Nos Disparan desde el Campanario… “Trump, sé que estás viendo esto, así que sube el volumen”… por Zohran Mamdani
Fuente: Cuba Debate
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Transcripción completa del discurso
de Zohran Mamdani tras su victoria en
las elecciones a la alcaldía de Nueva York, que marca un camino ante Donald
Trump desde la centroizquierda en Estados Unidos:
“El eje central de esa visión será el
programa más ambicioso para abordar la crisis del coste de la vida: un programa
que congelará los alquileres de más de dos millones de inquilinos, hará que los
autobuses sean rápidos y gratuitos y ofrecerá servicios de guardería
universales en toda nuestra ciudad”, señaló. “Nueva York seguirá siendo
una ciudad de inmigrantes”, añadió.
Gracias, amigos míos. Puede que el
sol se haya puesto sobre nuestra ciudad esta tarde, pero como dijo una vez
Eugene Debs: “Puedo ver el amanecer de un día mejor para la humanidad”.
Desde que tenemos memoria, los ricos
y los poderosos han dicho a los trabajadores de Nueva York que el poder no les
pertenece.
Dedos magullados por levantar cajas
en el suelo del almacén, palmas con callos por el manillar de la bicicleta de
reparto, nudillos marcados por quemaduras de cocina: estas no son manos a las
que se les ha permitido ostentar el poder. Y, sin embargo, durante los últimos
12 meses, os habéis atrevido a aspirar a algo más grande.
Esta noche, contra todo pronóstico,
lo hemos conseguido. El futuro está en nuestras manos. Amigos míos, hemos
derrocado una dinastía política.
Gracias a aquellos que tan a menudo
son olvidados por la política de nuestra ciudad, que hicieron suyo este
movimiento. Me refiero a los propietarios de bodegas yemeníes y a las abuelas
mexicanas. A los taxistas senegaleses y a las enfermeras uzbekas. A los
cocineros trinitenes y a las tías etíopes
Le deseo a Andrew Cuomo lo mejor en
su vida privada. Pero que esta noche sea la última vez que pronuncio su nombre,
ya que pasamos página a una política que abandona a la mayoría y solo responde
ante unos pocos. Nueva York, esta noche lo habéis conseguido. Un mandato
para el cambio. Un mandato para un nuevo tipo de política. Un mandato para
una ciudad que podamos permitirnos. Y un mandato para un gobierno que cumpla
exactamente con eso.
El 1 de enero tomaré posesión como
alcalde de la ciudad de Nueva York. Y eso es gracias a ustedes. Así que, antes
de decir nada más, debo decir esto: gracias. Gracias a la próxima generación de
neoyorquinos que se niegan a aceptar que la promesa de un futuro mejor sea una
reliquia del pasado.
Han demostrado que, cuando la
política se dirige a ustedes sin condescendencia, podemos dar paso a una nueva
era de liderazgo. Lucharemos por ustedes, porque nosotros somos ustedes. O,
como decimos en Steinway [Queens]: “Ana minkum wa alaikum”.
Gracias a aquellos que tan a menudo
son olvidados por la política de nuestra ciudad, que hicieron suyo este
movimiento. Me refiero a los propietarios de bodegas yemeníes y a las abuelas
mexicanas. A los taxistas senegaleses y a las enfermeras uzbekas. A los
cocineros trinitenes y a las tías etíopes. Sí, tías.
Se trata de personas como Richard, el
taxista con el que hice una huelga de hambre de 15 días frente al Ayuntamiento,
que todavía tiene que conducir su taxi siete días a la semana. Hermano, ahora
estamos en el Ayuntamiento
A todos los neoyorquinos de
Kensington, Midwood y Hunts Point, sepan esto: esta ciudad es su ciudad y esta
democracia también es suya. Esta campaña trata de personas como Wesley, un
organizador del 1199 que conocí fuera del Hospital Elmhurst el jueves por la
noche. Un neoyorquino que vive en otro lugar, que viaja dos horas cada día
desde Pensilvania porque el alquiler es demasiado caro en esta ciudad.
Se trata de personas como la mujer
que conocí en el Bx33 hace años y que me dijo: “Antes me encantaba Nueva York,
pero ahora solo es donde vivo”. Y se trata de personas como Richard, el taxista
con el que hice una huelga de hambre de 15 días frente al Ayuntamiento, que
todavía tiene que conducir su taxi siete días a la semana. Hermano, ahora
estamos en el Ayuntamiento.
