“Hay que endeudarse todo lo que podamos”, dijo Macri y la monada se prendió a una joda de futuro inexorable.., ya van 47.000 millones de dólares..
DEUDA PÚBLICA, Otra vez en zona roja
Por Noemí Brenta, Investigadora
y docente en IDEHESI/ UBA y UTN FRGP. Para Le Monde diplomatique
Durante la campaña electoral, Macri afirmó: “Hay que
endeudarse todo lo que podamos”. Si bien el entonces futuro presidente se
refería a tomar deuda en los organismos internacionales para obras de
infraestructura, esa promesa fue ampliada a otros fines y cumplida con creces y
velozmente.
En once meses de
gestión, el gobierno emitió deuda sobre todo en moneda extranjera pero también
en pesos, por unos 40.000 millones de dólares, y autorizó unos 7.000 millones a
ocho provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Más que para
infraestructura, la deuda se aplicó a pagar a los fondos buitre, a sumar a las
reservas del Banco Central, y a financiar el déficit fiscal, afectado por la
baja de las retenciones sobre las exportaciones principalmente agropecuarias y
por la recesión disparada por el ajuste (devaluación, tasas de interés altas,
grandes alzas de tarifas de servicios, paralización de la obra pública,
despidos, aumentos salariales inferiores a la inflación), que desplomaron el
consumo y la inversión, y contrajeron el nivel de actividad (-0,9%, -3,5% y
-1,5% en 2016, según las proyecciones del Presupuesto 2017). Los pagos a los
organismos internacionales se asemejaron a sus desembolsos, de modo que esa
deuda se mantuvo prácticamente igual.
La Secretaría de Finanzas de la Nación calculaba que la
deuda bruta del sector público nacional al 30 de junio de 2016, último dato
publicado, era de 3,9 billones de pesos (1),
a esto hay que sumar las colocaciones posteriores en pesos, dólares y euros,
unos 60.000 millones de pesos más. Buena parte de la deuda (unos 164.000
millones de dólares, el 63%) está denominada en moneda extranjera, y el resto
en pesos. En síntesis, a mediados de este año la deuda pública bruta bordeaba
el 56,9% del Producto Interno Bruto (PIB, cifra no oficial), mientras que a
fines de 2015 equivalía al 53,6% (dato oficial). Más allá de la exactitud de
estos números, es innegable que en 2016 la deuda pública aumentó más que el
PIB, y que el endeudamiento es una herramienta que el gobierno utiliza con
entusiasmo.
También sustituyó
deuda intra-Estado, principalmente con la ANSES y con el Banco Central, por
acreedores privados y bancos, lo que no afecta el stock de la deuda, pero sí su
condicionalidad –especialmente en las renegociaciones– y su costo. Por ejemplo,
a poco de asumir, en diciembre de 2015, el gobierno emitió 16.500 millones de
dólares en bonos, en sustitución de la deuda del Tesoro con el Banco Central,
pero mientras que antes de ese canje los intereses permanecían dentro del mismo
Estado, posteriormente el Tesoro quedó endeudado con terceros y obligado a
pagar intereses y amortizaciones con un nivel de exigibilidad mucho mayor. Por otra
parte, el aumento de la deuda en moneda extranjera, además de agravar la
fragilidad fiscal, acentúa la vulnerabilidad del país a las salidas súbitas de
capitales en respuesta a shocks externos –nada extraños en este oscuro
escenario global–, y anticipa el castigo al pecado original de financiarse en
moneda ajena, y de reingresar a la secta de las finanzas globales que ya llevó
a Argentina y muchos otros países al infierno del sobreendeudamiento, la crisis
y la desposesión.
El torniquete fiscal
La
cuestión ahora es saber si Argentina está cerca de la línea roja del
sobreendeudamiento, del ajuste perpetuo y de subordinar todas las políticas que
demandan recursos estatales –jubilaciones, salud, educación, ciencia– a renovar
u obtener fondos frescos en los mercados y al pago de intereses y comisiones,
como ocurrió en la etapa neoliberal, entre 1976 y 2001. Esto parecería tan
difícil de contestar que el Fondo Monetario Internacional (FMI) nunca lo hizo a
tiempo de modo de evitar o suavizar las crisis, aunque cada vez que Argentina
se sobreendeudó, tenía acuerdos y supervisión del organismo. Así pasó durante
la presidencia de Frondizi (1958-1962); en la dictadura, cuando tras vencer los stand
by de 1976 y 1977, el
gobierno contrató un experto del FMI para calcular cuánta deuda Argentina podía
tomar de los bancos internacionales, y desde 1983 hasta la crisis de 2001,
período en el que el país estuvo todo el tiempo bajo programas del FMI o
tratando de negociar su aprobación.
