Primero fue el discurso de Daniel Scioli, aceptando
una derrota que a esa hora arrojaba una diferencia de casi diez puntos
porcentuales a favor de Cambiemos, y que no más de unas pocas horas se
reduciría a poco más de dos puntos.
Sus palabras fueron claras, reafirmando lo dicho en
campaña, destacando los logros de los doce años de gobierno.
Eran las palabras de un candidato con la certeza de
haber dejado todo, con la tranquilidad de no haberse corrido de lo esencial en
la representación del proyecto nacional. Destacó el país que recibirá Mauricio
Macri a partir del 10 de diciembre: “Dejamos la tasa más baja de desempleo de
los últimos años. La tasa más baja de endeudamiento desde 1976. Una Argentina
que ha puesto en la educación un lugar fundamental de la inclusión social,
generando innumerables oportunidades a los jóvenes”.
Luego llegó el turno de Mauricio Macri. Como en
iglesia de pastores evangelistas al estilo “basta de sufrir”, se limitó a
repetir lo que dijo en cada uno de los spots de campaña. Arengó a sus fieles
con la consigna “Si, se puede”, que la multitud, ya habituada a los slogans,
repitió excitada. Macri, ya triunfante, no se atrevió a mencionar una frase que
lo pusiera a la altura de un Presidente de la Nación. “Yo estoy acá para que
cada día vivan un poco mejor.” No agradeció a la izquierda que le aportó los
más de seiscientos mil votos que le ayudaron a ganar la elección. Despreció e
ignoró mencionar los llamados de felicitación de su contrincante, Daniel
Scioli, y de la Presidenta por su triunfo.
En su primera conferencia de prensa del lunes como
presidente electo, Macri arrojó definiciones claras y puntuales sobre su
gobierno. Apuntó al blanco de Venezuela, a la incorporación a la Alianza del
Pacífico, a la revisión del “management” de YPF. Acompañado por María Eugenia
Vidal –luego de Macri la figura con más peso en Cambiemos– y Marcos Peña, su
jefe de Gabinete. Claro quedó el papel que desempeñará Peña, encargado de poner
la cara para decir lo que Macri no querrá decir, lo que afectará su imagen y su
limitada capacidad de comunicación.
Queda el reconocimiento a Daniel Scioli, al enorme
esfuerzo con el que encaró la campaña, sin el indispensable acompañamiento que
la hora demandaba. Sólo a partir del 26 de octubre, con el surgimiento de la
militancia silvestre, la que salió sin esperar indicaciones de nadie, el Frente
para la Victoria logró acelerar la campaña. Scioli logró convencer a los que
dudaron de él, a sus más fervientes críticos dentro del propio espacio.
El papel que jugará Scioli en el futuro del Frente
para la Victoria, careciendo de una estructura propia de peso, lo mismo que a
la mayoría de sus colaboradores que lo acompañaron con notable trabajo, lo
devuelve, después del 10 de diciembre, al llano. Scioli y su papel en el futuro
no pueden ser soslayados. Fue el candidato del Frente para la Victoria y
merecerá el reconocimiento de quien en circunstancias complejas se cargó la
campaña al hombro.
Comienza el tiempo de
un profundo análisis de todo lo sucedido, análisis que requerirá la
indispensable cuota de rigurosidad y de templanza a la vez para que los
reacomodamientos, enojos y frustraciones no desemboquen en debilitamientos
internos. Del equilibrio en la revisión y el análisis de la campaña, y de la
previa a la campaña, y de las idas y vueltas, dependerá el futuro de los
millones de argentinos que, más allá del resultado, no se dan por derrotados.
Fuente: Miradas al Sur
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