DECONSTRUYENDO MITOS: La Alemania neoliberal, pobreza y distribución de la riqueza. Chocando una Ferrari...



Christoph Butterwegge profesor de ciencias políticas en la Universidad de Colonia. Es conocido por sus investigaciones sobre la pobreza., para Revista Sin Permiso


La publicación, este mes, del informe anual del gobierno alemán sobre la riqueza y la pobreza, que comprende 600 páginas, ha suscitado vivas controversias en el momento en que van a celebrarse varias elecciones en los Länder y a nivel federal. Sus datos más relevantes han sido puestos de relieve por la ministra de Trabajo social-demócrata, Andrea Nahles (desde diciembre 2013, después de haber sido secretaria general del SPD de noviembre y enero 2014), con ocasión de una conferencia de prensa.
Las familias pertenecientes al diez por ciento más favorecido poseen más de la mitad de la riqueza total, mientras que la mitad menos favorecida de la población se reparte solamente un uno por ciento de esta riqueza. Además, el crecimiento no favorece a todas y todos de la misma forma. A este respecto la ministra ha hecho una comparación reveladora: “Las cuatro décimas partes menos favorecidas de la población asalariada han ganado menos en 2015 que a mitad de los años 1990”. Una frase de contenido revelador ha sido quitada del informe final, bajo la presión del ala conservadora de la gran coalición: “La probabilidad de que haya un cambio de rumbo político es mucho más elevada si este cambio está dirigido por un gran número de personas que disponen de unos ingresos superiores”. (Frankfurter Rundschau del 12 abril 2017). Hay que comprender, en el fondo, que las clases populares están siendo progresivamente excluidas de los mecanismos de la democracia burguesa representativa.
Para aprehender la realidad social de Alemania es útil mirar las estadísticas de la pobreza compiladas por Eurostat. Según esta plataforma, el número de personas en peligro de pobreza o de exclusión social se elevaba en este país a 16,08 millones en 2015, lo que representa el 20% de la población total. En 2007, esta cifra era más elevada con 16,8 millones de personas, representando una proporción del 20,6%. Si se compara la situación en varios países en 2015, estas cifras alcanzan en Francia 11,05 millones de personas (17,7% de la población total); en Italia, 17,47 millones de personas (28,7% de la población total); en Suiza, 1,48 millones de personas (18,2% de la población total). Eurostat elabora el indicador estadístico de las “personas en riesgo de pobreza o de exclusión social” contando las personas cuyos ingresos disponibles equivalentes se sitúan por debajo del suelo de pobreza fijado en el 60% de los ingresos disponibles equivalentes a la mediana nacional. El cálculo de los ingresos disponibles expresa relativamente bien el bienestar material, o su ausencia, ya que este dato intenta cuantificar  el presupuesto que queda a las familias cuando éstas han pagado el conjunto de los “gastos obligatorios” (alquiler, seguros, etc.), es decir, lo que les queda a final de mes para el consumo corriente y un eventual ahorro. Además hay que considerar que las transferencias sociales están ya incluidas en el cálculo del ingreso disponible hecho por Eurostat. Además, la mediana es una medida de la distribución de un fenómeno que está mucho menos distorsionada por los desequilibrios que la media.
Ateniéndonos a las definiciones del Eurostat, el indicador de “riesgo de pobreza” resume pues el número de personas que están amenazadas por la pobreza y/o que viven en  la indigencia material y/o viven  en familias con una intensidad de trabajo muy baja. La categoría de familias con una intensidad de trabajo muy débil comprende a las personas de 0 a 59 años que viven en una familia donde los adultos han trabajado 20% o menos de su potencial total de trabajo en el año considerado. Para entender el calibre de estos datos estadísticos hay que añadir, de todas formas, dos consideraciones críticas. En primer lugar, la proporción de personas “en riesgo de pobreza” medida a nivel nacional no refleja las disparidades regionales existentes en el interior del país. A continuación, dichas cifras traducen solamente en parte, incluso si se consideran series de varios años, el aspecto dinámico de la pobreza y el desempleo (se puede emplear la imagen del rodamiento o bien la del inglés “turn  over”) que pueden representar un “pasaje” de la vida de un individuo o de una familia, dejando marcas profundas en términos de estima propia, de horizontes de espera y de lo que uno está dispuesto a aceptar o no como trabajo. La contribución traducida aquí debajo proporciona elementos de respuesta a este respecto al aprehender la pobreza en Alemania de manera global, considerando todas sus dimensiones societales. (Réd. D.Bonnard).

Las contra-reformas de la “Agenda 2010” (llevadas a cabo por la coalición roji-verde del canciller Gerhard Schröder (SPD) y de Joska Fischer (Verdes), introducidas en 2005 (fecha de la entrada en vigor de la última ley Hartz, llamada Hartz IV , ha cambiado de tal modo la faz de Alemania que actualmente puede hablarse, sin exageración, de “sociedad Hartz IV”. Contrariamente a las promesas que acompañan habitualmente este tipo de “reformas”, el desempleo masivo no ha sido suprimido, al mismo tiempo que la pobreza se ha multiplicado, lo que ha conducido a la degradación del estado de salud de una gran parte de la población y al deterioro del acceso a la sanidad.

