Desde las ciencias sociales es mucho lo
que se puede dilucidar a partir de nuestras preferencias cotidianas. Vivimos en
una sociedad cuyo corte esencial no se da a partir de la ética, sino a partir
de los intereses particulares, legítimos e ilegítimos, y en defensa de ellos,
cuanto más turro y despiadado se es, más éxito se tendrá en el colectivo. La
mentira, la falacia, el descrédito, la sospecha, se han transformado en la
variable conceptual para el análisis de los fenómenos sociales, de modo que la
veracidad no es el fondo y el contenido de los dilemas sino una simple
atenuación, excusa conveniente para justificar nuestras propias percepciones.
Acaso algo secundario, cuestión menor y casual con la cual nos podemos
tropezar. Ser turro garpa, y bastante. No importa si nuestras conclusiones
acuerdan con los sucesos reales, lo que interesa es exhibir capacidad de daño.
Cuando uno comienza a conducirse por fuera de los carriles de la veracidad, más
allá que ésta nos satisfaga o nos disguste, automáticamente estamos alejándonos
de los caminos de la ética. Surge una pregunta: ¿Importa tal cuestión? Desde el
discurso formal todo pareciera indicar que dicha conducta tiene relevancia debido
a que se suele utilizar este quebranto humanístico como instancia de crítica,
pero a poco de andar notamos que inmediatamente tales quebrantos suelen ser
licenciados si es que afectan a camaradas de combate. La doble moral y la
credibilidad son los vasos comunicantes para el éxito del turro, de modo que en
tanto y en cuanto, como sociedad, decidamos colaborar con el diseño de dichos
recorridos, el abyecto tendrá garantizado, con marcado éxito, su lugar en el
mundo.
La ruta está construida por un sinnúmero
de sofismas que le permiten al turro circular con absoluta comodidad sabiendo
que su individualidad jamás tendrá que enfrentar la penosa experiencia de un vulgar
control de alcoholemia. Veamos algunos de ellos.
-
Todo funcionario público es
culpable debiendo demostrar lo contrario
-
Todo funcionario privado es
inocente debiéndose respetar la presunción de inocencia
-
La corrupción estatal es un
inciso a combatir a como de lugar
-
La corrupción privada es un
inciso menor que no amerita investigación ni advertencia
-
El horizonte que adhiere al
oficialismo (cualquiera sea) es un conjunto comprado
-
El horizonte que adhiere a
intereses privados es un conjunto independiente
-
Un Gobierno democrático elegido
mayoritariamente deviene necesariamente en un poder discrecional con tintes
totalitarios a poco de permitirse ejecutar sus compromisos electorales
preanunciados
-
Una corporación, con capacidad
de lobby interno y externo, que se permite discutir la voluntad popular, que
hace pingues negocios con dineros públicos (AFJP), que se apropió de empresas
durante regímenes dictatoriales, que logró deshacerse de un Presidente
democrático sopretexto que resultaba un escollo, que a fuerza de presiones
(Cables) logró establecer un oligopolio abusivo y descomunal, deviene en un
emprendimiento minusválido y débil el cual es necesario valorar como bien
cultural
-
La publicidad estatal no debe
ser fuente de equidad a favor de quienes no son incluidos en la torta de la
publicidad privada por obvias cuestiones ideológicas y comerciales, variable
que debe ser repartida según la lógica de esa misma torta
-
Las críticas a funcionarios
públicos oficialistas son expresiones democráticas de disconformismo
-
Las críticas a opositores son
la cabal muestra de la intolerancia
-
Europa debe ser nuestro faro y
puntal cultural como formato social. Asuntos como la discriminación, la
desocupación, la especulación, la explotación no son temas relevantes
-
Los fondos buitres son holdings
de inversión que de buena fe laboran adquiriendo deuda a favor de la felicidad
de los pueblos. Dicha bonomía nos obliga a honrar esas deudas
-
La búsqueda de justicia para
los horrores del pasado son cuestiones teñidas de revanchismo que nada le
aportan a la unión nacional
-
Macri no está visiblemente
procesado por espionaje telefónico
-
El Estado no debe ser el motor
de procesos productivos., y menos aún actor fundamental para el logro de la
equidad. El Estado estorba y coarta la creatividad individual fomentado un
colectivismo chavista que es necesario combatir
Estos tópicos más alguno que seguramente
se mimetiza constituyen los cimientos intelectuales del turro para ejercer sus
sentencias y demandas. Sería muy saludable discutir los incisos mencionados
desde la política, pero se efectiviza desde la sospecha, el juicio taxativo que
impone el prejuicio y el poder inquisidor que tiene un armado periodístico que
se esfuerza por exponer tan sólo su capacidad de daño. Arquitectura del odio,
formato que le posibilita al turro fenomenales dividendos individuales (no sólo
económicos) usufructuando el hecho de que es la propia sociedad la que está
dispuesta a pagar y rendirle honores a semejantes profetas.
El turro basa su fortuna profesional en
la credibilidad y no en la veracidad. Todos los domingos por las noches
observamos que lo cierto, lo real, es algo que no tiene importancia política ni
dimensión argumental. De tanto mencionar a Hitler con el objeto de menoscabar a
nuestra conductora me convencieron que debo utilizar aquel fenómeno histórico-político
como ejemplo: podemos entonces afirmar, utilizando la misma lógica, que el
pueblo alemán creyó en el Tercer Reich sin permitirse atender a las verdades
que simultáneamente se estaban desarrollando en la coyuntura. El odio de raza,
la humillación de los tratados de Versalles y la victimización como elementos
movilizadores contribuyeron a convencer, a una gran porción de germanos
(eruditos y no eruditos), que la veracidad (ghettos, persecuciones, etc) resultó un inciso secundario y dependiente de
la credibilidad. Por entonces, para el colectivo alemán Heidegger era creíble,
Adorno, Benjamín y Horkheimer no.
Heidegger, como operador
nacionalsocialista fue uno de los pensadores propagandísticos que más
contribuyó para que la verdad no sea expuesta, apostando al iluminismo que
proponía su credibilidad: “El estado de lo uno, la publicidad, el estado
interpretado, la avidez de las novedades, las habladurías”... Todo esto ayudó
notablemente a la caída de la República de Weimar. José Pablo Feinmann se pregunta, en cada
oportunidad que cita al creador de la teoría del Dazein (el ser ahí, el ser
arrojado al mundo) si podía, con su enorme inteligencia, ignorar que Auschwitz
se estaba gestando mucho tiempo antes de su concreta construcción. Pues los
mencionados estructuralistas de la escuela de Frankfurt sí, sin embargo no
fueron creíbles. A nadie le importó teorizar sobre el Iluminismo individualista
y su característica fundacional: relacionarse con las cosas como el dictador
con los hombres y menos aún que como razón instrumental era el que estaba
gestando los futuros campos de exterminio.
Aclaración: No es mi intención colocar en un pie de igualdad intelectual a Heidegger con la bolsa de fuking. Aunque sospecho que dicho saco de odio sostiene en algún rincón de su putrefacta geografía alguna leve aspiración de serlo.
Aclaración: No es mi intención colocar en un pie de igualdad intelectual a Heidegger con la bolsa de fuking. Aunque sospecho que dicho saco de odio sostiene en algún rincón de su putrefacta geografía alguna leve aspiración de serlo.
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