"La bella Simonetta" fue una adolescente que deslumbró con su encanto
a la Florencia renacentista de los Médicis. Pocas veces un rostro cautivó y
sirvió de inspiración a tantos y tan notables personajes: Lorenzo de Médicis,
gobernante, poeta y hombre de fabulosa fortuna; Sandro Botticelli,
extraordinario pintor, y Angelo Poliziano, literato y erudito, figuraron entre
sus admiradores. Una curiosa montaña de objetos diversos se
acumulaba en la plaza de la Signoria, en Florencia, una tarde del año
1497. Pelucas de seda blanca o amarilla, laúdes, filtros mágicos, cancioneros y
cualquier otra cosa que ajuicio del severo monje Savonarola, dueño de la ciudad
por aquellos tiempos, apartara a los hombres de la república de Cristo que él
pretendía instaurar. Entre los candidatos al fuego figuraban los cuadros de
tema pagano de Alessandro Filipepi (llamado Sandro Botticelli, es decir,
Sandro el del Tonelero, que era el oficio de su padre), pintor y amigo de los
destronados Médicis. En las telas y tablas aparecía una y otra vez, en diversas
poses y atavíos la figura de una mujer "de frente fieramente humilde (...)
gesto reposado, incierto", como la evocan los versos de Poliziano. En poco tiempo las
llamas consumieron despreocupadamente la pira. Botticelli vivió trece años más
y pintó aún muchas obras maestras ... sobre temas exclusivamente religiosos.
Sin embargo, algunos de sus primeros cuadros pudieron escapar a la requisición
mística de Savonarola y atestiguan hoy que las palabras de Poliziano estaban bien fundadas. En la corte de
los Mediéis los rasgos de Simonetta fueron tomados como paradigma por
muchos creadores: los poetas Poliziano
y Pulci, los pintores Fiero di Cósimo, Ghirlandaio y,
muy especialmente, Botticelli,
en cuyas obras la figura de la joven impregna todo lo que se relaciona con la
feminidad, hasta el punto de hallarse presente aun en los retratos de otras
mujeres. El más conocido de estos cuadros, El nacimiento de Venus, es un
homenaje a Simonetta en más de un sentido, porque, además
de ocupar su imagen el centro de la pintura, el tema recuerda el nacimiento de
la joven, que vio la luz en Portovenere (Puerto Venus), sobre la costa ligur,
en 1453. En esa población de iglesias y murallas suspendidas entre los
acantilados y el mar, tenía su villa la familiaCattanei, de activos
comerciantes genoveses, y allí y en Genova transcurrieron los primeros años de
Simonetta. Adolescente, acompañó a su madre en visitas a los mercaderes que
tenían relaciones con los Cattanei,
corresponsales que se encontraban diseminados por toda Italia y entre los que
se contaban, en Florencia, los Mediéis y su círculo. A este círculo pertenecía
Marco Vespucci, que tomó a Simonetta por esposa y en 1469 se instaló en una
casa del barrio florentino de Borgo Ognissanti. Ambos tenían dieciséis años al
casarse. Del otro lado del Arno,
el río que atraviesa Florencia, se extendía el popular barrio de Porta San Frediano, morada de obreros y
artesanos, categoría esta última en la que se incluían orgullosamente los
pintores. Allí vivía Botticelli que, por entonces, tenía veinticuatro
años y recibía en el convento del Carmen, en el mismo San Frediano, las enseñanzas del
fraile Filippo Lippi. En
ese año de 1469 llegaron al poder los hermanos Lorenzo y Giuliano Mediéis, que
contaban apenas veintiuno y diecisiete años, respectivamente. Un desliz de Lippi y una de las monjas -padres del pintor Filippino Lippi— decidió al
maestro a alejarse de Florencia por razones de seguridad. Sandro ingresó
inmediatamente en el servicio de los nuevos gobernantes.
