Nada nuevo propone la plutocracia vernácula, sin embargo logró imponer su reincidencia cual si fuera creación




Daikokuten, Dios de la Riqueza de Kazuo Shiraga,


Los sectores dominantes argentinos y su deriva histórica – Por Juan Carlos Aguiló, Docente e Investigador de la UNCuyo, para La Tecl@ Eñe

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Por un lado, queremos detenernos brevemente en los discursos y acciones xenófobas que desplegaban las elites nacionales por aquellas primeras décadas del Siglo pasado. Éstas ya habían logrado unos años antes la sanción de las ejemplificadoras leyes de expulsión de extranjeros indeseables para los “inmaculados” valores nacionales que, obviamente, la oligarquía terrateniente suponía que representaba a cabalidad. No es posible dejar de mencionar que estas posiciones ideológicas frente a las “apatridas” organizaciones obreras de la época que osaban reclamar por mejores salarios, reducción de la jornada laboral, condiciones de trabajo digno, entre otras medidas, resuenan y reaparecen en las pretendidas políticas de expulsión de extranjeros que impulsa el actual gobierno nacional de la mano de sus más conspicuas figuras que, no por casualidad, son descendientes directos de las figuras prominentes de la oligarquía terrateniente de principios del Siglo XX.
En el pensamiento de aquellas figuras liberales de la Argentina de aquel período también podemos encontrar los antecedentes de la renovada demagogia punitivista que sobre jóvenes y adolescentes agita la coalición de derecha gobernante en los inicios de este año electoral que promete poner en el debate temas centrales en las cosmovisiones ideológicas en disputa sobre el presente y el futuro de nuestro país. No está de más recordar que aquellos liberales clásicos proponían educación y encierro para los “menores” que delinquían en su gran mayoría provenientes de familias obreras empobrecidas por las condiciones de explotación que imponía el liberalismo oligárquico argentino. Sus intelectuales, al igual que en nuestros días, operaban culpabilizando a los obreros y sus familias de sus condiciones de miseria y explotación. Los “vicios morales” de los sectores subalternos era la fundamentación favorita a la hora de explicar las consecuencias de la cuestión social en la Argentina: “La familia del obrero esta inhabilitada (…) para educar convenientemente a sus hijos (…) Hijo del conventillo, que no sabe cómo ni donde pasar unos ocios obligados que lo arrastran ya a la mendicidad en las calles para obtener dinero con que aplacar vigilias; ya la pillería descarada; ya a la venta de papel impreso”. Estas ideas, junto a las de Carlos Octavio Bunge y Alberto Meyer Arana entre otros, impregnaron los fundamentos de la Ley del Patronato de Menores de 1919.  En definitiva, la consabida combinación de beneficencia, represión, expulsión y encierro que caracterizó y caracteriza al pensamiento liberal clásico y, como no podía ser de otra manera, a los liberales nacionales cuando deben enfrentar las manifestaciones de la cuestión social. Es decir, nada nuevo están inventando los descendientes de aquellos referentes oligárquicos y los políticos cooptados por los sectores dominantes actuales. Presentan en clave neoliberal, matizada con la correspondiente dosis de emprendedorismo y autosuperación, la visión culpabilizante y denigratoria sobre los sectores populares, y xenófoba y represiva sobre las poblaciones de extranjeros que llegan a nuestro suelo. Imposible que aparezca entonces, en estos personeros, la posibilidad de entender que las condiciones materiales de existencia que producen marginalidad, pobreza y exclusión son generadas por la dinámica de acumulación de un modelo económico concentrador de la riqueza y generador de desigualdades económicas y sociales.
En coherencia con sus ideas filantrópicas moralizantes para la pobreza “merecedora” y punitivistas para quienes osan cuestionar los fundamentos del sistema económico, las elites nacionales presentan la característica de ubicarse y proponerse como los hacedores de la grandeza del país y los únicos generadores de riqueza y prosperidad. Es posible encontrar una larga trayectoria de discursos que intentan hallar una falencia en el desarrollo nacional que le ha imposibilitado alcanzar los destinos de grandeza a los que estábamos destinados si hubiésemos mantenido los parámetros del liberalismo oligárquico agroexportador sin afectarlos por los “desvíos populistas”. En algunas vertientes mas sofisticadas, pero no por esto menos esencialistas, se ha fundamentado que son las tendencias irrefrenables a la “anomia” las que han conducido al fracaso de la Argentina como sociedad desarrollada. Si se detiene el análisis en estas últimas versiones, es posible encontrar que, más allá de las sofisticaciones intelectuales, los argumentos son similares.
