El neoliberalismo sostiene la idea de que la universidad no solo tiene que producir cualificaciones para el mercado sino que ella misma debe ser un mercado (Boaventura de Souza Santos, Dr. en Sociología del Derecho)
“La universidad
puede ser un campo para articular la resistencia”
El reconocido
sociólogo Boaventura de Sousa Santos brindó un discurso en Córdoba durante la
inauguración de la CRES 2018 en la que analizó el contexto actual a nivel
global y el lugar que ocupan las universidades como blancos del neoliberalismo.
“Cuanto más agresivo es el capitalismo, más necesita de racismo, colonialismo y
patriarcado. Es por eso que la lucha tiene que ser integrada”, dijo. Para ello,
propone refundar las universidades como espacios de encuentro y reconocer los
conocimientos que poseen los movimientos sociales y las comunidades excluidas.
Por Lucía Maina
para La tinta
Fuente
Desde su propuesta
de las “epistemologías del sur”, el reconocido sociólogo portugués
Boaventura de Sousa Santos realiza una profunda crítica a la cultura occidental
dominante y a la arrogancia de la universidad y la ciencia al concebirse como
única fuente de conocimiento frente a la diversidad de saberes que existen en
la sociedad. La semana pasada, brindó una conferencia en la inauguración de la
Conferencia Regional de Educación Superior CRES 2018, donde analizó las
características del capitalismo actual y propuso radicalizar la lucha de
las universidades no solo para detener su mercantilización sino también para
que las mismas sean espacios de resistencia y encuentro de movimientos sociales
y comunidades excluidas.
Además de ser
Doctor en Sociología del Derecho y Doctor Honoris Causa por la Universidad
Nacional de Córdoba, De Sousa Santos es también un “activista de la
universidad”, como el mismo se definió el pasado lunes 11 de junio frente a las
miles de personas de toda América Latina reunidas en la CRES 2018. Desde allí,
reflexionó sobre las dificultades y desafíos que las universidades deben
enfrentar hoy a la luz del centenario de la Reforma de 1918 y de los cincuenta
años de mayo del ´68.
“Si los estudiantes
de 1918 estuvieran acá, si fuéramos nosotros, ¿cuál sería nuestra
responsabilidad para hacer las nuevas reformas que son necesarias?”. Con esta
pregunta, el pensador de Portugal inició su conferencia para remarcar que
conmemorar el centenario de la Reforma exige pensar en el actual contexto social,
del mismo modo en que los reformistas lo hicieron en su tiempo para proponer
una verdadera transformación en las universidades del continente.
“Hoy en día es muy
importante que sepamos en contra de qué estamos. Tenemos que ir a la raíz de
los movimientos para pensar cómo estamos hoy posicionados en nuestras luchas”,
señaló para destacar que muchas veces estos movimientos de ruptura son
descontextualizados en el presente.
“Tenemos que
admitir que estamos en un contexto que quizás es más fuerte, más poderoso que
el contexto de Córdoba del ´18 y de mayo del ´68. Porque de alguna manera el
comienzo del siglo era también toda la turbulencia de la revolución rusa y
empezaba otro momento político, aquí en el continente también había una
esperanza de una sociedad que empezaba a democratizarse con todos los dolores
que eso implica. En mayo del ´68 estaba la idea de una alternativa socialista.
En ese entonces había un contexto que permitía alternativa. Nuestro contexto es
un poco más complicado porque parece que el capitalismo ganó a todos los
adversarios, es un capitalismo sin miedo, que implica que toda la gente puede
tener miedo excepto una pequeña minoría de un 1 por ciento. Es realmente un
enemigo muy fuerte”, expresó al analizar la época actual.
Y agregó: “En
este momento el neoliberalismo está siendo epistemológico, quiere decir que es
una política sin alternativas (…) esta ausencia de alternativas que el
neoliberalismo intenta producir todos los días en nuestras cabezas con el
monopolio de los medios. Y si no hay alternativas no hay política. Por eso
muchas de las medidas en contra de la universidad pública no parecen políticas,
son recortes financieros. Pero lo que está detrás es esta idea de que la
universidad puede ser un fermento de alternativas y resistencias”, expresó el
intelectual en el estadio del Orfeo ante una multitud.
Capitalismo
universitario o bien común
El intelectual
remarcó que estamos en el marco de un dominio total del capital financiero
sobre otras formas de capital: “Hoy vivimos la primacía de los derechos de los
mercados por sobre todos los derechos humanos. La universidad ha sido un punto
de resistencia a esto, y en esa medida es un blanco para el neoliberalismo, que
lo que quiere es que el derecho del mercado tenga primacía también dentro de la
universidad”.
En ese marco, llamó
“capitalismo universitario” al modelo que se está intentado imponer y que se
relaciona con los intentos de privatización y con “la idea de que la
universidad no solo tiene que producir cualificaciones para el mercado sino que
ella misma debe ser un mercado, y para ello debe ser gobernada como una
empresa”. “Si dejamos que todo el conocimiento tenga que tener un valor de
mercado, entonces no hay futuro para la universidad”, advirtió.
