Sobre izquierdas y derechas mucho es lo que “se habla”, poco es lo que “se dice” y menos es lo que “ellas dicen” en cuanto a definiciones políticas propias de lo que realmente son y quieren



Desde hace un buen tiempo hasta esta parte se afirma, desde los sectores más conservadores de la sociedad, que nuestro gobierno nacional tiene un claro tinte estatista, con un marcado énfasis hacia el populismo distributivo y con características ciertamente socializantes. Al mismo tiempo y por el contrario, desde una “nouvelle progresía nacional desencantada” se advierte que el oficialismo ha desplegado una tendencia política burguesa con el objeto de favorecer a las corporaciones desplegando una estrategia de país sitiado de modo contener cualquier intento de protesta social. Sobre ajuste y represión versan sus alegatos. Ambos coindicen en que el ejecutivo no tiene ni tuvo proyecto alguno que resuelva los dilemas del presente y menos aún de cara al devenir. Hasta aquí sus declamaciones…
No soy de los afiliados a la idea de que si uno es atacado por ambos flancos es porque se está transitando por el camino correcto. Considero ese argumento como banal y facilista. Uno puede tranquilamente estar tomando lo peor de cada casa y de ese modo rompe de plano dicho sofisma.
Por eso me permito plantear en vos alta una cuestión que se me ocurre pertinente, por lo menos a modo de duda tangencial. ¿Cabe la posibilidad de qué este gobierno sea atacado por izquierda debido a una racional utilización que hace de herramientas ortodoxas ante situaciones de crisis y que al mismo tiempo sea atacado también por derecha por la correcta utilización de herramientas heterodoxas en momentos de bonanza?. Considero que lo primero a plantear es si cabe la posibilidad de que una Nación cuyo modelo fundacional es el de un capitalismo periférico proveedor al mundo fundamentalmente de materias primas en bruto tenga la capacidad autárquica para evitar los sobresaltos que el propio capitalismo ostenta como principal y siniestra  característica. Estimo que la actual cartelización del capitalismo - mal llamado globalización - impide cualquier tipo de autarquía económica para las sociedades periféricas y que muy lejos están de poder imponer ni tan siquiera los precios de lo que producen.
Si se aceptan estos términos y teniendo en cuenta que el kirchnerismo jamás habló desde una tribuna socialista – lo analizo como tal, como socialista - no se entiende mucho la muletilla que habla sobre el “Giro a la Derecha” del gobierno cuando nunca circuló por la mano de la izquierda. Jamás escuché al oficialismo proponer cambios en el régimen de la propiedad privada de los medios de producción y menos aún puso en debate la socialización de los mismos. En tiempos de bonanza trató de distribuirla medianamente. Me refiero a estadísticas concretas de la Unesco y la Cepal: Hablo 46% de la participación de los trabajadores en el PBI, la ampliación y universalización del régimen previsional, el casi 7% de desempleo luego de haber tomado el índice en un 25%, el sistema de subsidios y asignaciones, la duplicación en el índice de inversiones en educación, el desendeudamiento, las paritarias, la salida del Default entre otras medidas, sin tener en cuenta la cantidad de derechos sociales, hoy adquiridos, que en apariencia se encuentran olvidados por la crítica.
Por su parte el conservadurismo, inciso transversal que toca a casi todo el espectro político opositor, incluso a los representantes de la socialdemocracia, manifiesta sus críticas en el excesivo gasto público, factor sin el cual aquellas políticas distribucionistas mencionadas hubieran sido imposibles de implementar. Mueve a risa que apenas el gobierno comienza a utilizar algunas herramientas ortodoxas para revertir ciertas inercias conflictivas que proponen los mercados la propia derecha las estima insuficientes y la izquierda las visualiza como regresivas. Me permito una digresión: En todo caso son regresivas porque lo son, no porque alguien leyó erróneamente que el gobierno era de izquierda. Vale decir, son regresivas en manos de cualquier tipo de ejecutivo; en manos de Lula, Pepe, Evo, Maduro, Obama, Fidel, Santos, Piñera, Rajoy o quien sea…






Hasta ahora la derecha no ha dicho todo lo que quiere, tal vez porque lo que quiere no sea bueno para las mayorías. Hasta ahora la izquierda, más allá de los cómicos habitantes de la red, tampoco ha dicho cómo hacer lo que propone hacer, tal vez porque no tiene ni la menor idea de qué se trata ejecutar presupuesto público y en consecuencia no sabría a ciencia cierta si es posible llevar a la praxis su teoría política en el marco de país con las características citadas.
Y es aquí en donde encuentro el mayor déficit argumentativo de nuestro presente. ¿Qué factores son los que marcan las diferencias políticas? Los paradigmas – el objetivo político – o las herramientas – los medios para llegar a esos objetivos -.  Reitero, hasta aquí tanto izquierdas como derechas no han dado grandes definiciones propias ni de unas ni de otras, se han plantado críticamente apuntado hacia las herramientas que ha utilizado el gobierno como entendiendo que ellas son las que le dan contenido y continente a la tendencia ideológica del oficialismo.
Nadie, con conocimientos políticos básicos, puede sentenciar que Obama se constituye en un cuadro de las izquierdas debido a que promueve una ley a favor de la universalización de los servicios de salud. El hombre detectó un problema grave en el marco de su sociedad y propuso para la solución una herramienta determinada. Eso para nada lo transforma en un colectivista como lo hace ver el Tea Party. Justamente los que se detienen en las herramientas y basan sus conceptos políticos en función de ellas son verdaderos pragmáticos ya que no conciben que el límite del pragmatismo lo constituye el paradigma, la idea. El paradigma de Obama seguirá siendo el de la libre empresa más allá de la utilización de una herramienta heterodoxa para la solución de un dilema puntual.

