Es cierto, el Neoliberalismo en tanto fase suprema del capital nos legó una maldita y eficiente derecha cultural , con fundamentos complicados de deconstruir y consolidacion sin pausa.
    Pero vuelvo a preguntarme lo de siempre: la oferta enlatada para consumo social es comprobable...pero tiene que preexistir un acuerdo de partes entre oferente y consumidor. La voluntad personal de vivir en la Matrix es electiva, finalmente.Porque algo que no puede ser reinventado es la nocion de Justicia e Injusticia que traemos dentro. Esa, casi que viene en el paquete biológico de cada quien. Lo que si creo que podemos hacer es ignorarla, después de sopesar beneficios y contras egoistas.
    Y acerca de la desaparición de la voluntad por lo gregario,
    un ejemplo de ayer mismo: de las centenas de gente suelta que concurrimos a Tribunales en apoyo a Ramos Padilla, la inmensa mayoria se reconocio escasa,insuficiente, intrascendente. Todos se preguntaban ¿Por qué somos tan pocos?¿Por qué no confluyeron columnas de orgánicos de partidos? Las imágenes televisivas magnificaran números pero te aseguro que éramos 1500/ 2000 personas, de entre 50 a 80 años, no había prácticamente jovenes.
    La respuesta cae por su propio peso. Más allá de que no había permiso oficial para manifestar y en el Congreso se había dispuesto un cordón más que disuasorio mientras Ramos Padilla daba su informe a la comision ( a las 18.10 horas todavia vigilaban 14 camiones de asalto, 1 camión hidrante, una decena de motos, profusa infantería "robocop"- hurto a ram su imagen -)...el individuo solitario debe comprender que, el mismo, se sustrajo de un colectivo, por tanto no puede esperar que verdaderos colectivos vengan en su auxilio. Esos colectivos orgánicos no son parte de una Cajita Feliz, no vienen en un combo que compro cómodamente desde mi hogar (como me indigne oportunamente por el "individuo telematico" de Baudrillard, que equivocada estaba).
    La gente que concurrió era visiblemente ilustrada (profesionales liberales, profesores, periodistas, etc)...pero pese a su alto grado educativo...no comprendían la razón de por que no eran secundados por jovenes y columnas bullangueras y vitales.
    Y...no...no funciona así lo gregario. No es una sumatoria aluvional de ocasión. Se construye por objetivos y con determinación.
    Todos, absolutamente todos, tenemos rastros de alienación neoliberal en el cuerpo a estas alturas. Ser consumidores (de lo que fuere) nos muto el ADN. Todos esperamos ser servidos. Triste, pero real.
    Al menos, mientras no surja con potencia una utopía a la cual, por una puta vez, no le pidamos obligada contraprestación ni factura y por el contrario sirvamos desinteresada y apasionadamente. Porque no se tratará ya de la atracción magnética de un líder sino de una idea bien construida, nunca surgida de la aleatoria voluntad de un dirigente.
    Saludos cordialisimos.

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    1. Claudia: Casullo es una daga sanadora. Es la daga que te saca la bala que tenés incrustada. Poco leído tristemente, bastante olvidado, como los muchachos de Carta Abierta.. De vez en cuando los traigo. Si tuviera que recomendar un libro de Casullo me parece que las 500 páginas de Las Cuestiones desarrolla y relaciona brillantemente todos los tópicos de la contemporaneidad que lo preocupaban. Saludos y gracias por estar siempre mejorando y dándole brillo al espacio

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    2. Hola, Gustavo. Tuve la suerte de tener a Casullo como profesor titular en Comunicación Social en los 90. Pero creo que la pasión de ese hombre , que gestual y oralmente pasaba por mesurado (un ingenuo equivoco porque el tipo era un apasionado), no pudo ser secundada por idéntica pasión entre sus docentes adjuntos. En aquel entonces me preguntaba por el eje de ese recorrido bibliográfico que Casullo proponia (¿adonde quiere llegar este tipo? - mi mente algo cuadrada interrogaba -). El lo tenía muy claro y la prueba es la vigencia de su obra. En los años 2000 Casullo fue redescubierto en las universidades del interior donde precisamente yo me hallaba viviendo y , nuevamente, me tope con su influencia (quizas por una gracia del destino, sus palabras me perseguian a la espera de ser comprendidas al fin). Suerte que aquello que no entendimos muchos alumnos en su momento pueda ser revisado hoy que las canas nos volvieron menos impacientes y más receptivos. Un gran saludo.

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