Si
alguna palabra puede definiría es pionera, ha dicho uno de sus biógrafos.
Pionera entre las mujeres que llegaron por sus propios méritos a los puestos
más encumbrados de la política y el gobierno y también de lo que sería a partir
de 1948 el Estado de Israel, cuya existencia, a la vez consolidada y amenazada,
pocos como ella han contribuido a afirmar. Es más: en algún momento de la
década de 1971-1980 una difundida publicación europea se expresó en estos
términos: "El futuro del mundo, la paz o la guerra, está en manos de
dos mujeres: Indira Gandhi y Golda Meir." Esta mujer, cuya trayectoria
parece abrir caminos nuevos para su sexo y aun para su pueblo, eligió bien su
campo de acción: un país nuevo y joven que ella ayudó a nacer, donde no hay
lugar ni tiempo que perder discutiendo prejuicios o tradiciones anacrónicas de
discriminación entre los sexos. Golda Meir triunfó donde solo podían triunfar
el talento, la capacidad la pasión y la voluntad. La vida de Golda Mabovitch
-su nombre de soltera- comenzó el 3 de mayo de 1898 en Kiev, capital ucrania de
Rusia sudoccidental. Su familia era muy pobre: el padre trabajaba como
ebanista, aunque, según una ironía de Golda, "los comunistas dirían, por
mi origen, que pertenezco a la alta aristocracia proletaria". De sus siete
hermanos solo sobrevivieron Shana, la mayor, y Zipora, menor que
Golda. Desde temprano su carácter resuelto reveló que no solo de nombre se
parecía a su bisabuela, Buba Golda, una distinguida matrona que vivió 94 años. En
1906 la familia Mabovitch se incorporó a la corriente de judíos rusos
que emigraban a Estados Unidos en busca de horizontes más promisorios, libres
de las persecuciones religiosas (pogroms) de la Rusia zarista.
Establecidos en la ciudad norcentral de Milwaukee (estado de Wisconsin), el
padre trabajó en una carpintería ferroviaria mientras la madre atendía una
tienda de comestibles. La pobreza, sin embargo, no dejó de pesar sobre la
familia. Ello no impidió que el desempeño escolar de Golda fuese brillante, y
ya a los 10 años demostró su espíritu de iniciativa al organizar una sociedad
juvenil de ayuda, cuyo objetivo era proveer de libros a los niños necesitados.
A los catorce años escapó de la casa paterna y se fue a Denver (estado de Colorado)
a vivir con su hermana Shana, de ardiente ideario socialista, que influyó mucho
sobre Golda. Allí encontró trabajo en una lavandería. Hacia 1916 se hallaba de
regreso en Milwaukee preparándose para seguir la carrera docente. Por entonces
ya dedicaba gran parte de su tiempo a toda clase de actividades sociales de la
comunidad judía: actuó así en el seno de organizaciones tales como el Poalei
Zion -Partido Sionista Socialista-, la Asistencia a los Judíos de Europa
Oriental, el Congreso Judío Norteamericano, y los establecimientos escolares Yiddische
Folk Shulen. Estos últimos eran escuelas judías de tendencia socialista
donde ella dictaba clases de yiddish. Sus vibrantes discursos en este idioma y
en inglés despertaban ya la atención de algunos dirigentes. Pero su paso por Denver
había traído otras relaciones. Allí conoció, en un sanatorio para tuberculosos
donde trabajaba Shana, a Morris Meirson, otro judío ruso
inmigrado. "Teníamos en común -dice Golda- la pobreza, la tuberculosis y
el socialismo." Según ella, debió a Morris su formación cultural. Juntos
leían poesía y filosofía, y, como no tenían dinero, iban a los conciertos
gratuitos y escuchaban a las orquestas que tocaban en algunas plazas públicas. Pero
hubo algo que los separó desde un principio: Morris no era sionista, y
consideraba que los nacionalismos de los distintos países del mundo eran
escollos interpuestos en el camino del internacionalismo socialista. Golda, que
ya sentía las ansias de emigrar a la tierra prometida a su pueblo miles de años
atrás, le respondía con vehemencia que el internacionalismo no significaba el
fin de las naciones, así como las orquestas no acaban con los violines. Golda
siguió trabajando para su pequeña organización política sionista, que bregaba
por la construcción de una patria en Palestina, basada en un orden social sin
desigualdades económicas. En 1917 decidió viajar a Palestina y trabajar en una
colonia colectiva como jalutzá, es decir pionera. Morris se oponía a la idea,
