“El gobierno pensó que con el aborto podía entretener a la población, pero le falló el cálculo (Dora Barrancos, historiadora, socióloga y referente feminista)
Fuente Revista La
Tinta
La historiadora, socióloga y referente feminista recorre la historia de
la lucha por el derecho al aborto, analiza la coyuntura que habilitó el debate
parlamentario y las próximas luchas en la agenda política del feminismo.
“La ciudadanía
supone soberanía. Si no hay decisión sobre el propio cuerpo, la ciudadanía está
en mengua. El derecho al aborto es un derecho humano y básico”, explica Dora
Barrancos. Entre metáforas y términos académicos, se hace entender con
facilidad, rasgo que tal vez traiga de su trayectoria como docente: desde su
juventud como maestra de escuelas públicas, hasta su larga experiencia como
profesora en universidades nacionales. Fue una de las pioneras en el estudio de
la historia de las mujeres y las sexualidades disidentes en Argentina desde
fines del siglo pasado y se le forma una sonrisa amplia al hablar del
“importante relevo generacional” que advierte en las feministas de esta época.
En su casa porteña,
las habitaciones son grandes y acogedoras, con ventanales que llegan hasta el
techo y dejan entrar toda la luz de la media tarde. Se ubica en uno de los
sillones de la sala de estar y se acomoda para hablar largo y tendido. Se
presenta como “historiadora y socióloga”, pero su currículum es mucho más
extenso que eso. En la década del 60, estudió la -por entonces- nueva carrera
de Sociología en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y fue parte de la
“generación que quebrantó la menguada participación de las mujeres en la
Universidad”. Durante la última dictadura militar, civil y religiosa, debió
exiliarse a Brasil por su compromiso con la Juventud Peronista, espacio del
cual se alejó cuando volvió al país, una vez repuesta la democracia. Reconoce
que fue en Brasil donde se vinculó al movimiento feminista, a Michel Foucault y
a la historia como campo de estudio.
Después de obtener
una maestría en Educación y un doctorado en Historia en instituciones
brasileras, fue Directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de
Género de la de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Actualmente dirige
el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en
representación de las Ciencias Sociales y Humanas. En esta entrevista con
Revista Zoom, recorre la historia de la lucha por el derecho al aborto, analiza
la coyuntura política que habilitó el debate parlamentario y las próximas
luchas en la agenda política del feminismo.
—¿Cuándo
podemos ubicar los inicios del debate por el derecho al aborto en Argentina?
—El debate sobre el
aborto, como cuestión pública, es muy reciente. Ahora, que no hubiera debate
público no quiere decir que no se debatiera. Cuando yo era joven, era muy común
el punto de vista favorable al aborto que teníamos las de mi generación. Sin
embargo, no tenía una expresión de gran debate público, que sólo pudo venir a
tono después de la recuperación democrática, con el renacimiento de diversos
cauces feministas.
La agenda principal del feminismo fue la violencia y
produjo una serie de leyes: la primera de violencia doméstica y la más
reciente, que es contra todas formas de violencia, la 26.485. El aborto no
estuvo entre los elementos más importantes de la agenda hasta que se formaron
grupos específicos de feministas. Puedo recordar muchos núcleos, como puede
ser el Foro por los Derechos Sexuales y Reproductivos, y después una
Coordinadora por el Derecho al Aborto. Hasta que hubo un paso muy notable con
los talleres sobre aborto en los Encuentros Nacionales de Mujeres. Yo creo que
eso fue una contribución fundamental para su debate público. De los encuentros
surgió l primera pro-forma de la campaña nacional, que coaguló en 2005 y que se
extendió con muchísima fuerza. Así llegamos al debate en el Congreso, por
primera vez en nuestra historia.
—¿Hubo un cambio de
paradigma para llegar a poner el aborto en la agenda del feminismo y de la
política en general?
—Lo que sí cambió como paradigma en la segunda ola
del feminismo, que arranca en los años 60, fue el reconocimiento del cuerpo.