Precarización del trabajo y normalización de la pobreza: los principales obstáculos de la “política de reforma” de la comisión “Hartz”.

La ley conocida bajo la denominación de “Hartz IV” y que puede traducirse por “Cuarta ley de introducción de prestaciones de servicios modernos en el mercado de trabajo” ha conducido a una degradación aguda de las condiciones de vida y de trabajo de la mayor parte de las personas afectadas, ya lo sean de manera directa o indirecta.  Ello se repercute, en la mayor parte  de estas personas, de manera negativa sobre su estado de salud. El conjunto de la sociedad sufre sus consecuencias desastrosas, ya que (después de diez años de régimen Hartz) millones de personas ya no gozan de un régimen de trabajo que implica el pago de las cotizaciones sociales, lo que significa que no disponen de ninguna protección contra los riesgos elementales de la vida (ya que los salarios de miseria subvencionados en el marco de “Hartz IV” están sujetos a una exención de cotizaciones sociales). Ahora bien, cuando a pesar de todo existe este tipo de protección, un gran número de asalariados están comprometidos por contratos de trabajo interinos, temporales, o sea, a tiempo parcial (a veces obligatoriamente). Incluso en el sector público la proporción de CDC está en alza. La introducción de un amplio sector de bajos salarios ha llevado a aumentar masivamente la presión sobre los asalariados, con frecuencia sujetos a relaciones de trabajo precarias y/o atípicas. Esta presión provoca problemas de salud, así como enormes coerciones psicosociales para los asalariados y sus familias. Desde hace una decena de años, el aumento de las exigencias de rentabilidad, la caza a los plazos (Terminhetze) así como el estrés permanente están al orden del día en el mundo del trabajo, lo que hace enfermar a un gran número de personas. Esta realidad no ha llovido del cielo sino que la ha conformado la “Agenda 2010” de Gerhard Schröder y las leyes Hartz.
En vez de ser estimulado por las “reformas” de Hartz IV, el mercado de trabajo alemán ha sido completamente desequilibrado. La fórmula “pequeños trabajos en vez de  plazas de trabajo” resume bien la profunda dinámica de precarización que ha seguido al boom de  los contratos de trabajo interinos, trabajo (pseudo)-independiente, “mini-empleos” y « Ein-Euro-Jobs ». El mundo del trabajo en Alemania ha sufrido transformaciones drásticas y el carácter precario de una gran parte de las relaciones de trabajo ha tenido efectos deletéreos sobre la psique de las personas que carecen de acceso a un contrato de trabajo regular.
Puesto que cada vez más asalariados (algunos a tiempo pleno) utilizan las asignaciones  Hartz IV (Arbeitslosengeld II)  a título pretendidamente complementario, es decir, que ellos/ellas se han visto obligados a añadir estas asignaciones a sus migrados ingresos existentes en el sentido de un “salario combinado” (Kombilohn), el régimen de Hartz IV ha llevado, de hecho, a un sistema que fomenta la baja del nivel salarial. El término “seguridad social mínima” utilizado para calificar los subsidios otorgados en el marco de Hartz IV es engañoso. En realidad se trata de una garantía pública que impide la quiebra personal de un gran número de asalariados cuyo empleo no les permite salir de la pobreza («working poor»).
La consecuencia principal que se deriva de estas políticas es la subvención ilimitada por parte del poder público del dumping salarial, realidad que perdurará mientras no haya una regulación eficaz respecto a lo que es aceptado por la sociedad como limite inferior para los salarios.  Debido al endurecimiento de las reglas relativas a la aceptabilidad, así como a la enorme presión resultante de las sanciones, Hartz IV arroja permanentemente nuevos miembros al sector de bajos salarios.
