OSVALDO BAYER “lo cobarde de mi valentía es que me duele ver a los puros de corazón vivir de las fiebres de mi frente…”
En política
existen batallas visibles e invisibles. Las visibles son las más sencillas de
refutar, acaso las más evidentes, podemos ganar o perder, las invisibles son
las más complicadas ya que se dan cuando comenzamos de manera imperceptible a
pensar como el enemigo. Allí está el problema, pensar como el enemigo para
obtener los favores de un colectivo que nos considera enemigos. Y no hablo de
la utilización de las mismas herramientas que el enemigo, las herramientas son
en la medida de los paradigmas, me refiero a un concepto eminentemente
político-cultural. El pensar como lo hace nuestro enemigo lleva a nuestro
propio aniquilamiento como colectivo político y como individuos sentipensantes dentro de ese colectivo. Y es allí a donde apunta el
enemigo para asegurarse la victoria. Actuar como el enemigo no es pensar como
el enemigo. Es solo una estrategia. Pensar como el enemigo es simplemente
asumir la derrota de la batalla invisible.
Y como bien escribió Rodolfo Braceli sobre Osvaldo Bayer “... estamos frente a uno de los intensos del mundo, los que saben y siente que pecar más que necesario es imprescindible, porque sin el pecado el mundo de los humanos ya hubiera sucumbido en un desmayo en cadena, masivo, sin retorno, que reemplazaría cualquier clase de Apocalipsis. Pecado es no pecar, pecado mortal, definitivamente mortal. No hay peor pecado que el que no se comete, así en la tierra como en la tierra...”
Osvaldo jamás pensó como el
enemigo, debido a eso sobrevivió del aniquilamiento y seguirá sobreviviendo,
observemos tan solo cómo y de qué manera más siniestra, a las pocas horas de su
partida hacia el cosmos infinito del recuerdo, los abyectos mediáticos y oligopólicos intentaron
subrepticiamente tomarlo para sí y
sacarlo del ataúd en donde lo había colocado durante los últimos 15 años…
Escribió Bayer: “A veces no
sé si soy egoísta. Predico mi valentía y cuando veo que me siguen, los convenzo
para que me dejen. Esto es lo cobarde de mi valentía, me duele ver a los puros
de corazón vivir de las fiebres de mi frente… “
“Mis músculos son
poderosos cuando abrazan,
mil labios son hermosos
cuando besan,
mis palabras son bellas
sólo cuando aman,
los pobres me dan
limosna,
los ricos me envidian.
¡Mujeres!
En mis palabras
beberéis del vino más
puro
y las mieles de los
prados,
en mis palabras siempre
estará
el poeta del sombrero de
alas anchas..”
Continúa Braceli hablando sobre Bayer: “En Bayer como en Walsh, la
militancia encarnó en la literatura o viceversa, la literatura dispuesta a
inmolarse en la acción, la palabra hasta las últimas consecuencias, la palabra
sin red, la palabra que cuesta la cárcel, el exilio o la vida. Una palabra
arrojada así de ese modo en el mundo no puede no ser poesía..
Qué duda cabe que Osvaldo es un poeta, es su forma de estar dentro del
mundo, poeta de cuerpo y de palabra sobre esas causas perdidas socavadas por la
obscena desmemoria, esas causas que nuestros pulpos medios de descomunicación
ningunean, minimizan y ocultan si asco. Justamente poesía de entrega discreta,
sin alardes, sin mediáticos heroísmos. Honra y merece el aire que respira, hace
poesía al andar, no le baja la mirada al abismo, salta sin red, insiste en
machacar sin ser por ello reiterativo. Reiterativa es la crueldad y la
“asesinación” consumada por el neoconservadurismo, por el neoliberalismo, por
el neodesguace, por la neobuitredad. Bayer es el poema, nada más arriesgado que
la poesía de las acciones concretas en este valle de lágrimas propiciadas en
estos asfaltos sembrados de hipocresías, agachadas, mutaciones oportunistas, de
alevosa desmemoria convalidada por la incoherencia convertida en hábito”.
“Entrando al siglo XXI después de Cristo éramos un agujero con
forma de mapa, un conato de país que milagrosamente conservaba sus nueve letras
del apellido. Este entretenido sitio había sido “rifatizado” con el fervor de
la impunidad, saqueado más adentro que desde afuera, entregado obscenamente,
loteado al peor postor en sus reservas energéticas, donado a rajacincha. Un
poco más atrás, hacia mediados de 1976, este sitio fue desangrado, violado en
sus vidas y en sus muertes al compás de una complaciente indiferencia civil,
empresarial, ruralista, mediática, eclesiástica, indiferencia que por extendida
y general ni disminuye un gramo en su criminalidad. El caso es que la violación
de vidas y muertes no fue suficiente, encima se robaron criaturas desde la
placenta, por cientos se las robaron. La cuestión es que aquí no quedaron ni
los mástiles, desgracia con suerte, acaso aliviadora ¿Qué bandera hubiéramos
izado?...
Aquí hay un emporio derechas y una manga de izquierdas, pero con una
diferencia capital: las derechas son opciones camufladas en los grandes
partidos. Hay derechas explícitas y derechas que no lo parecen. Estas y
aquellas tienen un rasgo sólido en común: siempre se juntan, no descansan, ni
en los días de guardar, y guardan siempre.
En cuanto a las izquierdas de la Izquierda: decir que esto es un
archipiélago resulta en el fondo una especie de autoelogio. Observando la
implacable coherencia de Bayer podemos advertir que aquí, a lo largo de
décadas, las izquierdas han insistido en confundir estribillo con ideología.
Entre la vanidad y el capricho, cada brote de izquierda o de progresismo se
autodecapita antes, mucho antes de despuntar y probarse en gestión concreta. La
pavorosa capacidad para el suicidio temprano hace que las izquierdas de esta
presunta izquierda nacional no necesiten de enemigos. Al enemigo, vuelta a
vuelta, le ahorra el trabajo. En realidad nuestras izquierdas no mueran jóvenes
ni niñas, no pasan del conato, del presentimiento prenatal, son esquirlas de
una cascote inocuo, esquirlas de ética intermitente.
En cambio Bayer ha hecho una ética de la ideología, moral que aflora
constante y porfiada en sus escritos y en su hacer.
Sucede que padecemos por estos Pagos una suerte desertores que sin
embargo se las arreglan para figurar y estar al frente de los canto de utopía.
Ya no se puede juzgar más a la piedra ni perdonarle nada, basta de echarle la
culpa de la pedrada. Pienso y siento que muchos menos que pocos pueden afirmar
por la mañana “yo soy de izquierda”. Eso “soy de izquierda” sólo se puede
sostener al final del día, después de revisarnos la jornada, después de ver que
dijimos con las palabras y qué hicimos con las acciones, después de ver qué
trecho hay entre nuestros dichos y nuestros hechos…”
(una de las últimas entrevistas realizadas al
maestro)
Los fusiladores, los asesinos y los criminales, castrenses y civiles de la patagonia regresaron
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