Esta victoria es para todos ellos. Y es para todos vosotros, los más de 100 000 voluntarios que habéis convertido esta campaña en una fuerza imparable. Gracias a vosotros, haremos de esta ciudad un lugar que los trabajadores puedan volver a amar y en el que puedan volver a vivir. Con cada puerta a la que habéis llamado, cada firma que habéis conseguido y cada conversación que habéis mantenido con tanto esfuerzo, habéis erosionado el cinismo que ha llegado a definir nuestra política.
Sé que os he pedido mucho durante
este último año. Una y otra vez, habéis respondido a mis llamadas, pero tengo
una última petición. Nueva York, respirad este momento. Hemos aguantado la
respiración durante más tiempo del que podemos recordar.
La hemos aguantado anticipando la
derrota, la hemos aguantado porque nos han dejado sin aliento demasiadas veces,
la hemos aguantado porque no podemos permitirnos exhalar. Gracias a todos los
que han sacrificado tanto. Estamos respirando el aire de una ciudad que ha
renacido.
A mi equipo de campaña, que creyó
cuando nadie más lo hizo y que tomó un proyecto electoral y lo convirtió en
mucho más: nunca podré expresar la profundidad de mi gratitud. Ahora pueden
dormir tranquilos.
A mis padres: mamá y papá: vosotros
me habéis convertido en el hombre que soy hoy. Estoy muy orgulloso de ser
vuestro hijo. Y a mi increíble esposa, Rama, ‘hayati’: no hay nadie a
quien prefiera tener a mi lado en este momento, y en todos los momentos.
A todos los neoyorquinos, tanto a los
que me votaron, como a los que votaron a uno de mis oponentes, o a los que se
sintieron tan decepcionados por la política que ni siquiera votaron, gracias
por darme la oportunidad de demostrar que soy digno de su confianza. Me
levantaré cada mañana con un único propósito: hacer que esta ciudad sea mejor
para ustedes que el día anterior.
Hay muchos que pensaban que este día
nunca llegaría, que temían que estuviéramos condenados a un futuro peor, con
cada elección relegándonos simplemente a más de lo mismo.
Y hay otros que ven la política
actual como demasiado cruel para que la llama de la esperanza siga ardiendo.
Nueva York, hemos respondido a esos temores.
Pienso en las palabras de Jawaharlal
Nehru: “Llega un momento, pero rara vez en la historia, en el que salimos de lo
viejo hacia lo nuevo, en el que una era termina y en el que el alma de una
nación, largamente reprimida, encuentra su voz”.
Esta noche hemos hablado con voz
clara. La esperanza está viva. La esperanza es una decisión que tomaron decenas
de miles de neoyorquinos día tras día, turno tras turno de voluntariado, a
pesar de los anuncios de ataque tras ataque. Más de un millón de nosotros nos
reunimos en nuestras iglesias, en gimnasios y en centros comunitarios mientras
llenábamos el libro de la democracia.
Y aunque votamos solos, elegimos
juntos la esperanza. La esperanza por encima de la tiranía. La esperanza por
encima del gran dinero y las pequeñas ideas. La esperanza por encima de la
desesperación. Ganamos porque los neoyorquinos se permitieron esperar que lo
imposible se hiciera posible. Y ganamos porque insistimos en que la política ya
no sería algo que se nos impone. Ahora es algo que hacemos nosotros.
De pie ante ustedes, pienso en las
palabras de Jawaharlal Nehru: “Llega un momento, pero rara vez en la historia,
en el que salimos de lo viejo hacia lo nuevo, en el que una era termina y en el
que el alma de una nación, largamente reprimida, encuentra su voz”.
Esta noche hemos dado un paso
adelante, dejando atrás lo viejo para adentrarnos en lo nuevo. Así que hablemos
ahora, con claridad y convicción, sin lugar a malentendidos, sobre lo que nos
deparará esta nueva era y para quién.
