Los Grupos de Tareas cibernéticos de Cambiemos.. En la Argentina del enano fascista siempre habrá mano de obra disponible...
Los trolls. Herederos de una cultura de la desaparición –
Por Héctor Becerra, para La Tecl@ Eñe
Fuente:
http://lateclaenerevista.com/2018/05/05/los-trolls-herederos-una-cultura-la-desaparicion-hector-becerra/
En este artículo Héctor Becerra pone en
evidencia que la intervención de los trolls en las comunicaciones se inscribe
en la cultura de la desaparición ya que los técnicos se esconden detrás de una
identidad falsa y desde allí provocan al otro, lo confunden y lo influencian.
Por Héctor O. Becerra, Psicoanalista y escritor. Su último libro publicado es La maravilla de estar
comunicado. Para La Tecl@ Eñe
En la jerga digital se ha
divulgado la figura del troll que describe a una persona que se
ampara en una identidad falsa para intervenir en las redes sociales con el
objetivo de molestar, provocar confusión, buscar una respuesta emocional
positiva, o negativa, en los usuarios y/o lectores con fines de influir en las
comunicaciones y por ende en los objetivos políticos. Porque se descubre que
estos trolls trabajan
de manera grupal, organizada y sistemáticamente para incidir e influenciar en
ciertos temas de la agenda informativa. De allí que también se hable de los troll-center como los centros donde se organizan
estos grupos de técnicos en informática.
El año pasado (2017) los
docentes de la provincia de Buenos Aires estaban realizando un paro contra el
gobierno por haber fijado el aumento para este gremio en 18 %, desconociendo
las paritarias, que son –justamente- la búsqueda de acuerdos no unilaterales
entre la patronal y los trabajadores. En ese momento aparece un tweet en
las redes sociales de una persona que se ofrecía para dar clases gratuitas en
las escuelas de forma tal que los alumnos no se atrasaran en sus estudios. El tweet se viralizó y aparecieron cientos de
personas que pretendiendo solidarizarse con los alumnos se ofrecían a través de
las redes sociales como eventuales e improvisados maestros suplentes.
Las que al principio aparecían
como propuestas espontáneas y voluntarias se revelan como rigurosamente
organizadas por los troll-center.
Tratando de reemplazar el trabajo especializado de los docentes avasallaban su
derecho a huelga para luchar por mejoras salariales y presupuestarias. La
consultora Digamos demostró
cómo se organizó esta operación de política comunicacional en contra de los
docentes. Se supo que ese primer tweet era de un asesor del Pro,
Mariano Bronenberg ex teniente coronel del Ejército y espía del Batallón 601.
Resulta sumamente interesante
que la publicación de ese primer tweet haya sido realizada por un troll que participó en tareas de
inteligencia ya que el acceso a lo que sucede en el terreno del espionaje nos
permitirá entender cómo los estereotipos de la comunicación desde el nacimiento
de la guerra fría se van tornando cada vez más sofisticados degradando la
vinculación intersubjetiva.
El periodista Walter Lippmann
popularizó el término en un libro que se llamaba justamente Guerra
fría para referirse a
la disputa que enfrentó después de 1945 a los Estados Unidos y sus aliados por
un lado, y al grupo de naciones lideradas por la Unión Soviética por el otro;
donde lo novedoso es que nunca se produjo un enfrentamiento directo entre ambas
superpotencias. Sin embargo, los conflictos armados proliferaron en toda
Latinoamérica y siempre, detrás de los contendientes, aparecían de una manera
más o menos velada ambas potencias.
La noción de guerra como
conflicto armado entre dos naciones beligerantes con sus ejércitos uniformados
que marchan con su pabellón nacional al frente se vuelve una idea perimida.
¿Quiénes son ahora los antagonistas en esos enfrentamientos? ¿Quién es uno y
quién el otro? ¿Cómo y dónde ubicarlos en los conflictos? No es
casual que en este momento se produzca el apogeo del espionaje.
El espionaje es la obtención
secreta de información que la fuente informativa no desea revelar. El término
se puede emplear en referencia a los ámbitos militar, político, económico y
hasta empresarial. En principio se lo relacionaba con la política exterior y la
defensa. De allí que para el Derecho el espionaje es una actividad delictiva y
suele estar tipificado como delito de especial gravedad merecedor de máximas
penas.
Pese a las características
románticas y de aventura que le han impreso las novelas de ficción y los medios
de comunicación –recordemos el caso del agente 007 James Bond, personaje
surgido de la novela de Ian Fleming: Casino Royale– el
espionaje está intrínsecamente unido al engaño, el fraude y la violencia. El
espía se ha despojado del uniforme que lo identificaba como parte integrante de
un ejército y se mimetiza con ropas de civil, allí está el engaño; con esa
apariencia le hace creer a sus enemigos que él es uno más de ellos, he ahí el
fraude. Aprovechando que no se lo toma como un enemigo, no se lo combate; sino
que se le trata como un aliado, de allí que ejerza la violencia porque entra en
una batalla desleal y desproporcionada.
