La desaparición de Santiago Maldonado y algo que parecía sepultado de las neo-oligarquías: Sus alianzas estrechas con dispositivos estatales armados, clandestinos o no. Por Horacio González para La Tecl@ Eñe
El
macrismo tiene pesadillas históricas que se evidencian en los deslices de su
lenguaje que lo obligan a un estado de desmentida permanente. La Campaña al
desierto y la dictadura militar del 76 están en una capa interna de ese
lenguaje. La desaparición forzada de Santiago Maldonado es la cuerda más íntima
que los poderes más oscuros han tocado fatalmente.
Por
Horacio González para La Tecl@ Eñe
I
El macrismo no tiene historia, pero tiene pesadillas históricas.
Lo sobrevuelan permanentemente. Se las puede encontrar en las frases truncas,
los deslices del lenguaje, en el deseo apenas reprimido de decir lo que no
hubiera querido decir. Pero eso está obligado a pasar varias horas del día en
estado de desmentida. Debe a cada tramo del día, despertar de pesadillas y
ensayar desmentidas entre espasmos de su conciencia adulterada. La Campaña del
Desierto está en una capa interna de su lenguaje; pugna por salir
atropelladamente como metáfora espuria. Lo mismo los bombardeos del 55 o las
cacerías nocturnas del 76, incluidas las desapariciones forzadas. Esos acosos
de formas nebulosas o nocturnales son el esqueleto permanente de sus
espejismos. La república autónoma mapuche es otro arrebato onírico del
Ministerio de Seguridad, el más cercano, desde el fin de la dictadura militar,
a parecérsele en algunos rasgos evidentes del procedimiento de acusar a los
fantasmas que hace décadas sobrevuelan las metafísicas del Orden. Nunca se
abandonan la justificación de atrocidades con el lenguaje del encubrimiento, la
distracción o la postulación de un heroísmo militar, con sus “excesos” de
antemano perdonados, que “nos salve de los violentos”.
El sistema de poner protocolos a la represión, pero no precisar
límites y permitir que sea difusa la actuación de los gendarmes –porque difuso
es su lenguaje, que pretende tener reglas pero él vive de la excepción-, deja
el ámbito propicio para que algún uniformado se sienta con la licencia para
secuestrar o matar. Y con la conciencia de que esto es y fue así, les queda
luego tejer la amplia franja de ocultaciones y disparates, para los que siempre
está preparado el lenguaje oficial. La invención de un grupo subversivo
indigenista sirve a ese propósito. No es nada imposible imaginar que sucedió en
aquellas soledades, pues si hay pocos signos de lo verdaderamente ocurrido,
sobran los vacíos y falencias de las justificaciones, para imaginar el modo
sombrío en que sucedió todo. La Patagonia siempre fue un tema territorial,
político y humano fundamental desde los tiempos de los españoles. Su misterio
fue y es el del ocultamiento de la sangre que allí fabrica el Estado.
No por haber tenido la Corona Española cierto grado de
indiferencia, administrativa y política hacia ese gran especio humano, dejaron
de haber cruce incesantes, violentos, tensos y de negociación clásica (canje de
recursos por paz entre los nuevos ocupantes y los antiguos pobladores) durante
los gobiernos coloniales, los de las primeras décadas de la Independencia,
incluso los de Rosas, Mitre, Alsina. Especialmente en la Patagonia, con su
multitud de etnias y poblaciones. Allí abundaron los pactos de no agresión,
siempre efímeros, y las grandes expediciones de los pueblos radicados en el
lugar, que llegaban con sus incursiones no sólo hasta Bahía Blanca o Tandil,
sino a las cercanías de Buenos Aires. El término malón, envuelto en pavor y
ansias de represión, es un acto de hostilidad, como todos los que cruzan la
historia de la humanidad, en los tiempos que sean.