Werner Seppmann, un filósofo alemán, describe Hartz IV como un « sistema de coerción social », cuyas rígidas reglas actúan mucho más allá de las personas afectadas por los despidos o el declasamiento social: “Las reglas de Hartz IV tienen una [función disciplinaria] también para quienes todavía tienen trabajo, que son asfixiados por el miedo al desempleo y la degradación de las condiciones de vida que se derivan automáticamente del régimen Hartz”. Este provoca un sentimiento de impotencia a las personas que sufren este régimen de “coerción social”, el sentimiento de estar a merced de una maquinaria, lo que es susceptible de quitarles las ganas de vivir. Una de las consecuencias más devastadoras atribuidas a Hartz IV en gran parte de la literatura especializada es la pobreza. Ello se explica por el hecho de que la llamada “seguridad social mínima para las personas en busca de empleo” tiene un doble efecto fatal: por una parte, muchas personas, en primer lugar las que están empleadas en el sector de bajos salarios o las que tienen el estatuto engañoso de independientes (una empresa que, con frecuencia, no tiene más que un empleado) utilizan las subvenciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) a pesar de que no se atreverían o no se hubiesen atrevido ir al asilo (Sozialamt), avergonzados por tener que pedir ayuda social para si mismos o su familia. Por otra parte, millones de desempleados de larga duración, que eran anteriormente beneficiarios de las ayudas concedidas a los parados (Arbeitslosenhilfe), o bien se habrían convertido en beneficiarios, no reciben a partir de ahora más que una pequeña prestación o incluso no reciben ya ninguna en absoluto. Este cambio proviene del hecho de  que los ingresos de la pareja del/a “demandante” (por ejemplo un marido o un/a cónyuge con unos buenos ingresos) se toma en cuenta de una manera mucho más estricta en el cálculo de las “prestaciones debidas” (Leistungsanspruch) en el seno del régimen Hartz IV, (Arbeitslosenhilfe) lo que afecta mayoritariamente a las mujeres.
Entre las personas afectadas se encuentran numerosos alemanes del Este, ya que el desmantelamiento masivo de las plazas de trabajo en la ex RDA  ha creado una armada de desempleados y desempleadas de larga duración o permanentes. A ello se añaden las convenciones colectivas de sector casi inexistente y un nivel salarial que es todavía netamente inferior al que está en vigor en Alemania occidental, incluso decenios después de la caída del muro. Además, las mujeres de Alemania del Este tenían una tasa de empleo netamente más elevada que las de Alemania occidental y, aunque muchas de ellas se han encontrado en el desempleo, están todavía mucho más afectadas por el mecanismo consistente en deducir de sus asignaciones los ingresos de su pareja. Al provocar la reducción, o incluso la supresión completa de los subsidios de muchas mujeres de Alemania del Este, Hartz IV refuerza la fractura social Este-Oeste en el seno de la Alemania post-reunificación, en lugar de eliminarla o de relativizarla (como prometen numerosos vates de las “reformas del mercado de trabajo”).
Las mujeres son las que soportan más fuertemente el peso de las leyes Hartz, especialmente cuando se trata de mujeres solas con hijos. Es cierto que las leyes Hartz prevén que la madres solas con hijos menores de tres años a su cargo estén dispensadas de buscar un trabajo. Sin embargo Manuela Schwarzkopf, una investigadora  hasta 2017 del l’Institut für Arbeit und Qualifikation (IAQ) de la Universidad de Duisburg-Essen, ha demostrado que las oficinas de empleo (Jobcentres)) asignaban, de forma implícita o explícita, estas mujeres (que educaban solas o no a sus hijos) al trabajo de amas de casa, sin dejarles la posibilidad de una decisión consciente o activa.
La personas solas, con hijos mayores de tres años a cargo, mujeres en su mayoría, están obligadas a buscar un trabajo, a pesar de que la infraestructura ligada a la guarda de los niños (guarderías, jardines de infancia) está poco desarrollada y que la asunción de los costes de guardería por las oficinas de empleo (Jobcenters) es una decisión discrecional, [es decir, dependiente de los funcionarios responsables  de colocarlos, obligados a hacer “cifras” y ellos mismos bajo presión]. Karin Lenhart-Roth, profesora de la Alta -escuela especializada  de Hannovre, ha mostrado en un estudio del 2009, que el régimen de Hartz IV no tomaba suficientemente en cuenta las desigualdades de género. En base a entrevistas con mujeres concernidas por las “leyes de organización del mercado de trabajo” en Berlín, una ciudad donde el 20% de la población total está obligada a vivir bajo el régimen Hartz IV, ha llegado a la conclusión de que “los derechos económicos y sociales de las mujeres no han mejorado con las nuevas reformas del trabajo, sino que están en peligro masivamente a causa de ellas”.
Los jóvenes adultos no obtienen más que contratos de trabajo a tiempo limitado (CDD) y tratan de solucionarlo trabajando como pseudo-independientes, con contratos de encargos remunerados por hora (Honorarverträge) o bien con trabajos de auxiliares mal pagados o no pagados en absoluto (“Generación precaria”). Los adolescentes, los jóvenes y los jóvenes adultos que no encuentran ni un trabajo ni una plaza de aprendizaje, están igualmente perjudicados por la legislación Hartz IV , en la medida en que ellos/as son objeto de sanciones más frecuentes y más severas que sus mayores, con la única excepción a favor suyo del registro tardío en la oficina de empleo (ya que es difícil, por no decir imposible, a causa de la precariedad de los contratos, “anticipar” su propia entrada en el paro).
