La banalización del humanismo: “Un hueso para el perro no es caridad y menos solidaridad. Si lo es el hueso compartido con el perro cuando estás tan hambriento como el perro” (Jack London)
ELOGIO DE LA BONDAD
Prefacio del libro de Daniel Raventós Julie
Wark titulado Against Charity., para Revista Sin Permiso
Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/elogio-de-la-bondad
La palabra inglesa kind (tipo,
clase)— palabra raíz de kindness (bondad) — en
inglés antiguo cynd(e), es de origen germánico y está
relacionada con kin (familiares). El sentido original era
naturaleza o característica innata, por lo que vino a significar una clase de
algo, distinguido por sus características innatas y, para el siglo XIV,
cortesía o acciones nobles que expresaban el sentimiento que los familiares o
semejantes tienen entre sí. Hay un sentido de igualdad forjado en esta palabra.
También de fraternidad. Y de respeto.
La caridad, al
menos en su forma institucional, casi ha dejado atrás sus muy tempranos
significados de la bondad en sus sentidos de "disposición para hacer el
bien" y "buenos sentimientos, buena voluntad y amabilidad" para
asumir su forma actual de relación entre el que da y el que recibe, que es
desigual porque el receptor no está en posición de corresponder. Pero todavía
se presenta generalmente como bondad, o como una forma de enmascarar la poco
amable (unkind)
disparidad construida en la relación y, a veces, quizás, expresando el deseo de
que nunca haya renunciado a su pasado más amable. Por ejemplo, Jack London
escribía: “Un hueso para el perro no es caridad. La caridad es el hueso
compartido con el perro cuando estás tan hambriento como el perro”. La “caridad”
que describe se remonta a los orígenes y se parece más a la bondad que a la
caridad tal y como la conocemos porque sugiere igualdad, una suerte de
familiaridad o parentesco (kinship) en el hambre entre el que da y el
perro. Y tal vez el perro pueda corresponder al hombre dándole calor.
El tipo de caridad
más habitual, la que ha sido institucionalizada, es de la que habla Chinua
Achebe en su Anthills of the Savannah: “Mientras
llevamos a cabo nuestras buenas obras, no olvidemos que la solución real reside
en un mundo donde la caridad se habrá vuelto innecesaria”. Este es, por
desgracia, el tipo de caridad que se ha vuelto casi sacrosanta, el tipo de
caridad que atrae la atención sobre lo diferente, y se enmascara como bondad
cuando generalmente beneficia al donante más que a quien recibe. Una de las
revelaciones menos jugosas de las grabaciones de Lady Di recientemente lanzadas
es que, cuando se le preguntó por qué participaba en obras de caridad, se ríe y
dice: “¡No tengo nada más que hacer!”. Demasiado para los destinatarios.
Dado que, en su
sentido más antiguo, la bondad (kindness: el tratamiento otorgado a los
familiares o a los miembros de una comunidad de semejantes) se ocupa del bien
de los familiares y de la comunidad, Aristóteles nos dice en el primer
parágrafo de la Política: “Todo estado es una comunidad
de algún tipo, y cada comunidad se establece con miras a algún bien [...] Pero
si todas las comunidades aspiran a algún bien, el estado o la comunidad
política que es superior, y que abarca a todas las demás, apunta al bien en
mayor grado que cualquier otra, y al más alto bien”. Hoy en día, sin embargo,
la palabra operativa en política es “división”, el gran abismo entre los muy
ricos y la gran cantidad de pobres, la división entre hombres y mujeres,
ciudadanos y refugiados, negros y blancos, el enfrentamiento de un grupo étnico
contra otro, una religión contra las otras, el “progreso” contra el planeta, lo
privado contra lo público, y así sucesivamente. El gobierno, y especialmente la
Administración Trump, está incitando a la división en beneficio de unos pocos
poderosos en lo que equivale a una guerra abierta contra la esfera pública, lo
público en sí y el bien público. La caridad institucional, que enriquece aún
más a los millonarios y multimillonarios exentos de impuestos mientras reparten
su filantropía entre sus proyectos preferidos, solo contribuye a sostener esta
división.