II
Si los españoles combinaron conductas de exterminio con hipótesis
de negociación, no pasó nada diferente incluso con la campaña de Rosas, que aun
en 1833 era portadora de la idea de indios definidos como amigos o
enemigos. Los gobiernos distinguían. Del lado mapuche, también los distintos
agrupamientos reproducían las mismas conductas “políticas”, los combates
económicos para obtener recursos o la aceptación de la distribución de
bienes y provisiones por parte de los sucesivos y frágiles gobiernos
nacionales. No hubo momento antes o después de la batalla de Caseros, donde no
hubiera involucramiento de pueblos indígenas con algunos de los bandos en
pugna. El dominio de Calfucurá, ya sea que se le atribuya un amplio control
territorial, unánime y homogéneo, ya sea que se lo vea como un jefe
atrevido y capaz pero sin lograr nunca un conjunto de alianzas estables de los
pueblos mapuches, podría observarse como una réplica de una dispersa monarquía
parlamentaria, con una clara noción que enfrente suyo había una maquinaria
poderosa, que iba organizado su economía anexando territorios sobre la
base de una superioridad militar, estratégica y mercantil. El famoso cuadro La
vuelta del malón, de singular dramatismo (Della Valle, 1892) retrata con
admirable magia realista el modo económico llamado malón, su forma mercancía.
Junto a la épica herética y la destrucción de un hogar, eran portadores de su
inversa; formar otras familias, la de la Cautiva, y arrebatar objetos del
burgués que se internaba en las pampas. El saqueo era el complemento inverso de
la acumulación capitalista, desenvuelta en una cultura por cierto bien diversa.
Pero esta fundamental diferencia no es el tema, sino el modo en
que el avance territorial del Estado Argentino contaba varios tentáculos,
estrategias y cánones de expansión, que no parecía imposible que culminaran en
la Campaña de Roca, -según Viñas, cerrando el círculo del primer desembarco de
Colón-, campaña que ya había madurado durante todo el siglo, y tenía apenas
como alternativa las murallas de Alsina. Parecían ridículas, pero tampoco la
campaña roquista gozaba de las enteras simpatías de sus contemporáneos. Mitre
deja oír sus dudas y otros políticos, incluso militares, proponen una política
de colonias agrarias que Roca rechaza en nombre de un reparto territorial que
está en la base de la gran propiedad terrateniente que marcó el futuro del
país. Es el caso de Olascoaga, militar roquista, topógrafo de la Campaña, pero
con muchos matices en sus opiniones literarias sobre “mapuches” y “araucanos”.
Novelista y cronista, firma una de sus obras con el apelativo “Mapuche”.
La Patagonia, cuyo nombre proviene de la imaginación renacentista
europea, albergó la gran leyenda de la Ciudad de los Césares, fundada por
españoles que habrían naufragado en el estrecho de Magallanes. Pedro de Angelis
se toma el trabajo de decir que nunca existió tal ciudad. En el fantasioso
relato se trataba de españoles que se habrían salvado de un malón mapuche en la
zona chilena de Osorno. Pero este simpático mito alimenta muchas conductas de
la “cultura patagónica”. Así, no es “tan” fantasioso el proyecto del francés
Antoine Orélie de Tunens, que hacia 1860 crea el Reino de Araucania, una
monarquía constitucional al parecer con el acuerdo de varios lonkos mapuches,
que no tuvo respaldo del gobierno francés. Es lógico, era una aventura sin duda
comercial pero de un burlesco profetismo, y a pesar de denominar Nueva Francia
a su empresa, luego que interviniera el gobierno chileno, su destino fue el de
pasear por las tabernas de París para contar las peripecias de su Reinado y
entregar eventuales títulos nobiliarios. Aunque el de Orélie Antoine de Tunens
era una forma entre cómica y estrafalaria del colonialismo, se vistió de
Mapuche e imprimió moneda. Sin ser un proyecto milenarista, el de Orélie
Antoine recordaba algún tramo de la colonia utópica religiosa y militar fundada
un poco después por Antonio Conselheiro, en el Nordeste brasileño, este sí un
acto milenarista de vastas consecuencias, con el apoyo de una población
campesina y mulata que al decir de Euclides da Cunha, era “la roca viva de
nuestra raza”.
III
Lucio V. Mansilla, en “Una excusión a los indios ranqueles”, recuerda
la “expedición” de Orélie Antoine y traza jocosamente un sueño en el que él
repite la creación de una comunidad ranquel haciéndose nombrar Lucius
Victorius. Su delirio le permite reírse de sí mismo, pero sus dieciocho días de
cabalgata hacia Leuvucó son fundamentales para entender la trama de
negociaciones del Ejército con las tribus, su incipiente antropología y su
densidad histórica. En algún momento, ante una lenguaraz india de gran belleza,
Mansilla cree entresoñar que cambiaría toda la historia argentina si ella fuese
la Malinche que dominó el idioma de Hernán Cortés.