Según el sociólogo,
otro de los motivos que vuelven a la universidad un peligro para el
neoliberalismo de nuestra época es que ofrece la posibilidad de analizar
el pasado y el presente con vistas a otro futuro, cuestionando así el presente
eterno y una sociedad sin memoria que busca imponerse desde el poder. A ello se
suma su rol en la creación de un proyecto nacional y, en todo caso, una
internacionalización solidaria, que se opone “a un internacionalismo de
franquicia, donde todo el mundo pueda comprar productos académicos, reconocidos
como mercancía”. Por todo esto, consideró que actualmente nos encontramos en
una encrucijada, ya que frente a este “capitalismo universitario” que busca
imponerse hay un movimiento desde abajo que defiende la universidad como un bien
común. “¿Y qué significa ser un bien común? –puntualizó-. No quiere decir que
sea producido por el estado solamente: puede ser producido por cooperativas,
por otras entidades, siempre y cuando el objetivo no sea la ganancia”.
Ante ello, retomó y
replanteó el pensamiento de Karl Marx para señalar que en el contexto actual
“tenemos que reinterpretar el mundo para poder transformarlo, necesitamos de
otra epistemología”. En ese marco, el sociólogo dijo ante lxs asistentes de la
CRES que no solo se trata de que la universidad defienda lo logrado, sino
que se trata, especialmente, de que rompa sus propios límites y de “radicalizar
la lucha democrática por el derecho a la universidad y por la universidad como
bien comúnLos saberes de lxs de abajo: pluriversidad y subversidad
De Sousa Santos
planteó que hoy existe una triple dominación basada en el capitalismo, el
colonialismo y el heteropatriarcado: “Cuanto más agresivo es el capitalismo,
más necesita de racismo, de colonialismo y de patriarcado. Es por eso que la
lucha tiene que ser integrada”.
Sin embargo,
mientras la dominación capitalista se articula con colonialismo y patriarcado,
advirtió, la resistencia ante estos poderes está fragmentada. En este contexto,
destacó, “la universidad puede ser un campo donde pensar cómo articular la
resistencia”. Y para ello, agregó, es necesaria una ruptura epistemológica,
otra manera de pensar.
“El conocimiento
científico -que es muy importante- no es el único. Hay otros conocimientos,
otras sabidurías, vernáculas, de los pueblos indígenas, de los hombres y las
mujeres populares, urbanas, rurales. Hay una diversidad enorme de conocimiento
que se quedó por fuera de la universidad, y esto se debe a la imitación de la
universidad latinoamericana de todo este predominio de la ciencia, en un
continente donde había tanto conocimiento que existía fuera de la universidad.
Pero la universidad no lo tuvo en cuenta porque no se descolonizó, y por eso
sus contenidos y sus ciencias sociales son colonizadores, porque son la
historia de los vencedores, nunca la historia contada por los vencidos. Por
eso la universidad, para ser una resistencia, para defenderse como bien público
y común extremadamente poderoso tiene que ser una resistencia en su contra, una
autocrítica profunda”.
El doctor honoris
causa remarcó en este sentido su teoría fundamental, que se centra en lo que él
denomina “las epistemologías del sur” y en la articulación de la ciencia con
otras formas de conocimiento, en el marco de un diálogo o ecología de saberes.
“La universidad no puede seguir con la idea de que es la única fuente de
conocimiento, de tener la arrogancia de un solo conocimiento (…). Según los
objetivos tenemos distintos conocimientos y esta diversidad epistemológica del
mundo es lo más nuevo que tenemos que realizar en relación a 1918 y 1968”,
dijo. Y advirtió que también los estudiantes del ´68 mantenían esa arrogancia
al no interpretar el trabajo de los obreros como conocimiento sino como mera
información.
“Mi conocimiento es
más valioso cuando logra una conversación con otros conocimientos, cuando no
tiene miedo y sabe a dónde puede ir y hasta donde no puede ir. Hay cosas
como la espiritualidad que nosotros en las ciencias sociales no somos capaces
de concebir, pero un campesino, un indígena sabe muy bien qué es la
espiritualidad, y no la confunde con religión. Necesitamos esta articulación
novedosa”, ejemplificó. Otro objetivo de su propuesta es generar también un
acercamiento entre los diferentes movimientos sociales, obreros, feministas,
campesinos, LGTTB, etc., ya que muchas veces hay prejuicios entre ellos que
impiden articular los conocimientos que poseen.
“La otra ruptura en
relación a 1918 es dónde está ese conocimiento: no es en las clases urbanas de
Córdoba, en las clases medias. Son las clases empobrecidas, los de abajo, los
que son víctimas de colonialismo y de patriarcado. Son los cuerpos sexualizados
y racializados de nuestro tiempo, las comunidades donde hay una exclusión, que
están del otro lado de la línea abismal. La universidad a lo largo de los
siglos fue quien mejor diseñó la línea abismal entre la sociedad metropolitana
y la sociedad colonial. Entonces esta universidad tiene que refundarse para
denunciar esta línea y poder realizar encuentros entre los que están excluidos
y los que no lo están”.
“Y para eso es
necesario articular la resistencia anticapitalista. Porque para ellos la
población que es víctima de racismo, de violencia y femicidios no son sujetos
de derechos humanos, son objetos de discursos de derechos humanos. La
universidad tiene una responsabilidad enorme en este sentido”.
Finalmente, el
reconocido académico concluyó: “Para mantener su identidad como bien común, la
universidad tiene que transformar muchas de sus ideas del pasado. Entonces ya
no va a ser una universidad, va a ser una pluriversidad. Pero eso no es todo:
el ataque del neoliberalismo es tan grande, que no estoy seguro de que eso no
exija otro neologismo: la universidad tiene que pasar a la pluriversidad, pero
para garantizar eso tiene que ser también una subversidad”.
* Por Lucía Maina
para La tinta
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