El padre de Chico, Francisco Méndes,
llegó en 1926 al remoto Estado de Acre, en la selvática y aislada Amazonia
occidental lindante con Bolivia y Perú, para trabajar elaborando caucho
obtenido de las heveas. Venía huyendo de la extrema pobreza del “sertón” en el
desertizado Estado de Ceará - el otro vértice del Brasil. Llamativamente, los
Mendes habían luchado allí contra el trazado de una carretera que trajo una
avalancha de flagelados, otra de las razones que les obligó a emigrar. Mendes
se instaló en el seringal Santa Fe, cercano a la población de Xapurí y se
transformó en seringueiro. Había que navegar cinco semanas por los ríos Purús y
Acre, afluentes del río Amazonas, para llegar desde Manaus hasta Xapurí. Alli,
un seringueiro debía “sangrar” entre 100 y 200 heveas por día para obtener su
sustento. A siete horas remando desde su seringal estaba la “colocacao” donde
vivía Iraci Lopes Filho, hija y nieta de seringueiros, que sería la madre de
Chico. Francisco (Chico) Mendes nació la noche del 15 de diciembre de 1944 en
la colocacao Pote Seco del seringal Porto Rico. Se crió en un ambiente donde
predominaba el analfabetismo, el abandono, el aislamiento, las carencias de
todo tipo y la sobreexplotación. En 1945 terminó la Batalla del Caucho al caer
la demanda creada por la Segunda Guerra Mundial y la situación en Amazonia
empeoró. Los norteamericanos abandonaron los muelles y aeropuertos, y los
seringueiros se vieron obligados a malvender el caucho a mercaderes ambulantes
arriesgándose a violar la obligación de vender sólo a los seringalistas. El
diario A Provincia do Pará calculó que de los 50.000 “soldados del caucho”
censados, 23.000 habían muerto “sin pan y sin cuidados médicos”. Chico tuvo la
suerte de conocer a Euclides Fernández Távora, un refugiado político en
Amazonia. A los 14 años aprendió con él a leer y a escribir, valiéndose de
revistas y diarios viejos, enterándose de lo que sucedía en el mundo gracias a
una radio de onda corta que Euclides había traído consigo. Hacia 1970 el
presidente brasileño Medici decide construir una carretera Transamazónica de
5.000 kilómetros para ofrecer “una tierra sin hombres a los hombres sin
tierra”. Sin embargo ni la tierra era fértil, ni estaba vacía: allí estaban los
indios, los ribeirinhos, los seringueiros, gente que vivía de y cuidaba la
selva. Las carreteras impactaron sobre 96 tribus. Sólo los nambiqwara,
admirados por el antropólogo Lévi-Strauss, se redujeron de 20.000 a unos 650,
después del trazado de la BR-364. El padre Turrini, misionero de Rio Branco,
reveló que de cada mil niños nacidos en Acre, 838 morían antes del primer año
de vida.
La deforestación masiva y los incendios
intencionales se extenderían durante las dos décadas siguientes alentados por
los fazendeiros y los garimpeiros. Los bosques milenarios eran reemplazados por
haciendas y fincas de dudosa rentabilidad y más dudosa duración. En Amazonia la
expansión agrícola es insustentable, la hacienda es cebú importado de India
-para las hamburguesas de los Mc Donald’s de Texas, por ejemplo; y cuando
llueve el frágil suelo, desprotegido, se erosiona rápidamente.En pocos años las
fincas abandonadas de Amazonia, como los campos agotados de Mato Grosso, se
parecen a un semidesierto. Mientras, los indios y los seringueiros emigran para
hacinarse en los ghettos de las chabolas y las favelas, desarraigados y sin
trabajo. En los años ’70 se fraguaban y adulteraban títulos de propiedad, y se
otorgaban títulos sin importar que fueran territorios indígenas o habitados
durante décadas por familias de seringueiros. Los fazendeiros quemaban la selva
para “ponerla a trabajar” mientras obtenían la propiedad sobre cientos de miles
de hectáreas y reclamaban subvenciones estatales. Los incendios pasaron de
esporádicos a masivos. En el paroxismo de la destrucción los aeropuertos se
cierran por las humaredas. Rondonia y Acre ardían por los cuatros costados
aprovechando cada año la temporada seca. “No firméis nada!”, decía Chico a los
seringueiros. “Esta tierra es vuestra. Cuando la transformáis en dinero,
perdéis la posibilidad de sobrevivir. La tierra es la vida!”. Pero los que no
firmaban eran amenazados, desalojados por la fuerza y muchas veces muertos por
