LA POLITICA ES GENEROSA, MUY GENEROSA, PERO MUY GENEROSA... y encima hay algunos que la siguen denostando
“Lo Primero es la familia”
dijo la “Loca” de los Benvenuto...
Juro que cuando publiqué la nota, en Enero
de este año, no podía imaginar ni sospechar el derrotero político que podía
tener un personaje tan menor
El perjuicio que una tontera le ocasiona
a la sociedad deviene cuando, por reiterada hasta el cansancio, se acepta a
modo de verdad revelada. Y esto ocurre producto de que no sólo asume entidad
debido a su insistente goteo, además se transforma en indiscutible ya que suele
descansar sobre la base de la construcción dialéctica en la cual una buena
cantidad de “celebridades” escogen por rendirle culto multiplicándola sin
protesto, acaso sometidos bajo la amenaza de un deber ser mediático incluyente
- Arturo Jauretche mucho nos desasnó al respecto en su recordado Manual -. El
inciso que nos convoca y su estructura argumental es de los pocos que aún no
han sido debidamente escrutados.
Hace pocos días Fabián Gianola, conocido
adherente del Pro, llamativamente disfrazado de independiente, afirmó dicha
cuestión siguiendo la línea discursiva del Jefe de Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires. Por fuera que en lo personal conozca o no colectivos familiares
con antagónicas percepciones sobre determinadas interpretaciones de la
realidad, por lo menos resulta sospechoso intentar trasladar las
responsabilidades sobre dichas discrepancias, de modo exclusivo, solamente al
proyecto político que encabeza el ejecutivo nacional.
La intolerancia viene de arriba hacia
abajo afirmó el ex TVR. De todas formas Gianola se abstiene en aclarar en donde
descansa el poder real, vale decir, quién está en el punto más alto de la
pirámide, si el pueblo con sus representantes o, si como muchos penamos, se
apoya en el ámbito de las corporaciones dominantes.
A priori debemos admitir entonces que el
debate vio a luz con una marcada cojera conceptual. Que yo sepa nuestra
Presidenta no rebuzna ni tiene cuatro patas, de modo que lo de “yegua” tuvo que
haber salido de alguna usina opositora, creo no equivocarme al entender que tal
calificativo, totalmente instalado, partió desde la misma dirigencia Rural.
Tres cuartos de lo mismo sucedió y sucede con no menos de una decena de
epítetos que domingo a domingo han sembrado de violencia dialéctica el prime
time comunicacional. (Curiosamente el Benvenuto no se explayó sobre ese tópico
que justamente tuvo y tiene como protagonista a su ocasional entrevistador
radial)
En primer lugar la sociedad Argentina
nunca fue una síntesis de uniformidad política, menos aún se reservó para sí
una apacible aceptación por el diferente, ni que hablar sobre el sentido de
pertenencia nacional. Releyendo algo de nuestra historia, acaso sin necesidad
de beber de las canteras revisionistas, observaremos que hace más de doscientos
años las mismas discusiones aparecen sin solución de continuidad, dilemas tan
universales como humanos: La distribución de la riqueza, la igualdad ante la
ley, el rol del estado y ese asunto de la propiedad privada, cosa que tanto
incomoda cuando se pone en discusión.
Por fuera que citar a Gianola como ente
sentipensante constituye un verdadero despropósito intelectual de mi parte no
es menos cierto que dicha muletilla se ha extendido casi como verdad
naturalizada, argumento político de una derecha que curiosamente expresa su
preocupación ante la división, ante la exclusión.
¿Cómo piensa hacer, el establishment conservador,
para unir a esta supuesta familia dividida si entre sus inconfundibles bases
ideológicas se distinguen notorios tópicos de exclusión en donde la propiedad
de los medios de producción no se debe discutir, en donde no es posible debatir
el poder mediático e informativo, en donde el Estado (pueblo) no debe estar
invitado a la mesa económica, en donde las corporaciones tienen libre acceso
para un particular modo de entender la justicia gracias a sus influencias, en
donde hasta se pone en duda la legitimidad emanada de las urnas y en
consecuencia sus soberanas decisiones ejecutivas?. Acaso tal cosa se podría
implementar como en los tiempos de la dictadura y los noventa: mediante el
sometimiento. Estupendo método para pacificar a la familia Argentina.
La familia no está dividida, el mundo
está dividido entre aquellos que pretenden ingresar a un sistema de bienestar
en claro antagonismo con los que tienen las llaves que permiten o no ingresar
dentro de ese sistema. La pregunta que nos debemos hacer es si para “preservar”
a la familia argentina debemos abstenernos de discutir no sólo la propiedad de
las llaves sino además imposibilitarnos repensar sobre sí es lógico la
existencia de un llavero. Es decir, para Gianola, para Macri, para el Pro, para
Aguinis, para la “intelligentzia vernácula” debemos ser sumisos, apocados,
dejar que nuestro cuñado siga siendo quién determine el tamaño de la mesa, que
imponga la cantidad de sillas, el orden de ubicación y el menú que va a
conformar nuestra pacífica cena de año nuevo. Queda claro que ese ámbito no
está pacificado con reglas democráticas y horizontales sino con enormes señales
autoritarias gustosas por la reducción.