Desde la entrada en vigor de la ley Hartz, los migrantes han estado, de forma general, más fuertemente expuestos al riesgo de una marginalización social que las personas nacidas en Alemania. Esto concierne sobretodo a las personas que disponen de un estatuto de residencia precario, así como a sus hijos.  Las nuevas reglas sobre la aceptabilidad han empujado a los alemanes y a los ciudadanos de la UE que disponen de un acceso privilegiado al mercado de trabajo, en relación con los inmigrantes extracomunitarios, ha aceptar pequeños trabajos en el sector de bajos salarios que anteriormente no eran suficientemente atractivos para los alemanes/as y que por lo tanto se dejaban para los inmigrantes. En consecuencia, el sector de empleos accesibles a los migrantes extra-europeos se ha contraído todavía más, lo que ha provocado un alza tendencial del desempleo en esta categoría de asalariados.
No es necesario ser profeta para anticipar el hecho de que una de las consecuencias tardías de las leyes Hartz será una agravación de la pobreza de las personas mayores, aquellas que actualmente están obligadas a percibir prestaciones Hartz IV (Artbeitslosengeld I) durante largos períodos, que son asalariados/as precarios/as, o bien empleados/as en el sector de bajos salarios. Poco a poco, el Estado federal alemán ha reducido el montante de las cotizaciones que destina a la previsión de la vejez a favor de los parados de larga duración, hasta que este montante quede reducido a cero el 1 de enero 2001.
Según las investigaciones de Tatjana Mika, Janine Lange y Michael Stegmann (2014), está demostrado que la dispensa de cotizaciones de jubilación durante la percepción de las prestaciones Hartz IV disminuye las posibilidades de poder “recuperar” los derechos a la previsión para la vejez pagando cotizaciones ulteriormente ya que esta posibilidad está condicionada a períodos de cotización obligatoria. Esto es válido especialmente para las rentas de vejez pagadas a personas inválidas, cuyo pago está condicionado al hecho de haber cotizado durante los tres años que preceden directamente la entrada en la invalidez confirmada por un médico.
En la literatura especializada las opiniones difieren fuertemente respecto a la cuestión de saber si Hartz IV provoca la pobreza o si se trata de un sistema que asegura con éxito su prevención. Esto no es sorprendente si consideramos que el concepto de “pobreza” dispone de una semántica compleja y multidimensional, que no tiene el mismo sentido si se utiliza en un contexto político-normativo o en un contexto moral, que su utilización está con frecuencia cargada en el plano emocional.
Así, Joss Steinke, director actual del departamento “Trabajo-Social-Europa” de la institución caritativa  Arbeiterwohlfahrtsorganisation (AWO) y antiguo colaborador del Institut für Arbeits- und Berufsforschung (IAB) de Nuremberg, sostiene que la mayoría de estudios no indicarían un aumento sistemático o una multiplicación de las situaciones de pobreza, ya que las prestaciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) y la ayuda social cubrirían al menos las necesidades básicas. Sin embargo, lo que no ha intentado esconder en su artículo de 2011 titulado «Macht Hartz IV arm?» (¿Hace pobre Hartz?) es el hecho de que las familias en cuestión no tienen ninguna posibilidad de ahorrar: “Su día a día está marcado por una economía de penuria”. En un informe de investigación publicado por el IAB en 2010, se encuentra la constatación de que los momentos de carencia en el avituallamiento (Versorgungsengpässe) de las personas bajo el régimen Hartz IV son un “fenómeno ampliamente extendido”. El informe precisa: “Entre las personas que perciben la ayuda [de Hartz IV], hay que, por ejemplo, reemplazar una parte de la iluminación eléctrica [de su casa] por velas, de desabonarse de la línea telefónica, de rechazar invitaciones [para evitar gastos de ocio], de renunciar a fiestas familiares como los aniversarios o las fiestas de Navidad. Se trata también de la no utilización del sistema sanitario [un eufemismo para describir la privación de cuidados], de privaciones en la alimentación y en las dietas prescritas por los médicos, así como de problemas suscitados por el hecho de que ciertos aparatos electrodomésticos o muebles no se reparan o reemplazan cuando ello sería necesario”. Incluso si la llamada “seguridad social mínima para personas en busca de empleo” con su montante reglamentario mensual de 399 euros (2015) para las personas solas o que educan solas a sus hijos, así como la asunción [por la oficina de empleo] de los costes de vivienda “en una proporción aceptable”,  fuera suficiente solamente para garantizar el nivel mínimo de existencia en términos socio-culturales, esto significa que cada error de cálculo o cada restricción debida a una sanción precipita  a los beneficiarios en la pobreza relativa. Este término engloba una realidad en la que las necesidades básicas quedan ciertamente cubiertas – una alimentación suficiente, una vivienda y unos vestidos apropiados a las condiciones climáticas, acceso a la atención  médica básica – pero donde no son posibles ni la participación en la vida social y cultural, ni el mantenimiento de relaciones humanas regulares (con los padres,  amigos y conocidos). En caso de una sanción que prive de la totalidad de las prestaciones [llamada « Totalsanktion » en el argot de Hartz] , lo que en la mayoría da casos conduce a una privación absoluta de medios y, para los menores de 25 años, incluso, a veces, a una pérdida de vivienda, ya que la oficina del empleo cesa de manera temporal la asunción del alquiler y de los gastos de calefacción, se presenta entonces claramente una realidad en que ya se trata de pobreza absoluta, extrema, o sea existencial.  Este término describe un estado en que la persona ya no es capaza de satisfacer sus necesidades básicas y se ve obligada a vivir al nivel mínimo de existencia, en el sentido físico del término. Sería más apropiado, aquí, hablar de vegetar, más bien que de vivir.

