Mientras
la figura de Oscar Schindler era aclamada por medio mundo gracias a Steven
Spielberg que se inspiró en él para hacer la película que conseguiría siete
Oscar en 1993 narrando la vida de este industrial alemán que evitó la muerte de
1.000 judíos en los campos de concentración, Irena Sendler seguía siendo una
heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos
historiadores, ya que los años de oscurantismo comunista habían borrado su
hazaña de los libros de historia oficiales. Además ella nunca contó a nadie
nada de su vida durante aquellos años. Sin embargo, en 1999 su historia empezó
a conocerse y fue, curiosamente gracias a un grupo de alumnos de un instituto
de Kansas y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En
su investigación dieron con muy pocas referencias sobre Irena, sólo había un
dato sorprendente: había salvado la vida de 2.500 niños. ¿Cómo es posible que
apenas hubiese información sobre una persona así? Pero la gran sorpresa llegó
cuando tras buscar el lugar de la tumba de Irena descubrieron que no existía
porque ella aún vivía.
Cuando
Alemania invadió el país en 1939, Irena era enfermera en el Departamento de
Bienestar Social de Varsovia el cual manejaba los comedores comunitarios
de la ciudad. En 1942 los nazis crearon un ghetto en Varsovia e Irena
horrorizada por las condiciones en que se vivía allí se unió al Consejo para la
Ayuda de Judíos. Consiguió identificaciones de la oficina sanitaria, una
de cuyas tareas era la lucha contra las enfermedades contagiosas. Como los
alemanes invasores tenían miedo de que se desatara una epidemia de tifus,
toleraban que los polacos controlaran el recinto.
Pronto
se puso en contacto con familias a las que les ofreció llevar a sus hijos fuera
del Gueto. Pero no les podía dar garantías de éxito. Era un momento horroroso,
debía convencer a los padres de que le entregaran sus hijos y ellos le
preguntaban: "¿Puedes prometerme que mi niño vivirá?"…… ¿Qué se podía
prometer cuándo ni siquiera se sabía si lograrían salir del gueto?
Las
madres y las abuelas no querían desprenderse de sus hijos y nietos. Irena las
entendía perfectamente, en aquel entonces, ella era madre, y de todo el proceso
que ella llevaba a cabo con los niños, el más duro era el momento de la
separación. Algunas veces, cuando Irena o sus chicas volvían a visitar a las
familias para intentar hacerlas cambiar de opinión, se encontraban con que
todos habían sido llevados al tren que los conduciría a los campos de la
muerte. Cada vez que le ocurría algo así, luchaba con más fuerza por salvar a
más niños. Comenzó a sacarlos en ambulancias como víctimas de tifus, pero
pronto se valió de todo lo que estaba a su alcance para esconderlos y sacarlos
de allí: cestos de basura, cajas de herramientas, cargamentos de mercaderías,
sacos de patatas, ataúdes... en sus manos cualquier elemento se transformaba en
una vía de escape. Logró reclutar al menos una persona de cada uno de los diez
centros del Departamento de Bienestar Social. Con su ayuda, elaboró cientos de
documentos falsos con firmas falsificadas dándole identidades temporarias a los
niños judíos. Irena vivía los tiempos de la guerra pensando en los tiempos de
la paz. Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos niños. Quería que
un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias
personales, sus familias. Entonces ideó
un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas
identidades. Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba
dontro de botes de conserva bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí
aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños… hasta que los
nazis se marcharon. Pero un día, los nazis supieron de sus actividades. El 20
de octubre de 1943, Irena Sendler fue detenida por la Gestapo y llevada a la
prisión de Pawiak donde fue brutalmente torturada. En un colchón de paja de su
celda, encontró una estampa ajada de Jesucristo. La conservó como el resultado
de un azar milagroso en aquellos duros momentos de su vida, hasta el año 1979,
en que se deshizo de ella y se
la obsequió a Juan Pablo II. Irena era la única que sabía los nombres y las
direcciones de las familias que albergaban a los niños judíos; soportó la
tortura y se rehusó a traicionar a sus colaboradores o a cualquiera de los
niños ocultos. Le rompieron los pies y las piernas además de innumerables
torturas. Pero nadie pudo romper su voluntad. Así que fue sentenciada a muerte.