pero era más fuerte su deseo de casarse con Golda. Así que acabó por aceptar la
condición de que partieran juntos que ella le impuso. "Si él no me hubiera
acompañado -dice Golda- habría partido igual, pero descorazonada." Durante
tres años recorrió Estados Unidos recolectando dinero para su grupo y su
periódico. Finalmente, en 1921, ella y su esposo se embarcaron rumbo a
Palestina. Los Meirson se instalaron en un kibbutz (típico
establecimiento agrícola comunitario israelí) del valle del Esdraelón. En los primeros tiempos
Golda trabajó en el desecamiento de pantanos y luego se especializó en la cría
de gallinas. No había pasado un año cuando ya la habían designado delegada del
kibbutz al consejo de la Histadrut, la Confederación General de
Trabajadores Sionistas. Morris, sin embargo, no pudo adaptarse a la vida del
kibbutz: Golda deseaba hijos, y él no quería tenerlos en la colonia. En 1923 la
pareja se fue de Merja-via. "Esos dos años -^recuerda Golda con nostalgia-
fueron maravillosos: construir, construir, construir. Abandonar el kibbutz fue
la mayor frustración de mi existencia, y aunque no podría haber actuado de otra
manera, si pudiera reiniciar mi vida no lo volvería a hacer." Durante un
año vivieron en Tel Aviv, hasta que en 1924 se trasladaron a Jerusalén. El
sueldo de Morris era miserable y la pareja vivía en la estrechez. Cuando les
alcanzaba para comprar un poco de pan y queso, ellos lo celebraban como si
fuese todo un banquete. Mientras, Golda trabajaba de lavandera; y en ese tiempo
nacieron sus dos hijos. Para la Pascua, los Meirson se trasladaron a Hertzelia,
donde había venido a instalarse el padre de Golda con parte de la familia. Los Mabovitch
no estaban en mejor situación económica, sin embargo, y hubo un año en que no
les alcanzó el dinero ni siquiera para comprar el pan de pascua judío (que se
prepara sin levadura) y una botella de vino para bendecir la fiesta. "El
corazón se me encogió -relata Golda-. Faltaban pocos días para Pascua y yo no
podía dormir pensando en lo que podría estar tentado de hacer en esa situación
un judío orgulloso como mi padre." Golda decidió ir a Tel Aviv.
Allí recorrió todos los bancos solicitando un préstamo, pero, por supuesto,
nadie quería darle crédito. Finalmente, después de mucho trajinar, le
concedieron una pequeñísima suma. Regresó feliz a Hertzelia y se la
entregó a su padre. "Cuando vi la expresión de sus ojos... Bueno, no
quiero que nadie vea a la primera ministra soltando una lágrima... Pero fue
tremendo." A pesar de sus dificultades económicas, Golda no olvidaba
su pasión por la causa. En 1928 ocupó el cargo de secretaria del Consejo
Laboral Femenino y se lanzó a la carrera pública, que en lo sucesivo habría de
obligarla a viajar y alejarse con frecuencia de su hogar. Fue uno de los
miembros fundadores del Mapai —el Partido Laborista de Israel- y estuvo
vinculada a casi todos los aspectos del esfuerzo constructivo sionista. Desde
entonces se sucedieron ininterrumpidamente cargos y las responsabilidades cada
vez más pesadas: secretaria general de la Histradut, jefa del
departamento político de la Agencia Judía, embajadora en Moscú, encargada de
diversas negociaciones internacionales -inclusive entrevistando a jeques
árabes en una atmósfera de gran peligro físico para ella-, ministra de trabajo,
ministra de Relaciones Exteriores y, finalmente, desde 1969, presidenta del
consejo de ministros. Su vida pública y sus continuos viajes le han
significado, entre otros sacrificios, perder la compañía de su marido. En 1974,
una grave crisis política la obliga a abandonar su alto cargo. Prácticamente
retirada de la vida pública le resta entonces tiempo para hacer algunas
reflexiones sobre su vida y hasta irónicas alusiones a su carrera. "Toda
mi vida adulta -ha dicho-he trabajado entre hombres, y ellos me trataron de
acuerdo con mis méritos. Nunca conocí a un hombre que rechazara una opinión mía
porque fuese mujer... excepto uno: mi marido."
Fuentes Consultadas:
Vida y Pasión de Grandes Mujeres - Las Reinas - Elsa Fólder http://www.portalplanetasedna.com.ar
Vida y Pasión de Grandes Mujeres - Las Reinas - Elsa Fólder http://www.portalplanetasedna.com.ar
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