Te falta mirar un poquito pal´costao
El Alemán Gerardo Dorado - Te falta mirar
Resulta muy complejo equilibrar internamente
los procesos de crecimiento de una sociedad cuando se parte desde distintas
realidades subjetivas. Relaciono la cuestión trazando un paralelo con una
carrera llana, haciendo hincapié en que el lugar de largada no es el mismo para
todos. No existen equivalencias entre quien lo hace ocupado y ganando un sueldo
más o menos respetable que aquel que lo hace desempleado y dentro de una
marcada pobreza estructural. De eso se trata, como dice el Alemán Gerardo
Dorado “te falta mirar un poquito pal´costao” dice la canción. Por eso estimo
recomendable que nuestras pretensiones y reivindicaciones sean ponderadas con
la suficiente amplitud para observar que aún existen muchos compatriotas que no
han alcanzado un aproximado estado de bienestar. Cuando observo determinados
reclamos gremiales me preguntó hasta dónde cada dirigente sindical percibe el
contexto, hasta dónde el impuesto a los altos ingresos es travestido bajo el
prisma del conjunto sopretexto de cubrir las necesidades básicas.
Cuidado, que no se malinterprete el dilema,
considero que toda lucha a favor de mejorar la situación de los trabajadores es
elemental pero dicho combate debe exhibir prioridades de modo que ese “mirar pal´
costado” no sea un simple melodía pegadiza. Hablo de la complicidad que exhiben
muchos dirigentes sindicales con las patronales a favor del trabajo informal,
hablo de la distribución equilibrada del salario real, hablo de un esquema
proletario asociado a un concepto colectivo. No me parece solidario que una
central obrera estimule que los dilemas participativos se diriman sobre la base
del poder de daño que tienen cada una de sus células. En más de una ocasión la
Presidenta Cristina Fernández de Kirchner mencionó las enormes diferencias que
existen entre los ingresos de los trabajadores producto del disímil impacto que
tiene cada actividad en la sociedad. Observemos la abismal diferencia que
existe entre el salario inicial de un docente o de un científico con relación
al de un bancario, un camionero o al de un operario de subte. A la par
observemos el comportamiento de Uatre con relación a la informalidad y hasta de
la ignominia que significa el trabajo esclavo. El rubro de la Construcción no
le va en saga y ni que hablar del calvario que sufren los empleados de
comercio, sobre todo en el interior. Los números son esclarecedores al
respecto. Algunos dirigentes gremiales han logrado establecer castas dentro del
campo laboral particionando el interés colectivo del proletariado. ¿Se trabaja
solidariamente dentro de las organizaciones obreras para acotar los niveles de
desocupación?. Hasta ahora no he percibido protestas ni marchas a favor de ese
7% que aún no ha logrado ser incluido dentro del embrionario proyecto
industrialista y menos aún de ese 30% que desarrolla sus actividades en
paralelo a la legalidad.
Reunirse con las patronales para diagramar
estrategias inclusivas, establecer acuerdos solidarios de modo priorizar al
desocupado del oficio, que cada sector se haga cargo de las necesidades de ese
sector estableciendo una paritaria en serio y no simplemente de tenor salarial.
Con equipos de estudiosos en la materia, consensuados entre las partes, se
podrían realizar relevamientos de costos y demás cuestiones para saber a
ciencia cierta el estado de cada actividad: niveles de ocupación y
subocupación, ociosidad, regímenes de licencias, nivel de productividad, la
necesaridad de las horas extras, la distribución equitativa de cargos (por
ejemplo entre los docentes), el estricto cumplimiento de los límites
jubilatorios etc.