El jesuita inglés Tomas Falkner testimonió en el siglo XVIII los
intensos modos de intercambio que se sucedían entre los asentamientos indígenas
a ambos lados de la cordillera, e incluso observa que proveían de leña a las
Islas Malvinas, en ese tiempo en manos sucesivas de franceses y españoles. Un
siglo después, un enjambre de tratados de paz y comercio son firmados entre
distintas congregaciones étnicas y diversos militares en nombre del ejército y
del estado nacional, siendo un ejemplo el de Mansilla con Marianito Rosas,
donde se razona de que así terminarían los malones y se avanzarían en el
comercio racional en esos territorios. Los malones dice Mansilla, se originan
en las actividades comerciales que provienen del sur de Chile. No obstante, en
el parlamento nacional se objetan ese tipo de tratados con el argumento de que
la Nación no puede firmar convenios con “otra parte” de la nación. He allí el
problema.
IV
El fantasma chileno sobrevuela toda la cuestión indígena vista
desde Buenos Aires, e incluso cuenta con el famoso episodio de los artículos
“geopolíticos” de Sarmiento, que en tiempos de Rosas escribe un largo documento
exponiendo la posibilidad de que Chile pueda esgrimir derechos sobre la
Patagonia. Momento muy delicado de la acción del autor del Facundo. Escribe los
artículos sobre la “Patagonia chilena” en el mismo diario donde publicará su
obra cumbre sobre Quiroga “como ejemplar típico de la revolución de
Mayo”. Luego será Presidente del país que incluía en su unidad territorial a la
Patagonia. “Chile” fue siempre el espectro viandante de la Patagonia para las
hipótesis de guerra del Estado argentino. Roca lo menciona en los fundamentos
para iniciar la Campaña en el documento que firma con el presidente Avellaneda,
presentado ante el Congreso. Había que concluir la unidad territorial
geopolítica argentina. En lo que Bayer denominó la Patagonia Rebelde también
para el ejército argentino los huelguistas eran “chilenos”. En Tierra del
Fuego, las masacres de los selk´nams por parte del buscador de oro húngaro
Julius Popper fueron el nexo entre la Campaña del Desierto y los fusilamientos
en las huelgas de la Patagonia en 1921. Popper también hizo una crónica de sus
andanzas, muy lejos del fino cronista que fue el coronel Manilla. Sus
propósitos estaban a sideral distancia de la negociación, sí de la cacería; ni
siquiera incorporó el manto protector salesiano que acompañó a Roca. A su
manera Popper quiso fundar un “territorio autónomo fueguino”, suponiendo
la aceptación de las autoridades de Buenos Aires. Tenía muy buena relación con
el sucesor de Roca, Juárez Celman. No era un utopista majestático como el
francés Antoine Orélie de Tunens.
V
Desde la Patagonia indígena, y los exploradores de todo tipo, con
sus proyectos militares, puede verse el núcleo de fuerzas que hoy se condensan
en la actual tragedia argentina. Hasta llegar a Santiago Maldonado. Hoy
Benetton sucede a la aventura de Popper y con su conocida publicidad
multirracial y rebordes siniestros enmascarados en un humanitarismo pop (de los
años 90), supera con su millón de hectáreas patagónicas el germen del latifundismo
roquista y el posterior de los Braun Menéndez, prolíficas alianzas familiares
que llegaron a tener más hectáreas que hoy Benetton, que a excepción de un
conocido cardiólogo discípulo de Houssay, es un apellido que se fusiona en la
idea gubernativa macrista, a través de un no tan lejano parentesco con el
actual jefe de gabinete. La industria lanar sustituyó al guanaco y ese fue el
comienzo, iniciado el siglo XX, de la extinción lenta de los selk´nam, lo que
incluía las jactanciosas cacerías de Popper.