Sin
embargo existen criterios bastante claros para identificar el
sobreendeudamiento, por ejemplo el de la Eurozona, que impone un límite a la
deuda pública del 60% del PIB, suponiendo que más allá de este umbral la
estabilidad económica peligra. Según el criterio de Maastricht, Argentina, ya
con un índice de 57%, tiene algún margen para endeudarse, pero no demasiado. La
sustentabilidad de su deuda, no obstante, depende del crecimiento del PIB, pero
también de las tasas y plazos, y de la política de impuestos y gasto público,
que a su vez influyen sobre el crecimiento.
Veamos
cuál es el panorama para 2017. En el corto plazo, el problema principal del
aumento de la deuda es la reasignación de partidas presupuestarias para
atenderla: más para pagar intereses y menos para los otros gastos. En el
proyecto del Presupuesto Nacional para 2017 los intereses aumentan mucho más
que el gasto público (32,3% y 21,2%, respectivamente), y alcanzan al 2,53% del
PIB, frente a un 2,36% de 2016, mayor que el 1,6% de 2015. En definitiva, en
2017 el servicio de la deuda pública es la erogación que más crece,
representará el 10,5% del gasto de la administración nacional, frente a 9,7% de
2016 y mucho más si se compara con 2015: 8%.
Aunque
el gobierno proyecta un déficit fiscal algo menor que el de 2016 (4,93% del
PIB, y 5,02%, respectivamente), el mayor peso de los intereses por el
crecimiento de la deuda pública desplaza otros gastos. La principal reducción
es la de los subsidios a las empresas de servicios, compensados por los
aumentos de las tarifas a los consumidores. Pero también caerán las
transferencias a las universidades nacionales, porque crecerán mucho menos que
la inflación. Y como el gobierno prevé seguir tomando deuda para financiar el
déficit –a su vez afectado por los mayores pagos de intereses y las reducciones
de impuestos diversos durante 2017, como bienes personales y ganancia mínima
presunta– el panorama empeora para 2018. Pasado el año electoral el ajuste se
vislumbra más profundo; por eso es difícil creer en las proyecciones de
crecimiento del 3,5% anual del PIB, con una política fiscal contractiva. En
definitiva, si la deuda pública continúa creciendo, como está anunciado –el
Presupuesto 2017 prevé aumentarla cerca de 45.000 millones de dólares–, pero el
PIB no, no sólo peligra la sustentabilidad de la deuda, sino también su costo
aumentaría, y el torniquete fiscal se apretará. Esperemos que esta película
repetida no vuelva a proyectarse.
Espiral descendente
La
deuda pública en moneda extranjera suma otro tipo de problemas, como el
requerimiento de divisas para atender los servicios, suponiendo que el capital
se renueva, y también hay que tener en cuenta el aumento de su peso en el gasto
público si ocurriera una devaluación. Por ejemplo, en 2001, con un tipo de
cambio muy atrasado, los intereses pagados representaron el 20% del gasto, que
ya era mucho, pero tras la devaluación casi todo el gasto público nacional
hubiera debido destinarse a pagar intereses. Lo mismo vale cuando se compara la
deuda con el producto bruto: en 2001 representaba un 48% pero después de la
devaluación superó el 100% y se volvió impagable. Si para evitar ese descalce
el gobierno hubiera adoptado la dolarización con eliminación del peso –idea que
sobrevoló durante toda la administración menemista– el destino de Argentina
hubiera sido profundizar la depresión y la miseria, como Grecia, que endeudada
y sin poder devaluar pronostica un desempleo de dos dígitos hasta mediados de
este siglo. También existen indicadores de sustentabilidad de la deuda en
moneda extranjera, como su relación con las exportaciones y con las reservas
internacionales, el ratio entre los servicios anuales y los saldos del comercio
exterior. Todos estos indicadores se están deteriorando; el gobierno ha
publicado unos pocos sólo hasta marzo de este año. Los expertos aseguran que la
luz amarilla aparecería cuando el valor actual neto de la deuda en moneda
extranjera supere una vez y media las exportaciones; para alcanzar este umbral
todavía queda resto, pero otros factores pueden debilitar la solvencia externa,
como los largos plazos acordados a los exportadores para liquidar las divisas
al Banco Central, que podrían llevarlos a retener el cambio si avistan una
devaluación, o la vía libre para comprar dólares, que podría secar las reservas
en pocos días.