los matones enviados por los fazendeiros. La nueva carretera BR-317 que unía
Rio Branco con Xapurí traía consigo una pesadilla: para quemar la selva los
terratenientes paulistas no dudaron incluso en usar napalm. Quemados los
árboles el suelo se erosionaba y se levantaban nubes de mosquitos desde los
charcos, transmitiendo la malaria. En esos años los misioneros católicos
publican el “Catecismo de la Tierra”, explicando los derechos básicos de los
seringueiros. El primer sindicato se formó en 1975. Entre sus líderes estaban
Maia, Wilson Pinheiro y Chico Mendes. Pinheiro fue muerto por asesinos a sueldo
en julio de 1980. A fines de los ’70 el precio del oro se disparó y la “fiebre
del oro” se abatió sobre la Amazonia. En marzo de 1980 había cinco mil personas
trabajando en el garimpo de Serra Pelada; en 1983 eran 100.000 y seguían
llegando para vivir en condiciones infrahumanas. Se construyeron pistas de
aterrizaje donde se anudaban los circuitos ilegales del oro, el tráfico de
fauna, las drogas y la prostitución. Parte del oro se refina con mercurio. Por
cada tonelada de oro, una tonelada de mercurio en el ecosistema. Análisis de
sangre de indios kayapós vecinos a los garimpos revelaron que más del 25%
tenían un exceso del letal mercurio, al igual que la totalidad de los peces. Frente
a los avances sobre las tierras ancestrales aparecen los “empates”,
movilizaciones de seringueiros y pequeños productores que comprenden que van a
perder su trabajo y su modo de vida si no defienden la selva. Chico acciona
desde el sindicato, pero cuando se aventura en la contienda electoral no
obtiene los votos ni el apoyo esperados. Es que, al decir de Javier Moro, Chico
“al no ser dogmático, chocaba siempre con los límites impuestos por las
distintas ideologías”, la suya “era más una autoridad moral que política”. Sin
embargo aprovecha los mitines electorales para denunciar las talas ilegales,
las expulsiones violentas y los arrestos arbitrarios. En abril de 1983 se casa
con Ilzamar Moacyr y se van de viaje de bodas a un congreso de la CUT en San
Pablo. Después vivieron en una casa prestada. A principios de los ’80 el gobierno
de facto impulsa en Brasil el proyecto del Polonoroeste destinado a “poner en
producción” 25 millones de hectáreas sobre la frontera con Bolivia; para ello
hubo que alargar 1.200 kilómetros la BR-364 uniendo Cuiabá, capital de Mato
Grosso, con Porto Velho, capital de Rondonia. El Banco Mundial y el BID,
desoyendo a sus propios expertos medioambientales, fueron los financiadores.
Los pronósticos eran claros; después de la BR-364: aniquilamiento de los
indígenas, devastación de la selva, extinción de especies, erosión de los
suelos, desastre social y económico. Poco más tarde se construye Tucuruí, en
ese momento la cuarta represa hidroeléctrica más grande del mundo, sobre el río
Tocantins, un afluente del Amazonas, considerada hoy un desastre ambiental,
sanitario y social. Después seguiría otro descalabro total: el de la
mega-represa de Balbina, construida para dar electricidad a la zona industrial
de Manaus. Estos hechos promovieron proyectos de legislación ambiental en los
Estados Unidos, exigiendo estudios de impacto antes de la financiación de este
tipo de obras; “fáciles de manipular, pero al menos un buen principio”, dijo
entonces Barbara Bramble, quien desde la National Wildlife Federation conocía y
apoyaba la lucha de Chico, junto a Bruce Rich, Blackwelder, Steve Schwartzman y
otros ecologistas norteamericanos. Ellos comenzaron una tarea de lobby en el
Congreso, mientras cuestionaban al Banco Mundial. El Departamento del Tesoro
pidió explicaciones al BM por primera vez. Goodland y Price, asesores del BM,
dieron informes contundentes sobre los desastres medioambientales y sociales
financiados por el Banco. Entretanto Adrian Cowell, un cineasta británico,
conmocionaba al mundo con una serie titulada “La década de la destrucción”,
filmada en Amazonia; que incluye “Apostando al desastre”, un documental con
imágenes escalofriantes de los incendios y las consecuencias dramáticas después
del asfaltado de la BR-364. Se juntaron firmas para una carta al BM, desde ONGs
hasta el Bundestag alemán. Poco después se logró la victoria de bloquear
temporariamente fondos del BM; hasta que en 1985 el gobierno de Brasil cumplió