Si la devaluación de la
vinculación intersubjetiva resulta evidente, digamos que en nuestro país la
situación no ha sido menos escandalosa. En 1975 el ejecutivo firmaba un decreto
que encargaba a las Fuerzas Armadas la aniquilación de la subversión. La cuestión es que
la represión de las organizaciones guerrilleras se lleva a cabo sin tener en
cuenta los derechos de quienes las integraban; es decir, que los militares
sostienen la idea de que habían librado una guerra. Sin embargo, las
leyes de la guerra permiten matar enemigos en el combate; pero, no autorizan a
torturar y tampoco a matar prisioneros, ni civiles.
Para llevar a cabo sus
propósitos de aniquilar la guerrilla los militares combaten tanto a los
militantes de las organizaciones como a los afiliados y adherentes a los
partidos políticos, tanto a los guerrilleros como a los ideólogos, tanto a
hombres como mujeres y niños, tanto a cómplices como a parientes y amigos,
tanto a culpables como inocentes. Esta indiferenciación entre combatientes y
no-combatientes, entre unos y otros vulneró la confianza en el sistema. La
angustia por la propia subsistencia crea una adaptación al último recurso
estratégico del sujeto: la aceptación del fenómeno del terror.
Los militares pusieron en
evidencia que la aniquilación y la desaparición del enemigo además de ser una
estrategia militar tenía un objetivo político: sus efectos expansivos; es
decir, el terror diseminado por toda la sociedad. María Seoane y Vicente
Muleiro sostienen en El dictador que la instauración del terror no fue
sólo el intento de brindar una solución a un problema acuciante; sino y
fundamentalmente la necesidad de establecer una
vía de comunicación que
impactara en la subjetividad de la sociedad de tal manera que el clima de
normal confianza que impera y debe imperar en todo Estado de derecho fuera
sustituido por la confusión, el desconcierto y la angustia inmovilizando a la
sociedad de tal forma que ésta le concediera esos cinco años de plazo que
Martinez de Hoz le había solicitado a Videla para modificar el sistema
económico y financiero de la Argentina.
Pilar Calveiro autora de uno de
los textos fundamentales sobre esta época (Poder y
desaparición) hace referencia a un poder que circuló por todo el
tejido social y que no puede haber desaparecido. Ella sostiene –haciendo un
juego de palabras- que es una ilusión que la sociedad suponga que el poder
desaparecedor haya desaparecido. Las víctimas del terrorismo de Estado no son
sólo aquellos sujetos detenidos y desaparecidos, los asesinados, sus
familiares, allegados y los que debieron exiliarse; sino también gran parte de
la ciudadanía que fue alcanzada por el fenomenal aparato represivo del Estado.
Los periodistas y analistas
políticos se interrogaban por qué los movimientos obrero y estudiantil –grandes
protagonistas de todos los eventos del siglo XX- se mantuvieron tan inactivos
durante dos décadas y ni siquiera acompañaron a los desocupados y los
ahorristas estafados en las manifestaciones del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Esos periodistas y analistas
políticos no tuvieron en cuenta que la represión instaurada por la dictadura ha
sido responsable de miles de desaparecidos, lo cual como efecto residual ha
dado lugar a una cultura de la desaparición.
Esto quiere decir que si bien en un sentido cronológico, la dictadura dio paso
al proceso democrático, el terrorismo de Estado ha afectado no sólo a las
víctimas y sus familiares, sino a todo el cuerpo social de manera continua y
aparentemente invisible.
Este breve recorrido intenta
poner en evidencia que la intervención de los trolls en las comunicaciones se inscribe en
esa cultura
de la desaparición ya
que los técnicos se esconden detrás de una identidad falsa como hacían y
–seguramente- hacen los espías y desde allí provocan al otro, lo confunden y lo
influencian. Por otra parte, si la actividad de espionaje merece una
descalificación tan fuerte, encuentra una cierta justificación cuando se trata
de hacerlo con el enemigo. Pero, los trolls actúan sobre sus conciudadanos, sobre
personas que comparten un suelo, una bandera, con personas que seguramente
mandan a sus hijos a la misma escuela.
¡Un psicoanalista a la derecha!
Troll es sinónimo de... lo peor! para que me voy a explayar.
ResponderEliminarMe gusto mucho lo de Pilar , el daño de la represion permanece en las mentes de la gente aun despues de mucho tiempo, Los trolls embanderados y fuerzas de choque de la posverdad y la prementira, responsables del veneno que llevaste al dormir ayer, y del pescado que te comeras mañana. A diferencia de espias , matones y buchones estos hacen "Todo por 2$"
ResponderEliminarShockea al ver la foto del articulo de a tecla ñ pensar que esa gente forreando en la computadora podrian atender el telefono en situaciones de emergencias, lo mismo que los recursos , o en su defecto emplear , dar trabajo a trabajadores sociales , profesionales asistencia social etc
ResponderEliminarMuy buenos los comentarios de Javier.
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