Estas últimas explicaciones han reaparecido en nuestro días en versiones que, con diferentes niveles de elaboración, acuden a la “deriva populista” (léase los periodos históricos en los cuales el Estado Nacional ha regulado las relaciones económicas para generar condiciones de desarrollo social más igualitarios e inclusivos) para una vez más esbozar una explicación ante el estrepitoso fracaso en términos económicos y sociales del modelo económico neoliberal y conservador reintroducido a partir de diciembre de 2015. Al igual que en sus respuestas xenófobas, represivas y punitivistas, no son originales los personeros de la derecha actual en cuanto a intentar rescatar un supuesto periodo glorioso de la historia nacional en términos de crecimiento económico. Es posible encontrar abundante literatura que reivindica al periodo 1880-1916 como el periodo de mayor desarrollo de la historia nacional; como si el crecimiento económico que pudo haberse alcanzado en ese modelo histórico fuera suficiente para opacar las condiciones de explotación y marginalidad que afectaron a las clases trabajadoras en esa etapa en la Argentina. Para estos apologetas del liberalismo oligárquico argentino, la deriva populista comenzó con la sanción de la ley del voto universal, secreto y obligatorio para los varones mayores de 18 años (Ley Sáenz Peña de 1912) y la llegada al poder de Hipólito Yrigoyen. Es evidente entonces, que las experiencias peronistas con sus políticas de regulación económica y ampliación de derechos civiles y sociales seas las favoritas en su demonización.
Este breve recordatorio de las fuentes en las que abreva una parte del entramado ideológico que sustenta al modelo de acumulación actual y los sectores dominantes que de él se benefician tiene como objeto mostrar las continuidades que a lo largo de nuestra historia ha sostenido la clase dominante que, a pesar del esfuerzo intentado en algunos periodos históricos, no logró conformarse como una burguesía nacional que co-liderara junto a los sectores obreros organizados y las clases medias un proceso de desarrollo nacional con inclusión social. Es destacable que muchos de los herederos de las familias que desde la década del 30 del siglo pasado apostaron por el desarrollo de empresas e industrias cuya producción tuviese como destino el mercado interno, han liquidado esas pertenencias y pasado a engrosar la fila de los especuladores financieros que valorizan sus activos en guaridas financieras internacionales. Tal vez por esto último no debería llamar la atención que hayan permitido la concentración y extranjerización de las empresas nacionales: sus abuelos y padres vieron crecer sus firmas al calor de la protección del mercado interno, los créditos subsidiados y las prebendas estatales, los nietos se han desprendido de las mismas y apuestan sin escrúpulos al modelo de valorización financiera y extranjerización del capital. En estos momentos en que ya sin intermediación de la clase política se han hecho cargo de los instrumentos del Estado para continuar incrementado sus fortunas, apelan nuevamente al remanido discurso de encontrar un periodo glorioso en la etapa liberal-oligárquica agroexportadora. No esperemos que reconozcan que en el inicio de sus empresas, en los momentos de la promoción del desarrollo nacional a partir de la segunda mitad del siglo XX, fueron acompañados y subsidiados por el Estado Nacional, es decir la sociedad toda y que luego, en periodos sucesivos, supieron incidir para que se condonasen sus deudas internacionales y sostener de manera prebendaria el crecimiento de sus firmas. Cuando las tendencias internacionales cambiaron se desprendieron de ellas a manos extranjeras y fugaron sus ganancias a las guaridas fiscales. Solo muy pocos lograron trascender las fronteras nacionales en las décadas en las que la apertura económica y la globalización financiera internacional imponían sus reglas.
Debemos decirlo en forma contundente, no han estado a la altura de ser actores centrales de un desarrollo nacional que a partir de un consenso distributivo hubiese conducido al país a un crecimiento económico con una justa distribución de la riqueza. Hoy apelan nuevamente a viejas recetas reíficadas en clave neoliberal pretendiendo endilgar su fracaso a la clase trabajadora y los sectores populares cuando han sido éstos los generadores de los momentos expansivos en términos de riqueza nacional y bienestar de las mayorías. No permitamos que este discurso falaz, autocomplaciente y destructivo prospere en las explicaciones de la historia nacional.

Lectura Anexa:

Ya lo advertía Nicolás Casullo en Mayo del 2008 - EMPECEMOS A DISCUTIR LA DERECHA




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