Las feministas se dieron cuenta de que tenían cuerpo y de que el cuerpo era el
campo fundamental en donde se acertaban las claves de la lucha antipatriarcal.
Se dieron cuenta de que la forzosa norma de ser madres era una forma de la
violencia.
—¿A qué se debe ese
“renacimiento” del feminismo con la vuelta de la democracia?
—Entre las
generaciones de los ´60 y ´70 y las actuales, ocurrieron grandes cambios
sociales y culturales. Los cauces feministas se ensancharon de forma
significativa para que otros sujetos se aliaran también a reclamar sus
derechos. Me refiero a los sujetos de sexualidades disidentes, lo que fue una
enorme contribución para la visibilidad y reconocimiento de esas personas que
estaban también en las márgenes de la sociedad. Estos cambios culturales fueron
muy profundos también en un orden: creo que hay un sentido más aguzado del
derecho a la sexualidad en las más jóvenes. Se construyó una subjetividad
contradictoria e insurgente con respecto al “establishment moral” que
corresponde a la madre o a la abuela. Me parece que las jóvenes, aunque no
hayan leído ni una página de feminismo teórico, tomaron esa clara decisión
interna de: “Conmigo no va a pasar lo mismo”. Las generaciones anteriores de
mujeres tuvieron que pagar su sexualidad, evitarla, no ponerla en evidencia o
no experimentarla.
—Usted desarrolló
sobre derecho al pleno goce de la sexualidad. ¿Cómo se relaciona con el derecho
al aborto?
—Toda mujer o cuerpo en condición de gestar que
tiene relaciones heterosexuales, convive con la sombra de la posibilidad de un
embarazo no deseado porque no existen métodos anticonceptivos infalibles. En el
80% de los casos, el embarazo es una contingencia y no la voluntad de la
gestante. Cuando estaba en Brasil, tuve acceso a un trabajo que se hizo con
mujeres de sectores populares y que reconocían que sólo con la menopausia se
dieron el derecho a una sexualidad mucho más estridente, por así decirlo. Ahí
viene una cuestión: el patriarcado implica la inhibición del goce sexual de las
mujeres por el mandato reproductivo. El acto sexual, para ellas, es sólo para
tener hijos. Para esta ocasión,
en que seguramente ganemos el derecho al aborto, el Estado le devolverá a las
mujeres el derecho a su sexualidad. Estará mucho más retirada la posibilidad de
quedar embarazadas sin quererlo porque, si ocurriera, habrá una asistencia
digna, con todas las características de la legalidad y no de la clandestinidad.
—Nombró a las
jóvenes. ¿Qué opina sobre las adolescentes que se sienten convocadas al
feminismo?
—Hay un cambio
extraordinario y generacional. Esa vigilia que fue desde el 13 de junio al día
siguiente durante el debate de la ley en el Congreso, fue de lo más relevante.
Reordenó el propio debate en la cámara, porque fue una instancia de
interpelación a las y los representantes. Yo estoy
segura de que esa vigilia de tantísimas jóvenes –y algunas más grandes, desde
luego-, fue decisiva para la positividad del voto de algunos representantes. Yo
creo que está labrándose en estos días una página formidable de la historia de
las mujeres en Argentina.
—¿Cree que la
coyuntura política actual dio lugar al debate por el derecho al aborto?
—Sí. Yo creo que el
gobierno pensó que con esto podía entretener un tiempo a la población. Falló un
cálculo ahí. No midió el grado de acatamiento en la subjetividad de tantas
mujeres. No quiero referirme a la ambigüedad del presidente, pero, de todas
maneras, llama la atención. Cuando un gobierno efectivamente manda, autoriza,
que su bancada trate una ley, es para apoyarla. Es la primera vez que esto no
ocurrió. Una piensa en Alfonsín y el divorcio vincular, en los mandatos
Kirchner y en la ley de Matrimonio Igualitario y la de Identidad de Género.