Una última descendiente de ese núcleo también llamado onas, deja
testimonios del idioma extinguido. Muerta hace unas décadas a edad centenaria,
su voz es tomada por una discípula de Levi Strauss, Anne Chapman, no hace
muchos años fallecida en París. La novelera interpretación de Patricia
Bulllrich de que el movimiento ancestral Mapuche es una guerrilla separatista
desconoce esta historia, aunque en los voladizos de su anegada memoria deben
figurar episodios oscuros, apenas recordables, que su gusto por conspiraciones
y acciones como las que hoy denuncia, le deben devolver a su actualidad, un
pasado con indefinible marca de escarnio. Sus gestos militaristas reversibles,
con sus anversos y reversos, la llevan a preservar un lenguaje vacío, virado
como una media, lo que le permite decir que avizora indigenismos subversivos
financiados desde el exterior para formar naciones étnicas, califatos miliares
que amenazan a la argentinidad. Le asusta que apelen a una ancestralidad
notoriamente más antigua que la del apellido Bullrich en nuestro país, que se
remonta precisamente a la Campaña de Roca. Ésta juega en el inconsciente,
rápido en aflorar, del ministro de educación, cuyos ancestros provienen de la
casa de remates surgida a partir de la territorialidad expandida por el
ejército roquista. Las interrelaciones familiares también llegan hasta Patricia
Bullrich. ¿Importan algo estas genealogías, que son una matriz aturdida por los
silencios de la historia nacional?
VI
En principio hay una ancestralidad generada en la Argentina por
varias capas históricas de sus oligarquías; una veta minoritaria sobrevivió a
la batalla de Caseros –los Anchorena, los Álzaga- y otra mayoritaria se
consolidó luego de la Campaña del Desierto, los Leloir, los Pereyra Iraola, los
Martínez de Hoz. El peronismo, más que el irigoyenismo (que contó con el apoyo
de una veta minúscula y segundona de la aristocracia rural, cfr. Alain
Rouquié), irrumpió en la actuación de esos linajes en la gran economía y apenas
le limitó los grandes negocios rescatando una porción para el Estado (el IAPI,
etc.). Pero ya atravesaba, con vicisitudes cambiantes, todo el arco histórico
nacional una nueva oligarquía –ya sin la habitualidad de ese nombre-, que
partía de la Sociedad Rural, gran impulsora de la campaña del desierto, pero
ahora, desde varias décadas atrás, con el despliegue político de los
agro-negocios que se basan en el doble pinza de la soja con el glifosato junto
a los nuevos métodos de siembra. Esto ha diversificado las estratificaciones
del mando económico en la Argentina, cuya consumación por el momento adquiere
el nombre de macrismo, articulación que se concibe de una temporalidad larga,
de cuerpos condensados y entrelazados del aparato comunicacional, judicial y
financiero. Los negocios de las tolderías contratistas, los casamientos de
aventureros que se recortaban sobre el resto de las oleadas inmigratorias (en
este caso la italiana), por sus ambiciosas coartadas y cálculos de mimetización
con los grupos “ancestrales” –dicho esto un en sentido muy vago-, podían
servirse de apellidos tradicionales estancados. Llegó rápido el aprendizaje del
trato con las multinacionales de cada momento, la fuga de capitales hacia
paraísos fiscales –terminología que ellos mismos utilizan-, y el surgimiento de
estratos aventureros de las omertás del sur de Italia que ocupaban lugares que
aspiraban a disputar con los Bunge y Born, los Dreyfuss y las cerealeras como
la Casa Weil, hoy desaparecida, cuyo hijo, de simpatías con el luxembruguismo,
aportó fondos para fundar el Instituto de Frankfurt. Sabemos quiénes son
ejemplares en este rubro.
