Nos Disparan desde el Campanario... La democracia incluye ser persona, no solamente individuo... por Gustavi Marcelo Sala
Gráfica: Zdzislaw Beksinski
La democracia, según la poeta, ensayista y filósofa española María Zambrano, podría definirse como el orden social en el cual no sólo es permitido, sino exigido, el ser persona. Considero que con tino establece que en el alegato "individuo", se inspira siempre en una pugna contra a la sociedad, un antagonismo al ser comunitario. El término individuo alude a lo que hay de obstinado en el hombre concreto en sentido negativo, mientras que el vocablo persona incluye al individuo inspirando en la consciente y en el inconsciente algo de positivo, algo obstinado por positivo, por ser uno «más» y no por ser una vulgar y corriente diferencia.
42 años de democracia y el fascismo de manera subrepticia regresó surfeando en la cresta de una ola que le generó a su favor la plutocracia y sus intereses de clase, el poder real, las operaciones de la Justicia Federal, la Corte Suprema en consonancia con los medios de comunicación concentrados, y la inacción de los gobiernos populares a la hora de desactivar definitivamente las políticas excluyentes que atentaron en contra de la soberanía económica lograda durante el kirchnerismo y las relaciones institucionales intermedias heredadas del prefascismo macrista (experiencia piloto con la cual el establishment constató hasta donde podía llegar la amnesia colectiva luego del desastre neoliberal de la década de los noventa)…
No responsabilicemos a la herramienta por una sociedad que no la sabe valorar, por una sociedad que no la cuida, que no respeta sus premisas básicas, que no la fortifica con acciones concretas para evitar fisuras por donde ingrese el carcoma, que no la intensifica, que está permanentemente corriendo sus límites degradándola y que una vez traspasados no es deseosa de recomponer sus erratas.
Hace más de una década que viene aventando el céfiro fascista, sin embargo nadie intentó cerrar el ventanal, acaso porque la soberbia, erróneamente, les hizo pensar que lo improbable tomara cuerpo y se transformara en factor de poder. Prefirieron omitir la historia y rechazar las ciencias sociales.
Hoy estamos delante de un espejo que supimos diseñar durante 42 años, sabemos que existe una porción muy importante de la población, tal vez más de la mitad, a la cual la democracia le es indiferente, que la alteridad, que los derechos colectivos, que la participación horizontal, que la diversidad, que la inclusión, que la equidad, que la soberanía, que el concepto Nación, desde lo cultural y lo político, que los matices en todos los incisos, no ingresan en su vademécum, porque en este escrito solo constan sustantivos cuyo tenor individualista impide cualquier tipo de noción altruista, como lo son el egocentrismo, el narcisismo, la arrogancia, la egolatría, todos elementos incompatibles, artículos del mercado que enriquecen el órgano más sensible del ser humano de la modernidad: El egoísmo.
Cuanto mayor es el decil egoísta menor será nuestra valoración por la democracia pues siempre vamos a poner nuestros intereses y deseos particulares, por mínimos y tilingos que sean, por sobre el interés general…
El escritor y politólogo Oriental Raúl Zibechi afirma que estamos viviendo en medio de una dictadura democrática de los poderosos. Nos hacen falta ideas, sentencia. La mente no piensa con información sino con ideas, como destaca Fritjof Capra en La trama de la vida. En esta tremenda transición/tormenta que vivimos, necesitamos lucidez y organización para comprender lo que sucede y para construir las salidas. Cuando la realidad se hace más compleja y la percepción se enturbia, una característica de las tormentas sistémicas, aclarar la mirada es un paso ineludible y vital. Por eso nos atiborran con información basura, contúna diciendo, porque contribuye a potenciar la confusión. Es en este sentido que los medios juegan un papel sistémico que consiste en desviar la atención, hacer que las cosas importantes y decisivas tengan un trato idéntico a las más superficiales (un accidente en carretera tiene más cobertura que el caos climático) y tratan los temas serios como si fueran un partido de fútbol. Como sabemos, hay quienes piensan que no hay cambios mayores, que la tormenta sistémica es una crisis pasajera, luego de la cual todo seguirá su curso normal. Pero los de abajo necesitamos aguzar los sentidos, detectar los sonidos y los movimientos imperceptibles, porque nuestras vidas están en riesgo y cualquier despiste puede tener consecuencias desastrosas. No tenemos seguros de vida ni guardias privados, como tienen los de arriba.
La sociedad está dividida. Por un lado la democracia se asienta en un sector que no quiere desestabilizar el sistema, mientras la otra mitad no se siente representada. La democracia electoral tiene sentido para la mitad de arriba, pero es una cárcel para los de abajo. Por otro lado, para la mitad desheredada de la población, el diseño actual del capitalismo es una realidad opresiva, ya que las políticas sociales focalizadas tienden a neutralizar y dividir a quienes necesitan levantarse contra el sistema. Los partidos de centro-izquierda recogen las aspiraciones, y los miedos, de esa mitad de la población que sólo quiere cambios cosméticos y cuyo ejercicio político excluyente es votar cada cinco o seis años y asistir a mítines para aplaudir a sus caudillos. La mitad de abajo no puede confiar en un sistema político que funciona como una dictadura democrática. Una estructura política con total libertad para la mitad de arriba puede ser la forma más opresiva que se pueda imaginar para la mitad de abajo, sigue Wallerstein. Los que viven en la zona del no-ser, en palabras de Fanon, son los que resisten y construyen otros mundos, por mera necesidad de sobrevivir. Pero son bombardeados por la fantasía de que pueden cambiar su destino sin quebrar el sistema.

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