Otra cuestión que me parece interesante
poner sobre la mesa es si la familia verdaderamente debe constituirse cómo un
ícono determinante, un bloque tribal, uniforme, unívoco, vertical, acaso
apolítico. Solamente una persona temerosa de la libertad es la que puede
afirmar tal cosa; individuo ciertamente temeroso de la libertad que pueda
ejercer otro integrante del clan desde luego, nunca jamás será capaz de
ponderar los alcances y límites de su propia libertad.
Nuestro Gobierno Nacional no ha dividido
nada que no haya estado previamente separado. Tampoco lo ha hecho el Pro,
partido que por cierto fragmenta enormemente las aguas ideológicas. Nuestros
desencuentros son estructurales y emergen a partir del amanecer de un posible
conflicto, contradicciones que se visibilizan cuando la sana diversidad hace lo
suyo.
Una paritaria origina un conflicto de
intereses sobre una división real, histórica e inocultable: Patronales y
proletarios. La derecha detesta este modelo ya que coloca en un plano de poder
equidistante a sectores que nunca los entenderán como pares. Pues de eso se
trata nuestra contemporaneidad. La explosión de debates producto de la
ampliación de derechos, cuestiones que el conservadurismo prefiere desechar por
simples razones de incomodidad argumentativa. Por eso, como bien dice Víctor
Hugo, la derecha moderna no puede decir la verdad y no me refiero al ideario
filosófico y político de Adan Smith y David Ricardo - mal leídos y peor
interpretados -, sino de aquellos que tomando la parte por el todo sostienen
sus premisas a contracara de lo que significa ser un auténtico exponente del
liberalismo. Un auténtico liberal, progesista o de derechas, desempolva todos
los debates, expone contradicciones, asume sus quebrantos; en la mesa navideña
un liberal discutiría grandemente con quién desea imponer un deber ser no
conflictivo, es decir con aquel cuñado (Gianola) que pretende unificar
conceptos so pretexto de una falsa calma.
Sospecho que quienes hablan de tal
cuestión como un tema preocupante lo hacen a partir de sus propios miedos e intolerancias.
Los inquieta enormemente escuchar voces, ideas y deseos discordantes, prefieren
ignorar que al mismo tiempo que postulan sus sentencias nefastas, centenares de
miles de lo que ellos llaman familias han logrado incluirse dentro de un
colectivo productivo, contradictorio e imperfecto, pero que les ha permitido
romper con esas determinadas inercias acuarelizadas que tanto añora la “ex
Loca” de los Benvenuto.
Por supuesto que, en lo personal,
discutiría fuertemente con un cuñado o un primo que gusta de la existencia de
un 0800-inquisidor, que se siente representado por un tipo que está en contra
de los juicios por la verdad, que desarrolló un sistema de espionaje, que
expone éticas con un ojo tapado, que instala mentiras y falacias para censurar a
otros y de ese modo ocultar sus propias miserias, que aprueba campañas
telefónicas electorales mancillando el honor de las personas. Esto no es un
tema político, es una simple cuestión personal.
Así como, producida la fractura, mantendría recelos con esos abyectos
familiares compartiría momentos, reuniones y ágapes con otros colectivos, acaso
hasta ese momento ignorados, y esto es independiente del Gobierno en ejercicio.
Uno se va rediseñando, se va incluyendo y excluyendo de ámbitos conforme sus
comodidades afectivas e ideológicas. Esto quiere decir que los climas de época
pueden llegar a exponer contradicciones sociales pero al mismo tiempo también
recrean y potencian nuevas uniones,
nuevas relaciones, nuevos colectivos.
¿Tomando el párrafo anterior y por
carácter transitivo se puede afirmar banalmente qué este Gobierno propone la
unión de nuevos colectivos?. Pues tampoco. Las uniones y desuniones de las
personas se dan por encima de los Gobiernos. Son nuevas respuestas y lecturas
que encontramos en nosotros mismos a partir de fenómenos sociales hasta ese
momento ignorados. Es decir, cómo cada ciudadano - evento eminentemente
individual - interpreta un momento político determinado no dejando al mismo
tiempo de interpelar tanto sus propias creencias y convicciones como las de su
ámbito social. Desarrollo del pensamiento crítico le dicen.
Afirmar que este gobierno ha dividido a
la sociedad, a la familia, a los amigos resulta de un reduccionismo notable en
tanto y en cuanto no se señale, a la par, las creaciones de otros núcleos.
Quién lo percibe con un solo ojo no es inocente. Justamente lo que persigue es
anular toda posibilidad de diversidad y cambio, es un reaccionario que se
enferma ante la multiplicidad, ama la paz de los campos santos, sitios en donde
nadie discute nada, lugares en donde no hay quién le refute al poderoso
cancerbero la posesión del llavero.
Comentarios
Publicar un comentario