LORENZO EL MAGNÍFICO
Los
flamantes dueños de la ciudad eran descendientes de una familia de
farmacéuticos que todavía conservaba en sus blasones la imagen de cinco
pildoritas medicinales que la heráldica no ha permitido identificar. La familia
Mediéis se había dedicado a los negocios y logró paulatinamente el control de
las minas de alumbre, la producción de lana, el comercio de seda, la banca y la
usura. Cosme de Médicis tomó las riendas de Florencia y casó a su hijo Pietro con la noble Lucrezia Tornabuoni, de elevada
prosapia. Mujer de gran cultura y buena poetisa, Lucreziafue la madre de Lorenzo
y de Giuliano, y supo ser también guía y amiga de sus hijos. Ambos hermanos
recibieron con alegría a la delicada genovesa. Su personalidad amable y
recatada fue haciéndose imprescindible en los banquetes de la corte, que se
realizaban en los viejos palacios familiares de Via Larga o Cafagiulo, donde la
tradición de prudencia mercantil imponía aun una arquitectura sobria, o en las
flamantes villas de Fiésole y
Careggi. En esas ocasiones un menú sencillo podía componerse de "capón
y vaca con almendras, azúcar y otras buenas especias; vienen en seguida las
carnes asadas: pollos, faisanes, perdices, liebres; luego tortas y leche
cuajada con azúcar, y por último frutas. Después (...) empiezan a beber de
nuevo, se sirven (...) dulces y otra vez se bebe". Una diversión que
apasionaba a los florentinos era la celebración de torneos, que habían perdido
la rudeza militar que tenían en el Medioevo, para convertirse en verdaderas
exhibiciones de plumas, soberbios caballos y armas lujosamente adornadas. El 27
de enero de 1475 se efectuó uno de estos torneos en la plaza Santa Croce. con motivo de una fiesta popular. Allí
concurrió Giuliano con un estandarte pintado por Botticelli, en el que la
silueta inconfundible deSimonetta estaba
caracterizada como Minerva. De la justa salió triunfador el mismo Giuliano, a quien cupo el honor
de recibir la corona de laureles de manos de la propia deidad. Este episodio
fue cantado por Poliziano,
que cuanto más despecho suscitaba en la esposa de Lorenzo, la orgullosaClarice
Orsini, más talento ponía en sus elogios a la inofensiva Simonetta. Aunque ambos
hermanos se declaraban por igual adoradores de Minerva, parece ser que los
avances prácticos estuvieron a cargo de Giuliano, y los sucesos del torneo
podrían confirmar el buen éxito de su veneración. De todos modos, la historia
se muestra remisa a confirmar categóricamente estos detalles, e inclusive si es
cierta la teoría que supone que La Primavera, el cuadro de Botticelli donde
están retratados Lorenzo y un grupo de damas -entre ellas Simonetta-, ilustra o evoca la
vida galante del llamado Magnífico.
Los hechos parecen haber sido más complicados. Si hubo realmente amor entre
ellos, no pudo ser feliz: a fines de ese mismo año Simonettaenfermó del pecho. Los
médicos le recomendaron los aires de Piombino,
un puerto triste frente a la isla de Elba. De allí partía todos los días un
correo enviado por su cuñado Fiero, con noticias para los Mediéis. Pero las
nuevas fueron malas: la enfermedad resultó ser una hemoptisis y en abril de
1476 murió junto al mar -no podía ser de otra manera- la Venus renacentista.
Fue enterrada en la capilla Vespucci de la iglesia de Ognissanti, cerca de los
frescos de Ghirláiüdaio y de Botticelli, donde están retratados, junto con
ella, casi todos los integrantes del mundo que frecuentó y que la habían
admirado. "Todos los hombres estaban enamorados de ella, y ninguna mujer
podía desdeñarla", recordó Poliziano.
Lorenzo le dedicó versos llenos de admiración, y en una ocasión señaló una
estrella a un amigo y comentó: "Mira, es el alma de esa exquisita
mujer..." Del dolor de Giuliano
y Botticelli no quedaron
testimonios espectaculares ni frases célebres. En 1478 una familia rival de los
Mediéis, los Pazzi,
organizó una confabulación para deshacerse de quienes consideraba como tiranos
de Florencia. Puesto que los asesinos profesionales se negaban a cometer el
magnicidio en una iglesia, se comprometió a varios sacerdotes, "más
acostumbrados a los lugares santos", según puede leerse en las actas del
proceso. El atentado se consumó en el recinto de la Catedral: Giuliano
cayó muerto, pero Lorenzo se defendió con energía, y pocas horas horas después
los cadáveres de los principales conjurados pendían de las ventanas del palacio
de la Signoria. Era un 26 de abril, el mismo día de la muerte de Simonetta, dos años antes. En
1510 expiró Botticelli. Por expreso pedido suyo fue enterrado en la iglesia de Ognissanti. Su tumba, hecha a
pocos pasos de la de Simonetta,
pasa casi inadvertida, pero las coincidencias dieron pábulo a la leyenda.
Fuente Consultada: Hombres y
Mujeres Que Cambiaron al Mundo Cuadernillo Nro. 12 - Biografías Imprescindibles
Comentarios
Publicar un comentario