Sobre VENEZUELA, por RUBÉN BLADES el de Camaleón y por ATILIO BORON, el de El Lado Oscuro del Imperio


... y es el mismo Blades que afirmó hace pocos años atrás que volvería a la política panameña sólo el día que la gente se dé cuenta que para hacer un omelet había que romper varios huevos. Está claro que no le satisface el omelet que ha intentado recetar el Chavismo o en su defecto de pronto se asustó al saber que no se trataba solamente ni de huevos ni de cocinar banales omelets… Sobre el asunto se encarga de contestarte Atilio Borón…

“Aun cuando no he nacido en Venezuela, siento respeto, afecto y agradecimiento hacia esa Nación y su gente. Por eso considero oportuno esbozar una opinión acerca de la situación que actualmente atraviesa el hermano país. Entiendo perfectamente que la posición por mí expresada no ha de satisfacer a algunos, pero eso no es de extrañar. Es precisamente la intransigencia lo que define a los grupos en pugna, gobierno y oposición.

Estas dos facciones políticas han tenido, cada una en su momento, la oportunidad de servir realmente al país, pero han fallado, tal vez porque cada una ha preferido servir a sus propias agendas, fracasando en el intento de integrar al país mayoritario. Es quizás por esa razón que los argumentos que esgrimen los representantes de ambos bandos suenan demagógicos a los oídos independientes. Ninguno de los dos posee realmente el apoyo mayoritario, de allí la parálisis. Ambos argumentos poseen un pedazo de la verdad, pero ambos se rehúsan a unirlos para crear el terreno común que permita concertar una propuesta para todos los venezolanos. El país está tristemente polarizado y por eso hoy Venezuela duele. La aparente ausencia de una solución se debe a la falta de un liderazgo que establezca un propósito de lucha que unifique al país, en lugar de dividirlo. Si estás a favor de la oposición, eres un burgués parásito, agente de la CIA, vendido al Imperio. Si favoreces al gobierno eres un comunista, maleante, vendido a Cuba y a los Castro. Ninguna de estas definiciones habla de Venezuela y de su necesidad. Sólo pintan el odio y la expectativa personalista de quien esgrime el argumento, impidiendo la posibilidad de un diálogo inteligente y patriótico. El gobierno ha fallado monumentalmente en la tarea de la administración pública y ha despilfarrado de manera insólita e irresponsable un caudal económico único en la América latina. Intenta consolidarse cambiando leyes y ajustándolas a su argumento ideológico, censurando de paso a quienes no opinan o acatan la línea que pretende imponer. Maduro, de quien se dice es heredero de a dedo y con apoyo derivado, no parece poseer la suficiente claridad, sagacidad y manejo que requiere un mandatario para dirigir un país tan complejo. Capriles, por otro lado, no tiene el carisma ni el planteamiento programático que convenza a la enorme cantidad de escépticos e independientes, sin mencionar al sector popular que lo identifica como heredero de las políticas rapaces de los Adecos y Copeyanos de antaño, descalificándolo como opción. Esa falta de confianza en su persona parece impedirle ganar el apoyo de otros sectores que ya no gustan del actual gobierno y sus ejecutorias.

La necesidad de nuevos protagonistas que planteen una agenda objetiva y patriótica, no demagógica o ideológica, es vital en estos momentos. Por eso iniciativas como la de los estudiantes, la formación de grupos verdaderamente independientes, puede resultar el inicio de un movimiento que permita a la razón nacional superar la rabia partidista y el odio de clases.

En Panamá ocurrió algo semejante. Recuerdo que en el tiempo de la dictadura de Noriega, algunos grupos de la oposición al régimen me atacaron por no unirme a ellos. Incluso llegaron a acusarme falsamente de apoyar al dictador, e incluso de formar parte del gobierno militar. Imagino que en igual situación se encuentran muchos venezolanos que rehúsan participar incondicionalmente, o se niegan a endosar las exageraciones, calumnias, frases panfletarias y demás formas con las que la politiquería tradicional pretende conquistar adeptos, tácticas que tanto gobierno como oposición han utilizado ayer y hoy.

