La
socióloga Emily Fogg y el
profesor de Economía Edward Sherwood Mead recibieron a su primogénita Margaret,
el 16 de diciembre de 1901, en Filadelfia, Estados Unidos. Desde el primer
momento le brindaron gran cariño y un respeto que le permitió, crecer afirmando
una personalidad donde la comprensión hacia sus semejantes figuraba entre los
principales valores.
De
su padre asimiló la convicción de que lo más importante que una persona podía
hacer era agregar algo al cúmulo de conocimientos del mundo. También importante
fue la influencia de su abuela materna, Martha
Ramsay -pionera de la psicología infantil-, que le inculcó hábitos de
observación y reflexión sobre la conducta de los pequeños y, además, le enseñó
a no sentirse disminuida ante los varones por su condición de mujer. El
resultado de esta educación fue una adolescente segura de sí misma, dueña de
una comprensión del prójimo poco común para su edad.
Su
gran curiosidad intelectual la inclinaba hacia las letras y la pintura y, por
ello, se inscribió a los 18 años en la Universidad de Indiana. Sin embargo, al
año siguiente ingresó en el Bernard
College de la Universidad de Columbia, donde asistió a un curso de
Antropología dictado por Franz Boas
y Ruth Benedict, dos grandes
maestros de la disciplina que ella tanto amaba, que la decidió definitivamente por
las ciencias de la cultura.
SOCIEDADES EXTRAÑAS
Adolescente
todavía, conoció a Luder Cressman,
un joven seminarista protestante tan apasionado por la poesía como ella, con
quien inició un largo noviazgo que culminó en su primer matrimonio celebrado a
los 22 años de edad. Pero esta unión duraría poco tiempo: el dogma religioso
era incompatible con la desprejuiciada formación de Margaret y poco después de
obtener su licenciatura (1925) se separaron; él marchó a Inglaterra, en tanto
que ella realizaba su primera expedición a las pequeñas islas Tau, del grupo de Samoa, en Oceanía.
A la distancia geográfica que la separaba de su medio habitual había que añadir la espiritual. Durante un año compartió su vida con una comunidad samoana cuyo acervo cultural representaba milenios de evolución divergente de la historia de Occidente. Allí aprendió a andar descalza, vestirse con faldas de paja e inclinarse casi hasta el suelo en presencia de un individuo de mayor rango social, pero también conoció una actitud distinta hacia la niñez y la juventud, una sociedad donde la represión sexual era infinitamente menor y diferente de la occidental, donde el conocimiento del cuerpo era mayor y donde la crisis de la pubertad era desconocida.
Margaret,
que distaba mucho de ser simplemente una viajera curiosa, volcó luego esas
experiencias en un libro que se convirtió en un clásico de la literatura etnográfica:
Adolescencia y cultura en Samoa. A su regreso, inició su labor docente en el
Museo de Historia Natural de Nueva York, donde desempeñó larga y proficua labor
científica. Realiza numerosos viajes a Europa, donde asiste a cursos y
conferencias de su especialidad y, en 1928, se casa con el doctor Reo Fortune; tiempo más tarde
publican juntos Educación y cultura en Nueva Guinea, fruto del esfuerzo en
común.
Solo
en 1930 se le presenta la oportunidad de realizar un trabajo de campo en
Estados Unidos. Lo lleva a cabo entre los indios omaha, en la reserva de
Nebraska, y publica los resultados bajo el título de La cambiante cultura de
una tribu india. A fines de 1931, el matrimonio desembarca en Nueva Guinea y se
instala en las aldeas de los arapesh, pueblo montañés, pacífico y mal nutrido
que los acoge hospitalariamente. Allí desarrollan una importante investigación
sobre la influencia de los roles sexuales en la cultura, y sobre las formas en
que están relacionadas las diferencias innatas de temperamento y cultura.