Esta será una era en la que los
neoyorquinos esperarán de sus líderes una visión audaz de lo que vamos a
conseguir, en lugar de una lista de excusas por lo que somos demasiado tímidos
para intentar. El eje central de esa visión será el programa más ambicioso para
abordar la crisis del coste de la vida que ha vivido esta ciudad desde los días
de Fiorello La Guardia: un programa que congelará los alquileres de más de dos
millones de inquilinos con alquiler estabilizado, hará que los autobuses sean
rápidos y gratuitos y ofrecerá servicios de guardería universales en toda
nuestra ciudad.
Dentro de unos años, que lo único que
lamentemos sea que este día haya tardado tanto en llegar. Esta nueva era será
de mejora constante. Contrataremos a miles de profesores más. Reduciremos el
gasto superfluo de una burocracia inflada. Trabajaremos sin descanso para que
las luces vuelvan a brillar en los pasillos de los complejos de la NYCHA
[Autoridad de la Vivienda de la Ciudad de Nueva York], donde llevan mucho
tiempo parpadeando.
El eje central de esa visión será el
programa más ambicioso para abordar la crisis del coste de la vida: un programa
que congelará los alquileres de más de dos millones de inquilinos con alquiler
estabilizado, hará que los autobuses sean rápidos y gratuitos y ofrecerá
servicios de guardería universales en toda nuestra ciudad.
La seguridad y la justicia irán de la
mano, ya que trabajaremos con los agentes de policía para reducir la
delincuencia y crear un Departamento de Seguridad Comunitaria que aborde de
frente la crisis de salud mental y la crisis de las personas sin hogar. La
excelencia se convertirá en la norma en todo el gobierno, no en la excepción. En
esta nueva era que creamos para nosotros mismos, nos negaremos a permitir que
aquellos que trafican con la división y el odio nos enfrenten unos a otros.
En este momento de oscuridad
política, Nueva York será la luz. Aquí creemos en defender a aquellos a quienes
amamos, ya sean inmigrantes, miembros de la comunidad trans, una de las muchas
mujeres negras a las que Donald Trump ha despedido de un trabajo federal, una
madre soltera que sigue esperando que bajen los precios de los alimentos o
cualquier otra persona que se encuentre entre la espada y la pared. Su lucha es
también la nuestra.
Y construiremos un Ayuntamiento que
se mantenga firme junto a los neoyorquinos judíos y no vacile en la lucha
contra el flagelo del antisemitismo. Donde los más de un millón de musulmanes
sepan que pertenecen, no solo a los cinco distritos de esta ciudad, sino
también a las salas del poder.
Nueva York ya no será una ciudad en
la que se pueda traficar con la islamofobia y ganar unas elecciones. Esta nueva
era se caracterizará por una competencia y una compasión que durante demasiado
tiempo han estado reñidas entre sí. Demostraremos que no hay ningún problema
demasiado grande para que el gobierno lo resuelva, ni ninguna preocupación
demasiado pequeña para que se ocupe de ella.
Como ha ocurrido tantas veces, la
clase multimillonaria ha tratado de convencer a quienes ganan 30 dólares la
hora de que sus enemigos son los que ganan 20 dólares la hora.
Durante años, los que están en el
Ayuntamiento solo han ayudado a los que pueden ayudarles. Pero el 1 de enero
daremos la bienvenida a un gobierno municipal que ayuda a todos.
Ahora bien, sé que muchos han
escuchado nuestro mensaje solo a través del prisma de la desinformación. Se han
gastado decenas de millones de dólares para redefinir la realidad y convencer a
nuestros vecinos de que esta nueva era es algo que debería asustarles. Como ha
ocurrido tantas veces, la clase multimillonaria ha tratado de convencer a
quienes ganan 30 dólares la hora de que sus enemigos son los que ganan 20
dólares la hora.
Quieren que la gente se pelee entre
sí para que sigamos distraídos y no nos dediquemos a rehacer un sistema que
lleva mucho tiempo roto. Nos negamos a dejar que sigan dictando las reglas del
juego. Pueden jugar con las mismas reglas que el resto de nosotros.
Juntos, daremos paso a una generación
de cambio. Y si aceptamos este nuevo y valiente rumbo, en lugar de huir de él,
podremos responder a la oligarquía y al autoritarismo con la fuerza que temen,
no con el apaciguamiento que anhelan.