Pobreza, exclusión social y salud

Las crisis económicas, financieras y monetarias, pero también las llamadas reformas sociales del tipo Hartz conllevan no solamente restricciones materiales, sino que provocan también desgastes psicosociales y en términos de salud publica. Quienes deben arreglarse con la tarifa reglamentaria de Hartz IV, acompañada de un reembolso de los gastos de alquiler y de calefacción cuando hay lugar, no están en condiciones ni de alimentarse correctamente, ni de participar en base a sus propias elecciones y deseos en la vida social, cultural y política. Cada restricción se siente de forma hiriente y reduce a la nada las posibilidades de realizarse como persona. Por lo tanto, hay que poner Hartz IV en relación con una morbilidad y una mortalidad más elevadas entre las personas sometidas a este régimen que entre un grupo de características demográficas comparables, pero constituido por personas afortunadas y bien situadas.
Los desempleados/as de larga duración no solamente están excluidos/as de lo que se llama “primer mercado de trabajo” [por oposición al segundo mercado de trabajo, constituido por las medidas de obligación a trabajar y de empleo temporal], sino que son también objeto de difamación pública en que regularmente se les trata de “perezosos”, “parásitos sociales”. Ante tal presión reaccionan con frecuencia retirándose a su esfera privada y adoptando una actitud resignada. La mayoría de las veces les falta el tejido de relaciones sociales susceptibles de evitar la degradación de sus condiciones de existencia, de la misma manera que carecen de la autoconfianza necesaria para afrontar un medio hostil. El aislamiento social, combinado con la falta de recursos financieros, provoca a continuación fácilmente un ambiente tenso en el seno de las familias, conflictos recurrentes y un estrés  cotidiano, ello cuando la situación no se agrava con la ruptura o el divorcio de la pareja y/o un consumo excesivo de alcohol. Los beneficiarios de prestaciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) solo consiguen llevar una existencia más o menos satisfactoria en casos excepcionales, cuando ellos/as disponen de factores de resiliencia o de condiciones particulares que les protegen de la pobreza.
La soledad, el aislamiento social, la resignación, son las consecuencias casi automáticas de una percepción de las prestaciones Hartz IV durante un largo período o de manera permanente. La ansiedad ligada al futuro, las crisis de ansiedad, las variaciones de humor, son verdaderos obstáculos para el bienestar de las personas afectadas, para el de sus parejas y el de sus familias. Los problemas psicosomáticos, que se manifiestan en forma de dolores de cabeza y dolores de vientre, son para los miembros de lo que se califica como “familias Hartz IV” , un problema cotidiano. De la misma forma, se registra en esta franja de la población un aumento de enfermedades crónicas (asma) así como una tasa más elevada de embarazos con riesgo y de muerte prematura de bebés. Los niños de las “familias Hartz IV” sufren frecuentemente de complejos de inferioridad, de falta de confianza en sí mismos, de depresión, todos ellos síndromes que acompañan la percepción de las prestaciones Hartz IV durante un largo período o de forma permanente. El espacio reducido, ligado  a las precarias condiciones de vivienda, así como la ausencia de espacios privados, contribuyen igualmente  a perjudicar a los niños pobres en todas las dimensiones de la vida.
Lo mismo ocurre respecto a la sensibilidad a las cuestiones de salud, que está menos desarrollada en los jóvenes perceptores sometidos al régimen Hartz, lo que se traduce en una higiene dental deficitaria así como en la negligencia de los controles profilácticos. La alimentación malsana extendida en las familias pobres se encarga del resto, lo que conlleva un riesgo de caer enfermo más elevado en las personas que se benefician de las asignaciones Hartz IV o sus allegados. Si la pobreza dura más de un período corto o bien acaba imponiéndose en la vida de una familia, ello lleva a la enfermedad y contribuye a reducir la esperanza de vida de las personas afectadas o amenazadas. El hecho de no poder “seguir” un plan financiero y de no poder pagarse una gran parte de lo que se considera normal a ojos de los demás en la sociedad de consumo y de bienestar en la que vivimos, pueden ocasionar un gran estrés y un peso psíquico aplastante. La recíproca no es siempre cierta ya que una persona enferma no se convierte automáticamente en pobre, a pesar de todo.  Ahora bien, las personas desfavorecidas que, de manera general, están más fuertemente expuestas a la pobreza  que las personas en buena situación financiera, pueden precipitarse fácilmente en una situación inextricable debido a los gastos médicos. En este sentido, la enfermedad provoca la pobreza de muchas personas puesto que se encuentran en la incapacidad financiera de asumir los coste relativamente elevados de los tratamientos médicos, de los medicamentos, de los medios terapéuticos así como de las prestaciones de cuidados sanitarios en un sistema de salud que está cada vez más sometido  a una lógica empresarial, a las privatizaciones y a la comercialización bajo el signo del neoliberalismo. Según un estudio del Deutsche Institut für Wirtschaftsforschung (DIW) que data del 2004, un 20,2% de la población no dispone de reservas financieras, mientras que un 7,4% tienen más deudas que ahorros. Para estos dos grupos estadísticos, esto significa efectivamente que cada enfermedad grave o despido puede hacerles caer en la pobreza.
