Injusticia por mano propia y la estigmatización de los jóvenes




Roberto Samar. Licenciado en Periodismo, Licenciado en Comunicación Social, Docente de Filosofía Política Moderna UNLZ.

Si en una estación de trenes escuchas gritos y ves un muchacho joven y morocho tirado en el piso, mientras un pasajero lo sostiene del cuello y le pide que muestre lo que tiene en la mano ¿Qué pensás? Hasta ahí parece todo claro. Para el sentido común es un pibe chorro que fue detenido gracias a un valiente justiciero. Este situación ocurrió el jueves 7 de octubre a las 17.53 hs en la estación Miserere de subterráneos de la Ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, luego el chico desde el piso, inmovilizado, mostró como pudo su mano. El hombre le dijo: “Uy, disculpá, me confundí. Pensé que me habías robado. Viste como está la cosa!”

Esta escena me generó las siguientes preguntas. ¿Cómo está la cosa y como se ve la cosa? ¿Qué nos está empujando como sociedad a este pánico al delito? ¿Hubiera pasado lo mismo si el pibe era rubio o si tuviera otra vestimenta?

Según el juez de la Corte Suprema Raúl Zaffaroni, “se está estigmatizando y criminalizando a un grupo social. Que normalmente son los adolescentes y jóvenes de barrios precarios de toda nuestra región”.

Los medios masivos de comunicación nos muestran un pibe que hizo una barbaridad. Ese hecho lo reiteran muchas veces en distintos soportes amplificando así el fenómeno.  Nos dan un testimonio pormenorizado de las víctimas y de sus familiares. Luego nos muestran en la otra imagen un chico tomando cerveza en la esquina. Este es igual, son ellos. Es como si nos dijeran, este todavía no lo hizo pero lo va a hacer.  En ese sentido, Zaffaroni sostiene que este no es un fenómeno local, considera que hay una criminología mediática mundial que baja de Estados Unidos y se expande por el mundo con una exaltación de la venganza.  Dicho fenómeno toma como chivo expiatorio a un grupo social: en Estados Unidos son los negros; en Europa son los Inmigrantes, los turcos en Alemania o los islámicos en Francia. Acá vivimos con miedo de los jóvenes de los barrios humildes. Cuando se  toma un grupo social como chivo expiatorio, se canalizan sobre él los valores peyorativos que circulan en la sociedad, es decir se hace depositario de los aspectos negativos o atemorizantes. Sin embargo, más allá de nuestras percepciones, los números muestran otras cosas. Primero una aclaración: mundialmente, para realizar estudios comparativos se utiliza la tasa de homicidios ya que es el dato que prácticamente no tiene subregistros.

En Argentina en el 2002 hubo 3453 homicidios dolosos, en el 2008 este número bajó a 2305, lo que significa una caída del 37 por ciento. Ese número nos ubica en el cuarto lugar del continente americano en relación a la menor tasa de homicidios. Paralelamente, según la Dirección Nacional de Política Criminal del Ministerio de Justicia, DDHH y Seguridad  sólo un 13 % de este tipo de delitos es cometido por menores de 18 años.  Entones, ¿Qué es lo que nos pasa? ¿Por qué si mejoran los indicadores tenemos más miedo? ¿Por qué este miedo específico a los jóvenes pobres? Todos los días nacen bebés, mueren personas, hay accidentes y alguien se salva casi milagrosamente. Siempre pasa algo negativo y algo positivo. Por lo cual lo que consumimos en los medios masivos de comunicación es un recorte mínimo de lo que pasa en la sociedad, pero tiende a representar la totalidad de lo que entendemos por realidad. Tomemos un ejemplo para dejar en claro que siempre hay una selección de las noticias que construyen la idea de actualidad: Según la Fundación Luchemos por la Vida en el 2008 murieron 8205 personas en accidentes de tránsito, por lo cual en términos racionales tendríamos que tener cuatro veces más miedo a morir atropellados que a ser víctimas de un homicidio. También tendría que haber cuatro veces más cobertura de los accidentes de tránsito que de asesinatos. Pero no, la cobertura mediática no se agota en cubrir cualquier noticia morbosa. No se refleja mecánicamente los números de las víctimas fatales. Hay una espectacularidad que esta acentuada en la idea de los jóvenes peligrosos. Programas como Policías en Acción, Cárceles o informes América, muchas veces hacen de la violencia juvenil en los barrios humildes de la Provincia de Buenos Aires un lugar común. En ese sentido, nos trasmiten la idea de que el Conurbano Bonaerense es una suerte de lejano oeste. Sin embargo, la tasa de homicidios dolosos por provincia es encabezada por Chubut, con una tasa de 8,47 casos cada cien mil habitantes. Luego viene Santa Fe (8,45); Mendoza con (7,57); Entre Ríos (7,09) y en quinto lugar Buenos Aires con 6,94. Claramente esta no es la percepción que se refleja en los medios de alcance nacional.  En base a lo expuesto en temas de seguridad, intentemos no ser tan permeables a los discursos del miedo ya que no reflejan la realidad, pero si generan más aislamiento y fragmentación social. Una sociedad miedosa, que exalta la justicia por mano propia y con amplios niveles de discriminación social es una combinación peligrosa, en particular para los pibes de los sectores más vulnerables. 

Comentarios

  1. Comentario publicado en el marco del debate propuesto por el Blog el Aguante Populista:

    va el disparador...

    La idea de delito = pobreza deviene de la estigmatización. Prejuicio puro en el que curiosamente también cae el progresismo.
    Refutar esa idea resulta muy sencillo. Con sólo observar la cantidad de bandas "chetas" que operan a lo largo y a lo ancho del país nos ahorra de todo comentario.

    Hablo de piratas de asfalto, cueveros, vendedores de facturas, narcos, reducidores de insumos, tratantes de personas, violadores, contrabandistas, asesinos seriales, bandas de secuestradores, barrabravas, traficantes de armas, desarmaderos. etc; en algún caso "pymes" que desarrollan una onerosa logística y que requieren de mano de obra barata. Mano de obra (último eslabón de la cadena) que se arriesga a ser linchada por tipos que luego no tienen ningún reparo en adquirir (primer eslabón de la cadena) los bienes y servicios que comercian esas "pymes" del delito.

    En este aspecto el Capitalismo tiene una enorme cuotaparte de responsabilidad sobre la base de sus propios paradigmas individualistas y a la vez fomenta una cultura del delito que tiene directa relación con el consumo y el mercado.

    Ese grupete de gente que salió a linchar en estos días en Palermo difícilmente se caminen unas pocas cuadras y vayan a la calle Libertad o a Warnes para proceder en consecuencia; y si van allí es para adquirir a buen precio lo que alguien robo.

    Creo que el delito es algo que se debe encarar de ese otro lado oscuro y que tiene íntima relación con nuestras propias conductas sociales.

    Alguna vez un muy buen amigo me reprochaba el haber adquirido un juego de gomas en una agencia oficial Firestone, cuando ese mismo juego me saldría la mitad en un desarmadero de la zona de Bahía Blanca. Mi respuesta fue simple. "No compro artículos que pueden estar manchados con sangre y menos comercio con delincuentes"
    Ahora bien. En lo personal creo que allí está el centro del dilema. Más temprano que tarde sin demanda de artículos robados no existirá oferta, ergo, el delito disminuye. Pregunta. ¿Existe responsabilidad de la sociedad? En lo personal no tengo ninguna duda.

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