Por eso, aunque
Argentina todavía no está al borde del precipicio, preocupa que las
proyecciones del Presupuesto 2017 asumen un déficit comercial permanente y
creciente para los próximos años, en el que las importaciones crecerían más que
las exportaciones. Este drenaje de divisas, sumado a los intereses crecientes
de la deuda externa, y a los otros conceptos que componen el déficit
tradicional de la balanza de servicios, sólo puede financiarse con ingreso de
capitales: préstamos e inversiones en moneda extranjera, que a su vez requieren
más divisas para su atención, para pagar intereses y utilidades. Pero ésta es
la vía segura a una crisis de pagos internacionales y a un ajuste fiscal
perpetuo, un camino en espiral descendente que Argentina ya recorrió muchas
veces, como otros países, y jamás llevó al desarrollo, sino a las pérdidas en
muchos sentidos. ¿Perderemos en esta aventura la soberanía sobre nuestros
recursos naturales? ¿Una rebanada de la Antártida? ¿Nuestros yacimientos de
litio?
Un
signo alarmante es el atraso de las publicaciones oficiales de las estadísticas
de la deuda pública. La Secretaría de Finanzas informa las colocaciones de
deuda de 2016 sólo hasta el 31 de julio; mientras que la información
estadística detallada de la deuda termina en el primer trimestre de 2016. Para
el segundo trimestre, cuando la deuda creció más aceleradamente, sólo presenta
un avance preliminar muy compacto y sin indicadores de sustentabilidad ni
continuidad con los datos de 2015, lo que dificulta el análisis de su evolución
y las comparaciones. Asimismo, en su Información Económica al Día, el gobierno
dejó de publicar las estadísticas de pago de intereses desagregado en moneda
nacional y moneda extranjera, que presenta agregados, aunque la información de
la Secretaría de Hacienda sobre la ejecución del presupuesto rescata aquella
falta. La opacidad de la información sobre la deuda pública argentina siempre
ha acompañado los períodos de sobreendeudamiento.
Los
riesgos para Argentina de avanzar en un nuevo ciclo de sobreendeudamiento son
ciertos y conocidos, a pesar de las leyes y mecanismos de participación del
Congreso para limitar la deuda pública. La deuda ya contraída por el gobierno
de Macri y las proyecciones de aumentarla en 2017 señalan el camino elegido.
Ojalá esta vez sea distinto y frenen antes del abismo.
1. Esta cifra incluye la deuda no presentada al canje y sus intereses, y
los valores negociables vinculados al PIB. Fuente: Ministerio de Economía de la
Nación, Secretaría de Finanzas.
1. Endeudamiento neto
Sector Público
Nacional no Financiero. Base caja mensual, en millones de pesos. Año 2016
Fuente:
Oficina Nacional de Presupuesto, Secretaría de Hacienda, Ministerio de Hacienda
y Finanzas Públicas
2. Presupuesto 2017
Servicios de la
Deuda Pública y Otros Gastos
PEN,
Mensaje del Proyecto de Ley de Presupuesto General de la Administración
Nacional para el Ejercicio Fiscal 2017
Anexo:
Por José Natanson
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
El integrante del "mejor equipo" que acaba de tomarse el raje, ya manifestó sonriente que la tarea estaba hecha.
ResponderEliminarLa quita histórica lograda sobre la mentirosa deuda ETERNA que había venido arrastrándose y engordando durante décadas, marcó un hito maravilloso para los paises en vías de desarrollo. Pero al mismo tiempo constituyó un baldón y una afrenta sufridos por los prestamistas buitres del mundo y por muchos "comisionistas" internacionales y locales. Y seguramente, JAMÁS PERDONARÁN semejante afrenta por parte de UN GOBIERNO POPULAR precisamente.
De allí el APURO por VOLVER A ENDEUDAR. De allí la urgencia por VOLVER A SEPULTAR el futuro de varias generaciones. Porque aunque sobrevengan gobiernos genuinamente populares, ya no será nada sencillo RENEGOCIAR la nueva HIPOTECA con que LA DERECHA DE MIERDA ha vuelto a someter a nuestro país.
Me encantaría mirar a los ojos de los imbéciles, irresponsables y abombados que VOTARON ESTA BASURA.