Mencionamos aquí que nuestras izquierdas y derechas coinciden en detenerse para sus análisis políticos en las herramientas, por lo tanto son a mí entender intelectualmente pragmáticas por el absurdo, como el teorema lógico/matemático. Dejan de lado los paradigmas fundacionales del kirchnerismo y estiran o aflojan la soga según si la herramienta los incomoda o los reconforta. Vale decir existe cierta miopía política o en todo caso prefieren alborotar la coyuntura en lugar de preguntarse y preguntar por los fundamentos que provocaron tomar determinadas decisiones políticas. Teorizan sobre deseos, sobre supuestos y sospechas, nunca sobre las causas que motorizan puntuales efectos.
Curiosamente en ambos casos, para potenciar aún más este “neoteorema” del absurdo, apelan para su crítica a su propio dogmatismo, por eso nos es común verlos morderse la cola con un sin fin de contradicciones que generalmente depositan sobre las espaldas del oficialismo. Resulta usual verlos solicitar y exigir medidas para luego desdecirse de ellas. Con sólo leer las editoriales de los economistas – analistas y periodistas - de todo el campo opositor de hace unos meses hasta esta parte con relación al atraso cambiario y sus consecuencias luego de la devaluación llama la atención que ellos mismos no advirtieran con anterioridad las consecuencias de sus sugerencias, presiones y lobbies. Hoy se habla del impacto social negativo de la corrección cambiaria por ellos antes exigida poniendo de relieve, por ejemplo, la futura ausencia de créditos baratos durante el 2014 para favorecer casualmente la campaña agrícola, sector por el cual se exigió el ajuste de la variable dólar.  Por un lado presionaron por un dólar que mejore la rentabilidad del sector, por el otro desechan el valor de ese mismo dólar cuando de créditos se trata. Quiero vender caro y pagar barato y que todo sea para el privado: La historia del capitalismo.
Sin haberse expresado nunca por izquierda el Gobierno Nacional le propuso a la sociedad en el 2003 una política de distribución de la riqueza hasta ese momento ahistórica teniendo en cuenta nuestros últimos 50 años; sin haberse expresado nunca por derechas el gobierno jamás puso en tela de juicio la propiedad privada de los medios de producción y un libre mercado con puntuales regulaciones, como ocurre en las economías de todo el mundo occidental. La recordada compensación a los Bancos postpesificación asimétrica de ese mismo 2003 es una clara muestra  sobre lo dicho. Vale decir, su idea de gestión, su paradigma, está por encima de las herramientas, lo que lo hace menos pragmático con relación a aquellos que solamente fijan su atención en las herramientas y no en los objetivos finales. Y esto ocurre porque en la oposición no hay proyectos ni objetivos finales, en ese sentido son pragmáticos en esencia, cualquier final les cabe, manda la coyuntura como formato de proyecto político.
Lo de Fútbol para Todos, si bien resulta una anécdota casi risueña es un buen ejemplo a citar. ¿Cuál es el paradigma?. Pues mantener la gratuidad y la universalidad en las emisiones del Fútbol por TV. Allí está la convicción, allí está el cambio  con relación al PPV de Cablevisión/Multicanal, no en la herramienta. Por eso me pareció ciertamente absurda la discusión planteada en términos políticos (inexistentes) sobre intereses y negociaciones recientes que poco hacían al fondo de la cuestión.

Como bien dice con ironía el Negro Dolina en el comienzo de la Venganza “somos un grupo de pensadores que mantienen sus convicciones aún cuando ellas han demostrado su falsedad”. No existe mayor convicción que intentar no engañarse a sí mismo con fraudes y fetiches, y no existe evento con mayor dosis de pragmatismo que buscar de manera denodada cualquier argumento que mantenga firme nuestros yerros. Vale decir voy cambiando argumentos, voy trocando pareceres, voy acomodando mis excusas hasta encontrar un nicho de confort que apoltrone mis supuestas e inclaudicables convicciones. La idea es lo de menos, puede ser cualquiera, incluso pueden abrigar hasta aquellos principios éticos y estéticos que simplemente están de moda...




Comentarios

  1. Una cosa es cierta. La carga impositiva (herramienta) que tiene la mayoría de los países que son fieles representantes del liberalismo (Francia, Inglaterra, incluso EE.UU, Bélgica, Holanda, Japón, Australia, Canadá) no los hace socialistas ni por las tapas.

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