A estas alturas, me resulta verdaderamente incomprensible cómo ha ocurrido que un país con tanto recurso natural y humano, con tanta calidad, nobleza y talento, se encuentre hoy sumido en una situación tan precaria, sin lograr comprender que cuando se cae en un hoyo, lo primero que se tiene que hacer para intentar salir, es dejar de cavar. Por esa razón, en estos momentos confío más en las posibilidades del argumento de los estudiantes, que en los de gobierno y oposición. Ojalá que logren sentar las bases para la discusión del país que puede ser, y no el que hoy pretenden forzar dos bandos en conflicto de intereses. Que no les obliguen a escoger entre alternativas como el cáncer o el ataque al corazón. Que los estudiantes del país, desde El Guajiro hasta Cumaná, planteen su agenda de vida y se la presenten a los dos grupos que hoy se debaten en pugna por el Poder. Díganles cuál es el país que quieren, y aclaren que no aceptarán como únicas alternativas las propuestas por los dos bandos en disputa.

No existe ninguna duda de que el Presidente Maduro, como Jefe del Estado venezolano, debe hacerse responsable por la seguridad e integridad física del Sr. Leopoldo López, y de la misma manera, de todos los que en su legítimo derecho político participen en las protestas. Pero también es necesario que los manifestantes no desaten la violencia. Deben argumentar en forma pacífica; el que tiene la razón no necesita gritar, o pegarle al otro para validar lo que dice.




Algunos pensarán que me inmiscuyo en asuntos que como panameño no me incumben. Me permito hacerlo por el afecto y apoyo que los venezolanos me han entregado durante más de 40 años, haciendo suyas la música y letra de mis canciones. Por esa entrega, los venezolanos están condenados a mi cariño y a mi respeto”.

(N de la R: Esta carta de Blades es un cover de la teoría de los dos demonios)