Las personas concernidas por Hartz IV son el blanco de la exclusión social, sufren discriminaciones en casi todos los campos de la existencia y experimentan cotidianamente el sentirse en desventaja. El sociólogo Klaus Dörre, con su equipo de investigación, califica el sistema Hartz IV de “régimen de endurecimiento de las reglas de aceptabilidad”
(Regime strenger Zumutbarkeit), cuyos mecanismos  arrastran a quienes perciben las asignaciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) a un círculo vicioso que combina la ausencia de perspectiva y la pasividad. Los desempleados y desempleadas se ven envueltos en una verdadera espiral infernal, las experiencias frustrantes se acumulan, lo que hace que las tendencias a la resignación triunfen poco a poco y que uno se vuelva cada vez menos exigente consigo mismo, todo lo cual desemboca en una baja de la actividad. Inge Hannemann, antigua empleada de la oficina de empleo, autora crítica de las leyes Hartz IV y política de Hamburgo, ha mostrado en una publicación de 2012 que la percepción de las asignaciones Hartz IV tiene consecuencias negativas para la salud: “Lo que salta a la vista es particularmente el aumento de las enfermedades psíquicas como la depresión y las perturbaciones psicosomáticas”.
Las reformas del mercado de trabajo de la coalición roji-verde [de Gerhard Schröder et Joska Fischer]  tienen graves consecuencias en términos de salud pública, a nivel psíquico y a nivel sociocultural para los desempleados/desempleadas y sus allegados. Ahora bien, la mayoría de las veces estas consecuencias se subestiman.
Mientras que los problemas de salud y las restricciones psico-sociales de los desempleados/desempleadas y de sus allegados aumentan, los recursos para poder acceder a una terapia adecuada frecuentemente escasean. Por regla general, la política de salud pública no va destinada a los pobres, sino que favorece más bien a los ricos y pudientes. Cuando, por ejemplo, el pago de los gastos de consulta (Praxisgebühr) por visita médica fue abolido el 1 de Enero 2013, nadie habló de las consecuencias que tenía este pago obligatorio al disuadir a los beneficiarios de las asignaciones Hartz IV de ir al médico, debido a la falta de medios financieros. De hecho, esta decisión se ha tomado en base a intrigas entre los partidos en el poder, cuando se trata de una decisión fundamentalmente justa y que debería haberse tomado mucho antes. Para conseguir que el FDP aceptara las asignaciones para hacerse cargo de un niño (Betreuungsgeld), una medida que quería la CSU bávara, pero que era muy controvertida, la fracción parlamentaria  CDU/CSU aportó sus votos, con pesar, a la supresión de los gastos de consulta para hacer un favor a los médicos y dentistas – una clientela habitual del FDP (partido liberal) – para quienes este reglamento era desde hacia tiempo una piedra en el zapato, a causa del trabajo administrativo suplementario que generaba.

Las “mesas alimenticias”, el compromiso de las organizaciones caritativas y el “nuevo ostracismo” en una sociedad bajo el régimen Hartz IV.

A mitad de los años 60, hace medio siglo, no llegaban a un millón las personas que percibían ya sea las asignaciones  de paro (Arbeitslosengeld), ya sea la ayuda destinada a los parados (Arbeitslosenhilfe), ya sea ayuda social. En esta época, uno da cada 75 niños vivía en una familia beneficiaria de subsidios (Hilfe zum Lebensunterhalt – HLU). Después de la entrada en vigor de la Cuarta ley para una prestaciones de servicio modernas en el mercado de trabajo (cuarta ley Hartz o HartzIV), el número de personas que viven en una “familia que percibe asignaciones Hartz IV” (Bedarfgemeinschaft) ha alcanzado durante un período la cifra de 7,5 millones, por un total de 4 millones de familias. Esta estadística incluía cerca de 5,5 millones de personas que recibían prestaciones Hartz IV (Arbeitslosengeld II) y unos 2 millones de personas que recibían ayuda social, la mayoría niños menores de 15 años. Esto representaba más de una décima parte de la población total de menores de 65 años. Fue solamente después del endurecimiento de los criterios de la ley Hartz IV, desde junio 2006, que el número de “familias que perciben asignaciones HartzIV” ha bajado de forma continua. Esto vale también para el número de personas afectadas directamente por Hartz IV, aunque éste ha comenzado a crecer después de la crisis bancaria, financiera y económica. Comparado con el pico estadístico de mayo 2006, la cifra de personas que se beneficiaba de las asignaciones Hartz IV ha ciertamente bajado en un 20%, alcanzando la marca de 6 millones, aunque hay que tomar en consideración que casi una da cada dos personas de este grupo recibe asignaciones de manera permanente.
