Grandes Mujeres de la Historia: Belén de Sárraga.
Nació el 10 de julio
de 1873. Sus padres, vivían en Puerto Rico, Belén estudió en la universidad de
Barcelona y se graduó como doctora en medicina; uno de sus profesores fue
Francisco Pi Margall, difusor del federalismo en España. Belén simpatizó con el
partido republicano federal y admiró las feministas quienes la inspiraron en la
lucha por la emancipación de la mujer. A fines del siglo XIX, el anarquismo era
la principal fuerza obrera campesina en Cataluña, Aragón y Andalucía.
Belén lee a Bakunin y La
conquista del pan, de
Kropotkin, ideólogos que la acercan a los acratas. Sufrió varios atentados
contra su vida, por parte de grupos ultra clericales. En 1900, Belén decide
radicarse en Montevideo; Uruguay y Costa Rica terreno fértil para que Belén
pudiera difundir su pensamiento libertario. Belén recuerda que el movimiento
obrero también fue considerado, en el pasado, como una clase inferior y que se
necesitaron generaciones para ir superando esa situación.
Durante su estadía en
Uruguay dirigió el diario El liberal, en el cual escribía artículos en
defensa de los niños ilegítimos, de la educación laica y de la separación de la
iglesia y el estado. Belén se radica en América Latina: visita México,
Guatemala, Costa Rica, Panamá, Cuba, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú,
Brasil, Argentina y Chile. Describió cada uno de estos países en su obra El
clericalismo en América, a través de un continente, publicado en Lisboa, en 1915.
En 1913 Belén llega a
Chile, invitada por el diario radical La Razón, publicación dirigida por
librepensadores encabezados. En Santiago dictó una serie de conferencias
que crearon gran escándalo en los sectores clericales, incluso los fanáticos
llegaron a golpear a los seguidores de la oradora. A las conferencias asistían
también obreros y artesanos, que dominaban las materias de la charla; no
faltaban los gritos de ¡viva el comunismo anárquico y mueran los curas.
Recordaba Belén que en el concilio de Nicea se decidió sólo por dos votos que
el sexo débil tenía alma.. Los cristianos siempre despreciaron a la mujer: “la
mujer es la puerta del infierno”, San Ambrosio-, “la mujer no puede enseñar, no
puede juzgar ni ser testigo” decía San Agustín. El abate Gaón dice que el
infierno está enlozado con lenguas de mujeres. El padre Coloma, en su libroPequeñeces pone en boca de una de las
protagonistas que las mujeres descienden del rabo inquieto de una mona.
Cuando Belén de
Sárraga fue a Chile, en 1913, el movimiento obrero había avanzado desde fines
del siglo XIX, En El Bonete, de Iquique, 18 enero de 1913, Belén se
burla de la frase que sostiene que el que no cree en Dios es un animal y expone
que el socialismo cristiano es hermano del feudalismo, del despotismo y de la
plutocracia, y que los religiosos eran astutos comediantes y mercaderes,
enemigos del socialismo verdadero, “los frailes odian a muerte toda evolución
en el sentido capaz de inculcar a las masas ideas que les enseñan a distinguir
la verdad de la mentira”.
Las mejores páginas de
Belén de Sárraga están destinadas a denunciar la hipocresía jesuítica, que
pretendía adecuar el cristianismo a la ciencia y mostrarse compasivo con la
situación de los pobres. Según Belén, el catolicismo se valía de los hombres y
mujeres pobres para elegir diputados y senadores conservadores que defendían
los intereses de los ricos.
Sostenía que la mujer
que pensaba o escribía era considerada casi como una prostituta. Las
intelectuales tenían que usar seudónimos y si rompían con la
hipocresía ambiente eran condenadas al manicomio. La mujer de clase alta
era muy ignorante: apenas leía novelas pías, vidas de santos y misales.
No faltaba la que a escondidas, leía novelas de subido color, confesándolo
avergonzada al cura.
Describe Belén que la
vida de la mujer proletaria era muy distinta: en general, el matrimonio se
consideraba un lujo, casi siempre se vivía en concubinato. Las profesiones más
respetadas eran aquellas que garantizaban la independencia de la mujer, por
ejemplo, las costureras, pues trabajaban en la casa, no tenían jefe e, incluso
tenían libertad para moverse en el centro de la ciudad y promocionar sus
productos. Estaban también las lavanderas y las cigarreras, muy mal miradas, y
las empleadas domésticas, generalmente violadas por los patrones o sus hijos y,
en manifiesta esclavitud por la dominación de la patrona.
De su muerte, según
estos autores, nada se sabe. Sin embargo, en un artículo de El
Tarapacá de 1951 se
informa que: “completamente olvidada de los públicos de España y de América,
acaba de morir en el país azteca a la edad de 77 años, llena de achaques
propios de una senectud prolongada, doña Belén de Sárraga, murió en el
más completo olvido. Como dijo Leopoldo Castedo, Franco se las ha arreglado
para que se pierda la memoria. De Belén sólo quedan sus obras y el recuerdo de
algunos escritores.
Fuente: Florián Yubero
– lanueva.wordpress.com
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