con demarcar un territorio para los indígenas y la BR-364 siguió adelante. Tony
Gross y Mary Allegretti, una antropóloga de Brasilia que había conocido a Chico
y trabajado en la selva, refuerzan el movimiento internacional para llamar la
atención sobre Amazonia. En esa época, Chico rescató de las reuniones de los
seringueiros la idea de las “reservas extractivas”: áreas donde se aprovecharía
no sólo el caucho nativo sino también la recolección de frutos y medicinas
silvestres - 1.400 plantas selváticas contienen principios activos contra el
cáncer, por ejemplo. Se demuestra que una hectárea de selva produce - sólo en
caucho, nueces, resinas y frutas- mucho más que una hectárea dedicada a la
ganadería. Además de que estas reservas garantizan la conservación del bosque y
las poblaciones tradicionales. En 1987 Chico, alentado por Mary, Adrian y
Steve, viaja a los Estados Unidos. Habla con directivos del BM y del BID, y
explica la idea de las reservas extractivas mientras critica las carreteras
transamazónicas. Poco después, en Washington, mantiene una serie de entrevistas
incluida una reunión clave en el Senado. Luego el senador Kasten pedirá
explicaciones a los Bancos sobre los desastres en Rondonia y Acre. La gira fue
un éxito; pero también desató reacciones adversas, sobre todo entre los
terratenientes de Brasil. Entretanto, a mediados de 1987, el satélite NOAA-9
detecta grandes quemas en la Amazonia. Esa temporada, a los lados de la BR-364
hubo más de 200.000 incendios provocados: dos veces la superficie de Suiza
estaba ardiendo. Setzer, el investigador brasileño que había seguido atónito
las imágenes satelitarias en su computadora, calculó que los incendios habían
inyectado en la atmósfera más de 500 millones de toneladas de carbono;
equivalente al 10% del aporte mundial de gases de efecto invernadero que afectan
el clima, cada año. En junio de 1987 Chico recibe el Premio Global 500 de las
Naciones Unidas, lo que lo catapulta al interés internacional. Aunque el
gobierno del Brasil y los medios de su país lo ignoran, Chico recibe el premio
en Londres con cobertura de la prensa internacional. Poco después recibe en
Nueva York el premio de la Better World Society, creada por Ted Turner, el
dueño de la CNN. Chico calculó que con lo que costaba un desayuno en el Waldorf
Astoria una familia de caucheros vivía cuatro meses. El obispo Grechi apoya las
propuestas de Chico y su oposición al estilo de “desarrollo” que se pretende
imponer salvajemente en Amazonia. En noviembre de 1987 Chico habla en la
Asamblea Legislativa de Acre. Se inicia la resistencia y un “empate” histórico
en el seringal Cachoeira frente a los intentos de tala y colonización agrícola.
Chico impulsa la expropiación para convertirla en reserva extractiva. En junio
de 1988 el Ayuntamiento de Río le entrega las llaves de la ciudad: es el primer
reconocimiento público en su propio país. Pero llega tarde; la violencia de los
terratenientes en Acre crece. Luego de un nuevo asesinato de un líder
seringueiro el gobierno federal decreta que los seringales Cachoeira, Sao Luis
do Remanso, y dos más, se conviertan en las primeras reservas extractivas de
Brasil. El clima de represalias creado por los fazendeiros no se detiene. El 6
de diciembre de 1988, en San Pablo, Chico participa en un seminario sobre
Amazonia organizado por la Universidad. Allí pronuncia el célebre discurso que
termina diciendo: “No quiero flores en mi tumba porque sé que irán a arrancarlas
a la selva. Sólo quiero que mi muerte sirva para acabar con la impunidad de los
matones que cuentan con la protección de la policía de Acre y que desde 1975
han matado en la zona rural a más de 50 personas como yo, líderes seringueiros
empeñados en salvar la selva amazónica y en demostrar que el progreso sin
destrucción es posible”. El 22 de diciembre de 1988, en su casa de Xapurí,
Chico recibe en el pecho el impacto de un disparo hecho a corta distancia,
desde la oscuridad.
Fuentes: Fundación Proteger. “Senderos
de Libertad”, de Javier Moro, Editorial Seix Barral, Barcelona, 1993; Mary
Allegretti, Parabolicas, núm. 44, Sao Paulo, Brasil, octubre 1998; Steve
Schwartzman, Chico Mendes, Website, Environmental Defense Fund, 1999.
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