En cuanto a las fuerzas armadas, si se tiene en cuenta su
composición social, desde mediados de siglo XX, predominan en los altos mandos
oficiales de raíz inmigratoria, como alguna vez dijo preocupado Mariano
Grondona. La aristocracia militar se deshizo finalmente con el terror de
Estado, y un hombre con títulos modestamente heráldicos –familia de la antigua
inmigración de comerciantes franceses, Lanusse-, marcó “internamente” parte de
ese final con su posición adversa al terrorismo de Estado, lo que no lo exime
de otras graves responsabilidades. Mientras la vieja clase agropecuaria se
transmuta en CEOS u otras denominaciones de la utopía empresarial globalizada –
gerentes de empresas petrolíferas, de cadenas de farmacias, de redes de
supermercados en la Patagonia-, la elite intelectual de la ancestralidad
mapuche daba una nueva generación que se lanzaba a la vida política influida
por diversas fuentes conceptuales; nuevos indigenismos, ancestralismos de
izquierda, teoría de los pueblos originarios, crítica a las etnicidades
subalternas, ecologismos radicales. Lógicamente los políticos representativos
de las diversas corrientes indigenistas, alegan una mayor antigüedad en la
memoria poblacional y territorial que la de los terratenientes “originarios”,
los inmigrantes y la de los gauchos, que según Borges no sabían que se llamaban
así y que según Lugones, había que rendirles homenaje recién cuando –dice- se
hayan extinguido como conglomerado humano.
Hasta mediados de los años 30 el Ejército conservaría su interés
“geopolítico” en las poblaciones mapuches que habían sido derrotadas. Quién
sabe si por sentir algún peso “ancestral” en su pasado, o si por creerse
inmiscuido en una tarea específicamente militar, Perón hace un diccionario de
toponimia araucana con voces mapuches que subsisten y explican los mojones de
un territorio. Su pequeño diccionario, está pensado con simpatía hacia los
vencidos.
VII
¿Qué es entonces la Argentina? ¿La Nación de Roca? ¿La Nación
Mapuche? El macrismo puso nuevamente sobre la pizarra un fragmento que parecía
sepultado de las neo-oligarquías que crean policías especiales, guardias de
corps institucionales, aparatos privados y agencias represivas particulares,
alianzas estrechas con dispositivos estatales armados, clandestinos o no.
Brotan estas piezas del inconsciente histórico, visceral, invisible y
recurrente, que tiene nuevos personajes -la supuesta guerra indigenista y
el macrismo como una hipótesis represiva que crea horizontes implícitos regidos
por amenazas genéricas que la represión empírica interpreta “a su manera” –pues
esos hechos represivos “se dejan interpretar” como permisos específicos para
llegar hasta las última consecuencias no escritas y cuyas huellas sangrientas
el Estado mismo puede borrar. Y eso es precisamente lo que lo caracteriza como
Estado. Es así que debemos concluir, con honda preocupación y tristeza, que ha
ocurrido con el artesano trashumante Santiago Maldonado, que recorría la
Patagonia como tantos viajeros de todos los tiempos en busca de su ciudad de
los Césares.
De las narraciones de Hudson o Darwin a los contemporáneos Paul
Theroux o Bruce Chatwin, la Patagonia es la fuente de grandes experiencias
narrativas. No tenía porque no sentirlas Santiago Maldonado, testimonio del
“homo sacer” producido por la barbarie macrista. Del macrismo se desprenden
toda clase de micro-metáforas insidiosas, rebuscadas, dichas y actuadas por
especialistas en embarrar esta escena y toda escena. Todas las técnicas de los
servicios de informaciones están a su disposición; invertir los significados,
echarle la culpa a las víctimas, presentar a los victimarios bañados por la luz
del bien, ponerle una envoltura a los hechos graves para desviar o disolver el
tratamiento del núcleo esencial del que importa hablar.
Se sugiere que Santiago es el culpable de su desaparición, a
través de inventar un insensato Condado Mapuche Independiente entre Chile y
Argentina, salido de los diagramas de sistematización de “delirios
imprescindibles” de los sempiternos “Servicios”. Mientras cualquier agencia
estatal hoy recluta datos vitales de toda persona, en las grandes operaciones
corren el velo de lo ocurrido mediante una alucinación encuadrada en parámetros
de ficticia verosimilitud, llevados hasta un abismo. Hay un proyecto de zonas
liberadas en la Cordillera, recitan, pero para encubrir la gravedad de una
desaparición por obra de una agencia del Estado. Esta pamplina se apoya en un
estado real de discusión de los pueblos mapuches por sus derechos
territoriales, no más, y todo cuanto piensen los funcionarios del gobierno que
ven “subversión” por el solo hecho de escuchar la lengua mapuche –que muchos
viajeros de décadas pasadas han declarado superior y de mayor plasticidad
imaginativa que el inglés, el francés o el español-, implica que no ven dónde
se hallan realmente los intentos de sustraer soberanía al país. Las
explotaciones mineras de la Barrik, los convenios del macrismo con Gran Bretaña
sobre Malvinas. ¡La Inglaterra que dicen que financia la hoz y el martillo
tehuelche!
