La famosa “grieta” es esencialmente el resultado de la recuperación del lugar de la política de vastos sectores de la sociedad, del liderazgo de CFK y de las políticas gubernamentales de integración social, entre ellas la lucha por la igualdad. Por Mario Della Rocca
De la Unidad del Movimiento
a la Unidad Ciudadana
La
construcción política de aparatos partidarios se encuentra en un proceso de
transición sin certezas, sostiene Mario Della Rocca en esta nota. La ex
presidenta colocó un mojón importante en el camino de consolidar al
kirchnerismo en su representatividad política anclada especialmente en lo
social, con diferentes sectores y problemáticas que sufren en carne propia el
ajuste macrista.
Por Mario Della Rocca es
historiador, escritor, profesor universitario y periodista, para La Tecl@ Eñe.
Antonio Gramsci señalaba que la
crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer, y
en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos. Esta frase
del clásico pensador italiano la podemos asimilar al fenómeno de la
representación política en la Argentina post 2001, que aún no ha culminado para
arribar a un sistema político con alternativas partidarias o movimientistas
claras y permanentes en el tiempo histórico.
La crisis orgánica del 2001,
entre otras consecuencias, inició el camino hacia la reconfiguración de los
antiguos partidos tradicionales. La Unión Cívica Radical sufrió el impacto más
profundo y jamás pudo recuperarse como fuerza nacional, quedando deshilachado
en representaciones provinciales que poco a poco han ido perdiendo
representatividad, culminando hoy como aliado residual en la alianza Cambiemos.
El peronismo emergió de la
crisis del 2001 como el único con capacidad para gobernar el país, pero el Partido
Justicialista ya se había convertido en una liga desmembrada de gobernadores e
intendentes que fundamentalmente negociaban sus propios poderes territoriales o
se unían tácticamente cuando lo demandaba la coyuntura, como por ejemplo para
que Duhalde arribara a la presidencia de la nación con una legitimidad
menguada.
Desde el año 2003, con escasa
legitimidad de origen, Néstor Kirchner recupera una amplia representatividad
política y social a partir de su exitosa gestión gubernamental, afirmándose en
la legitimidad de ejercicio del poder. Pero, aún habiendo podido superar la
crisis orgánica provocada por el neoliberalismo, sufrió los coletazos de la
crisis de representación, por ejemplo en las elecciones legislativas del 2009.
Con la continuidad gubernamental
de CFK y el comienzo de la profundización del proyecto kirchnerista, se
intensificó la recuperación de la representatividad política y ésta pasó a
formar parte ineludible de las preocupaciones de gran parte del conjunto
social. La famosa “grieta” es esencialmente el resultado de la recuperación del
lugar de la política en la sociedad –con sus consecuencias de politización de
vastos sectores-, del liderazgo de CFK y de las políticas gubernamentales de
integración social, entre ellas la lucha por la igualdad.
En este contexto, la
construcción política de aparatos partidarios se encuentra en un proceso de
transición sin certezas de hacia qué tipo de conglomerados políticos con una
ideología compartida se devendrá. La ruptura de los lazos sociales y políticos
por el que atraviesa la Argentina hace décadas ha tenido consecuencias en este
sentido, y la reconstrucción es un trabajo arduo y creativo. En este marco, la
labor la militancia por un proyecto de país y por valores y convicciones sigue
intacta, y se ha ido extendiendo de lo político a lo social con el correr de
los años de gobiernos kirchneristas.
Pero al hoy, es de destacar que
las estructuras políticas, muchas veces con comportamientos corporativos y
burocráticos, actúan como diques de contención de las políticas de construcción
y de gestión transformadoras del Estado y de la sociedad.
La alianza Cambiemos y la
figura de Mauricio Macri, con el fundamental asesoramiento de Jaime Durán Barba
en el diseño de la estrategia política y con el inmenso aporte del blindaje
comunicacional, usufructuó este escenario de crisis de la representación
política que destacamos. La filosofía política de Durán Barba –expuesta
claramente en su último libro “La política del siglo XXI- intenta imponer al
neoliberalismo aprovechando que esa crisis se extienda totalmente a la
actividad política y a la vigencia de las ideologías, como lo pretendió sin
éxito en los años ’90 Francis Fukuyama.
Pero la realidad argentina
muestra que los deseos del asesor ecuatoriano por ahora sólo alcanzan –que no
es poco- para aportar la estrategia y táctica de cómo afrontar una elección y
emitir un mensaje en las antípodas del kirchnerista, que ha logrado profundizar
“la grieta” y consolidar un núcleo duro de apoyo macrismo. Por ahora poco
aporta a la legitimidad de ejercicio de un gobierno neoliberal que está
reestructurando el país fuertemente, aunque el proceso de avance de la
subjetividad de los ciudadanos perjudicados aún sea lento y trabajoso.
En este rediseño de la
representación política, quienes tienen capacidad de ejercer poder y liderazgo
como NK y CFK saltan hacia delante de la estrecha “real-politik” –muchas veces
necesaria, pero otras veces conservadora- abriendo camino a un futuro de
cambio. NK lo intentó con la llamada transversalidad, superando los márgenes
del Partido Justicialista, pero quienes podían encuadrarse en ella desoyeron su
estrategia para ampliar la base política y social de un proyecto transformador.
Luego lo intentó con la Concertación, con magros resultados.
La estrategia política actual
de CFK es compatible con ese tránsito que había iniciado NK. La ex presidenta
acaba de colocar un mojón importante en el camino de consolidar al kirchnerismo
en su representatividad política anclada especialmente en lo social, con
diferentes sectores y problemáticas que sufren en carne propia el ajuste
macrista. CFK, con su jugada política, eludió a aquellos que auguraban la
necesidad de la unidad del movimiento justicialista –como garantía electoral y
de gobernabilidad- para trasladarse a la virtuosidad de la unidad ciudadana.
Mató dos pájaros de un tiro: abrió cauce a que una parte importante de la
sociedad se colocara en la primera fila del enfrentamiento al ajuste macrista y
se desprendió del corset de un “pejotismo” deshilachado y corporativista, sin
figuras relevantes –Randazzo no lo es- y con su representatividad en crisis,
salvo algunas excepciones a niveles provinciales.
Desde hace décadas el ataque
virulento de los grandes grupos económicos, ahora acompañados eficazmente por
el partido mediático y el partido judicial, contra la política en sí misma,
contra el ejercicio de su actividad y contra cualquier atisbo de ideología
transformadora contribuyó en gran parte al panorama que describimos. La
presencia de CFK en el escenario político es el principal dique de contención a
ese avance corporativo hoy base del proyecto neoliberal. Las elecciones
legislativas serán una prueba de fuego en esa confrontación y sus resultados
abrirán camino a saber hasta dónde llegará el ajuste macrista, la resistencia
popular al mismo y la construcción de una alternativa democrática, nacional,
popular y transformadora.
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