Aun sabiendo que al unir su vida a la de Giuseppe
Garibaldi optaba por la lucha, la pobreza y la zozobra permanente, Ana María
Riveira da Silva eligió ser la compañera de amor y de armas del patriota
italiano y ofrendar su vida al ideal revolucionario con tal convicción que su
figura, casi legendaria, se convirtió por ese motivo en el símbolo de una
causa.
Cuando
se encontraron frente a frente por primera vez, quedaron silenciosos, mirándose
fijamente, como buscándose y reconociéndose. Y él, olvidando las pocas palabras
que sabía en portugués, dijo en su idioma "¡Tu devi essere mía!" (¡Tú debes ser mía!). Esas
palabras en italiano sellaron un tumultuoso destino común.
Ana
María Riveira da Silva era una criolla de dieciocho años, de cutis aceitunado,
cabello oscuro y abundante, ojos negrísimos y ovalados. Su silueta tenía la
agilidad y esbeltez del venado. Había nacido en Marinhos, pueblito del sur de Brasil, de padres también
brasileños, y allí se había casado.
Corría
la segunda parte de la década 1831-1840, cuando el estado de Río Grande do Sul
vivía la conmoción de una lucha patriótica, en rebelión contra el poder de los
Braganza, emperadores del Brasil. Ana María llevaba, no obstante, una serena
vida pueblerina y alimentaba las esperanzas de un hogar tradicional, cuando la
gallarda figura de ese rubio capitán corsario, unos días después de haberla
conocido, la buscó para llevarla consigo; ella lo siguió sin mirar atrás, con
la ropa que llevaba puesta, a pesar de que, al subir al lanchen ese mismo día de 1839, sabía que estaba optando por la
lucha, la miseria y la zozobra sin fin. Tal vez en ese encuentro creció dentro
de Anita bravura inquebrantable que se convirtió en amazona, combatiente
temeraria, compañera de amor, de armas y de causa de Giuseppe Garibaldi.
HISTORIA DEL GUERRERO
Durante
el primer tercio del siglo XIX la península itálica se hallaba dividida y, en
muchas regiones, sometida al dominio austríaco. Un gran movimiento patriótico
italiano, el rísorgimento,
pugnaba por concretar la unidad nacional, inspirado en las ideas del pensador
genovés Giuseppe Mazzini.
Garibaldi,
nacido en 1807, había asimilado las ideas republicanas de Mazzini. Pronto se
incorporó al movimiento "Joven
Italia", y su talento para el mando y la organización lo llevó a
capitanear en Genova una sublevación tendiente a reemplazar la monarquía por
la república. El fracaso de la intentona hizo que se lo condenara a muerte en
ausencia. Fue así como se dirigió a Río de Janeiro, donde desembarcó en 1836.
Allí
se reunió en seguida con algunos compatriotas también exiliados y casi
inmediatamente se vio comprometido en conflictos y guerras civiles que agitaban
a las jóvenes naciones americanas. Actuó contra Pedro II en la rebelión
separatista de los "Fárrapos" (harapientos), en Río Grande do Sul y
las autoridades de ese Estado le dieron patente de corso para combatir en. el
mar al emperador.
Bordeando
la costa brasileña, divisó con su catalejo un pintoresco caserío; al acercarse
la nave pudo distinguir a una esbelta joven que caminaba por la playa. Es ella.
El capitán Garibaldi baja a tierra decidido a alcanzar a esa mujer hasta verla
frente a frente.
DESTINO DE LUCHADORA
La
luna de miel transcurrió entre el fragor de las armas. En esos días el ejército
riograndense, acosado por las
tropas imperiales brasileñas, vivía horas aciagas. Garibaldi asumió el mando de
tres naves republicanas en nombre de las autoridades sureñas. Con esa flotilla
acometió hazañas increíbles teniendo siempre a su lado a Anita como un
combatiente más.
En
el transcurso de una batalla la nave capitana se cubrió de heridos y cadáveres,
acribillada por babor y estribor. Los tripulantes sobrevivientes se aprestaban
a huir cuando la voz de Anita los increpa y les recuerda su deber. Reparte
municiones y se hace cargo del único cañón.
Pero
la derrota es inminente y Garibaldi ordena abandonar el barco. En sus Memorias
recuerda así el episodio: "Hizo cerca de veinte viajes de la costa a la
nave, pasando bajo el fuego enemigo en un pequeño bote (...) De pie en la popa
en medio del desastre, aparecía calma y digna como una estatua."
