Verano 2013
Política de Turismo
Podemos afirmar que en términos de grandes
movimientos turísticos estamos arribando al crepúsculo del verano. Un verano
que nos ha demostrado claramente ciertas modificaciones en los comportamientos
de la sociedad producto del variado universo de propuestas existentes fronteras
adentro. Con relación a este punto no sólo juegan la diversidad de sitios que
han logrado un estatus turístico, sino además la instancia que implica manejar
los tiempos de ocio durante el año debido a las políticas de feriados. A
propósito de este inciso hace pocos días el Intendente de Villa Gesell Jorge
Rodríguez Erneta afirmó que la ciudad ya no tiene necesidad de cerrar sus
puertas a mediados de marzo y que esa suerte de embrionaria continuidad ha
impactado notablemente en el trabajo local, sobre todo en el área de servicios.
El volumen de habitantes movilizados
internamente, más el 13% de aumento en la cantidad de turistas que han optado por destinos
extranjeros no es un dato menor a la vista de ciertas falacias que han vomitado
los medios de comunicación desde hace por lo menos un semestre. El incremento
exponencial del turismo en la mesopotamia, en la patagonia, y en la región
cuyana clarifica el desafío que deben tomar y asumir las plazas turísticas
tradicionales a propósito de sus apetitos de salvataje temporal y su viabilidad
con relación a la fuerte competencia existente.
Veo a este comienzo del año 2013 como un
tiempo de adaptación sobre el tema turístico, acomodamiento que evidentemente
será acompañado por un imperceptible cambio cultural. Plazas artísticas que
solían ufanarse por ciertos monopolios ya observan con preocupación el
crecimiento de otros puntos del país. Mar del Plata y Carlos Paz deberán
esforzarse no sólo para conservar un buen horizonte de turistas sino además
para resultar competitivos (y atractivos para los empresarios) con vistas a la
diversidad de propuestas que se puede percibir en el menú.
En la actualidad la autonomía que tienen los
vehículos, debido al bajo consumo, permite recorrer grandes extensiones sin la
preocupación del combustible, cuestión que este año se ha potenciado
exponencialmente debido a las políticas que el Gobierno ha impulsado para YPF.
Curiosamente, o no tanto, en su primera gestión como socio mayoritario en la
empresa petrolera el Estado ha resuelto los problemas de desabastecimiento que
usualmente se sufrían durante estas épocas de año en tiempos de Repsol. Incluso
los sectores agropecuarios, cuyas necesidades aumentan en este mismo lapso, no
han exhibido quejas al respecto.
Como remate de un comienzo de año que a mi
entender fue más promisorio de cara al futuro si lo sabemos leer que banalmente
exitoso - miopía mediante -, no tuvimos que soportar el intolerable “tema del
verano”. Nadie nos clavó la sombrilla ni aparecieron tilingas diosas que nos
matan. Acaso algún analista opositor pueda sentenciar que esa ausencia de
melodía integradora se deba a la falta de políticas culturales del Gobierno
Nacional, inciso que incentiva de modo velado la división y la crispación de la
sociedad.
La política del Gobierno con relación al
turismo ha sido arriesgada y novedosa. Tratar de diversificar la temporalidad a
favor de trasladar esa costumbre a los doce meses del año resulta todo un
desafío cultural. Muchos centros turísticos observan dicha propuesta como una
posibilidad cierta, otros en cambio lo perciben como una mala noticia debido a
que los obliga a pensar modelos alternativos a los que históricamente les
resultaron confortables. Nadie dice que
los cambios culturales son de fácil receptividad. Por eso estimo que este
verano nos ha servido a todos para evaluar los comportamientos sociales de modo
planificar hasta lo que algunos suponen que no se debe planificar: el ocio.
El ocio – no hablo solamente del turismo
- es una industria descomunal que no
sólo tiene que ver con los servicios y su relación con el paisaje. Potencia el
movimiento de un centenar de actividades que se ven obligadas a invertir para
seducir al usuario y eso impacta directamente y de forma favorable en la mano
de obra de cada una de las localidades durante todo el año.
Demás está decir que el Gobierno Nacional
propone un cambio cultural, una herramienta, dependerá de cada colectivo
regional aprovecharse de la propuesta. Es probable que algunas localidades
insistan en su estado de siesta permanente, esto será hasta que las curvas de
visitantes e ingresos desciendan lo suficiente como para entender que dicho
camino desemboca en un inexorable precipicio. No se trata de uniformar modelos
sino de modificar conceptos. El “tengo que ganar en dos meses para poder vivir
todo el año” resulta tan improcedente como injusto para con el usuario, debido
a que ese razonamiento no contempla que ese mismo usuario debe trabajar todo el
año para disfrutar de su ocio y el de su familia durante quince días.
Interrelacionar ambas necesidades es el desafío cultural que nos plantea
buenamente el ejecutivo nacional.
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