Haremos rendir cuentas a los malos
propietarios, porque los Donald Trump de nuestra ciudad se han acostumbrado
demasiado a aprovecharse de sus inquilinos. Pondremos fin a la cultura de
corrupción que ha permitido a multimillonarios como Trump evadir impuestos y
aprovecharse de exenciones fiscales. Nos alinearemos con los sindicatos y
ampliaremos las protecciones laborales.
Después de todo, si alguien puede
mostrar a una nación traicionada por Donald Trump cómo derrotarlo, es la ciudad
que lo vio nacer. Y si hay alguna forma de aterrorizar a un déspota, es
desmantelando las condiciones que le permitieron acumular poder.
Así es como detendremos no solo a
Trump, sino también al próximo. Así que, Donald Trump, ya que sé que estás
viendo esto, tengo tres palabras para ti: sube el volumen.
Haremos rendir cuentas a los malos
propietarios, porque los Donald Trump de nuestra ciudad se han acostumbrado
demasiado a aprovecharse de sus inquilinos. Pondremos fin a la cultura de
corrupción que ha permitido a multimillonarios como Trump evadir impuestos y
aprovecharse de exenciones fiscales. Nos alinearemos con los sindicatos y
ampliaremos las protecciones laborales porque sabemos, al igual que Donald
Trump, que cuando los trabajadores tienen derechos inquebrantables, los jefes
que buscan extorsionarlos se vuelven muy pequeños.
Nueva York seguirá siendo una ciudad de inmigrantes: una ciudad construida por inmigrantes, impulsada por inmigrantes y, a partir de esta noche, dirigida por un inmigrante.
Soy joven, a pesar de mis esfuerzos
por envejecer. Soy musulmán. Soy socialista democrático. Y lo más condenatorio
de todo es que me niego a disculparme por nada de esto.
Así que escúcheme, presidente Trump,
cuando le digo esto: para llegar a cualquiera de nosotros, tendrá que pasar por
encima de todos nosotros. Cuando entremos en el Ayuntamiento dentro de 58 días,
las expectativas serán altas. Las cumpliremos. Un gran neoyorquino dijo una vez
que, mientras se hace campaña con poesía, se gobierna con prosa.
Si eso tiene que ser cierto, que la
prosa que escribamos siga rimando y construyamos una ciudad brillante para
todos. Y debemos trazar un nuevo camino, tan audaz como el que ya hemos
recorrido. Después de todo, la sabiduría convencional le diría que estoy lejos
de ser el candidato perfecto.
Soy joven, a pesar de mis esfuerzos
por envejecer. Soy musulmán. Soy socialista democrático. Y lo más condenatorio
de todo es que me niego a disculparme por nada de esto.
Y, sin embargo, si esta noche nos
enseña algo, es que las convenciones nos han frenado. Nos hemos postrado ante
el altar de la cautela y hemos pagado un precio muy alto. Demasiados
trabajadores no se reconocen en nuestro partido y demasiados de nosotros hemos
recurrido a la derecha en busca de respuestas a por qué se han quedado atrás.
Dejaremos la mediocridad en el
pasado. Ya no tendremos que abrir un libro de historia para demostrar que los
demócratas pueden atreverse a ser grandes.
Nuestra grandeza no será en absoluto
abstracta. La sentirán todos los inquilinos con alquiler estabilizado que se
despiertan el primer día de cada mes sabiendo que la cantidad que van a pagar
no se ha disparado desde el mes anterior. La sentirán todos los abuelos que
pueden permitirse quedarse en la casa por la que han trabajado y cuyos nietos
viven cerca porque el coste del cuidado infantil no los ha enviado a Long
Island.
La sentirá la madre soltera que se
siente segura en su trayecto al trabajo y cuyo autobús circula lo
suficientemente rápido como para que no tenga que apresurarse a dejar a sus
hijos en el colegio para llegar a tiempo al trabajo. Y la sentirán los
neoyorquinos cuando abran el periódico por la mañana y lean titulares de
éxitos, en lugar de escándalos.
Y, sobre todo, lo notarán todos los
neoyorquinos cuando la ciudad que aman finalmente les corresponda.
Juntos, Nueva York, vamos a congelar
el… [¡alquiler!] Juntos, Nueva York, vamos a hacer que los autobuses sean
rápidos y… [¡gratuitos!] Juntos, Nueva York, vamos a ofrecer… [¡cuidado
infantil universal!]
(Tomado de Estrategia.la)



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