—Este debate abrió
las aguas también dentro de las filas del PRO. Un caso a resaltar es el de la
diputada Silvia Lospennato, que defendió el proyecto de ley. ¿Cree que es
posible un feminismo desde la ideología que plantea el macrismo, de tono
“neoliberal”?
—Sí, lo es. Yo
recuerdo, por ejemplo, las fraguas de sentidos de género atribuidas a un
supuesto progresismo del gobierno del PAN (Partido Acción Nacional) de Vicente
Fox, en México, que usaba el “todas y todos” y tenía cuadros políticos muy
fundados en el feminismo y en teoría de género. No es ínsito ser feminista, ser
libertaria y tener opinión de izquierda. En el caso de la diputada Lospennato,
debemos subrayar que, en esta perspectiva, se comportó como una auténtica
liberal. Las auténticas liberales en EEUU acompañaron estos derechos, que
finalmente son derechos de soberanía que los trajo a la vida política el propio
liberalismo. Aquí viene el comentario inexorable: yo no creo que este gobierno
sea de liberales o de neoliberales. Me permito sostener que hay mucha más
vertiente conservadora que propiamente liberal, como pasó en todo el transcurso
del liberalismo en Argentina. No tiene las características de distribución de
intereses de aquellos que abogan por el mercado. Hay un grupo de favorecidos
con esta política, es un mercado acotado a determinado tipo de negociantes. No
entran todos.
—¿Y qué opina con respecto al Senado, para el momento
que trate la ley? ¿Lo ve como un espacio meramente conservador?
—Es una cámara más pequeña, con lógicas de trabajo
muy diferentes, mucho menos cooperativas que en la Cámara de Diputados. Además,
tiene una presión directa, porque son representantes de provincias. Ahí se
expresan con mucha fuerza las jerarquías de la Iglesia, entonces hay una suerte
de coacción inhabilitante para el estado de opinión autónoma. Históricamente el
Senado tuvo más posturas regresivas que progresivas y, aunque cambió mucho por
la composición política, se ve muy bien que hay más fuerzas conservadoras que
progresistas. Pero yo estoy muy confiada, creo que estaremos ajustadas con los
votos, pero victoriosas.
—¿Cuáles serán las
próximas luchas del feminismo?
—Yo veo dos. Una
muy clara es en torno a igualar las oportunidades en el mercado laboral para
las mujeres. Las feministas no estuvimos tan atentas a la segregación en el
mercado laboral, no organizamos movilizaciones para acabar con el tremendo gap
salarial, para que haya más mujeres piloteando aviones, embarcadas o que se
dediquen a trabajar con tecnologías, espacios mucho más favorables a la
admisión de varones. La otra es el reparto igualitario de los cuidados. Los
cuerpos de mujeres no pueden soportar más el hecho de que el 85% de toda la
incumbencia doméstica recaiga en un cuerpo femenino. Estamos muy próximos a que
la expectativa de vida aumente mucho más. Entonces, es evidente que las mujeres
tienen que quedar, en buena medida, liberadas de esa tremenda responsabilidad
de asistir a todas las generaciones, con contribución por parte del propio
Estado para resolverlo.
Dora Barrancos
Debatir en el 2018 algo como ella expone ya había sido debatido en el siglo anterior, en los 60's no es un síntoma de gran ebullición de ideas es tener el reloj atrasado(También sucedió en Irlanda del Norte hace poco), sin embargo es mejor que se confronte y se resuelva antes de que quede en el limbo . Si no alcanzo’ como entretenimiento siempre se puede debatir alguna otra obviedad , la educación laica, la libre navegabilidad de los ríos, el modelo planetario. Al final si’, tiro’ un asunto de vanguardia porque ciertamente , aún está pendiente en todo el mundo: La igualdad salarial como ella dice la "gap" (brecha / grieta / zanjón sería más adecuado ) entre el hombre y la mujer para igual puesto ,responsabilidad y desempeño
ResponderEliminarDora Barrancos, siempre tan clara en sus exposiciones.
ResponderEliminarAbrazo,
Esther