Pasa
el tiempo y Anita ha madurado. Ya su vida no es juego romántico sino fervorosa
adhesión a la causa de su marido. Se cuenta que en una oportunidad una bala
mató su cabalgadura, estando en combate y cayó prisionera de la caballería
imperial. Con las manos atadas a la espalda es llevada ante el comandante,
entre las burlas e injurias de oficiales y soldadesca y condenada a prisión.
Antes de ser encerrada, Anita obtiene una concesión: se le permitirá buscar el
cuerpo de su marido, a quien creía caído en la lucha. Durante todo un día vagó
por el campo sembrado de muertos y heridos escrutando los rostros de los
compañeros caídos mientras se debatía entre la angustia y la esperanza. Por la
noche fue llevada a una celda, casi muerta de fatiga y dolor, pero con una
secreta alegría: Garibaldi no había muerto.
Esa
certidumbre le dio tal vez la fuerza necesaria para huir. A medianoche,
mientras dormían sus centinelas, saltó por los techos, ganó el campo, y,
montan-da en un potrillo, galopó en busca de los republicanos.
El
propio Garibaldi narra así el final de la aventura: "Había que tener al mismo tiempo el corazón de un león y la
velocidad de una gacela para enfrentar esa selva. Pero ella no conocía el miedo
y cubrió las veinte leguas (...) entre montes interminables, sola y sin
recursos."
Los
pobladores de la zona eran hostiles a los republicanos y tendían emboscadas en
los puntos más escondidos. "Anita
cruzó de noche esos pasos peligrosos: fuera por su buena estrella o por el
admirable coraje de que hacía gala, al acercarse a los enemigos (...) después
de ocho días nos encontramos, por fin, en el campamento de Vaquerías."
PERSECUCIÓN Y MATERNIDAD
En
1840 Ana y su marido esperan el nacimiento de su primer hijo en condiciones de
total miseria e incertidumbre. Acompañados de un pequeño grupo fiel se refugian
en una estancia abandonada, situada a cuatro jornadas de Porto Alegre. Allí
nace un varoncito sano y fuerte. Días después, mientras Garibaldi conseguía
algunos elementos indispensables en la ciudad, el ejército imperial rodea el
refugio y mata a la guardia.
Al
darse cuenta de la situación, Anita, parturienta de doce días, con su hijo al
pecho y envuelta apenas en su camisón, monta a caballo y se interna en el
bosque seguida por los fieles marineros, donde los sorprende una tormenta.
Cuando al día siguiente Giuseppe sale en su busca, la encuentra afiebrada y
tiritando, guarecida entre unas piedras, aferrada a su hijito.
A
partir de entonces la vida de Ana Garibaldi sigue un cauce más sereno. El grupo
republicano, perseguido por las tropas imperiales, pasa al territorio argentino
y decide dirigirse luego a la capital uruguaya. La familia se instala allí, y
Ana y Giuseppe se casan formalmente en la iglesia de San Francisco. En Uruguay
nacen otros hijos: Rosita (que muere a los cinco años), Teresita y Ricciotti.
Garibaldi
alterna su vida de combatiente, ahora en defensa de Montevideo, asediada por
las fuerzas del gobernador de Buenos Aires, con diversas ocupaciones.
Por
entonces se cimienta su fama de líder y es reclamado desde Italia para llevar
adelante la lucha por la emancipación. En diciembre de 1847 se embarca con su
familia rumbo a Niza.
ANA EN EUROPA
Anita
descubre, maravillada, la vida ciudadana: el teatro, un relativo bienestar, una
casa verdadera y también los halagos de la popularidad. Es aclamada como esposa
del legendario Garibaldi.
Entre
tanto, Giuseppe marcha por la península en pos de su ideal: la república, pero
es derrotado y debe huir al norte, donde cree poder luchar en mejores
condiciones. Ana no abandona lo que considera su destino y su tarea y lo
acompaña.
Se
dirigen al norte, perseguidos, sin ayuda y hasta sin agua, pero Ana muere,
cerca de Ravena, el 4 de agosto
de 1849, sin haber cumplido aún treinta años. Desde ese momento su figura entra
en la dimensión de la leyenda, como una mujer que ofrenda su vida al
héroe.
Fuente
Consultada: Vida y Pasión de Grandes Mujeres - Las Reinas - Elsa Felder
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