Debido a la importante fluctuación en el seno del sistema Hartz IV, un número muy elevado de ciudadanos y ciudadanas han sufrido alguna vez, o incluso de forma repetida, la experiencia deprimente de las asignaciones Hartz IV. Además, la parte no visible de las estadísticas continua siendo muy importante, es decir, la proporción de personas que si bien disponen de un derecho a las asignaciones, no hacen la demanda por varias razones (falta de información, miedo a las autoridades, dificultades para hacer frente a las numerosas formalidades burocráticas, vergüenza frente a los padres, vecinos o amigos, falso orgullo, etc.). El hecho de que la cifra total de personas que reciben las asignaciones haya bajado últimamente, como desde luego el montante correspondiente a las sumas pagadas, no tiene por causa una hipotética atenuación  del malestar social de los desempleados y desempleadas, sino principalmente la política llevada a cabo bajo la égida de las reformas Hartz IV por las oficinas de empleo y las autoridades que garantizan la ayuda social, que se traduce en un endurecimiento drástico de los criterios de elegibilidad para las asignaciones, por un refuerzo de los mecanismos de control, y por la generalización de las medidas represivas. Actualmente, la realidad social no se caracteriza solamente por un aumento claro de las personas necesitadas, en comparación con la situación que prevalecía hace 50 años. El hecho de que la proporción de personas dependientes de las transferencias sociales sea mucho más elevado que anteriormente ha ocasionado un gran cambio de las relaciones entre el estado y las personas que reciben asignaciones, así como entre éstas y los ciudadanos y ciudadanas. De forma general, la legalización Hartz IV ha cambiado la faz de Alemana de una forma mucho más profunda que ciertos cambios de rumbo votados por el parlamento en la postguerra. El Estado-providencia alemán, su cultura política y la manera como se trataban las cuestiones sociales en una sociedad basada en decenios de “consensus” respecto a las grandes orientaciones socio-económicas, todo ello está fuertemente cuestionado. Si uno se interroga sobre la amplitud de los desgastes inmateriales que Hartz IV causa o deja como marcas profundas en las personas afectadas, ya se trate de heridas psíquicas o de los cambios en la manera en que cada cual puede imaginar su vida cotidiana, seguramente no es del todo  equivocado comparar el paquete de las leyes Hartz con las dos guerras mundiales.
Ver en Hartz IV solamente una reforma del mercado de trabajo es engañoso. No se puede comprender la legislación Hartz sin relacionarla con las intenciones mucho más generales de estos autores, que ambicionaban una política que cambiara las coordenadas de la sociedad. No se trataba simplemente de hacer  unos recortes en uno de los dominios clave de la previsión social, sino, mucho más, de inducir un cambio de paradigma en las políticas sociales e inherentes al mercado de trabajo. Para decirlo de otra forma: se trataba de imponer una decisión de gran envergadura sobre la orientación general de una sociedad, capaz de cambiar la faz de la República federal de Alemania por décadas – orientación que estaba presente desde el principio.
Cunado se considera el sistema de Hartz IV se puede hablar de un sistema totalitario en la medida en que penetra en todos los poros de la sociedad, sin dejar ningún respiro a las personas concernidas, tomando el control total de su vida cotidiana y forzándoles a poner el conjunto de su existencia social a su servicio. Matthias Bohlender, profesor de politología de la Universidad de Osnabrück, ve en la representación de los “desempleados y desempleadas” que estructuran el sistema Hartz IV un sujeto deficitario y marcado por la insuficiencia, cuya insuficiencia psico-social impide salir del estado de “desempleo”. A continuación, [la legislación Hartz] pone en práctica el cuadro psico-político de una intervención, en la cual se espera la transformación y la activación [del individuo en el paro] : “Así, no solo se avala la transformación de toda una maquinaria administrativa (la oficina de empleo se convierte en agencia de empleo, la ayuda social y la ayuda a los parados se fusionan), sino que se crea un amplio campo de intervención política en el cual se ponen en práctica tecnologías que penetran hasta los aspectos más íntimos de la existencia: las relaciones sociales de una persona, sus costumbres cotidianas y alimenticias – en suma: se trata de intervenir de forma muy profunda en la forma en que individuos, familias y parejas funcionan en su vida cotidiana.”
