Grandes Mujeres de la Historia. Manuela Sáenz
En los años turbulentos de las guerras de la Independencia hispanoamericana, a muy pocas mujeres les cupo un papel protagónico que signara tanto sus vidas como las de sus patrias nacientes. Sobresale entre ellas la formidable personalidad de la inteligente colaboradora y amiga de Simón Bolívar, que llegó a merecer cabalmente que este la llamara "la libertadora del Libertador". Ella lo sabía mejor que nadie: "Lo que soy en realidad -escribió- es un carácter formidable, amiga de mis amigos y enemiga de mis enemigos".
A
causa de esa vigorosa personalidad, Manuela Sáenz, "la libertadora del
Libertador", debió sufrir en vida el ataque persistente y enconado de los
defensores de "los prejuicios de la sociedad" -como ella misma los
llamaba—, de los numerosísimos enemigos de su egregio amante -Simón Bolívar-, y
aun el de algunos amigos de este. Muerta, cayó sobre ella un espeso manto
tejido de silencio y calumnias. Pero aunque el destino y los hombres se
esforzaran por borrar sus huellas y distorsionar su imagen, ella supo siempre
-con la misma fe que la sostuvo y alentó en tantos momentos angustiosos- que
habría de ser finalmente reivindicada. "El tiempo me justificará",
escribió. Y así ha sido, en efecto.
LA BASTARDA
Ya al nacer, Manuela empezó a dar que hablar. "El 29 de diciembre de 1797 bauticó solemnemente a Manuela, nacida dos días antes, una criatura espuria cuyos padres no son nombrados." Así rezaba la partida de bautismo, pero todo Quito sabía perfectamente de quiénes se trataba, y no dejaba de asombrarse. ¿Cómo era posible que don Simón Sáenz y Vergara, noble español casado y con hijos, miembro del Concejo de la ciudad, capitán de la milicia del Rey y recaudador de los diezmos del reino de Quito hubiese seducido a Joaquina, de la familia terrateniente de los Aispuru, muchacha de dieciocho años?
En
realidad, no se justificaba tanta sorpresa, puesto que Quito era conocida y
reconocida como la ciudad más licenciosa de todo el Virreinato de Nueva Granada
(que abarcaba lo que es hoy Colombia, Ecuador y Venezuela).
De
nada valió que Joaquina pasase el resto de su vida entre penitencias y
oraciones; fue en vano que los Aispuru, odiando a ese viviente
testimonio de su deshonra, la recluyesen en el convento de Santa Catalina. A
los 17 años Manuela mostró a las claras su independencia de carácter al escapar
para unirse con un apuesto oficial en algún lugar de los montes de Quito.
Cuando regresó, emisarios de su padre la estaban esperando para llevarla a
Guayaquil y embarcarla rumbo a Panamá, donde entonces residía don Simón Sáenz.
En
Panamá, mientras ayudaba eficazmente a este en sus asuntos, Manuela aprendió a
fumar -costumbre difundida entre las panameñas- y beber, y a distinguirse por
sus modales, su porte y su andar.
Su
poder de seducción indujo a James Thorne, rico mercader británico
establecido en Lima, a proponerle matrimonio. Manuela no dejó escapar la
oportunidad, pues en Panamá todos conocían su pasado, y la alternativa era
quedarse soltera para terminar siendo la querida de algún personaje lugareño o
una mujer de mala fama.
Así
fue como el 27 de julio de 1817 la iglesia limeña de San Sebastián se iluminó
para celebrar la unión de Jaime Thorne y Manuela Sáenz. Como ambos eran
católicos, según las costumbres de la época, se suponía que el matrimonio sería
para toda la vida. Pero la vivaz Manuela no tardó en cansarse de este inglés
parco, correcto y respetuoso de todas las convenciones. "Como marido eres
muy chapucero -le espetó—. No procuras ningún placer, conversas sin gracia,
caminas sin prisa, te sientas con cautela y no te ríes ni de tus propias
bromas. Créeme, la vida monótona está reservada para tu nación."
Para
compensar su aburrimiento conyugal, desde 1819 Manuela se dedicó a conspirar en
favor del movimiento independentista, llevando y trayendo las proclamas
sediciosas que aparecían por las mañanas pegadas en los muros de la ciudad.
Continuó con esta peligrosa actividad a pesar de la oposición de su marido, que
veía en ella la ruina de ambos.
