Nos Disparan desde el Campanario... La pequeña burguesía parasitaria... por Gustavo Marcelo Sala


Hace un par de años, cuando este plan político amanecía, para nada novedoso, acaso más despiadado en su ejecución afirmamos que “la justicia y la libertad del que puede comprarla es la opresión de quien no puede pagarlas”. Creo que el panorama es claro en ese sentido pues la brecha se ha ampliado notoriamente. Argentina se está pareciendo cada vez más a ese cadáver que de seguir por este sendero pronto será. Somos los únicos que podemos modificar la patología del paciente.

La justicia es la ventaja del más fuerte aseguró hace 2500 años el sofista Trasímaco, uno de los máximos enemigos de Sócrates. Trasímaco observó que lo justo era en realidad una imposición de los gobernantes y mandatarios por su propia conveniencia, por lo que resta importancia a la justicia y pone el foco en analizar la relación entre el poder, la ética y la ley desde un enfoque crítico.
Sócrates refutó la idea sentenciando que la justicia era una virtud que beneficia al alma, llevando a una vida buena, y que el gobernante ideal debe buscar el bien de los gobernados, no solo para su propio beneficio.
Mientras que para Trasímaco la justicia es una herramienta de poder siendo que la vida injusta es más provechosa y feliz que la justa, ya que el hombre injusto, al actuar para su propio provecho, vive mejor junto a aquellos que los rodea y que el débil debe obedecer al poderoso, para Sócrates es un bien natural, y que el gobernante es una suerte de artesano cuya máxima obra es el bien común. Dos mil quinientos años después el dilema político sigue intacto. El detalle de tamaña contienda retórica se encuentra en el Libro I de La República de Platón.
Como en la actualidad, los adherentes al ejecutivo nacional ven virtuosa, aún en la ignorancia de su existencia, la lógica de Trasímaco, uno de los detalles más significativos es que saben perfectamente que se trata de un sistema corrupto y que condena a las mayorías a la esclavitud, sin embargo como en aquel entonces, dichas ideas son defendidas e impuestas en todos los foros existentes, sin ningún tipo de pudor.
Si las cosas siguen así las esperanzas son nulas y es probable que como Sócrates llegará el día que nos condenen y nos obliguen a beber cicuta cual bindis redentorio.
A criterio de François, Conde de La Rochefoucault para la mayor parte de los hombres el amor a la justicia para nada se relaciona con la moral ni con la ética pues no es más que el miedo a sufrir la injusticia, no obstante podemos inferir que no sería descabellado pensar que allí radica su afán de dominarla pues impedir cualquier injusticia también es una herramienta ventajosa de poder.

El aire pequeño burgués, ante situaciones dramáticas, se mimetiza y desvanece dentro de la horda, junto al pueblo. Pasó a comienzos del año 2002 cuando aquello del “piquete y cacerola la lucha es una sola”. Pero también sabemos que nunca se desvance en los emporios de los mercaderes, cosa que sucedió apenas tres años después, cuando la cacerola comenzó a recuperar su aire pequeño burgués olvidándose del drama y del piquete.
Diez años después ese aire fortalecido gracias a las políticas kirchneristas se trasformó en una tempestad pequeño burguesa la cual le dio el triunfo a esa misma derecha que casi década y media atrás la había juntado dramática y vergonzantemente a una horda que ahora despreciaba.
Recordé de inmediato aquella formidable película surcoreana ganadora de Oscar titulada Parásitos. Y desde que la ví me cabe una pregunta: ¿Quiénes eran los verdaderos parásitos? Si los integrantes de la familia pequeño burguesa que necesitaban asistencia para poder sobrevivir dentro del sistema o ese clan marginal ducho en las artes de la superviviencia, habitantes del mismo sistema, pero en su submundo.

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