Una sentencia que nunca se cumplió porque camino del lugar de la ejecución, el
soldado que la llevaba la dejó escapar. La resistencia le había sobornado
porque no querían que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los
niños. Oficialmente figuraba en las listas de los ejecutados, así que a partir
de entonces, Irena continuó trabajando pero con una identidad falsa.
Su padre un médico, que
falleció de tifus cuando ella era todavía pequeña, le inculcó lo siguiente: “Ayuda
siempre al que se está ahogando, sin tomar en cuenta su religión o
nacionalidad. Ayudar cada día a alguien tiene que ser una necesidad que salga
del corazón”
Al
finalizar la guerra, ella
misma desenterró los frascos y utilizó las notas para encontrar a los 2.500
niños que colocó con familias adoptivas. Los reunió con sus parientes
diseminados por todo Europa, pero la mayoría había perdido a sus familiares en
los campos de concentración nazis. Los niños sólo la conocían por su nombre
clave: Jolanta. Pero años más tarde cuando su historia salió en un periódico
acompañada de fotos suyas de la época, varias
personas empezaron a llamarla para decirla: “Recuerdo tu cara….soy uno de esos
niños, te debo mi vida, mi futuro y quisiera verte….” Irena Sendler llevó años
encadenada a una silla de ruedas, debido a las lesiones tras las torturas
sufridas por la Gestapo. Nunca se consideró una heroína. Nunca se adjudicó
crédito alguno por sus acciones. "Podría haber hecho más,"
constestaba siempre que se la preguntó sobre el tema. "Este lamento me
seguirá hasta el día que muera."
“No se
plantan semillas de comida. Se plantan semillas de bondades. Traten de hacer un
círculo de bondades, éstas las rodearán y las harán crecer más y más”. I
Los
niños sólo la conocían por su nombre clave Jolanta. Pero años más tarde
cuando su foto salió en un periódico luego de ser premiada por sus acciones
humanitarias durante la guerra "Un hombre, un pintor, me telefoneó," dijo
Sendler, "`Recuerdo su rostro', dijo, 'Eres tú quién me sacó del
gueto.' Tuve muchos llamados como ése". En 1965 la organización Yad Vashem en
Jerusalén le otorgó el título de Justa
entre las Naciones y se la nombró ciudadana honoraria de Israel.
Luego de la guerra trabajó para bienestar social; ayudó a crear casas para
ancianos, orfanatos y un servicio de emergencia para niños. La heroína polaca Irena Sendler, quien
arriesgó su vida en la Varsovia ocupada de los nazis para salvar de la muerte a
2.500 niños judíos, falleció el 13 de mayo de 2008 a los 98 años, informó la
familia.
Fuente:
http://www.portalplanetasedna.com.ar/
Gustavo , haciéndote caso , comencé la lectura de las mujeres heroicas con el caso de Irene y si no fuera un magníficio ejemplo de calidad humana parecería un cuento e hadas. Increíble que casos como este no tengan repercusión mundial siendo que si lo tienen otros que trascienden por sus maldades o detestables actitudes.Me impresionó mucho este párrafo "Por eso no le alcanzaba con mantener con vida a esos niños. Quería que un día pudieran recuperar sus verdaderos nombres, su identidad, sus historias personales, sus familias. Entonces ideó un archivo en el que registraba los nombres de los niños y sus nuevas identidades. Apuntaba los datos en pedazos pequeños de papel y los enterraba dentro de botes de conserva bajo un manzano en el jardín de su vecino. Allí aguardó sin que nadie lo sospechase el pasado de 2.500 niños…" porque me remite directamente a casos de nuestra tragica experiencia dictatorial genocida. Muy buen trabajo y crónica de lectura obligatoria sobretodo para los cultores del "no se puede". Abrazo
ResponderEliminarSe agradece enormemente tu valoración del trabajo. Tristemente son historias que en su momento y aún en el presente han sido de muy poco interés para las mayorías. Gustavo
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