La historia, por
supuesto, y los estudios psicológicos -siendo el experimento de Milgram uno de
los más notorios- han mostrado cómo en un contexto autoritario y egocéntrico,
seres humanos aparentemente razonables pueden llegar a ser insensibilizados
ante el sufrimiento de los otros y actuar cruelmente entre sí. El coste
psicológico de esta insensibilización sobre los perpetradores o los
instrumentos humanos de falta de amabilidad o la crueldad (unkindness) (dondekind se toma como adjetivo
[bondadoso] y sustantivo [semejantes]) no recibe mucha atención, pero, por
poner un ejemplo, el Centro RAND para Investigación de Políticas de Salud
Militar estima que el 20% de los veteranos que sirvieron en Irak o Afganistán
sufren depresión grave o trastorno de estrés postraumático. Ser cruel (unkind) y, por tanto, actuar en
contra de la propia familia humana (kin),
no es bueno para los humanos. Sin embargo, la misantropía sistemática de
líderes políticos para quienes la gente común tiene escaso valor, y los
multimillonarios que no son personas como nosotros, sino que se pavonean como
personajes extravagantes que hacen extrañas declaraciones en sus demostraciones
de irrealidad,
insensibilizan a naciones enteras ante la difícil situación de los demás,
llevando, a nivel individual, a crímenes de odio, ataques racistas y un
resurgimiento de la extrema derecha, y a nivel nacional, a los que imponen
políticas de austeridad que, con conocimiento de causa (y sólo hace falta leer
las memorias recientes de Yanis Varoufakis, Comportarse como adultos, para ver lo
bien que conocen la causa) destruyen millones de vidas, y a gobiernos que están
gastando miles de millones de dólares para dañar a refugiados e inmigrantes,
para vergüenza y angustia de muchos ciudadanos ante este tratamiento de
nuestros semejantes.
La compulsión
terrible y estúpida de la vida capitalista está, en nombre de la libertad,
restringiendo cada vez más nuestras opciones de elección de vida y
estrangulando nuestra capacidad para apreciar la belleza de nuestro planeta y
aprender de otras especies más humildes hasta tal punto que lo estamos matando
todo sin pensar, con tal de obtener bienes de consumo innecesarios e idiotas
distracciones. Los científicos están hablando de una Sexta Extinción. Si no
somos capaces de reconocernos y respetarnos mutuamente, reclamar nuestra
especie (kin), nuestra familia
humana, reconocer a todos los seres humanos como nuestros parientes, y
practicar la bondad (kindness) con nuestros semejantes y otras
especies animales y vegetales no tan semejantes con las que compartimos el
planeta, la alternativa a la que nos dirigimos es realmente aterradora.
Nuestro título es Against
Charity, pero podría ser igualmente "For Kindness"
(también en el sentido común de reconocer a todos, a cada uno, de nuestro
tipo), que de hecho sería un llamado por los derechos humanos universales y sus
tres grandes principios de libertad, justicia y dignidad. Casi cualquier ser
humano dirá que él o ella aspira a tenerlos y disfrutarlos. Pero no pueden ser
dados por la caridad porque la igualdad y la fraternidad son sus otras dos
cualidades esenciales. Solo pueden ser efectivos cuando reconocemos que todos
somos parientes (kin). Y cuando
actuamos en (y para el bien de la) especie. Entonces, al escribir este libro,
no nos limitamos a revelar la caridad como la estafa de "bondad" (kindness) que es, sino que también hemos descrito los medios por
los cuales podemos ser más amables (kinder) entre nosotros como criaturas, -como
familiares -que comparten el mismo planeta.
Tal medida debería
ser universal. Nadie puede ser excluido o tratado como diferente. Una renta
básica universal e incondicional no es una quimera. En términos económicos, es
perfectamente factible. Y podría garantizar el derecho a existir absolutamente
de todos. La pobreza podría ser abolida y la violencia de lo que Pankaj Mishra
describe en su reciente libro La edad de la ira como una pandemia global de ira podría
al menos atenuarse. Con una renta básica universal e incondicional, sería
posible compartir los valores de libertad, justicia y dignidad con toda nuestra
familia humana por el simple hecho de respetar el derecho básico (o “primer
derecho”) de la existencia material. Si pudiéramos lograrlo, la caridad sería
innecesaria y podría sentar las bases para que la amabilidad y la bondad (kindness) prevalezcan.
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