A poco de iniciar mis tareas en un
importante Banco privado, por entonces nacional, pregunté sobre el sistema de
horas extras. Un compañero de aquellos tiempos, ex sindicalista, me informó que
justamente la entidad había discontinuado su política en ese sentido hacía dos
años (hablo del año 1993) producto del abuso, y que sólo se reservaba ese
derecho a los recursos que desarrollaban tareas en los departamentos
estratégicos, por entonces Contabilidad, Centro de Cómputos etc. Socarronamente
me comentaba que era muy usual fichar a las nueve de la mañana y comenzar las tareas a las dos de la tarde con la
anuencia de las jefaturas intermedias y delegados, segmentos privilegiados que
también recibían las mieles de dicha operatoria. “Estiramos la soga demasiado -
afirmaba el compañero -, de todos modos no son pocos los que pudieron comprarse
un departamento o un buen auto con aquel sistema”. Pensemos que tres horas
extras por día más el sábado posibilitaban acrecentar los ingresos casi en un
100%, además del impacto que dicho incremento implicaba en cada medio aguinaldo.
Dentro del estado ocurría tres cuartos de lo mismo; cualquiera que haya pisado
el viejo edificio de Vialidad Nacional en Retiro durante los ochenta sabrá de
lo que le hablo. Mientras estos despilfarros se agudizaban en algunas
actividades, en otras, los ajustes, la informalidad y la desocupación hacían
estragos.
De eso se trata el dilema que humildemente
planteo. Mientras algunas actividades ejercen un metro patrón elevado debido a
lo complejo de un potencial conflicto otras no tienen más remedio que aceptar
las reglas del juego patronal por obvias razones de dispersión y escasa
capacidad de respuesta. Cuando Cristina habla de la torta laboral, justamente
hace hincapié en la poca voluntad sindical que existe por parte de los
dirigentes para entender al movimiento obrero en su totalidad. Ya lo cantó el
maestro José Larralde en Pa´Usted: “Hace Patria el que alambra, el que hace
maneas california, el que piala, el que educa, el que canta...” En la
actualidad el salario medio de un docente oscila en los cinco mil pesos, el de
un transportistas en los doce, el de un ferroviario en los once, el de un
bancario en los catorce.
El debate horizontal sobre la torta laboral
también debería formar parte de un gran acuerdo paritario nacional, no puede
ser posible que la productividad de cada sector se encuentre por encima de la
productividad colectiva por una simple ecuación de daño. Nos estamos acercando
al tan ansiado cincuenta y cincuenta; cuestión real en los números pero irreal
desde la praxis si tenemos en cuenta la cantidad de trabajo informal existente
más la desocupación. Ese cincuenta por ciento está tan mal distribuido como mal
distribuida está la renta nacional. Unos pocos gremios son los que concentran
los mayores porcentajes. Falta mirar un poco pal´costado, es necesario
privilegiar las demandas de los sectores laborales más atrasados (informales y
desempleados) de modo hacerle honor a ese tan declamado “igualar para arriba”,
concepto que noto muy pocos están dispuestos a venerar.
Algo de eso pasó en los ferrocarriles tambien... Y en los bancos oficiales donde parece que algunos trabajan para justificar y dar argumentos a su privatización.
ResponderEliminarEstimado: he utilizado gran parte del tiempo de este fin de semana leyendo su excelente blog (descubierto a raíz de su comentario en el blog "Tirando al medio").
ResponderEliminarMe permito, además de felicitarlo, hacerle llegar una corrección ortográfica de una expresión que Ud. utiliza muy frecuentemente. No existe la palabra "sopretexto". Existe "so pretexto", con el significado de "bajo pretexto". So es una preposición antigua, casi caída en desuso de no ser por expresiones como "so pretexto" o "so pena de muerte" o alguna otra que ahora no recuerdo.
Saludos y felicitaciones por el blog.
Tiene usted razón Daniel. Le agradezco la llamada de atención.
ResponderEliminarSoasado es el adjetivo verbal (participio de pasado) de soasar con este prefijo so-. Pero se escribe todo junto.
Las locuciones so pretexto, so pena, etc son con el conector de normalmente locuciones prepositivas en que so vale como bajo.
La preposición (en desuso) so viene del latín sub, con el mismo sentido de 'debajo de'. Es preposición propia y también prefijo verbal (en este caso sólo de los verbos con prefijo so- que se hayan creado en castellano, no evidentemente de los latinos prefijados con sub- que heredamos).