En
una India sumida en las más ancestrales leyes de castas, en la que las mujeres
no existían legalmente y eran seres sumisos a los hombres, en un país en
constante conflicto con la metrópoli inglesa, una mujer se enfrentó a la
tradición y a los colonos. Lakshmi Bai, contra todo pronóstico, se convirtió en
reina, gobernó y se ganó el cariño y respeto de su pueblo y de los ingleses que
lucharon contra ella. Manikarnika nacía probablemente el
19 de noviembre de 1828 en la ciudad santa de Varanasi en el seno de una
familia de brahmanes, una de las castas más elevadas de la India. Manu, como se
la llamaba cariñosamente, quedó huérfana de madre con tan sólo cuatro años. Su
padre, Moropant Tampé, se la llevó con él a la corte del peshwa de
Bithur donde creció y aprendió las artes de la guerra de la mano del propio
Moropant y se crió junto a la familia del peshwa como una más. En
1842, cuando aún era una niña de catorce años, fue entregada en matrimonio al maharajá
de Jhansi, Gangadhar Rao. Asumía entonces el nombre de Lakshmi Bai y
se convertía en reina de Jhansi. Los monarcas tuvieron un hijo, Damodar
Rao, en 1851, pero fallecía con tan sólo cuatro meses. Ante la imposibilidad de
poder concebir un nuevo vástago, la pareja real decidió adoptar a un familiar
de Gangadhar como era tradición en los reinos indús. Pero a la muerte del
maharajá en 1853, la Compañía de las Indias Orientales, que controlaba la
región, aplicó la doctrina del gobernador general Lord Dalhousie según la cual,
los reyes que fallecían sin descendencia debían entregar su reino a la
Compañía. Así, en marzo de 1854, la reina de Jhansi marchaba del palacio real y
se trasladaba a vivir al palacio de Rani Mahal. En 1858 estallaba la rebelión
largamente larvada que convertiría a la India en un campo de batalla. El reino
de Jhansi se mantuvo relativamente al margen durante un tiempo hasta que el
capitán Hugh Rose decidió sitiar la ciudad. Era el mes de marzo de 1858 y
Lakshmi Bai, acostumbrada a cabalgar en su caballo, algo totalmente inaudito
para una mujer, y a usar las armas que su padre le enseñara, se puso al frente
de la resistencia. El 24 de marzo empezaron los bombardeos para derribar
las murallas de Jhansi. El asedio duró varios días y terminó con la caída de la
ciudad. La reina decidió entonces huir. Cuenta la tradición, que Lakshmi subió
a su caballo con su hijo adoptivo agarrado a ella y saltó las murallas para
poder escapar. Lakshmi Bai se unió a otros dignatarios indios para luchar
de nuevo contra los ingleses. El último enfrentamiento tuvo lugar en la batalla
de Gwalior. Vestida de soldado, la reina de Jhansi cabalgó con valentía ante
las tropas inglesas. Fue su última batalla. Parece ser que los suyos, al ver el
cuerpo sin vida de su amada Lakshmi Bai, decidieron quemarlo para que las
tropas del enemigo no pudieran hacerse con él. Tres días después caía la ciudad
de Gwalior. La reina de Jhansi es uno de los personajes históricos más
queridos de la India. Su valentía, su determinación en romper las reglas
estrictas de un país con ritos tan ancestrales como quemar viva a la esposa
cuando el marido fallecía, la convirtieron en todo un símbolo.
Fuente: Mujeres en la Historia
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