Además,
estudian el condicionamiento de las personalidades sociales en los dos sexos y
compilan los resultados en Sexo y temperamento en las sociedades primitivas. La
estada en Nueva Guinea se prolonga y también los caníbales mundu gumores del río Yuat y los cazadores de cabezas tchambulis se prestan para que
Margaret prosiguiera investigando sobre educación y conducta, infantil. En dos
años, ella y sus colaboradores rescatan para la historia de la humanidad la
memoria y las costumbres de 30 culturas primitivas de la región. La cuestión
fundamental estaba centrada en la relación existente entre las formas de
organización social y los tipos de las estructuras de carácter. A partir de
estos estudios llegan a demostrar la interdependencia entre el estilo de vida y
ciertos rasgos asociados de carácter que antes se consideraban innatos.
Pero
no todo marchaba bien en la vida de Margaret. Los desacuerdos con su esposo van
separando a la pareja y en 1935 se divorcia de Reo Fortune, quien se traslada a China a dictar cátedra. Ella,
por su parte, viaja a Inglaterra y ese mismo año contrae enlace con George Bateson, antropólogo británico
que había colaborado en las investigaciones realizadas en Nueva Guinea. Juntos
preparan una expedición a la isla de Bali, donde trabajan durante más de tres
años.
Cuando
regresa de Bali, en 1939, está embarazada, hecho que la toma de sorpresa,
puesto que pensaba que ya no habría de tener hijos. Grandes cuidados y
sacrificios tuvo que realizar para concretar ese sueño que ya creía
inalcanzable.
El
8 de diciembre de 1939 nace Mary
Catherine, muy parecida a su madre, quien poco después reanuda su tarea
docente y recibe el título honorífico dé Doctora en Ciencias. Su maternidad y
la segunda guerra le imponen una vida más sedentaria, pero no menos activa.
Además de atender su cátedra se desempeña como secretaria ejecutiva del Comité
de Hábitos Alimentarios del Consejo Nacional de Investigaciones de su país.
Luego de la guerra colabora con distintos organismos de asistencia de la O.N.U.
Publica
constantemente folletos e investigaciones, preside asociaciones y entidades
científicas de gran jerarquía como la Asociación Antropológica Norteamericana,
en 1960, y sin embargo encuentra tiempo suficiente para volver repetidas veces
a las Islas del Pacífico y de Oceanía.
A
los 70 años, abuela ella misma, conoce a los nietos y biznietos de aquellos manus, iatmules, mundugumores y sa-moanos
que le abrieron sus hogares cuando ella era joven recién graduada. A los samoanos los visitó por última vez en
1973, cuando ejercía la presidencia de la Unión Internacional de Ciencias
Antropológicas y Etnológicas.
EL VERDADERO SENTIDO DE UNA VIDA
Su
incesante actividad, traducida en viajes, cátedras, publicaciones y trabajos en
diferentes comités científicos, le valía ya el reconocimiento internacional.
Pero fue después del conflicto mundial, al acercarse al medio siglo de vida
laboriosa, cuando comienza a publicar sus reflexiones sobre la sociedad
industrial y, en particular, los Estados Unidos. Como si tratara de hallarse a
sí misma, se había adentrado en las costumbres de otros pueblos para observar
con una nueva luz la cultura de su propia comunidad.
En
1948 aparece su libro Hombre y mujer, donde comienza a advertir al orgulloso
pueblo norteamericano que se inicia un período de profundas renovaciones, donde
corre peligro no solo el modo de vida americano, sino también la existencia
misma de la humanidad, amenazada tanto por el cataclismo nuclear como por la
incomprensión, el prejuicio y la opresión, ejercidos en el nivel de las grandes
potencias y las clases sociales e incluso en las relaciones personales.
Cuestiona
también, con gran lucidez, el porvenir de instituciones tales como el
matrimonio y el sistema, educativo. Combate en todo terreno las remoras racistas
y ello le vale ser denostada por los círculos más regresivos y conservadores.
Pero, por otro lado, estas actividades le granjean la confianza de los
intelectuales jóvenes del mundo entero, a pesar de la distancia generacional
que la separa de ellos y que Margaret Mead nunca pretendió ignorar.
Fuente
Consultada:
Vida y Pasión de Grandes Mujeres - Las Reinas - Elsa Fólder
Fascículos
Ser Mujer Editorial Abril
Enciclopedia
Protagonistas de la Historia Espasa Calpe
http://www.portalplanetasedna.com.ar/margaret_mead.htm
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