Atilio Borón.. lo que desconoce o no quiere reconocer Rubén Blades

La escalada desestabilizadora que actualmente sufre la Venezuela bolivariana tiene un objetivo no negociable: el derrocamiento del gobierno de Nicolás Maduro. No hay un ápice de interpretación de quien esto escribe en esta afirmación. Fue expresada en reiteradas ocasiones no sólo por los manifestantes de la derecha en las calles sino por sus principales líderes e instigadores locales: Leopoldo López (ex alcalde del municipio de Chacao, en Caracas, y jefe del partido Voluntad Popular)  y María Corina Machado, diputada por Súmate a la Asamblea Nacional de Venezuela.  En más de una ocasión se refirieron a las intenciones que perseguían con sus protestas utilizando una expresión a la que regularmente apela el  Departamento de Estado: “cambio de régimen”, forma amable y eufemística que reemplaza a la desprestigiada “golpe de estado”. Lo que se busca es precisamente eso: un “golpe de estado” que ponga punto final a la experiencia chavista. La invasión a Libia, y el derrocamiento y linchamiento de Muammar El Gadafi son un ejemplo de “cambio de régimen”; hace medio siglo que Estados Unidos está proponiendo  sin éxito algo similar para Cuba. Ahora lo están intentando, con todas sus fuerzas, en Venezuela. Esta feroz campaña en contra del gobierno bolivariano –en realidad, un proceso de fascistización de larga data- tiene raíces internas y externas, íntimamente imbricadas y solidarias en un objetivo común: acabar con la pesadilla instaurada por el Comandante Hugo Chávez desde que asumiera la presidencia en 1999. Para Estados Unidos la autodeterminación venezolana afirmada sobre las mayores reservas comprobadas de petróleo del mundo, la derrota del ALCA  y los avances de los procesos de integración y unidad en América Latina y el Caribe –la UNASUR, el Mercosur ampliado, la CELAC, Petrocaribe, entre otros- impulsados como nunca antes jamás por el   líder bolivariano son desafíos intolerables e inadmisibles, merecedores de un ejemplar escarmiento. Para la oposición interna el chavismo significó el fin de las prebendas y negociados que obtenía por su colaboración con el gobierno de Estados Unidos y las empresas norteamericanas en el saqueo y el pillaje de la renta petrolera, y que encontró en los líderes y organizaciones políticas de la Cuarta República sus socios menores e imprescindibles operadores locales. Tanto Washington como sus peones estaban seguros de que el chavismo no sobreviviría a la desaparición física de su fundador. Pero con las presidenciales del 14 de Abril del 2013 sus esperanzas se esfumaron: Nicolás Maduro prevaleció sobre Henrique Capriles por un porcentaje muy pequeño, pero suficiente e indiscutible, de votos. La respuesta de estos oligarcas travestidos en señeras figuras de la república fue primero desconocer el veredicto de las urnas y luego desatar violentas protestas que cobraron la vida de más de una decena de jóvenes bolivarianos, dejando heridos a unos cien, amén de la destrucción de numerosos edificios y propiedades públicas. Cabe consignar que al día de hoy, diez meses después de las elecciones presidenciales, Washington no ha reconocido formalmente el triunfo de Nicolás Maduro. En cambio, el inverosímil Premio Nobel de la Paz demoró horas en reconocer como triunfador de los comicios presidenciales hondureños del 24 de Noviembre pasado -viciados hasta lo indecible y fraudulentos como muy pocos- al candidato de “la embajada”, Juan O. Hernández. El imperialismo no se equivoca al elegir a sus enemigos: los Castro, Chávez, ahora Maduro, Correa, Morales; y contrariamente a lo que algunos ingenuamente postulan, no existe una derecha que sea “oposición leal” a un gobierno genuinamente de izquierda. Menos aun cuando se trata de una derecha manejada por telecomando desde la Casa Blanca. Si se comporta con lealtad es porque ese gobierno ya fue colonizado por el capital. Pese a la violencia de los militantes de la Mesa de Unidad Democrática que sostenía la candidatura de Capriles el gobierno logró restablecer el orden en las calles. Contribuyeron a ello la clara y enérgica respuesta gubernamental y, además,  la certeza que tenía la dirigencia del MUD que las próximas elecciones municipales del 8 de Diciembre -que la derecha caracterizó como un plebiscito- les permitirían derrotar al chavismo para luego exigir la inmediata renuncia de Maduro o, en el peor de los casos, convocar a un referendo revocatorio anticipado sin tener que esperar hasta mediados del 2016 tal como lo establece la Constitución. Pero la jugarreta les salió mal, porque fueron ampliamente derrotados por casi un millón de votos y nueve puntos porcentuales de diferencia. Atónitos ante lo inesperado del resultado, que por primera vez le ofrecía al gobierno bolivariano la posibilidad de gestionar durante dos años los asuntos públicos y administrar la economía sin tener que involucrarse en virulentas y distractoras campañas electorales, los antichavistas peregrinaron a Washington para redefinir su estrategia en función de las necesidades geopolíticas del imperio y recibir órdenes, dineros y ayudas de todo tipo para sostener su proyecto desestabilizador. Derrotados en las urnas ahora la prioridad inmediata era, como lo exigiera Richard Nixon para el Chile de Salvador Allende en 1970, “hacer chirriar la economía”. De ahí los sabotajes, las campañas de desabastecimientos programados y el desenfreno de la especulación cambiaria (según recomienda en su manual de operaciones el experto de la CIA Eugene Sharp); los ataques en la prensa en donde las mentiras y el terrorismo mediático no conocen límite o escrúpulo moral alguno y, luego, como remate, “calentar la calle” buscando crear una situación similar a la de la ciudad de Bengasi en Libia, capaz de desbaratar  por completo la economía y desatar una gravísima crisis de gobernabilidad que tornase inevitable la intervención de alguna potencia amiga, que ya sabemos quién es, para que acudiese en auxilio de los venezolanos para restaurar el orden quebrantado. Una tras otra todas estas iniciativas terminaron en el fracaso, pero no por ello la derecha abandonará sus propósitos sediciosos. Leopoldo López se acaba de entregar a la justicia y es de esperar que esta le haga caer, a él y a su compinche, María Corina Machado, todo el peso de la ley. Llevan varias muertes sobre sus mochilas y lo peor que le podría pasar a Venezuela sería que el gobierno o la justicia no advirtieran lo que se oculta dentro del huevo de la serpiente. En situaciones como éstas, y ante enemigos como éstos, cualquier intento de “reconciliación nacional” o de “línea blanda” es la segura ruta hacia la propia destrucción. Los fascistas y el imperialismo sólo entienden el lenguaje de la fuerza. López y Machado deberán recibir un castigo ejemplar, siempre dentro del marco de la legalidad vigente, y no deberían descartarse violentas manifestaciones para exigir su inmediata liberación. Tampoco habría que desechar la hipótesis de que, en su desesperación, la derecha pudiese apelar a cualquier recurso, por aberrante que sea.  Pero el procesamiento y castigo de los instigadores de tanto derramamiento de sangre no será suficiente para aventar el riesgo de un brutal derrocamiento del gobierno bolivariano; la única garantía estriba en la activa movilización y organización de las masas chavistas para sostener a “su revolución”, con sus muchos aciertos y también sus errores. Eso es lo único que permitirá aventar el peligro de un asalto fascista al poder que pondría sangriento fin a la gesta bolivariana, desencadenando una oleada reaccionaria que reverberaría por todo el continente. De ahí que lo que esté en juego en estas horas no es sólo el futuro de Venezuela sino el de toda Nuestra América.









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