MANUELITA Y BOLÍVAR
Pero en 1822, después de la victoria patriota, sus esfuerzos y su valor se vieron recompensados: fue una de las 112 damas de Lima que recibió, por decisión del general San Martín, la Orden del Sol, la más preciada condecoración de la Sudamérica liberada.
Sin
embargo, no se sintió satisfecha con la intensa vida social que desarrolló en
los altos círculos de Lima antes y después de la Independencia. Acaso por eso
regresó a Quito, justo a tiempo para presenciar la entrada triunfal de Bolívar.
Fue
en el gran baile de la Victoria, celebrado en casa de Juan de Larrea el 16 de
junio de 1822, donde se encontraron por primera vez la señora de Thorne y Simón
Bolívar. A ella le bastó un breve lapso para conquistar la galante atención de
todos los oficiales de Bolívar, y sobre todo la de este.
El
altivo porte de Manuela, la elegancia de sus vestidos y de sus movimientos, su
lenguaje, su rapidez para la réplica aguda, sus juicios lapidarios sobre los
miembros de la sociedad quiteña, que le eran bien conocidos, hicieron
comprender al héroe que se hallaba ante una mujer excepcional. Bajo las miradas
envidiosas de todas las damas presentes, "la bastarda" y el
Libertador bailaron, charlaron y rieron juntos casi toda la noche. Juntos
también dejaron la residencia de los Larrea.
Al
cabo de doce días dedicados a las urgentes tareas de la Independencia, y de
doce noches consagradas a Manuela, Bolívar se percató de que este nuevo amor
amenazaba absorberlo por entero. Él no se debía a una mujer sino a un
continente. Experimentó por eso cierto alivio cuando tuvo que salir para
Guayaquil el 4 de julio, a entrevistarse con el general San Martín. Creía poner
así punto final a lo que consideraba una aventura pasajera más.
Pero
no conocía bien a "la Sáenz", como la llamaban despectivamente las
damas quiteñas. Manuela había decidido que su relación con Simón Bolívar fuese
duradera, y ella era tan rápida para tomar una resolución como tenaz para
llevarla a cabo y sobreponerse a los obstáculos que se le opusieran.
Fue
así como Bolívar la vio aparecer otra vez en Lima en septiembre de 1823. En
corto tiempo Manuela supo hacerse indispensable al Libertador, no solo como
amante sino también en las múltiples tareas de la Revolución. Su conocimiento
íntimo de la sociedad limeña y del carácter y las tendencias políticas de sus miembros
resultó utilísimo a Bolívar. Por sobre todo, este sabía que podía contar
ilimitadamente con esa mujer valerosa y enamorada.
En
octubre la señora de Thorne fue incorporada oficialmente al Estado Mayor de
Bolívar como encargada del archivo. Desde ese momento sus destinos quedaron
unidos, no obstante ocasionales- separaciones impuestas por los azares de la
guerra.
Su
entrega total a la persona y al ideal de Bolívar quedó demostrada la famosa
noche de septiembre de-1828, en Bogotá, cuando, sable en mano, hizo frente a
las pistolas y cuchillos de los completados que venían a dar muerte al prócer.
Su arrojada conducta dio tiempo a este para ponerse a salvo, organizar la
represión y regresar luego a abrazarla y decirle conmovido: -"Manuela, mi Manuela, eres la libertadora del
Libertador".
Muchas
de estas peripecias políticas podrían quizás haberle sido ahorradas al
Libertador, si hubiese escuchado más a Manuela, que demostró poseer una
intuición infalible para detectar a los enemigos ocultos.
En
1830, al morir Bolívar, Manuela intentó suicidarse, pero aún le quedaban muchos
años de vida desdichada. Desterrada sucesivamente de Colombia y de Ecuador,
acabó como vendedora de tabaco en Paita, un minúsculo puerto del norte peruano.
Inválida desde 1847, no pudo escapar cuando una epidemia de difteria asoló la
región en 1856. El 23 de noviembre de ese año sus restos fueron arrojados a la
fosa común, y sus papeles -la voluminosa correspondencia con el Libertador-
ardieron en la fogata encendida por el Cuerpo de Sanidad.
Un
amigo llegó a tiempo para rescatar tan solo una hoja ennegrecida donde aún
podía leerse: "El hielo de mis años se reanima con
tus bondades y gracias. Tu amor da una vida que está expirando. Yo no puedo
estar sin ti, no puedo privarme voluntariamente de mi Manuela."
Fuente
Consultada:
Mujeres Notables de la
Historia – Biografía de mujeres importantes - http://www.portalplanetasedna.com.ar/mujeres_notables.htm
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