La investigadora en ciencias sociales Anne Ames, comanditada por el Zentrum Gesellschaftliche Verantwortung de la iglesia protestante-reformada de Hesse y Nassau, estudió en el 2007 lo que viven las personas que perciben las asignaciones Hartz IV. Incluso en los casos en que las personas reciben una subvención de un montante correcto y a tiempo, lo que resulta mucho más raro si hay que creer la opinión de la mayoría de los que tienen derecho a ella, así como de los servicios que las sostienen, Hartz IV no ofrece una seguridad mínima suficiente. Las personas interrogadas, que dicen de ellas mismas que se encuentran “pobres, inseguras, excluidas y desprovistas de perspectiva”, permiten a la autora la conclusión siguiente: “La tarifa reglamentaria de las asignaciones es demasiado baja para permitir mantener contactos sociales, demasiado baja para poder llevar una vida que no esté minada por las preocupaciones financieras permanentes y el miedo omnipresente de verse golpeado por una desgracia, aún la más insignificante”. La documentación, muy completa, acumulada por Anne Ames permite hacerse una idea de la inmensa desdicha  humana presente en el mundo de Hartz IV, en que reinan el hambre, la oscuridad, el frío (a causa de los cortes de corriente eléctrica y de gas provocados por las sanciones), así como las depresiones y los suicidios provocados por la desesperación total a que llevan las trabas de las oficinas de empleo. Mientras que en otros países existen guetos de pobreza y barrios míseros, los pobres se concentran en Alemania en los barrios miserables de las grandes ciudades llamadas despreciativamente “zonas de tensión social” (soziale Brennpunkte) o eufemísticamente “barrios que disponen de necesidades primarias de ordenación territorial”. En ellos, los “abandonados” hacen cola ante los comedores populares que actualmente llevan el nombre particularmente refinado de “mesas de alimentación”. Allí, ellos/as reciben ropa salida de las reservas de las organizaciones caritativas, se proveen de aparatos electrodomésticos en brocanterías o asociaciones de ayuda mutua y se procuran la mayor parte de los bienes de consumo necesarios para subsistencia en los almacenes sociales. A pesar de que hay más de 1000 “mesas de alimentación”, éstas no consiguen yugular la pobreza inducida por Hartz IV por la sencilla y buena razón de que no existen precisamente en las regiones donde harían más falta , pero donde no hay ningún sponsor, gran donante o voluntario. “El grado de avituallamiento [efectuado por las mesas alimenticias] es precisamente el peor allí donde la pobreza es más importante, en muchas partes de la Alemania del este, por ejemplo.”, escribe el sociólogo Stefan Selke en una publicación del 2013 titulada « Schamland. Die Armut mitten unter uns» (Berlin, ECON-Verlag).
Juntamente con las leyes Hartz, el movimiento de las “mesas de alimentación”, contribuye , de forma involuntaria por lo que le concierne, a transformar poco a poco el estado social de tipo Bismarkiano (basado en el principio de las seguridades sociales) en un estado de asistencia pública, de limosna y de sopas populares. En este tipo de constelación son principalmente las personas acomodadas y ricas quienes deciden si, en que categoría, y como, las personas necesitadas reciben ayuda y, en consecuencia, en que dirección se desarrolla la sociedad. Si el país de los “poetas y pensadores” [retomando el slogan de marketing cultural utilizado en la RFA] se convierte en un país de “fundaciones caritativas y de donantes” que se encargan de los pobres y necesitados, ello significa que el Estado se retira completamente de la responsabilidad que le incumbe en cuanto a la seguridad social de sus ciudadanos y ciudadanas. Los motores de esta  demisión están ya en marcha en forma del compromiso caritativo reforzado de los donantes y del mercado, en plena expansión, de la caridad. El compromiso de la sociedad civil, incluso si está motivado por convicciones ciudadanas, es ciertamente un momento indisociable de la democracia, pero nunca será capaz de reemplazar completamente los derechos sociales y económicos que la constitución alemana (Grundgesetz) garantiza a sus ciudadanas y ciudadanos.

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Comentarios

  1. En contraposicionn con el fracaso neo lib Germano en Portugal El Partido Socialista portugués consiguió sustituir al conservador Pedro Passos Coelho gracias a un acuerdo de gobierno con el Partido Comunista de Portugal y el Bloco de Esquerda

    Entre otras medidas, el actual Gobierno de Antonio Costa ha logrado paliar los recortes salariales, ha devuelto a 35 horas semanales las jornada laboral de los trabajadores públicos , así como su sueldo y las jubilaciones en términos reales, ha creado un impuesto de patrimonio para viviendas de lujo de más de 500.000 euros , así como la gratuidad de los libros de texto en los primeros cursos de la educación básica.
    A esto le acompaño reducción del déficit a 2.3% del Producto interno Bruto el más bajo de la historia de Portugal.
    Todo esto junto con una recuperación del crecimiento y un disminución del desempleo del 12,3% al 10%.

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