Hay una osatura de lúgubre videlismo en estas operaciones e
ideogramas deliberadamente paranoicos. Van flotando en la oscura conciencia del
gobierno y se las transfunde a la sociedad para advertir que no debe haber más
demandas territoriales justas. Por otro lado, el debate sobre la violencia es
universal y no parece contar hoy con fundamentos populares efectivos su uso
contra extraordinarios y crueles poderes estatales. Pero de la manera que sea,
el pretexto del gobierno referido a una supuesta organización indígena que
desea apoderarse de ricas tierras (verdad invertida: son otros, son los
emporios locales o internacionales lo que lo hicieron) no puede ser un hecho
superior a la desaparición del joven Maldonado. Porque resurge ese sólido
concepto, desaparición, del estado policial represivo instalado ahora con
“sinceramiento” y “gradualmente”. Hay muchos hilos de la historia que se
conectan aquí. Algunos quieren buscar la historia del macrismo en un
antecedente frondizista. No convence. El antecedente, lo ancestral de este
grupo, es su ligadura instintiva con la Gran Represión del inmediato pasado,
sus planes económicos más restrictivos y los modos de gobierno entre
reglamentarios y despóticos, actos protocolizados para darle racionalidad
instrumental a la formidable reprimenda que están practicando en todos
los sectores de la sociedad. Los que querían recrear la república terminaron en
el charco totalitario de imaginar una republiqueta de césares indígenas
lanzando molotovs.
La Argentina deberá ser una Nación de naciones; para ello es
fundamental la aparición con vida de Santiago Maldonado, cuestión de urgencia
trascendental que de no ocurrir revuelve visceralmente la historia del presente,
bajo el foco disgregante y sórdido de un nombre: el de la ahora ministra de
seguridad, que es la cara y ceca de un núcleo de pasiones circulares que pone
un capuchón de luto sobre una historia conocida, parte de las múltiples
ancestralidades de este país, lejanas o cercanas. Santiago Maldonado parece ser
la cuerda vital que los poderes más oscuros han tocado fatalmente. Porque, o
ser argentino es una fatalidad, y en ese caso lo seremos de cualquier modo, un
modo torpe e indiferente que nos hunda en un circuito trágico, o ser argentino
es una mera afectación, una máscara, que encubra hechos de sangre, o ser
argentino será nuevamente construir el bastidor moral que devuelva vida a la
vida y permita salir del zanjón sacrificial en que otra vez hemos caído.
Fuente:
Cuántas cosas "parecían" sepultadas. Perdimos la batalla cultural, sí, pero ellos asumen que la ganan cuando es imposible que jamás la vayan a ganar. No se trata de un empate, nada más lejos, se trata de que el pueblo no tomó a esa batalla nunca en sus manos. Tomaron de lo que le dimos del consumo que hoy mismo resignan, pero no el trasfondo de todo aquello que es mucho más valioso que un mero tome y daca con columnas debe y haber que fluctuan según gobierno y según privilegios que matan derechos. Claro que tienen en su haber una reforma agraria jamás realizada y hoy por hoy, lo que podemos definir entonces en la dormidera de un pueblo que da pena, por no decir otra cosa.
ResponderEliminarSiempre el deseo es lo que motoriza pero nos olvidamos de hablar sobre que hay deseos y deseos, porque quienes hoy duermen como sociedad -solo perseguidos por alguna pesadilla de pérdida de recursos o de trabajo- no han sabido valorizar los deseos más elevados, entre los que están los colectivos, entre otras cosas.
Temo mi estimado Daniel que siempre fue en desventaja y con el resultado puesto. Al final de la batalla, si se les ponía jodida, el referí nos iba a dar en penal en contra cuando ni siquiera el juego estab en nuestra área. Este es un plan continental que cuenta con hinchas fanáticos fronteras adentro.
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